El discurso que Indalecio Prieto pronunció, días atrás, desde el ministerio de la Gobernación tenía por final una advertencia trágica, pero exenta de hipérbole, dirigida a los sublevados. «Habríais de triunfar—les dijo—, cosa ya imposible de todo punto, y no encontraríais más que muertos.» Que no hay hipérbole en la advertencia pueden comprobarlo los rebeldes, hora tras hora, en la bravura creciente con que se están batiendo las fuerzas leales y las Milicias proletarias, cuyo empuje sólo tiene igual en las grandes gestas de la independencia. También han podido comprobar los sublevados, a fuerza de reveses, la imposibilidad absoluta de su triunfo. No excluimos, sin embargo, la posibilidad de que sigan alimentando algunos de ellos la esperanza de la victoria. ¿ Sobre qué y sobre quién, admitida la hipótesis, aspiran a sentar su dominio? ¿Qué suerte de triunfo es el que persiguen? ¿Qué justificaciones morales podrían buscarle ? Véanlo ellos mismos, si el raciocinio más elemental no se les ha sublevado también como ellos se han sublevado contra la República.
Jamás una insurrección ha tenido dimensiones ni intensidad comparables a la actual. Pero jamás ninguna otra encontró un ambiente más hostil ni una resistencia tan heroica. Es todo un pueblo el que condena y se revuelve contra la sangrienta y descomunal militarada. Es el proletariado en masa. Son los pequeños comerciantes e industriales. Son las clases liberales, con excepciones que no cuentan. Son, en fin, los que por encima de su egoísmo particular piensan en los tremendos daños que a la patria —esa patria que dicen amar los que la están destrozando— se le causan con la sublevación. ¿Dónde están, pues, las asistencias morales que pueden aducir en favor suyo? ¿ Dónde la masa de opinión que los apoyad ¿Qué estímulos ideales los empujan? A su lado no podrán encontrarse otras simpatías que las de unos pocos políticos cobardes y viles, que ni siquiera han sabido afrontar con su presencia la responsabilidad contraída, y unos cuantos negociantes de la catadura de Juan March. Es decir, una selección al revés. Todo lo que deshonra el nombre de España se ha reunido en esta agresión contra todo lo que la ennoblece y dignifica. Es la sublevación de lo infame y podrido contra lo limpio y vital. ¿Cómo no los ahoga a los sublevados la vergüenza?
El Socialista (30//36)
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