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miércoles, 20 de marzo de 2013

José Millán Astray (1879-1954)


El carismático fundador de la Legión demuestra durante su visita este mes a la Italia fascista la misma capacidad de seducción que le ha convertido en la figura emblemática en la retaguardia del Ejército nacional

"Muera la Inteligencia!". Así gritaba el primer novio de la muerte en el claustro de la universidad de Salamanca en el otoño de 1936. "¡Viva la muerte!". Aquel 12 de octubre, en su enfrentamiento con el filósofo y entonces rector, Miguel de Unamuno, José Millán Astray tipificaba en un par de frases lapidarias el talante de la Legión Española, el cuerpo más expeditivo de cuantos lucharon en el bando nacional durante la Guerra, de la que fue fundador.

Mientras, Unamuno, partidario hasta ese día del alzamiento nacional del 18 de julio, se había quejado ante la audiencia universitaria por el curso de los acontecimientos de aquella guerra incivil. Tras soliviantar los ánimos del general, terminó augurando con su irrenunciable vehemencia: "Venceréis pero no convenceréis". Comenzaba Unamuno aquel día su encierro doméstico, que duraría hasta su muerte el último día de aquel convulso 1936.

El legionario dará cuenta del episodio años después. Según recoge Luis Ernesto Togores en su libro sobre el
general, Millán Astray reconoce haber tomado el uso de la palabra para protestar contra una cita elogiosa de Unamuno hacia el héroe de la independencia filipina, José Rizal, así como por su "canto a 'Vasconia y Cataluña', regiones separatistas en aquellos momentos en poder de los rojos". Termina el general afirmando que gracias a que indujo a Unamuno a acompañar a Carmen Polo a la puerta del salón para despedirla, se libró de ser agredido por jóvenes estudiantes falangistas. De lo que no cabe duda es de que, conocedor del código Bushido de los samuráis, que cultiva la muerte y el sacrificio -"Mi divisa no conoce el miedo, / mi destino tan sólo es sufrir; / mi Bandera luchar con denuedo / hasta conseguir / vencer o morir", como reza el himno de la Legión-, José Millán Astray no es un antintelectual ni un analfabeto. Perfectamente consciente y explotador del poder de los medios de información, escritor él mismo y propagandista, se ha criado entre aspirantes a literatos como su propio padre o su hermana Pilar, autora de comedias, novelas y folletines.

Hijo del matrimonio formado por Pilar Terreros Segade y José Millán Astray, abogado gallego y director penitenciario, José Millán Astray Terreros, Pepito, nace en La Coruña el 5 de julio de 1879. Tiene tres hermanas: Pilar, un año mayor que él, y Peregrina y Rosita, menores. Su infancia la pasa de cárcel en cárcel, de Valencia a Ceuta, de Zaragoza a la Modelo de Madrid y Barcelona, de la mano de su padre, funcionario de prisiones.

Las memorias escritas por su progenitor, tituladas Memorias de Millán Astray, dan fe de los tipos humanos en medio de los que se cría Millán Astray hijo. Recogen, asimismo, el escándalo vivido a los 9 años, cuando su padre se ve envuelto en el crimen pasional de la calle Fuencarral, en el que la amante-criada muere a garrote vil mientras que el señorito asesino y el carcelero que le ha dejado libre, Millán Astray padre, son absueltos.

Millán Astray hijo, defensor de la espada tanto o más que de la pluma, va a comenzar su instrucción militar antes de cumplir los 16 años, con la intención de formar parte de las filas de la intelectualidad castrense tras pasar por la Escuela Superior del Ejército.

Gracias en parte a la sangría de oficiales de la guerra de Cuba, se licencia como teniente a finales de febrero de 1896, sin haber cumplido 17 años, para pasar primero a Madrid y, a las pocas semanas, al archipiélago de Filipinas, en plena revuelta de Katipunan. Sin haber alcanzado la mayoría de edad, fanático de la limpieza y del reglamento, el joven oficial se distingue por su disciplina y su rigor, su valor, su serenidad y su sangre fría.

El 3 de noviembre ha llegado a bordo del Colón a Manila, donde combatirá, según Carlos Rojas, "como si un demonio suicida le poseyese". Ocho meses después regresa a Barcelona, en el vapor Alicante, cuando el éxito de las tropas españolas parece indudable.

La situación en las otras colonias es inestable. Los líderes cubanos intentan conseguir el apoyo estadounidense para emanciparse y Puerto Rico desea su autonomía; las Filipinas vuelven a desestabilizarse. Todos los territorios logran su independencia en 1898. El desastre noventayochista marca el talante de un joven que está terminando sus estudios en la Escuela de Oficiales y que obtiene destino en un regimiento burgalés.

Profesor de ocho asignaturas en la Academia de Infantería de Toledo, donde pule su capacidad de mando, Millán Astray pasa por su consagración como combatiente en los fuertes de Melilla, Tetuán, Tánger, Argila o Xauén, todos en el Protectorado español en Marruecos.

Es allí donde, en 1919, fragua la creación del Tercio de Extranjeros, la Legión, un cuerpo inspirado en las tropas coloniales francesas que combaten en Argelia, y que mistifica la entrega intrépida, aguerrida y anónima a la batalla y la autoinmolación en combate -"Soy un hombre a quien la suerte / hirió con zarpa de fiera, / soy un novio de la muerte / que va a unirse en lazo fuerte / con tan leal compañera"-. Un cuerpo de mercenarios, de entre 18 y 40 años de edad, que cobran de 4 a 10 céntimos diarios y que Millán Astray dibuja como "los luchadores de la vida, los soñadores, los esperanzados, los desesperados". El coruñés los lidera con la venia y el apoyo de ilustres lugartenientes, entre ellos otro gallego africanista, el comandante Francisco Franco Bahamonde. La guerra marroquí llegará a movilizar, según cómputo del propio Millán Astray, a 14.000 legionarios -de los que resta unas 8.000 bajas, entre muertos y heridos-.

Su participación en el desembarco de Alhucemas, donde una bala le rompe todos los dientes y le destroza un ojo, le vale numerosas condecoraciones.

Es innegable que, desde el episodio marroquí de su biografía y durante toda su vida, alentado no poco por su autodefinición de legionario, José Millán Astray luce sus lesiones y mutilaciones -su manga izquierda vacía, su parche de pirata sobre el ojo, sus encías melladas, su muslo cosido de parte a parte, las huellas de su disparo en mitad del pecho recibido en 1921, y el hoyo, más que cicatriz, de su mejilla izquierda- como auténticas medallas de guerra.

En 1936, cuando comienza la Guerra Civil española, Millán Astray tiene ya 57 años y regresa de un exilio voluntario en Hispanoamérica durante la Segunda República. A finales de los años 20 ya había viajado por Chile, Argentina, México, Cuba y Estados Unidos.

Partícipe, según Paul Preston, de la sanjurjada de 1932, Millán Astray se exilia en 1934 a Portugal y de allí parte de nuevo a Argentina, de donde regresa en 1936. Desembarca en Lisboa y llega a España una vez comenzada la Guerra, para hacer su primera aparición pública el 15 de agosto de 1936, en el acto de juramento de la bandera roja y gualda.

Muy deteriorado físicamente, el legionario no ejerce, ni solicita, ningún mando directo de unidades, aunque, a petición personal de Franco, se encarga de "vigilar el estado moral de la tropa". Y, en efecto, será el primer responsable del Departamento de Prensa y Propaganda que, según Preston "dirige como si fuera un cuartel", y en cuyas trincheras coincide con alguna de las primeras voces de la intelectualidad falangista, como Ernesto Giménez Caballero o Agustín de Foxá.

Pese a su ideología monárquica, o precisamente por ella, tal como apunta Luis E. Togores, Millán Astray es uno de los principales promotores y baluartes de Francisco Franco como Caudillo. Togores subraya su importancia en el nombramiento del ferrolano como Generalísimo y jefe de Estado el 1 de octubre de 1936 en la Capitanía General de Burgos.

Decía el general Guillermo Cabanellas que "se convirtió enseguida en el vocero que, al cantar la gloria de Franco, parecía recoger para sí una pequeña parte".

Y es verdad que mientras escribe notas en prensa o pronuncia discursos radiofónicos, charlas, arengas y loas ante audiencias diversas -o incluso publica una biografía, Franco, el Caudillo, para mayor honra del jefe de Estado-, su prestigio personal durante las campañas, en las que no participa, crece y crece bajo una aureola de romanticismo.

Su maniqueismo, antisemitismo y machismo se advierten claramente en sus discursos para las ondas: "Decidme, soldados, que habéis nacido en España, que estáis en el bando rojo, ¿qué sentís, los que tengáis honra y vergüenza, al ver a las mujeres jóvenes vestidas con traje de mecánico y que al descorrer la cremallera quedan desnudas por completo? (..) ¿Sabéis lo que es el comunismo en Rusia? Trabajar jornadas mucho más largas que las que aquí teníais, azuzados a latigazos, ¡todo para los judíos!".

Paralelamente, desde el 23 de enero de 1937, mientras continúa su labor de proselitista, encabeza la Dirección de Mutilados de Guerra, más tarde Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria, de quienes, según presume su director, Miguel de Cervantes había sido número uno. Y es que el autor de El Quijote, como San Ignacio de Loyola, es durante toda su vida ejemplo de conducta.

A partir del verano de 1937 milita en el recién constituido partido único, FET y de las JONS. Entre mayo y junio de 1938 visita Italia. Allí, se dice, en plena disputa sobre la laboriosidad de sus respectivos líderes, le espeta a Ciano, Ministro de Exteriores, en italiano garrafal: "il nostro Caudiglio se pasa cuatorce hores in la mesa de trabaglio e non se levanta ni pere meare". Un episodio que habría de convertirse en broma recurrente durante el Régimen franquista.

Terminada la Guerra, a los 60 años, el gallego se dedica a sus amistades, sobre todo femeninas, como la cantante Celia Gámez. Y es que, especie de Bradomín guerrero, "feo, católico y sentimental", tiene un gran atractivo para las mujeres.

José María Pemán escribe que "su calva de bóveda renacentista y su ojo tuerto" le aproximaban al italiano Gabrielle D'Annunzio, y el guapo del Régimen y cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer le describe como "de buena estatura y aspecto quijotesco, nariz aguda y cráneo braquicéfalo y acometedor".

