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jueves, 31 de julio de 2014

Alcoy, alzamiento en

El 18 de julio de 1936 el Regimiento de Infantería 38 -única fuerza de guarnición en la plaza- recibió órdenes del comandante militar de Alicante y jefe de la VI Brigada de Infantería, general José García Aldave, de que permaneciese acuartelado, en espera de lo que decidiese el general en jefe de la III División Orgánica, Fernando Martínez de Monje Restoy. 

El día 20 del mismo mes la autoridad civil ordena la entrega de armas a las organizaciones políticas y sindicales afectas al Frente Popular, lo que pone a los acuartelados en posición de franca inferioridad. Tras la detención de los elementos considerados enemigos de la República -entre ellos algunos oficiales acuartelados-, la ciudad parece volver a la normalidad, pero el 4 de agosto siguiente un grupo de milicianos, la mayoría de ellos encuadrados en la CNT, asalta el cuartel del regimiento antes citado, que poco antes había sido abandonado por la mayoría de los jefes y oficiales allí destinados. Localizados por los aludidos milicianos dos de estos jefes fueron inmediatamente fusilados en mitad de la vía pública. El resto de la contienda la ciudad permaneció en poder de los republicanos.

Alcoy

Ciudad de la provincia de Alicante, cabeza del partido judicial del mismo nombre, situada al norte de la capital de la provincia, a 518 m de altitud, en la comarca conocida por Valles de Alcoy. 
V. Alcoy

miércoles, 30 de julio de 2014

Alcorísa

Municipio y villa de la provincia de Teruel situado en la comarca del Bajo Aragón, partido judicial de Castellote, a 135 km de distancia de la capital y a 16, por carretera, de la cabeza del partido, cuya estación de ferrocarril más próxima es Alcañiz. 

Durante la Guerra Civil se hicieron en dicho municipio algunas experiencias de colectivización del campo. 
V. colectivizaciones agrarias (zona republicana).

Alcora

Municipio y villa de la provincia de Castellón de la Plana, situado en la comarca de Alcalatén, partido judicial de Lucena del Cid, distante unos 20 km de la capital de la provincia y unos 15 de la cabeza del partido. Estación de ferrocarril más próxima, Castellón de la Plana. 

En los primeros tiempos de la guerra se hizo en este pueblo -enclavado en zona republicana- una experiencia de colectivización total que el escritor alemán Erich Kaminski -según cita de Hugh Thomas (La guerra civil española, Ed. Urbión, Madrid, 1979)- describe así: «Todo el mundo puede obtener lo que necesita. ¿De quién? Del comité, desde luego. Pero es imposible proveer a cinco mil personas en un solo punto de distribución. Hay almacenes donde se pueden satisfacer las peticiones de uno, Igual que antes, pero son simples centros de distribución. Pertenecen a todo el pueblo, y sus antiguos dueños ya no obtienen ningún beneficio. El Pago no se realiza con dinero, sino con cupones. Incluso el barbero afeita a cambio de cupones, que proporciona el comité. El principio según el cual cada habitante recibirá bienes de acuerdo con sus necesidades se realiza sólo de manera imperfecta, porque se postula que todo el mundo tiene las mismas necesidades... Cada familia y cada persona que vive sola ha recibido una tarjeta. Ésta se perfora diariamente en el lugar del trabajo; de esta manera nadie puede dejar de trabajar, porque los cupones se distribuyen sobre la base de estas tarjetas. Pero el gran fallo del sistema es que, debido a la ausencia de cualquier otra medida de valoración, ha sido necesario recurrir de nuevo al dinero para dar un valor al trabajo realizado. Todo el mundo -el obrero, el médico, el comerciante- recibe cupones por valor de cinco pesetas por cada día de trabajo. Una parte del cupón lleva la inscripción "pan", del que cada cupón da derecho a un kilo; otra parte representa una cantidad de dinero. Pero estos cupones no pueden considerarse como cupones de banco, ya que sólo pueden cambiarse por bienes de consumo, y aun esto en un grado limitado... Todo el dinero de Alcora, unas cien mil pesetas, está en manos del comité. El comité cambia los productos de la comunidad por otros bienes que escasean, pero lo que no puede conseguir con el intercambio, lo compra. El dinero, sin embargo, se conserva sólo como último recurso...» 
V. colectividades agrarias (zona republicana).

martes, 29 de julio de 2014

Alcocero de Mola

Nombre que por orden de 23 de mayo de 1938 del Ministerio del Interior del Gobierno nacionalista adoptó el municipio de Alcocero en virtud de la solicitud presentada por el alcalde de dicha villa, en nombre de la corporación municipal, «en recuerdo de haber tenido dicho pueblo el triste privilegio de conocer en su término municipal la muerte prematura del insigne y malogrado general Emilio Mola Vidal, en los momentos precisos en los cuales prestaba sus más relevantes servicios a la patria».