Su cuerpo demediado ejerce innegable atractivo entre las féminas pronacionales, pues se jacta habitualmente de tener numerosas amantes y relaciones extramatrimoniales, entre ellas la propia Celia Gámez, de la que será padrino de boda. Sobre el enlace de la bella tonadillera cuenta Pemán que el anciano ex legionario, ante el tumulto que se produjo en la iglesia de los Jerónimos de Madrid con la llegada de la novia, hubo de gritar "A mí, la Legión" para que los legionarios que le servían de escolta acudieran a proteger a los novios y estos lograran llegar sanos y salvos hasta el altar. Las fotografías de la ceremonia muestran a un Millán ya viejo y lastrado.

Fue de nuevo Pemán quién escribe que el legionario, al oír decir de los éxitos mujeriles de Queipo de Llano en Sevilla, espetará que "todavía anda lejos de mi hoja de servicios en esa materia, que yo tengo besadas doce monjas y tres de ellas abadesas enclaustradas".

El general Millán Astray, presidente de la Hermandad de Mutilados de Guerra, fotografiado con el general Varela tras imponerle la condecoración que le distingue como 'Caballero mutilado' por las heridas recibidas en combate, a finales de 1938.

Paradójicamente, el viril combatiente estaba casado con una mujer, Elvirita, que, tras pasar por el altar, confesó a su esposo que había hecho promesa de castidad. A la púdica Elvira, hija del general Gutiérrez Gamarra, la había conocido Millán Astray vestido de querubín en los carnavales de la capital del año 1905 y sólo habría de abandonarla para huir, sin la venia del Caudillo, junto a Rita Gasset, una sobrina del que fue, con Unamuno, seguramente el otro gran filósofo español, don José Ortega y Gasset. En la capital portuguesa nace Peregrina, hija de ambos y único vástago de Millán, en 1942.

En sus últimos años, Millán Astray sigue escribiendo, entre otras cosas el prólogo a la traducción española del Bushido japonés. Pasea por las calles de Madrid y se entretiene con dos de sus pasiones, la fotografía y los disfraces. Curiosas fotografías del gallego con capa de caballero de la Orden de Calatrava, piloto de carreras o dandy de la costa azul se reúnen en la última obra publicada sobre su figura por Eugenio E.Togores.

Decía el profesor e ideólogo Joaquín de Entrambasaguas que "Miguel de Unamuno y José Millán Astray, uno y otro, fueron maltratados en el alma o en el cuerpo, si no en ambos -es lo mismo-, por defender a España y a su historia". Que el segundo pretendiera hacer de la nación, "un edificio hecho de cruces y de espadas" es otra historia.

El general muere el 1 de enero de 1954. El epitafio del ex soldado en Filipinas y Marruecos, ex propagandista y mutilado oficial, resume, simplemente: Millán Astray; legionario.

. El "Tercio de los Mutilados" (La Libertad, 16/02/1937)

martes, 19 de marzo de 2013

Mohamed Ben Mizzian (1897-1975)

Amigo personal de Franco, tan conocido por sus éxitos militares como por los excesos de sus tropas, es el único marroquí en el Ejército español que dirige una división durante la Guerra y accede al generalato

Mohamed Ben Mizzian Ben Kassem protagoniza un caso único en la Historia del Ejército español. Hijo de un ilustre jefe rifeño que colabora con la administración colonial española en el norte de Marruecos, es también sobrino de un rebelde indígena que lucha contra los españoles, apodados, respectivamente, por los militares Mizzian El Bueno y Mizzian El Malo.

El Mizzián, como es conocido por amigos y enemigos, nace en la región de Segangan, hijo de Mizzian Ben Kassem, caíd -jefe- de la cabila de Mazzuza de Guelaya, tribu bereber del Rif cercana a Melilla, el 1 de enero de 1897. Los pocos datos que se conocen sobre su infancia son sorprendentes. Según relatan dos de sus hijas al historiador Francisco Sánchez Ruano, en la visita de Alfonso XIII a Marruecos en 1911, durante una inspección a una escuela de Melilla, el rey preguntó a algunos alumnos qué querían ser de mayores. Uno respondió: "Lo que tú". Alfonso XIII le dijo sonriendo: "¿Quieres ser rey?". El joven le aclaró: "No, quiero ser militar". Se trataba de Ben Mizzian, que contaba entonces con 14 años. Desde entonces, el joven se convertirá en ahijado del rey.

Bajo los auspicios de éste, ingresa en la Academia de Infantería de Toledo en el verano de 1913. Para ello hubo que cambiar las normas de la institución. Es en esa época cuando conoce al cadete Francisco Franco.
Licenciado con el rango de teniente a los 19 años, regresa a Marruecos como oficial de Regulares. Durante el levantamiento indígena liderado por Abd El Krim, que se inicia con el desastre de Annual, en 1921, el Mizzián cae herido luchando contra sus compatriotas. El propio Abd El Krim había sido profesor suyo en la escuela.

Ya entonces era muy popular y puesto como ejemplo de amigo de los españoles al tiempo que buen musulmán. En 1925, se casa con Fadela Amor, con la que tendrá siete hijos. En 1934, el Mizzián regresa a España. En esta ocasión, al mando de un tabor de regulares con la misión de sofocar la Revolución de Asturias.

En julio del 36, tras tomar el control de Melilla, el Mizzián aterriza en el aeródromo de Jerez el 14 de agosto de 1936. Desde ese día, participará en las principales y más decisivas batallas de la Guerra y siempre en primera línea de combate.

Se incorpora con sus hombres a la columna del coronel Asensio Cabanillas como su segundo jefe. Esta columna forma parte del Ejército que, mandado por Yagüe, avanza sobre Madrid. Sus regulares se destacan en la toma de Talavera y de Bargas, que abre el camino hacia Toledo, la liberación de su Alcázar el 28 de septiembre de 1936 y el comienzo de una feroz represión en la ciudad. Sin embargo, la mancha mas importante en la brillante trayectoria del militar marroquí se produce semanas después. Tras la toma de la localidad madrileña de Navalcarnero, el 21 de octubre de 1936, sus hombres llevan a dos jóvenes milicianas que habían capturado ante el Mizzián. Tras interrogarlas, éste las entrega a unos 40 regulares acuartelados en la escuela del pueblo. El periodista norteamericano John Whitaker, que acompaña a las tropas nacionales, muestra su preocupación por el destino de las jóvenes a Ben Mizzian. "Oh, no se preocupe, no vivirán más de 4 horas", le responde el militar.

Llegados a Madrid, su tabor se integra en la columna del coronel Delgado Serrano, una de las tres que manda el general José Enrique Varela y que tienen la misión de tomar la capital. Los regulares de el Mizzián son siempre los encargados de lanzar el primer ataque, siempre en primera línea, siempre con muchas bajas. El propio Mizzian cae gravemente herido en una pierna en la Ciudad Universitaria y es salvado por uno de los suyos al esconderlo bajo un tanque. Pero antes de caer consigue cruzar el Manzanares y tomar posiciones en la Ciudad Universitaria que el Ejército de Franco no abandonará hasta el final de la Guerra.

Cuando sale del hospital lo hace convertido en teniente coronel y al mando de su propia columna. En enero de 1937 Franco le destina al Frente Norte. El Mizzián permanece en Asturias hasta el hundimiento total del frente en octubre de 1937. En Aragón interviene con sus hombres en la Batalla de Teruel y en la partición en dos de la España republicana cuando, el 15 de abril de 1938, los nacionales ocupan Vinaroz y alcanzan el Mediterráneo. Participa activamente en la caida de Castellón, y en agosto, dentro del Cuerpo de Ejército del general Yagüe, actúa en la contraofensiva franquista en el Ebro. Para entonces ya es coronel y manda la 1ª División de Navarra. Es el único militar que sin ser general manda una división.

El 23 de octubre de 1938, Ben Mizzian participa en el consejo de generales que, presidido por Franco, diseña la ofensiva final de la Batalla del Ebro. En las siguientes tres semanas, pierde a 7.000 hombres, pero llega hasta Aseó y Flix el 15 de noviembre, cruzando el Ebro. La penúltima hazaña de Ben Mizzian se produce el 24 de enero de 1939 con la toma de Manresa. Aún le da tiempo a regresar a la Ciudad Universitaria, lugar donde comenzó su leyenda militar, para entrar por el norte en la capital el 28 de marzo de 1939.

Mohamed Ben Mizzian recibe varias medallas, como la militar individual, la Laureada colectiva, la Gran Cruz del mérito militar o la de San Hermenegildo. Acabada la Guerra y llegada la hora de la política, este soldado marroquí y musulmán pasa a un segundo plano. Aunque cuenta con la amistad del Generalísimo y permanece en Madrid, no participa en el reparto del poder político entre los leales a Franco. Es ser ascendido a general y nombrado capitán general de la VIII Región Militar con sede en La Coruña, entre 1953 y 1955. La familia Mizzian acude con frecuencia al pazo de Meirás, residencia estival de los Franco. En junio de 1955 se hace cargo de la región militar de Canarias.

Destinado en las islas, una de sus hijas se casa en secreto con un militar español, sobrino del ministro de Asuntos Exteriores, Martín Artajo. La boda no es del agrado de el Mizzián, entre otras cosas porque su hija abjura del Islam. En 1957 se proclama la independencia de Marruecos. Ben Mizzian pide a Franco que le libere de su juramento a la bandera para regresar a su país. Nombrado por Mohamed V mariscal de sus ejércitos, consigue retener a su hija en un viaje de ésta con su esposo a Tetuán, al que envía de regreso a España. Franco se niega a intervenir y rechaza cualquier tipo de represalia personal hacia su antiguo camarada.

Poco después, Mohamed V nombra a Ben Mizzian ministro de Defensa. En un viaje a Moscú, el presidente Jruschov le dirá: "es usted el primer y último general de Franco al que recibo". En febrero de 1966 es nombrado por Hassan II embajador en España, cargo que ocupa durante un año. No vuelve a pisar tierra española hasta que su delicado estado de salud le obliga a acudir a una clínica madrileña, donde muere el 1 de mayo de 1975 a la edad de 78 años, pocos meses antes que su gran amigo, Francisco Franco.

lunes, 18 de marzo de 2013

'El Esquinazau' (1897-1960)


La insólita trayectoria de este polifacético aventurero, desde la revolución mexicana a su fervorosa conversión al catolicismo pasando por la militancia comunista, tiene en el liderazgo de la bolsa de Bielsa su suceso más brillante

A Antonio Beltrán no se le ponía nada por delante. Creía en el destino y estaba convencido de que en el suyo no estaba escrito participar en guerras, "pero sí, en cambio, encabezar revoluciones". Ésas son las palabras que sus biógrafos, Ramón Ferrerons y Antonio Gascón, ponen en su boca nada más comenzar el relato de su vida en El Esquinazau. Perfil de un luchador. Sin embargo, en el carácter de Beltrán no se encontraba, precisamente, la pasividad ante el devenir de las circunstancias. Si alguna vez creyó que tal era su destino, no tuvo más que esperar al estallido de la Guerra Civil para desechar esa convicción.

Beltrán nace en Canfranc (Huesca), de padre celador de telégrafos y madre procedente de buena familia, el 8 de marzo de 1897. Allí transcurre su infancia demostrando un carácter "vivaracho y decidido", según Ferrerons y Gascón; se fuga de vez en cuando a Jaca, se escapa del internado al que le envían sus padres, y cuando éstos lo encuentran trabajando de pinche, le llevan de vuelta a casa y le ponen a trabajar. A los trece años, Beltrán decide que su pueblo se le ha quedado pequeño y, con la ayuda económica de sus padres, se marcha a Estados Unidos a hacer fortuna.

Le acogen unos familiares que, además, le proporcionan una profesora particular que le enseña inglés. Trabaja en el rancho de sus parientes en Nuevo México, pero por poco tiempo. Cuando, en una de sus frecuentes incursiones, Beltrán se topa con los hombres de Pancho Villa, no duda en unirse a ellos. Llega a Alabama y sube, ya por su cuenta, por los Apalaches, hasta llegar a Canadá. Harto del clima -"hacía un frío que helaba las orejas"- y de la relativa tranquilidad que se respira por esos lares, en 1917 Beltrán se enrola como voluntario en la Legión estadounidense. En sus filas no tarda en regresar a Europa para combatir en la Primera Guerra Mundial.

Beltrán ya tiene aventura, pero no se encuentra a gusto. "Ésa no es mi guerra", asegura. Y aprovecha un permiso para visitar a unos familiares que viven cerca de la frontera francesa, justo en la zona de Canfranc, para quedarse.

Ya entonces comienzan sus devaneos amorosos. Deja embarazada a una joven en Castiello, aunque no tarda en conocer a Teodora, con quien se casa en 1926.

Detenido por contrabando de mercancías, consigue que un amigo suyo le pague la fianza. Con el dinero en su poder, pasa rápidamente a Francia y de allí, con su familia, a Argentina, de donde volverá algunos meses después, aprovechando la amnistía proclamada tras la dictadura de Primo de Rivera.

De vuelta a Jaca, se afilia a la Acción Republicana de Azaña, y adopta el sobrenombre de el Esquinazau, apodo familiar que recibió un antepasado suyo por comentar, invariablemente, lo "esquinazau" -baldado- que estaba después de trabajar. Es entonces cuando Beltrán se une a la sublevación que estalla en la localidad en 1930. Tras el fracaso del pronunciamiento republicano, el Esquinazau da con sus huesos en la cárcel.

Su juicio se retrasa lo suficiente para dar tiempo a que, el 14 de abril de 1931, se proclame la República en todo el país. Nueve meses después, Teodora da a luz a Esther, su primera hija, a la que seguirá Roentgen Edison, hermano pequeño que recibe su nombre en homenaje a los científicos homónimos.

Cuando estalla la Guerra, y con la proximidad de las tropas nacionales, El Esquinazau, ya famoso republicano, se ve obligado a huir a Barcelona, donde empuña las armas y se afilia al PSUC. Desde allí parte al frente pirenaico. Su conocimiento del terreno y sus dotes militares resultan muy útiles para la causa republicana. Allí lidera la formación de la famosa bolsa de Bielsa, la hazaña de más de dos meses de resistencia de un puñado de republicanos frente al avance imparable de las tropas franquistas. Y desde allí, ya sin su familia y en compañía de Elena, una ex miliciana con quien viene manteniendo relaciones, tiene que pasar a Francia cuando los nacionales se proclaman vencedores.

En abril de 1939 parte con un grupo de españoles hacia la URSS, donde es seleccionado para integrarse en la Academia Superior del Ejército Rojo M.V. Frunze. Poco después, Elena se reúne con él y le da una nueva hija, Olga. El Esquinazau sigue los estudios militares al sur de Kubán, para pasar a Uzbekistán y, de allí, a Moscú. Desencantado por la omnipresente miseria que desmiente los mensajes de la propaganda comunista, Beltrán decide marcharse primero a Yugoslavia, después a Trieste y, finalmente, vía Suiza, llega solo hasta Francia. Allí, cerca de la frontera pirenaica, entra en contacto con la guerrilla que resiste en la frontera contra el régimen franquista. Dotados de menos organización e infraestructura que el maquis, Beltrán será el encargado de coordinar este grupo. A estas alturas, y tras observar las rivalidades internas en el PCE, el Esquinazau reniega del partido y de la propia Elena, al constatar, según escribe a su primo Lázaro, su "intransigencia".

Malvive Beltrán en Francia durante un tiempo, hasta que el Gobierno francés decide dejar de apoyar a los comunistas refugiados en su país. Corre el año 1950 y Beltrán está todavía fichado como miembro del partido. La confusión provoca su deportación a Córcega, donde permanece cautivo trabajando por dos reales.

Escribe a su familia, al Gobierno francés, a las autoridades republicanas en el exilio, a todo el que pueda ayudarle a escapar de allí. A finales de 1951, el Esquinazau puede volver a Francia, aunque con la condición de que ayude al Gobierno francés a controlar a la guerrilla antifranquista que actúa en la región pirenaica. Beltrán obtiene un empleo y consigue establecerse en la localidad fronteriza de Pau, donde recibe la visita de su mujer y sus hijos.

El Esquinazau tiene pronto oportunidad de cruzar de nuevo el Atlántico. El Gobierno republicano en el exilio realiza gestiones para que Beltrán se encargue de recabar apoyos para un memorándum y obtener ayuda en la esfera internacional. Viaja a Brasil, Uruguay, Argentina, Bolivia, Perú y México. Durante su periplo, el Esquinazau mantiene una copiosa correspondencia con su familia, en la que relata su insólita "conversión" al catolicismo después de asistir a la licuación de la sangre de cierta santa en la capital peruana.

Beltrán todavía volverá a Europa. Expulsado de Inglaterra, pasa a Bélgica y de allí a Francia, donde se establece. Pero presionado por el Gobierno francés para que informe de los movimientos fronterizos de la guerrilla, decide marcharse. A estas alturas, el Esquinazau sólo quiere vivir en paz. Y marcha a México, donde malvivirá todavía tres años, buscando agua en su pequeño rancho, hasta que un cáncer gástrico termine con su vida, a los 63 años, el 6 de agosto de 1960. Su ataúd será llevado a hombros hasta el cementerio español de México, envuelto en la bandera tricolor.

domingo, 17 de marzo de 2013

Luis Bolín (1897-1969)


Creador de las Rutas Nacionales de Guerra, el periodista malagueño interviene decisivamente en la contratación en Londres del 'Dragón Rapide', el avión que conduce a Franco a Marruecos para unirse al alzamiento nacional

Periodista brillante, corresponsal del diario madrileño ABC en Londres, excelente conocedor de la lengua inglesa -se dice que pasaba por nativo en Londres-, Bolín desempeña un papel primordial en la preparación del alzamiento de julio del 36. Gestiona en Gran Bretaña, al lado de Juan de la Cierva, el alquiler del Dragón Rapide, el avión que conduce a Franco de Canarias a Marruecos en julio del 36. Como agente de los nacionales en el extranjero, gestiona igualmente el envío de material de vital importancia para su Ejército. Además, es el primer encargado de los servicios de Prensa franquistas, así como de procurar que la prensa internacional proyecte un mensaje atractivo de los nacionales y de la política de Franco.

Nacido en Málaga en el seno de una familia aristocrática, de padre español y madre inglesa, Luis Antonio Bolín Bidwell estudia Derecho en Granada, Madrid y Londres. Con poco más de 20 años trabaja como corresponsal durante la Primera Guerra Mundial, y en 1920, con 23, es jefe de prensa de la embajada española en Londres. En los años posteriores se une a la sección de información de la Sociedad de Naciones. Más tarde empieza a trabajar para el ABC de Juan Ignacio Luca de Tena.

Durante la Guerra, al servicio del cuartel general del Generalísimo, se encarga de transmitir a los numerosos corresponsales extranjeros destacados en España la "versión nacional" de lo que sucede en los frentes. En febrero de 1938 es nombrado director general de Turismo. Durante su mandato crea las Rutas Nacionales de Guerra , recorridos turísticos por los escenarios del conflicto inaugurados en el verano de 1938.

Bolín es un hombre polifacético y eficiente en su trabajo. En 1967, dos años antes de morir, publica sus memorias, originalmente en inglés -Spain: The vital years- y editadas inmediatamente en español. A juzgar por las páginas de Los años vitales, Bolín es un hombre inquieto y de gran iniciativa.

Curiosamente, Bolín fue cuñado de Constancia de la Mora -casada con su hermano Manuel entre 1926 y 1932-, que durante la Guerra también trabaja para una oficina de prensa, la republicana. Es, además, primo de Manuel y Luis Altolaguirre. Y de Concepción Altolaguirre, esposa de Porfirio Smerdou, el cónsul mexicano en Málaga que protegió en su casa a cientos de personas hasta la toma de la ciudad por los nacionales en febrero de 1937.

Según cuenta Bolín en sus memorias, la idea de crear el servicio de Prensa nacional, que tenía como objetivo asesorar a los corresponsales extranjeros y contribuir a la creación de una imagen atractiva del franquismo en el exterior, fue exclusivamente suya.