En el lugar aproximado del accidente se construyó un monolito de unos 20 metros de altura con una escalera en su interior para subir a la parte alta, y puede ser divisado desde varios puntos de la comarca. Fue inaugurado el 2 de junio de 1939 en un solemne acto que presidido por Francisco Franco contó con la presencia de casi todo el Gobierno, numerosos miembros del Cuerpo Diplomático, encabezado por el Nuncio, autoridades militares y civiles de Burgos y las provincias vascas y Navarra, además de su viuda e hijos.

Alcocero

Municipio y villa de la provincia de Burgos, partido judicial de Belorado, a 34 km de distancia de la capital y 20 de la cabeza del partido.

Alcocero recibe el nombre de Mola debido a que el 3 de junio de 1937 perdió la vida el general Emilio Mola, perteneciente al bando sublevado durante la Guerra Civil, en un accidente aéreo en las cercanías de esta población. Por tanto, su nombre oficial es Alcocero de Mola, denominación oficial desde 1938 (BOE de 3 de junio de 1938
V. Alcocero de Mola.

Alcocer y Ribacoba, Alberto de (1886-1957)

Político monárquico que en la dictadura del general Primo de Rivera desempeñó la alcaldía de Madrid. Durante la Guerra Civil colaboró con el Gobierno nacionalista, el cual, en la creencia de que dicha capital iba a caer en poder de sus tropas a los pocos días de iniciada la contienda, volvió a nombrarlo para el citado cargo en octubre de 1936, si bien no comenzó a ejercer sus funciones como tal alcalde hasta el 28 de marzo de 1939, fecha en que la mencionada capital fue ocupada por el ejército rebelde.

lunes, 28 de julio de 2014

«Alcira»

Buque mercante británico, matriculado en Glasgow, hundido a principios de febrero de 1938 -a 20 millas aproximadamente al sudeste de la costa de Barcelona- por dos hidroaviones italianos al servicio de la aviación nacionalista cuando transportaba un cargamento de carbón procedente de Birmingham con destino a la España republicana. 

«Alcira»

Yate de recreo construido en Inglaterra en 1898 que al estallar la Guerra Civil se hallaba en el puerto de Mallorca, donde fue incautado por los nacionalistas y utilizado como residencia de algunos altos jefes de la fuerzas navales de dicho bando.
V. Marina de Guerra Nacionalista

Alcázares, Los

Base aérea, próxima a Cartagena (Murcia), que permaneció en poder del Gobierno republicano durante toda la Guerra Civil.

sábado, 26 de julio de 2014

Alcázar de Velasco, Ángel (1909-2001)

Escritor que, en su juventud, fue mozo de taberna, aprendiz de torero, matador de novillos, periodista, conspirador -en 1932, participó en la sublevación de Sanjurjo en Sevilla- y falangista de «primera hora», al que algunos historiadores acusan de ser uno de los autores materiales del asesinato del teniente de la Guardia de Asalto José del Castillo, hecho que el propio Alcázar de Velasco niega en su libro Los 7 días de Salamanca (G. del Toro, M-, Madrid, 1976), en el cual explica cómo no fue culpa suya el no haber participado en dicho atentado. 

En julio de 1936 se hallaba preso en la cárcel de Larrinaga, Bilbao, por delitos contra la II República como por su labor de pistolero de la Falange. Allí es desde donde vive Alcázar de Velasco el levantamiento del ejército sublevado el 18 de julio de 1936. Cuando lo iban a trasladar, se fuga de la prisión huyendo a zona nacional, donde se pone a las órdenes del Jefe Nacional de Prensa Cadenas, volviendo a ejercer el periodismo.