Antirrepublicano convencido, está seguro de que "sólo la fuerza podía salvar a España"; de otra manera, según sus palabras, "el comunismo y el caos sobrevendrían fatalmente". Durante la Segunda República ha formado en Londres, junto a Jacobo Stuart Fitz-James y Falcó, decimoséptimo duque de Alba, y Juan de la Cierva la asociación Los Amigos de España, que desarrolló una activa labor antirrepublicana con el apoyo del conservadurismo británico. Allí escribe su libro La República española (1933).

Durante esos años es corresponsal de ABC en Londres, lugar de origen de su madre. Vive la mitad de su vida en España y la otra mitad en Inglaterra, Estados Unidos y Francia. Su propósito con Los años vitales, que escribe en Washington como diplomático de la embajada española, es explicar a sus amigos británicos, estadounidenses y franceses, según asegura, la Guerra Civil y las circunstancias que determinaron la contienda. Escribe en primera persona sobre los hechos a los que asistió por su "participación directa".

Cuenta con detalle cómo tiene noticia de los preparativos del alzamiento que ha de producirse en España. De hecho, de él dependerá que las cosas salgan bien, pues se le encarga el alquiler del avión que transporta a Franco de Canarias a Marruecos. También de que encuentre a dos "rubias" que les ayuden a pasar inadvertidos ante las autoridades republicanas, haciendo creer que se encuentran "de juerga" en las islas.

Según narra Bolín, con buena pluma y memoria envidiable, se encuentra disfrutando de una soleada tarde en el condado de Surrey, al sur de Londres, con su mujer, Mercedes, su hijo Fernando y unos amigos. Uno de los presentes, el conde de Los Andes, ex ministro de la Corona con el general Primo de Rivera, le lleva a un lado y le dice: "En España se está preparando algo. No se ha fijado fecha todavía, pero lo que sea ha de ocurrir pronto. Las cosas no pueden seguir como van. ¿Estás dispuesto a actuar?".

Luis Bolín está más que dispuesto y lo manifiesta en ese momento, al mismo tiempo que expresa su "ferviente" deseo de que sea Franco quien dirija el movimiento. El 5 de julio de 1936, tras asistir a la misa de domingo, llega a su casa de Hornton Street y su mujer le comunica que "Juan Ignacio ha llamado desde Biarritz y volverá a hacerlo". En ese momento, Bolín ya sabe lo que va a ocurrir. Si "Juan Ignacio", marqués de Luca de Tena y decidido opositor de la República, le había llamado, es que se acercaba el momento.

Así se lo hace saber a su mejor amigo en la capital inglesa, Juan de la Cierva. Inventor del autogiro, el ingenio precursor del helicóptero, se ve con él casi a diario. Padrino de su hija Marisol, muere en diciembre de 1936. Gran experto en aviación y con muy buenos contactos, ayuda a Bolín a encontrar el Dragón Rapide, un avión de siete plazas, idéntico al del Príncipe de Gales, que llevará a Franco de Gran Canaria a Casablanca el 18 de julio de 1936.

El Generalísimo envía a Bolín de vuelta a Inglaterra el 19 de julio, y de allí a Alemania e Italia, para adquirir aviones y material de guerra. Por razones no del todo claras, Bolín decide encaminarse hacia Roma, con una carta de Alfonso XIII dirigida a Mussolini. Se dice que se habría ido con las manos vacías de no ser por las conversaciones que Franco mantiene con el cónsul italiano en Tánger, quien dará el visto bueno varios días después de la negativas recibidas por Bolín.

Bolín ocupará cargos de relevancia como la Dirección General de Turismo, o, ya después de la Guerra, la Consejería de Información (1952-1963) de la embajada de España en Washington, donde vivió sus últimos años. También fue asesor de Turismo del Banco Mundial de Marruecos y de las Naciones Unidas en Argentina.

viernes, 15 de marzo de 2013

Miguel Primo de Rivera (1904-1964)


Gobernador civil de Madrid y embajador de España en Londres una vez finalizado el conflicto, comparte con su hermano José Antonio sus últimos meses de vida en Alicante, consiguiendo la libertad en marzo de 1939

"Vengo a vosotros como el hermano de José Antonio, el único hermano varón superviviente de su estirpe y el camarada que lo acompañó en su último servicio". Con estas palabras, que repetirá en numerosas ocasiones, Miguel Primo de Rivera se dirige a los cerca de 250.000 falangistas congregados en un acto de Falange en la primavera de 1940, en Valencia. El motivo es denunciar la realidad por la que atraviesa el partido único, que no es otra que la pérdida de influencia dentro del régimen franquista, casi un año después de que finalice el conflicto.

En efecto, Miguel se ha convertido en el único varón vivo de la saga Primo de Rivera tras la muerte de su hermano mayor José Antonio -fundador de Falange- el 20 de noviembre de 1936, con el que comparte encarcelamiento en Alicante, y el menor de la familia, Fernando, muerto en la Modelo de Madrid tres meses antes. Precisamente, fue el confinamiento que mantuvo con su hermano mayor, y su posterior liberación en marzo de 1939, lo que provocó que muchos seguidores vieran en él la proyección de José Antonio al frente del partido. Sin embargo, la figura de su hermano estará presente en la memoria de Miguel Primo de Rivera, y si bien desarrolla diferentes funciones en la vida política del país -como la de gobernador civil de Madrid o embajador de España en Londres-, dentro de Falange tan sólo ostenta el cargo de jefe provincial y miembro de la junta política del partido, al no comulgar con las nuevas directrices, muy distintas a las doctrinas joseantonianas.

Miguel Primo de Rivera y Sáenz de Heredia nace el 11 de julio de 1904 en un piso de la madrileña calle de Montesquinza. Hijo del dictador militar, Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, y de Casilda Sáenz de Heredia, Miguel es el segundo de seis hermanos, por detrás de José Antonio, nacido un año antes. La profesión de su padre obliga a la familia a cambiar a menudo de residencia. Al año siguiente de nacer, y ya con un miembro más en la familia, su hermana Carmen, se trasladan a vivir a Gibraltar.

Allí, entre juegos y paseos por la playa, los hermanos Primo de Rivera reciben una férrea educación a instancias de su padre basada en la doctrina castrense.

El 4 de noviembre de 1907 nacen las gemelas Ángela y Pilar y, al año siguiente, el menor de sus hermanos: Fernando. Tan sólo nueve días después fallece su madre, debido a ciertas dificultades en el parto.

Mientras su padre se forma en nuevas técnicas militares -Francia, Suiza, Italia o Marruecos son algunos de los países que visita-, los niños aprenden idiomas desde el salón de casa; José Antonio se indina por las letras y Miguel prefiere la música y la pintura. Entretanto, una nueva pérdida en la familia: Ángela muere de sarampión.

A caballo entre Cádiz, Jerez y Madrid, Miguel Primo de Rivera prepara el bachillerato, hasta que en 1921 se instalan en Barcelona, tras el nombramiento de su padre como capitán general de Cataluña. La influencia del militar y la situación caótica por la que atraviesa el país -terrorismo, huelgas, asesinatos...- hacen que en la madrugada del 13 de septiembre de 1923, el general disuelva las Cortes e implante una Dictadura que finalizará en 1930, año en el que muere, en París. Durante estos años, Miguel viaja a Norteamérica y compagina sus estudios de Economía con los de Bellas Artes, destacando en el mundo de la escultura. Sin embargo, el apego por su padre y la familia hacen que su estancia en el extranjero no sea excesivamente larga. El día de la muerte del dictador es el segundo de sus hijos quien preside el cortejo fúnebre y escolta el féretro a Madrid, como hará tiempo después con el cuerpo de su hermano José Antonio.

Es entonces, tras la muerte del patriarca, cuando el apellido Primo de Rivera comienza a sufrir hostigamientos. Miguel y sus hermanos son objeto de todo tipo de vejaciones, insultos y burlas provenientes de ciertos sectores de la sociedad que ven en los hijos del general a futuros dictadores. Por ello -una vez instalada la Segunda República-, tras el intento de golpe del general Sanjurjo -10 de agosto de 1932— Miguel y sus dos hermanos son detenidos y trasladados a la Dirección General de Seguridad, en Madrid, por su supuesta implicación en el frustrado levantamiento.

A partir de ahora, cualquier movimiento de los hermanos Primo de Rivera está bajo sospecha. Y así, en la clandestinidad, comienza a fraguarse lo que será el partido único. El 29 de octubre de 1933, José Antonio Primo de Rivera funda Falange Española. Mientras éste y su hermana Pilar -será la delegada nacional de la Sección Femenina- se vuelcan en el partido, Miguel, aunque se afilia desde un principio, se mantendrá en un segundo plano.

Tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, José Antonio (marzo) y Miguel Primo de Rivera (abril) son detenidos y encarcelados en Madrid: al primero, se le acusa de organizar reuniones clandestinas para derrocar a la República; y al segundo, de estar representando a su hermano allí adonde va. La noche del 5 de junio Miguel y José Antonio son trasladados a Alicante. La misma suerte correrá, tan sólo un mes después, la mujer de Miguel, Margarita Larios, con la que ha contraído matrimonio pocos meses antes. Es en Alicante donde se enteran de la muerte del benjamín de la familia, Fernando, en las sacas que las milicias llevan a cabo en la Modelo de Madrid los días 22 y 23 de agosto.

Muere así el pequeño de los hermanos (ex militar y médico) y el que menos ha colaborado con Falange.

El 3 de octubre de 1936 José Antonio y Miguel son acusados de "conspiración y rebelión militar". El 17 de noviembre tiene lugar el juicio en el que también es imputada Margarita Larios. El resultado es pena de muerte para el fundador de Falange y 30 años para Miguel. Sin embargo, llega a cumplir tan sólo tres, ya que en marzo de 1939 -y según distintos historiadores, gracias a la familia real británica— es canjeado y puesto en libertad.

Pese a que tras abandonar la cárcel intenta desligarse de cualquier actividad dentro de Falange, debido al nuevo rumbo que ha tomado el partido, en mayo de 1940 es nombrado jefe provincial de FET y de las JONS y miembro de su junta política. En diciembre, sustituye a José Finat en la Gobernación civil de Madrid, y en mayo de 1941 ocupa la cartera de Agricultura en el Gobierno de Franco, cargo que ostentará hasta el 18 de julio de 1945.