En 1937 viaja a Salamanca como corresponsal en el frente para una entrevista con Manuel Hedilla, Jefe Nacional de la Falange, quien trataba de conseguir apoyos frente a aquellos que se sentían con más derechos por haber sido más cercanos a José Antonio Primo de Rivera. Hedilla convocó el Consejo Nacional de FE de la JONS con la intención de forzar su elección como jefe nacional. Esto provocó que la situación en Salamanca se dividiera en dos bandos, los partidarios de Hedilla, apoyados por los alemanes y el que comandaban Agustín Aznar, Sancho Dávila y Rafael Garcerán, los tres miembros de la Junta Política, y que formarían un triunvirato que se haría cargo de la dirección de partido. 

Además desde el cuartel general de Franco se insta a rumores para destruir y desprestigiar a ambas facciones, para luego, más tarde acudir como salvadores. Lo que se pretendía era aprovechar el vigor de FE para forzarla a su unificación con la Comunión Tradicionalista, esto supondría la ruina de ambas fuerzas. Según cuenta en sus memorias, Alcázar de Velasco, esto lo intuye y por ello propone, al menos en dos ocasiones, el asesinato de Franco.

En una refriega sucedida unos días más tarde, murieron dos falangistas, Peral y Goya, y  Franco pasa a ocupar el mando superior nombrado por el Cuartel General con el fin de unificar el bando Nacional y evitar una guerra interna. Alcázar es detenido por la participación en los hechos, juzgado por “rebelión militar” y condenado a cadena perpetua.

"Según el artículo 328 número 2 del Código de Justicia Militar comenten el delito especifico de adhesión a la rebelión los que propalen noticias o ejecuten actos que puedan favorecerla, y hay en esta Causa sobrados elementos de juicio...los individuos citados...eran capaces de y suficientes para quebrantar y lesionar la unidad de mando y la sagrada unión de espíritu y acción en la España Nacional..."

Después de pasar por varias cárceles, acaba en el Fuerte de San Cristóbal, Pamplona. Allí se vio envuelto en una de las mayores fugas de presos republicanos de la Guerra Civil, de la que sale victorioso, ya que huye a Pamplona para dar aviso. Así se le redujo la pena a tan sólo dos años.

En enero de 1940 lo nombran jefe de prensa del Instituto de Estudios Políticos en Madrid gracias a su amistad con Ramón Serrano Suñer. Alcázar decide hablar con el embajador británico Samuel Hoare, presentándose como un falangista radical antifranquista con ideas contrarias al régimen de Franco, así en verano de 1940 viaja en persona a Londres. Donde llegó en calidad de agregado de prensa a la embajada española en Londres.

Agregado de prensa de la bajada de España en Londres y, al parecer, espía durante la Segunda Guerra Mundial. Autor entre otros libros, además del citado, de Serrano Suñer en la Falange (con prólogo de Antonio Tovar); Ed. Patria, Barcelona-Madrid, 1941, y Ed. Planeta, Barcelona, 1977.

"Consigna: Matar a Jose António: Crónica de una Traición", Manuel Barrios Gutiérrez
"Madrid, Londres, Berlín: Espías de Franco al servicio de Hitler", Javier Juárez
"Serrano Suñer: conciencia y poder", Ignacio Merino

viernes, 25 de julio de 2014

Alcázar de Toledo, sitio del.

Tras el fracaso del alzamiento militar en Toledo y en vista de que el coronel José Moscardó Ituarte y los demás jefes y oficiales sublevados se retiraron al edificio del Alcázar y a otros próximos a él, el 22 de julio de 1936 las milicias afectas a la República procedieron, sin pérdida de tiempo, a poner cerco a la histórica fortaleza y sus inmediaciones. 

No están de acuerdo los historiadores en el número exacto de personas que se encerraron en el citado Alcázar, pero algunos estudios serios que merecen crédito permiten afirmar que debieron de ser entre 1750 y 1770, de las cuales unas 1000 o 1100 pertenecían, de alguna manera, al ejército o a las fuerzas de orden público y el resto era personal civil, si bien poco más de un centenar de estos últimos fueron militarizados al incorporarse al grupo rebelde. Entre los pertenecientes al primer grupo había 24 jefes, 124 oficiales, 62 suboficiales, 32 asimilados, 631 guardias civiles, 22 de asalto y algunos cadetes. Los civiles militarizados pertenecían en su mayoría a organizaciones políticas simpatizantes con el alzamiento militar o, simplemente, eran jóvenes que se hallaban preparando el ingreso en alguna academia militar. El resto era personal no apto, es decir, mujeres, niños, ancianos y un reducido número de prisioneros o rehenes -que al parecer nunca pasó de diez- conducidos contra su voluntad al Alcázar a fin de que garantizasen con sus vidas la seguridad de los familiares de los sublevados que por diversas circunstancias no habían podido o no habían querido encerrarse en el antiguo palacio. 