En 1950, y debido a su carácter de trotamundos -había viajado a París, Suiza, Roma, Nueva York...-, es nombrado embajador de España en el Reino Unido. Su estancia en tierras británicas se caracterizará por las fiestas y saraos que organiza en Londres y a las que acude la alta sociedad británica. También llaman la atención sus numerosos escarceos amorosos (se divorcia de Margarita Larios en 1955) que le persiguen desde su juventud. Precisamente, un lío de faldas hace que el 29 de enero de 1958 dimita como embajador. Seis años después, el 8 de mayo de 1964, fallece de cáncer, en Madrid.

jueves, 14 de marzo de 2013

Palmiro Togliatti (1893-1964)


Principal delegado de la Komintern en España, es uno de los últimos dirigentes comunistas en abandonar el país y el encargado de organizar la estancia en Moscú de un reducido número de políticos y militares del PCE

Que la Guerra estaba ya perdida era algo de lo cual los responsables de la Komintern en España podían presumir desde mucho antes del parte del primero de abril de 1939. O al menos, aquellos dirigentes que, en palabras de Gregorio Morán, "estaban en el secreto", que no eran sólo esperanza y entusiasmo, como otros muchos protagonistas de la tragedia comunista que, o bien fueron engullidos por la implacable utopía, o bien tuvieron que salir huyendo y explicar años más tarde cómo perdieron su fe en Moscú.

No fue este último el caso de Palmiro Togliatti, político, abogado e intelectual italiano nacido en Génova en 1893, socialista desde sus años universitarios y colaborador de L'Ordine Nuovo, de Gramsci, fundador del Partido Comunista italiano (PCI) y miembro de su Comité Central desde 1922, elegido para el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (IC) en 1924, promovido al secretariado de ese mismo organismo dos años más tarde y, al menos desde julio 1937, delegado principal de la Komintern en España, junto a sus camaradas Vitorio Codovila, al que, al parecer, sustituye como máximo responsable, y Stepánov.

La presencia de Togliatti en la Península, es, sin embargo, probablemente anterior, y muchos autores, entre ellos Jesús Hernández, lo sitúan en nuestro país desde agosto de 1936. Sea como fuere, desde París, Moscú, o desde el territorio controlado por la República, su actuación resulta determinante en la organización del PCE durante el conflicto y su transformación en el principal partido de la izquierda gracias a la represión ejercida sobre poumistas y anarquistas; en la provocación de las diversas crisis del Gobierno republicano (a él se le achaca parte de la responsabilidad de la expulsión de Largo Caballero en mayo de 1937, y de Indalecio Prieto en abril de 1938), y en el desenlace final de la Guerra.

Precisamente, Togliatti, al que en España se le conoce como Alfredo o Ercole Ercoli, es uno de los mandos que participa en la reunión que los dirigentes comunistas realizan el 6 de marzo en el piso del ministro Vicente Uribe en Elda, (Alicante), convertido, como afirma Stepánov en su informe sobre la Guerra de España, en "casa del partido". Allí, en presencia del propio Uribe, de Dolores Ibárruri, de Hidalgo de Cisneros, de Líster y de Modesto, entre otros, se decide dar por terminada la contienda, elegir una dirección que prepare la lucha clandestina contra el Gobierno de Franco, y la salida inmediata de todos los cuadros del partido, excepto unos pocos que se quedarían para elaborar los informes pertinentes y "si la situación lo aconsejaba, tomar contacto con la Junta" de Casado, como el propio Togliatti relata en su Informe de 21 de mayo de 1939 destinado al Comité Ejecutivo de la Komintern.

Hasta su salida del país, Togliatti, que es uno de los que decide quedarse, elabora dos textos de especial interés. El primero es una carta que envía el 12 de marzo a la Pasionaria y al resto de miembros del buró político ya en el exilio, y el segundo, destinado a su publicación, el Manifiesto del Comité Central del PCE, de 18 de marzo, en el que se fija la posición del partido ante la nueva situación política. Ambos textos son tan elocuentes por lo que cuentan como por lo que callan y están plagados de referencias propagandísticas para dejar claro que "el PCE no tiene ni la más mínima responsabilidad respecto a los últimos acontecimientos", pero de ambos surge la duda de las posibles relaciones de algunos cuadros del partido con el coronel Casado y del conocimiento que tenían acerca de sus intenciones.

El 7 de marzo, el dirigente italiano es detenido junto a Pedro Checa, Jesús Hernández y Fernando Claudín, trasladado al Ayuntamiento de Monóvar, conducido posteriormente a la prisión de Alicante y puesto inmediatamente en libertad con sus compañeros en un episodio que no ha sido nunca aclarado pero que sirve a muchos historiadores, entre ellos Gregorio Morán, para sospechar de su participación, en connivencia con Juan Negrín, en la precipitación de los últimos días de la Guerra.

En efecto. Como afirma Walter Krivitsky, una de las principales razones que impulsaron a Stalin a ejecutar a los más destacados generales del Ejército Rojo y a los más brillantes bolcheviques que habían participado con él en la Revolución de 1917, fue el avanzado estado de las negociaciones que éste mantenía con Hitler y que, autores como Stephen Koch, retrotraen al momento justo de la ascensión del partido nazi al poder. Aparte de la fascinación que ambos líderes se profesaban y de las similitudes de sus regímenes socialistas (soviético el ruso; nacional el alemán), las dos potencias sabían que la única manera de doblegar el poder de Gran Bretaña en el mundo era la de la unificación de la masa territorial ruso-germana.

Así lo había entendido la Estrategia británica tras la declaración de guerra de Alemania a Rusia en 1914, participando en la Primera Guerra Mundial por el temor a la expansión a todo el continente de uno de los dos imperios, y así lo volvió a entender tras la firma del pacto germano-soviético, después del cual comenzó la Segunda Guerra Mundial, con la que Gran Bretaña pretendía doblegar tal alianza. España y su Guerra no eran para Stalin sino un escenario cuya principal importancia recaía en la ocultación de tales proyectos mediante la creación de una ficticia batalla ideológica que enfrentaba al comunismo con el fascismo. Para estas fechas, sólo aquellos dirigentes que "estaban en el secreto" podían comprender que nuestro país había dejado de ser el principal campo de batalla internacional, y no hay que olvidar que Togliatti había ascendido desde muy joven a lo más alto de la nomenklatura de la Internacional Comunista. Los registros onomásticos del político italiano en El libro negro del comunismo resaltan su activa participación en la consolidación del Terror soviético desde principios de los años 30.

En 1937 firma la resolución que lleva a la muerte al líder húngaro Béla Kun y un año después colabora en la eliminación del Partido Comunista polaco. "En esta ocasión" relatan los historiadores Stéphane Courtois y Jean-Louis Panné, "aprobó el tercero de los procesos de Moscú y concluyó: '¡Muerte a los promotores de la guerra, muerte a los espías y a los promotores del fascismo! ¡Viva el partido de Lenin y Stalin, guardián de las conquistas de la Revolución de Octubre y garante del triunfo de la revolución mundial! ¡Viva aquel que continúa la obra de Felixs Dzerzhinsky: Nicolás Yezhov!'".

Tras la finalización de la Guerra, Togliatti, que como él mismo relata en su Informe de 21 de mayo de 1939, había abandonado España rumbo a Argelia el 24 de marzo desde el campo de aviación de Totana, en Murcia, organiza desde Francia el viaje de seleccionados grupos de dirigentes comunistas hacia Moscú, "donde se sentarán en espera de instrucciones. En espera de que la IC decida el sentido de sus vidas y de su política, como un batallón más del gran ejército de la revolución, aunque en su caso se trate más bien de un ejército de sombras", en palabras de Gregorio Morán.

Allí, en la capital soviética, pasará Togliatti toda la Segunda Guerra Mundial, enviando por radio mensajes propagandísticos a la resistencia italiana, y hasta 1944 no regresará a su país, donde continuará su agitada vida política. Ese mismo año forma parte, como ministro sin cartera, del Gobierno de Pietro Badoglio, mariscal italiano que ocupa la presidencia tras la caída de Mussolini y que dimite tras la salida del rey Víctor Manuel III. Posteriormente, participa en diversos gobiernos de unidad nacional, ocupando la Vicepresidencia y el Ministerio de Justicia, con Ivanoe Bonomi, que representa a Italia en la Conferencia de Paz de París, Ferruccio Parri y Alcide Gasperi. En 1947, pasa a la oposición desde la secretaría general del PCI, cargo que ocupa hasta su muerte, acaecida en Yalta, en 1964, adonde ha viajado para entrevistarse con Jruschov. Las notas que redacta para esa entrevista que nunca tuvo lugar, y que son conocidas como el Memorial de Yalta, son su último documento político. Sintetizadas en su propuesta de "unidad en la diversidad", son el reflejo de las posiciones críticas hacia la URSS que el dirigente italiano comienza a desarrollar tras la crisis chino-soviética y que servirán de inspiración a otros dirigentes comunista europeos, como Carrillo o Berlinguer, en propuestas políticas posteriores como las del eurocomunismo o el compromiso histórico. 

miércoles, 13 de marzo de 2013

Francisco Galán (1902-1971)


Perteneciente a una de las sagas familiares republicanas más célebres de la Guerra, este histórico líder comunista es detonante y testigo de la doble sublevación que se produce a primeros de mes en la base de Cartagena

En su persona parecen acumularse la mayor cantidad de tópicos y frases hechas del idioma español. Si se atiende a sus raíces familiares, de inmediato se le reconocerá como hermano de Fermín Galán, el gaditano líder anarquista cabecilla de la sublevación de Jaca (1930), motín que terminó costándole la vida a él y a su amigo y compañero, el capitán Ángel García Hernández. Suele decirse aquello de que de casta le viene al galgo, y quién sabe si influido por el fusilamiento de su hermano, Francisco Galán Rodríguez no dudará en dirigir también sus pasos hacia la lucha por sus ideales, aunque avanzando por la senda del comunismo. 

Como decíamos al inicio, su más destacado papel en la contienda civil lo vive también de acuerdo a otra máxima popular: estar en el sitio menos indicado -Cartagena-, en el momento menos oportuno. Continuando esta sucesión de chascarrillos, sus detractores hallarán otras expresiones populares más crueles y elocuentes -que no reproduciremos- respecto a su comportamiento en las horas finales de la República.

La doble sublevación que se fragua en la base naval murciana tiene en Galán a su gran testigo de excepción. Las noticias de que un posible motín contra el Gobierno de Negrín se está tejiendo en la zona impulsan a éste a desplazar allí a uno de sus hombres de confianza para que controle la situación e impida cualquier brote subversivo. El elegido es Galán, teniente coronel marxista con una destacada hoja de servicios durante los casi tres años que España lleva ya de Guerra. Su llegada desata una cadena de acontecimientos que finalizan con su huida del país.

Anteriormente al estallido bélico peninsular, la carrera militar de Francisco Galán Rodríguez resulta bastante errática y, según algunos autores, condicionada por la muerte de Fermín, pues el vínculo de unión que establecen los tres hermanos del matrimonio Galán Rodríguez (muy pronto huérfanos de padre) es señalado en todas sus reseñas biográficas como de gran importancia. Francisco, el hermano de en medio, decide orientar su futuro en la carrera castrense, y a los 15 años ingresa en la academia militar para posteriormente, en 1926, ya como teniente de Infantería, hacerse un hueco dentro del rígido cuerpo de la Benemérita. Sin haber cumplido los 30 años, es destinado al Colegio Madrileño de Guardias Jóvenes. Su prometedora carrera dentro de la Guardia Civil se ve truncada por una concatenación de sucesos que le apartan del Instituto Armado.

En primer lugar está la condena a muerte y ejecución de su hermano mayor, el sublevado. Afiliado desde joven al Partido Comunista, Francisco queda seriamente afectado por la desaparición de su hermano y comienza una progresiva desvinculación de sus responsabilidades militares. La proclamación de la Segunda República en 1931, supuestamente una bocanada de aire fresco para Galán, acaba por asfixiarle más en su puesto y, de acuerdo a la Ley Azaña, solicita su retiro. Hasta el estallido de la Guerra en julio de 1936, no volverá a vestir el uniforme, siendo su más destacada ocupación durante esos años su cargo de instructor de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas.

La sublevación le atrapa en Madrid y, al igual que miles de ciudadanos de la capital, Galán se ofrece a las autoridades para ayudar a sofocar el golpe. A partir de una compañía de aviación del aeródromo de Alcalá de Henares y un batallón de milicianos, el 20 de julio se constituye la Columna Francisco Galán, cuyo destino está en las montañas de Madrid, donde combate con gran éxito a las fuerzas de Emilio Mola. Somosierra será su bastión y fuente de popularidad entre los militares y los civiles.

Si se atiende a su transcurrir por los frentes de guerra, puede decirse que Galán es un auténtico todoterreno. Emplazado, según los datos manejados por el historiador Salas Larrazábal, en al menos cinco cuerpos de Ejército distintos -al mando del 21° en junio de 1938— combate en lugares tan distantes como Asturias o Levante, destacando en todos ellos por los éxitos logrados. Que lograra salir con vida de situaciones como la caída del Norte republicano o la lucha en las tierras de Aragón es prueba de ello. Merced a sus logros y tal vez, como apuntan otras fuentes, al apoyo del Partido Comunista, su promoción militar resulta meteórica.
Cuando su nombre deja de aparecer en los partes de guerra y en los destacados de prensa a mediados del 38, Galán ya ostenta el grado de teniente coronel.

Su nombre volverá a resurgir en marzo de 1939. Fiel seguidor de Negrín, no cree en la paz negociada y apuesta por continuar la lucha hasta sus últimas consecuencias. Conforme a su determinación, el día 3 de marzo de 1939 Galán es nombrado jefe de la base naval de Cartagena, con la misión de aplacar cualquier maniobra sospechosa en la flota republicana. Acompañado de la 206ª Brigada, sale de Murcia para tomar posesión de su cargo, cosa que no llegará a suceder. Detenido y apresado por las fuerzas insurrectas del puerto, al mando de las cuales se encuentra Fernando Oliva, jefe del Estado Mayor de la base, Galán parece comprender que el movimiento antinegrinista ha triunfado en Cartagena.

Sin embargo, no son únicamente las fuerzas favorables al coronel Segismundo Casado las que allí se han alzado. Hay que añadir a los quintacolumnistas y partidarios del bando nacional, que empiezan a actuar de acuerdo a sus intereses. La situación sobre quién tiene el control de la zona el día 5 es confusa, y en el puerto se viven horas de incertidumbre, sin saber si aún se pertenece a la República o si ya se forma parte del nuevo Estado nacional. Mientras, Galán permanece encerrado física y moralmente. La situación de la República es cada vez más desesperada y sus principios comunistas y su fidelidad a Negrín se tambalean. No sabe qué hacer. La precipitación de los acontecimientos le darán la respuesta.

Sustituido en su nuevo cargo por Antonio Ruiz, y en una actuación que posteriormente sus compañeros comunistas calificarán de traición, Francisco Galán cede a la presión que se vive en Cartagena y huye con el resto de republicanos desafectos embarcando en el navío Cervantes, dejando el puerto y la ciudad a su suerte, inmersa en una triple lucha -negrinistas, desafectos y nacionales- por ver quién conserva su control. A las 12.30 horas, tal y como recoge el historiador Juan Martínez Leal, el crucero insignia de la República inicia su última singladura en la Guerra. Francisco Galán va a bordo. Bizerta (en Túnez) y Buenos Aires serán los lugares de exilio del ex teniente coronel, permaneciendo en la ciudad suramericana hasta el día de su muerte. En España deja 32 meses de fidelidad a la causa republicana y un día de traición a la misma.

lunes, 11 de marzo de 2013

Julián Besteiro (1870-1940)


Intelectual y socialista, se aleja de las posiciones cada vez más revolucionarías de sus compañeros del PSOE y encabeza, contra la voluntad de Negrín y los comunistas, un Consejo de Defensa para negociar la rendición

El 19 de octubre de 1917, el profesor Besteiro, encarcelado por su participación en la huelga general revolucionaria que ha conmocionado el país unos meses antes, explica a su mujer, Dolores Cebrián, desde la prisión de Cartagena: "El movimiento de opinión a favor de nosotros es ya bastante grande para arrollarlo todo y la masa socialista y obrera está ya tomando en todas partes resoluciones favorables y acertadas, por su propia cuenta. Tendrán que ceder a esta corriente o ser arrastrados por ella".

Más de 20 años después, el 2 de diciembre de 1939, nuevamente preso, esta vez en el penal de Carmona (Sevilla), tras presidir las Cortes Constituyentes de la República en 1931 y perder una Guerra Civil, el optimismo permanece. De nuevo escribe a su esposa, ahora a propósito de la situación mundial: "Me parece entrever que, a través de grandes complicaciones, se va afirmando la misma posición que yo he adoptado, no sin riesgos por varios lados, con ocasión de nuestro conflicto. Yo comprendo que, a mis años, es un poco arrogante mirar con cara risueña el porvenir; pero, ¿por qué no? Mientras hay vida y salud hay porvenir y bueno es poder confiar en él". Nueve meses después muere en la prisión.

Julián Besteiro nace en Madrid el 20 de septiembre de 1870, hijo de José Besteiro y de Juana Fernández, y a los nueve años ingresa en la Institución Libre de Enseñanza. La ILE, fundada en 1876 por un grupo de catedráticos desafectos de los dogmas morales vigentes, entre los que destacaba Francisco Giner de los Ríos, se convierte hasta la Guerra Civil en la más importante institución cultural española y trae al país las más avanzadas teorías pedagógicas y científicas de allende las fronteras.

En 1888 Besteiro ingresa en la Universidad Central de Madrid. Allí conoce a Nicolás Salmerón e inicia su actividad política en la Juventud Estudiantil Republicana. Siete años después obtiene su título de doctor en filosofía, se traslada durante un año a la Universidad de La Sorbona en París y a su regreso gana la cátedra como profesor de Psicología Lógica y Filosofía Moral en un instituto de Toledo donde permanece hasta 1912.

El joven profesor frecuenta en la ciudad manchega la Casa del Pueblo e ingresa en 1903 en Unión Republicana, partido que fundan ese mismo año Nicolás Salmerón y Alejandro Lerroux. El sector de Lerroux se separa más tarde y toma el nombre de Partido Radical, al que pertenece Besteiro hasta 1912. Pero ya dos años antes de esta fecha inicia su conversión al marxismo durante una visita a Alemania en la que entabla amistad con Kaustky y se convierte en seguidor de la corriente ortodoxa que, dentro del movimiento socialista, éste encabeza contra la vía reformista que propugna Bemstein.

El despegue profesional y político de Besteiro tiene lugar en 1912. Es entonces cuando gana la cátedra de Lógica Fundamental en la Universidad de Filosofía y Letras de Madrid y se afilia al PSOE y a la UGT. Un año después es elegido concejal del Ayuntamiento de la capital y contrae matrimonio con Dolores Cebrián, catedrática de Ciencias Físicas a la que conoció durante su estancia en Toledo. En 1914 y 1915 pertenece a los comités nacionales del partido y del sindicato socialista.

1917 es un año convulso en el mundo. La Gran Guerra se libra en toda su crudeza. Mientras las ciudades europeas son asediadas sin tregua y los ataques submarinos asolan los mares, en la neutral España el sistema político de la Restauración entra definitivamente en crisis. Al tiempo que importantes sectores militares plantan cara al Gobierno de Eduardo Dato, la estrategia política de los socialistas se radicaliza y su sindicato, la UGT, llama a la huelga general revolucionaria en agosto. El texto de la proclama lo firman los cuatro miembros del Comité de huelga: Francisco Largo Caballero y Daniel Anguiano, por el sindicato y Andrés Saborit y Julián Besteiro por el PSOE. Este último es el único de los cuatro que no procede de la clase obrera. La huelga parece ser el recurso final, de urgencia, que poseen las organizaciones obreras para intentar mejorar la generalizada situación de miseria en la que agoniza la mayor parte de la población.

La represión del movimiento revolucionario es muy dura. Las ametralladoras disparan contra los manifestantes en Cuatro Caminos, hay numerosos muertos y heridos y el Comité revolucionario en pleno es detenido, juzgado en consejo de guerra y condenado a cadena perpetua.