Dado que los alumnos de la Academia se hallaban de vacaciones, la despensa del Alcázar estaba pobremente desabastecida y la escasez de víveres se dejó sentir desde el primer momento, lo que obligó a establecer un riguroso racionamiento. El agua, en un principio abundante, con el tiempo tuvo que ser igualmente racionada. El corte de energía eléctrica impuso la utilización de improvisados candiles, alimentados con la grasa de los animales de tiro que las circunstancias obligaron a sacrificar. Los cuidados sanitarios se encomendaron a tres médicos militares, un médico civil, dos practicantes, dos enfermeras y cinco hermanas de la Caridad. En ningún momento faltaron los medicamentos más necesarios y usuales. 

El personal no combatiente fue alojado en los sótanos, donde cabía presumir que estaría más seguro. El armamento de los sitiados era, poco más o menos, éste: alrededor de 1200 fusiles y mosquetones, 13 ametralladoras, 13 fusiles-ametralladores, 200 granadas de mano, 25 granadas incendiarias, 100 petardos de trilita, 2 cañones de 70 mm (con 50 proyectiles) y un mortero ligero (con otros 50 proyectiles).

Junto al citado coronel Moscardó, que asumió la máxima responsabilidad de la defensa, prestaron servicio tres tenientes coroneles, que contribuirían con su esfuerzo al éxito de la operación: Manuel Tuero de Castro, de Infantería; Antonio Valencia Somalo, de Caballería, y Pedro Romero Basart, de la Guardia Civil. 

Las fuerzas que inicialmente cercaron el Alcázar no llegaban a dos mil hombres, más otro millar aproximadamente de milicianos pertenecientes a organizaciones políticas y sindicales de no fácil catalogación y sin más ideal común que su decidido propósito de "luchar contra el fascismo". 

El 23 de julio, primer día del sitio, un avión republicano bombardeó el Alcázar, resultando muertos dos capitanes y heridos dos guardias civiles. «El día 23 de julio declaraba, terminada ya la guerra, el citado Moscardó ante la causa general (Causa general, la dominación roja en España, Ministerio de Justicia, Madrid, s/a) -por la tarde sonó el teléfono, pidiendo hablar conmigo. Me pongo al aparato y resultó ser el jefe de las milicias de Toledo, quien, con voz tonante, me dijo: Son ustedes responsables de los crímenes y de todo lo que está pasando en Toledo, y le doy un plazo de diez minutos para que rinda el Alcázar, y, de no hacerlo, fusilaré a su hijo Luis, que lo tengo aquí a mi lado. Contesté: No lo creo. Jefe de milicias: Para que vea que es verdad, ahora se pone al aparato. Hijo: ¡Papá! Yo: ¡Qué hay, hijo mío? Hijo: ¡Nada! que dicen que si no te rindes me van a fusilar! Yo: Pues encomienda tu alma a Dios y muere como un patriota, dando un grito de ¡Viva Cristo Rey! y ¡ Viva España! Hijo: ¡Un beso muy fuerte, papá! Yo, al jefe de milicias: ¡Puede ahorrarse el plazo que me ha dado y fusilar a mi hijo, pues el Alcázar no se rendirá jamás!» Cumpliendo su amenaza, el nombrado jefe de milicias ordenó poco tiempo después el fusilamiento del hijo del repetido coronel. 