Besteiro es encerrado junto a sus compañeros en la prisión de Cartagena y allí transcurre apenas un año curiosamente plácido. Como explica en las cartas que escribe a su mujer, la reclusión a la que se ven sometidos resulta muy relajada. Habitan unas dependencias especiales ajardinadas, evitan el rancho carcelario con las ricas viandas que reciben de una fonda próxima, y disfrutan de un régimen especial que les permite recibir todas las visitas que desean e incluso almorzar con ellas. La popularidad de los recluidos es enorme en toda España, las muestras de adhesión muy numerosas, e incluso los políticos conservadores, enemigos acérrimos de los revolucionarios, se refieren a ellos con respeto. Numerosas fotografías durante su internamiento muestran a un Besteiro sonriente, cigarrillo en ristre y con traje de recluso, acompañado de su mujer, a la que por otro lado escribe casi diariamente.

En 1918, los miembros del Comité revolucionario son elegidos diputados en las Elecciones Generales y abandonan la prisión. Desde su escaño en las Cortes, Besteiro denuncia la represión gubernamental durante la huelga del año anterior. Pero algo ha cambiado en su pensamiento tras la experiencia revolucionaria. El ánimo del ya no tan joven profesor de Lógica (tiene 48 años) se ha templado, su marxismo ha adquirido tonos de moderación y pragmatismo que se hacen especialmente visibles durante la década posterior.

Los socialistas, con excepciones como la de Indalecio Prieto, van a mantener una actitud de innegable colaboración con la dictadura que el general Miguel Primo de Rivera instaura en España en 1923 tras un pronunciamiento, evitando así la persecución a la que se ven sometidos los anarcosindicalistas de la CNT. Julián Besteiro es el principal adalid de tal política -junto con Largo Caballero- y en 1925 se convierte en el máximo dirigente del PSOE.

A principios de 1931 la dictadura agoniza, al igual que la monarquía de Alfonso XIII, que no impidió su advenimiento. Los diferentes partidos de la oposición republicana se unen en un Comité revolucionario. La negativa de Besteiro a que el PSOE participe en este Comité provoca una grave crisis en la organización que, cuando su posición se demuestra minoritaria, le obliga a dimitir de sus cargos en la dirección del partido y en la UGT. Sus seguidores, Saborit, Martínez Gil, Ovejero y Tritón Gómez hacen lo propio. Este último declarará más tarde: "Cuando los hombres proceden de semejante manera pueden errar o acertar, pero merecen seguirles hasta la muerte". Los llamados besteiristas constituyen desde entonces una corriente de opinión en el partido que tiene en el semanario Democracia su órgano de expresión.

La Monarquía se hunde, se proclama la Segunda República el 14 de abril y tienen lugar elecciones a Cortes Constituyentes tres meses después. Julián Besteiro es elegido por unanimidad presidente de las primeras Cortes republicanas.

Ha ascendido a la cúspide institucional del nuevo Estado pero ya no cuenta nada en un partido socialista cada vez más radicalizado y escindido entre las figuras de Prieto y Largo Caballero. En agosto de 1933, abandona la Presidencia de las Cortes y en octubre del año siguiente se opone a las veleidades revolucionarias de los socialistas durante la insurrección con la que partidos y sindicatos de izquierdas buscan acabar con el Gobierno conservador de Lerroux.

Besteiro abandona entonces la política activa y recupera su actividad docente. El 28 de agosto de 1936, cuando los cadáveres se amontonan ya en las cunetas de un país en plena Guerra Civil, es nombrado decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid.

Durante la Guerra, Besteiro se niega a abandonar Madrid, en cuya circunscripción su candidatura en la lista del Frente Popular había sido la más votada en todo el país en febrero de 1936, y sólo saldrá de la capital en una ocasión, en mayo de 1937, cuando se traslada a Gran Bretaña como representante institucional del Gobierno republicano para asistir a la coronación de Jorge VI de Inglaterra. Pero no se trata sólo de un viaje diplomático. El presidente de la República, Manuel Azaña, le encarga la misión de negociar la paz con los sublevados de Franco. Pero ni éstos ni el, a la sazón, presidente del Gobierno, Largo Caballero, se muestran muy dispuestos a la negociación y la iniciativa fracasa.

La sangría ibérica continúa, la República se halla cada vez más arrinconada. En marzo de 1939, el Ejército nacional acaba de tomar Cataluña y sólo Madrid resiste ya a las tropas franquistas. La situación es dramática pero el presidente Negrín, sometido cada vez más al férreo control del PCE, se niega a capitular, declara el estado de guerra, tres años después de su inicio, y se prepara para ceder a los comunistas el control de lo que queda del Ejército republicano. La consigna ya no admite retóricas ni enumeraciones propagandísticas: se trata de resistir, resistir hasta el fin.

Esperan que la conflagración inminente que se avecina en Europa estalle al fin cambiando el curso de su desesperada situación. Pero algunos republicanos, horrorizados ante la posibilidad del control absoluto del poder por los comunistas y desesperados por poner fin al derramamiento de sangre en una situación que, a su juicio, ya no admite vuelta atrás, se aprestan a negociar la rendición.

El coronel Casado, el general Miaja, socialistas como Wenceslao Carrillo y anarquistas como Cipriano Mera organizan el Consejo de Defensa de Madrid, al que se une Julián Besteiro, con la intención de oponerse a la política de Negrín. La constitución del Consejo es anunciada en una alocución radiofónica leída por Besteiro, Casado y Mera a la tenue luz de un flexo desde los sótanos del Ministerio de Hacienda en Madrid. El gran fotógrafo Alfonso inmortaliza tal momento en una secuencia histórica.

Estalla entonces una nueva guerra civil dentro de la Guerra Civil; casadistas y negrinistas se persiguen a tiros por las calles de Madrid mientras los primeros intentan lograr del Cuartel General del Generalísimo una rendición justa. En vano. Franco se sabe vencedor y no está dispuesto a ceder nada a unos perdedores que sólo merecen su desprecio. El 28 de marzo las tropas nacionales entran en Madrid. En los sótanos de Hacienda, Besteiro, que se ha negado a abandonar su ciudad, les espera enfermo y solo.

Mientras la izquierda de estirpe comunista critica con dureza, y resume como "traición" este último episodio de la vida de Besteiro, la derecha lo alaba y alude con reiteración a la falta de "piedad" que el dictador tuvo con el viejo profesor de Lógica, al que encarceló y dejó morir en prisión. Ricardo de la Cierva afirma, verbigracia, que Besteiro fue "el gran error" de Franco, "gran error por no haber alcanzado el nivel de imaginación suficiente como para haber adoptado precisamente la solución utópica que soñó el veterano político socialista", esto es, una paz con reconciliación. Pero resulta difícil creer que "el veterano político socialista" esperase en verdad gestos magnánimos de unos enemigos que tan bien conocía. Su posición, la explicación de sus últimas decisiones, parece más bien fruto de la honradez, de una ética personal que le impelía a hacer todo lo posible por acabar con el sufrimiento de la nación.

Besteiro inicia un último periplo carcelario que le lleva por los penales de Porlier, El Cisne, Dueñas y Carmona. En el transcurso es condenado a 30 años de reclusión mayor por un Tribunal Militar. "Yo no me contento con ser en mi vida privada honrado. Yo estoy seguro de haberlo sido en mi vida pública", declara el acusado al final del proceso. En la prisión de Carmona, la enfermedad avanza mientras Besteiro agota sus últimos días escribiendo decenas de cartas a su esposa y traduciendo el Jesus Christus de Kart Adam. Su expediente llega hasta el dictador pero ni se le traslada al hospital ni se toma resolución alguna. El 27 de septiembre de 1940, mientras la Europa culta y democrática de la que se había sentido parte parece a punto de ser cubierta por la oscuridad del nazismo, Julián Besteiro muere en su celda. Tendrán que transcurrir 20 años para que sus restos descansen en su amado Madrid.

domingo, 10 de marzo de 2013

Segismundo Casado (1893-1968)


Crítico acerbo de la influencia comunista en el Ejército republicano, este coronel masón y liberal trata de precipitar con el golpe preparado desde su mando militar en Madrid un final negociado de la Guerra

"Atendiendo a los singulares merecimientos y labor realizada durante la presente Guerra de Independencia Nacional, vengo a disponer el ascenso a general del coronel de Caballería don Segismundo Casado López". Así reza el decreto dado por Juan Negrín, todavía presidente del Gobierno republicano, el 24 de febrero de 1939, promocionando a quien en poco más de una semana culminará sus planes de sublevación en Madrid.

Quizá porque a esas alturas de febrero ya no reconoce la autoridad del jefe del Ejecutivo, Segismundo Casado seguirá considerándose coronel durante el exilio -todavía en 1968, poco antes de su muerte, como coronel Casado figura en la portada de la primera edición española de su The last days of Madrid, editado con el título de Así cayó Madrid por la Editorial Guadiana-. Incluso durante los días del Consejo Nacional surgido del golpe del día 5 de marzo se dará la insólita circunstancia de que el propio beneficiario del ascenso proponga su anulación; el día 13 el general Miaja firmará el decreto -publicado el día 27- que cancele el nombramiento.

La carrera militar de Casado, nacido en Nava de la Asunción (Segovia) en 1893, carece de hitos significativos antes de la Guerra. Hijo de militar, tras ingresar a los quince años en la Academia de Caballería de Valladolid realizará, entre 1918 y 1923, los cursos de Estado Mayor y obtendrá la diplomatura de la Escuela Superior de Guerra. En 1919 alcanza el grado de capitán. Después de participar en las campañas de Marruecos, en 1929 es ascendido a comandante, y en 1930 se convierte en profesor de Táctica de la Escuela Superior de Guerra.

De ideas liberales, es conocida la pertenencia de Casado a la masonería, de ahí la fraternidad que sostiene con algunos compañeros también pertenecientes a la organización secreta y adscritos durante la Guerra al bando nacional.