Desde el primer momento la prensa republicana «tomó» varias veces el Alcázar toledano, publicando incluso fotografías del momento de la rendición de la fortaleza, con lo que inicialmente se consiguió cubrir dos objetivos: uno, infundir a sus masas una cierta moral de victoria; y el otro, confundir al enemigo, con la posibilidad de que, creyendo la falacia, abandonase cualquier intento de liberación de los recluidos en el viejo castillo toledano. En evitación de que esto último pudiera suceder, Moscardó ordenó al capitán Luis Alba Navas que abandonase el Alcázar y que, traspasando las líneas republicanas, llegase hasta donde se hallaban las fuerzas nacionalistas e informase a los altos mandos de éstas de que los sitiados tenían el propósito de resistir a toda costa. El mencionado capitán no consiguió su próposito, pues fue descubierto por un antiguo subordinado suyo cuando estaba a punto de culminar la operación y fusilado momentos después. A fin de que la moral no decayese y los rehuidos en la fortaleza dispusieran de alguna información, comenzó a publicarse un periódico de circulación interna, hecho en una multicopista, llamado El Alcázar, que luego, terminada la guerra se convertiría en un conocido rotativo.

Durante los primeros días, y a pesar de que la aviación y la artillería habían causado graves destrozos en el Alcázar, el cerco se hizo tolerable, ya que las milicias atacantes se limitaron a hostigar sólo esporádicamente a sus enemigos. Aun así, sólo en diez días se registraron 9 muertos y 33 heridos. A partir de primeros de agosto el acoso se incrementó al máximo, quedando destruida una parte del edificio y causando gravísimas pérdidas a los sitiados. El descubrimiento de un almacén de trigo en un edificio próximo al Alcázar, del que los asediados llegaron a sacar cerca de 2000 sacos, de 90 kg cada uno, alivió la situación de éstos, que ya empezaba a ser angustiosa, permitiéndoles asegurar cada día y a cada persona allí acogida un panecillo de 150 a 180 g. 

El mando de las fuerzas atacantes lo ostentaba teóricamente el coronel Aureliano Alvarez Coque de Blas, aunque éste, la mayoría de las veces, se veía obligado a compartirlo con otras autoridades -civiles, políticas, sindicales, etc.-, lo que en muchas ocasiones supuso una gran disparidad de criterios a la hora de tomar decisiones. El 22 de agosto un avión nacionalista dejó caer un paquete con alimentos y un mensaje del general Franco en el que aseguraba a los sitiados que pronto serían liberados. La contabilización de las bajas habidas entre los defensores del Alcázar alcanzó en dicho mes de agosto la cifra de 21 muertos, 90 heridos y 23 desertores. 

A principios de septiembre el aludido coronel Alvarez Coque cedió el mando de las fuerzas republicanas al recién ascendido a general José Asensio Torrado, que en un momento dado llegó a disponer de más de veinte piezas de artillería con las que bombardear el Alcázar. «El 8 de septiembre -escribe José Manuel Martínez Bande en Los asedios (Servicio Histórico Militar, Monografías de la guerra de España, 16, Ed. San Martín, Madrid, 1963)-, precisamente aquel en que se abate el torreón Noroeste, a las diez y media de la noche, desde una casa del frente sur, se solicita una entrevista con el coronel. La persona que desea verle y hablar es un militar profesional, el comandante don Vicente Rojo, y aquél fija la hora pertinente en la de las nueve de la mañana del siguiente día, dando toda clase de garantías de seguridad. El Diario de Moscardó, correspondiente a la fecha del 9, señala: A las nueve de la mañana, y sin oírse ni un disparo en los dos campos, como se había convenido, avanzó a la Puerta de Capuchinos el comandante Rojo, con bandera blanca, indicándosele que se trasladara a la Puerta de los Carros, como así hizo. Recibido allí y vendados los ojos, fue trasladado a presencia del coronel Moscardó. Rojo le explicó que venía como emisario de la Junta de Defensa de Toledo, para obtener su rendición y la de los suyos. Las condiciones eran las de otorgar garantía completa de todos los residentes en el Alcázar, libertad inmediata para las mujeres, soldados y menores de dieciséis años, y entrega del resto a los jueces para que delimiten su culpabilidad. El coronel rechazó tales condiciones, manifestando la decisión de todos de seguir defendiendo el recinto y la dignidad de España hasta el último momento. A las diez de la mañana Rojo abandonaba el Alcázar, después de haber hablado allí con varios compañeros suyos... Se había pedido al comandante Rojo, en su visita al Alcázar, la presencia de un religioso, ya que no había ninguno allí refugiado, y la petición fue concedida. 