Como miembro destacado de las instancias académicas del Ejército, es buen conocedor de los problemas que padecen unas Fuerzas Armadas desacreditadas, sometidas a duras privaciones y aisladas de la población civil. Al proclamarse la República, según Casado, la oficialidad "no era ni monárquica ni republicana, con la excepción de dos pequeños núcleos fanáticos de ambos regímenes", y a su juicio el acatamiento del nuevo régimen fue casi unánime. "En estas favorables condiciones", continúa en Así cayó Madrid, "si el señor Azaña, creador de las célebres reformas militares y encargado de implantarlas, hubiera sido un hombre equilibrado, las hubiera llevado a feliz término, con la aquiescencia de la oficialidad, que las consideró razonables, útiles y necesarias (...). Pero desgraciadamente el señor Azaña estaba muy lejos de ser un hombre equilibrado, pues padecía un complejo de inferioridad viril, que se reflejaba en el odio y en el desprecio incontenible que sentía hacia el hombre militar. Y, animado por esa morbosa pasión y sin razón que lo justificara, asestó una puñalada en el corazón de la oficialidad". Casado interpreta este comportamiento de Azaña durante el primer bienio republicano como la "primera piedra" de una Guerra Civil de la que le considera principal responsable. Curiosamente, el militar, como jefe desde 1935 de la escolta del presidente de la República, será responsable de su protección cuando el alcalaíno alcance la Presidencia en mayo de 1936. A pesar de que dos semanas después Casado pondrá su cargo a disposición de Azaña, el presidente le reiterará su confianza.

Ya iniciada la Guerra y de acuerdo con el presidente, Casado abandonará la jefatura de su escolta el 20 de agosto, momento en el que se incorporará a las operaciones en la sierra madrileña.

Pocos días antes de producirse el alzamiento, el 7 de julio de 1936, el militar tiene oportunidad de advertir al ministro de la Guerra, en presencia de Azaña, del peligro que corre la República. Según diálogo que reproduce el propio Casado: "Estando yo con el presidente de la República junto a la tapia del jardín", durante una recepción en la embajada de Brasil, "se unió el señor Casares Quiroga, quien al verme me preguntó: -'Vamos a ver, comandante, dígame qué se dice, qué se rumorea. -Pues se dice, señor presidente, que la situación es muy grave y que está encima la tragedia. -¡ Pero hombre, aquí tenemos otro pesimista!, ¿qué le parece, don Manuel?'. El presidente no contestó, pero yo no me pude contener y le dije: 'Permítame, señor presidente, que le diga, con todo respeto, que lo que va a pasar no es precisamente un conato de pronunciamiento como el de agosto de 1932'", en referencia a la fracasada sanjurjada. En efecto, diez días después, Casado tendría que organizar el traslado de Azaña y su esposa desde el palacio de El Pardo al Palacio Nacional -de Oriente- para garantizar su seguridad, cuando en la tarde del día 17 llegaban las primeras noticias de la sublevación en Melilla.

En octubre, ya con Largo Caballero como presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, se convierte en jefe de operaciones del Estado Mayor republicano. Durante aquellos primeros meses de Guerra, Casado contribuye a organizar las brigadas mixtas en colaboración con un general y dos coroneles enviados por la URSS. Estas unidades constituirán la matriz de lo que será el primer Ejército regular republicano. Se trataba a juicio de Casado de un modelo organizativo de inspiración soviética que presentaba numerosas deficiencias, no se adecuaba a las necesidades de un ejército moderno, absorbía demasiados efectivos y no contaba con medios suficientes para resultar eficaz. Rechazada por el Alto Mando su alternativa de organizar un Ejército divisionario, Casado también se mostrará disconforme con la introducción de la figura del comisario político y denunciará la injusta distribución que se produce de las armas soviéticas.

Vicente Rojo, nombrado jefe del Estado Mayor Central el 20 de mayo de 1937, sustituirá a Casado por Toribio Martínez Cabrera como jefe de Operaciones y le nombrará inspector general de Caballería, cargo sin importancia en guerra, con plaza en Valencia y que trae aparejada la dirección de la Escuela de Estado Mayor. La operación sobre Mérida planificada por Casado para distraer fuerzas del avance nacional sobre el norte quedaba frustrada con la dimisión de Largo Caballero, que apoyaba el proyecto, y la llegada de Rojo, que no aprobaba la operación, al Alto Mando. "Pero si los dirigentes se hubieran dado cuenta de que la política internacional era adversa a la República (...); ¡Qué diferente hubiera sido el rumbo de la Guerra! Habríase realizado la ofensiva de Mérida y es indudable que la situación hubiera permitido hacer una paz ventajosa para todos los españoles", se lamenta.

Pero a pesar de ser relegado por Rojo, Casado cuenta con la confianza del nuevo ministro de Defensa, Indalecio Prieto; éste le asignará sucesivamente el mando de los cuerpos de Ejército 18°, en sustitución del teniente coronel Enrique Jurado, herido en Belchite, y el 21°.

Entretanto, ya convertido en coronel, Casado seguirá insistiendo durante toda la Guerra en su percepción de que ni la Fuerza Aérea ni los tanques están bajo control del Estado Mayor, sino que dependen directa y exclusivamente de los consejeros amigos enviados por la URSS. Sus enfrentamientos con los comunistas irán empeorando con el paso de los meses.

Al mando del Ejército de Andalucía desde finales de 1937, es nombrado jefe del Ejército del Centro en mayo de 1938, a pesar de no contar, al menos en teoría, con la confianza de Rojo ni de los mandos comunistas. Uno de ellos, Antonio Cordón, convertido en subsecretario del Ejército, le había criticado duramente con ocasión de las operaciones proyectadas en Aragón. Sin embargo, Casado recibirá el encargo de máxima confianza en Madrid sustituyendo al general Miaja, el héroe de la resistencia de la capital, próximo al PCE.

En Andalucía, Casado había tenido de nuevo frecuentes conflictos con militares comunistas. En una ocasión, le fue denegada la información sobre la ubicación de los aeródromos disponibles en su territorio, que había requerido para preparar la defensa ante un inminente ataque nacional. Casado también tendrá oportunidad de mostrar su enfado cuando le denieguen los aviones necesarios para una ofensiva en Extremadura.

En su nuevo destino en Madrid, tres oficiales comunistas están bajo su mando encabezando los cuerpos de Ejército 1º, 2º y 3° -Barceló, Bueno y Ortega, respectivamente-; el anarquista Cipriano Mera dirige el 4º, con sede en Guadalajara. Contra toda lógica, su llegada merece encendidos elogios por parte de la prensa comunista de la capital.

Pero lejos de anunciar una mejora en las relaciones entre el PCE y Casado, el recibimiento es poco más que un espejismo. En su creciente enfrentamiento con los comunistas, el coronel recibe el apoyo de republicanos, socialistas moderados y anarquistas, y sus relaciones con el delegado del Gobierno, Gómez Osorio, y el Alcalde, Rafael Henche, son excelentes. Desde Madrid, Casado asiste a los últimos fracasos de la República con una actitud crecientemente crítica respecto a la política de resistencia a ultranza.

Su nombramiento coincide en el tiempo con la destitución de Prieto, su gran valedor, como ministro de Defensa. En una entrevista celebrada semanas después, Negrín explicará a un incrédulo Casado que la salida de Prieto no ha sido a causa de desavenencias con los consejeros soviéticos sino de su acusado pesimismo. El coronel se limitará entonces a solicitar al jefe de Gobierno que envíe a la capital nuevos suministros de alimentos básicos y que procure limitar la presencia de los comunistas como mandos y comisarios de las unidades, que Casado cifra en alrededor del 70% del total.

El 24 de junio de 1938, el coronel dirige una alocución radiofónica a sus compañeros del bando nacional, exhortándoles al abandono de las armas, en lo que quizás constituye el primer acto explícito de Casado en pos de un arreglo pactado. "Entre vosotros y yo", proclama, "existía una corriente de franca simpatía y mutuo afecto, que la fatalidad ha ido a cortar. Estáis convencidos de la veracidad de mis palabras, y sabéis asimismo que no me mueven propósitos de captación porque a ellos se oponen mi recia hidalguía castellana y mi dignidad de soldado español (...). Si creyera que érais hombres de conciencia fosilizada por el fanatismo, me hubiese ahorrado las palabras que anteceden. Creo dirigirme a entendimientos claros, dotados de agilidad y agudeza mental. Recapacitad sobre lo que os he dicho. Si confiáis en mi espíritu de rectitud que en otro tiempo ninguno de vosotros osaba poner en duda (...)".

Tras la caída de Cataluña, Casado toma definitivamente la iniciativa para derribar del poder a Negrín. El 2 de febrero se reunía con Miaja , Matallana -jefe del Estado Mayor- y Menéndez -al mando del Ejército de Levante-para informarles de sus planes, y todos se mostrarán de acuerdo en apoyarle. También se reúne con Julián Besteiro, quien le da su apoyo, pero sólo para alcanzar la paz. El apoyo de Mera, jefe del 4º Cuerpo de Ejército, será decisivo para el triunfo de la sublevación. La confabulación está en marcha y nada ya puede detenerla, ni siquiera la reorganización del Ejército prevista por Negrín para finales de febrero.

Lo cierto es que ya en los últimos días de enero se habían sustanciado los contactos de Casado con quintacolumnistas y agentes de Franco en Madrid. El día 1 de febrero, Casado acepta las condiciones ofrecidas por el Caudillo para la rendición de los militares sin delitos de sangre. La reunión del día 20 con José Centaño, militar republicano al servicio de Franco, y Manuel Guitián, otro agente de la inteligencia nacional en Madrid, pone en marcha la cuenta atrás de la ejecución de los planes conspiratorios.

Pero una vez conseguido el triunfo de la sublevación, su propósito de negociar en igualdad de condiciones con Franco fracasa. Pocas horas antes de que se produzca la entrega de la capital, Casado logra salir de Madrid. El 29 de marzo escapa a Marsella vía Gandía, desde donde marchará a Inglaterra. Recién instalado en Londres, Casado se apresura a redactar su relato de los hechos de marzo en Madrid, publicado ese mismo año en inglés.

El coronel Casado regresará a España en 1961, no sólo con la esperanza de no ser represaliado, sino incluso de ser readmitido en el Ejército u obtener el reconocimiento de su grado en la reserva. Como en aquellas semanas de marzo, sus ingenuos propósitos toparán con la -por otro lado previsible- intransigencia de las autoridades franquistas. El anciano militar fue incluso sometido a un consejo de guerra, del que saldrá absuelto. Casado moriría en Madrid siete años después, a los 75 años.