Así, el día 10, a las ocho de la tarde, desde una casa situada al Sur del recinto, se anunciaba que al día siguiente, a las nueve de la mañana, seria enviado el canónigo don Enrique Vázquez Camarasa, el cual podría permanecer con los sitiados tres horas. A la hora citada entró aquel en el Alcázar, siendo conducido a presencia del coronel. El padre Vázquez Camarasa pintó una situación de Madrid casi normal, estando las iglesias precintadas y respetadas. Luego dijo misa, ofreció la comunión y dio una absolución general. Finalmente, pasó de nuevo al despacho de Moscardó, donde trató del tema de la salida de las mujeres y niños, a los que calificó de rehenes. A las doce el sacerdote se marchaba por el camino que trajo. Habia pintado la situación de los sitiados como la de los sentenciados a una muerte próxima e inevitable. 

Este mismo día, de siete a siete y cuarto de la tarde, pedía de nuevo el comandante Rojo volver a hablar con Moscardó sobre la evacuación de niños y mujeres, contestándosele negativamente... Por iniciativa propia y siguiendo su línea trazada desde el mismo 18 de julio de socorrer en lo posible a las victimas españolas de la revolución, don Aurelio Núñez Morgado, embajador de Chile y decano del Cuerpo Diplomático acreditado en España, visitó el 13 de septiembre al jefe del Gobierno y ministro de la Guerra, Largo Caballero, pidiéndole autorización para visitar el Alcázar y gestionar la libertad de mujeres y niños. Autorizado debidamente, aquella misma tarde, a las tres, salía Núñez Morgado para Toledo, acompañado de otros miembros del Cuerpo Diplomático, entrevistándose con el teniente coronel Barceló, que le indicó que lo que tuviera que decir y tratar debía hacerlo delante del Comité de Defensa. Trasladado a la sede de éste, sus miembros le manifestaron que lo único que debía pedir era la rendición de los encerrados en el Alcázar, manifestándole además que allí, en Toledo, ellos eran la única autoridad, pues no se hacía ningún caso de lo que se ordenase en Madrid, aun por ministros y presidentes de Gobierno. Sin poder hablar con los sitiados, Núñez Morgado regresó a la capital, recibiendo al siguiente día un escrito del Comité, donde se decía que a su propuesta los facciosos habían contestado: Si el embajador de Chile desea algo de nosotros, que, por medio de su Gobierno, se ponga en comunicación con el nuestro de Burgos

Finalmente, en la tarde del día 18 -después de haber hecho ya explosión las primeras minas- la Junta de Defensa de Burgos enviaba al general Franco, jefe de las fuerzas encargadas de liberar el Alcázar, un telegrama procedente de Ginebra y enviado al jefe de equipo de la Cruz Roja de la zona nacional. En el telegrama se decía que el Gobierno de Madrid autorizaba la evacuación sin condiciones de 900 mujeres y niños acogidos al Alcázar, bajo control del Cuerpo Diplomático y Comité Internacional de la Cruz Roja en Madrid. Pero ya para entonces habían sido superados con creces los efectos, que en un principio te supusieron apocalípticos, de la voladura proyectada del Alcázar, y en esa fecha 18, las fuerzas de Franco habían ocupado Otero, a 48 kilómetros de Toledo. 

El coronel Moseardó había escrito el día 14: Se ve que  tienen un tiran interés en coaccionar al Mando por este procedimiento (el de invocar la suerte de mujeres y niños), y conseguir así lo que no conseguirán de ninguna manera: nuestra destrucción. No obstante la actitud de Moscardó y de sus más allegados seguidores, la moral de los defensores del Alcázar, después de mes y medio de sitio, decayó considerablemente y las deserciones aumentaron. 

A primeros de septiembre se detectan los trabajos preparativos de dos nuevas minas, es decir, de lo que pueden ser dos próximas explosiones de intensidad incalculable. El día 17 de dicho mes todo está listo para asestar al Alcázar el que parece ser último golpe. Cada mina es cargada por expertos mineros asturianos con 2500 kg de trilita. Según cálculos hechos por técnicos en la materia, una vez que las minas hiciesen explosión no debía quedar del Alcázar más que un montón de ruinas humeantes. Francisco Largo Caballero, algunos ministros de su gabinete, generales, políticos, fotógrafos, periodistas españoles y extranjeros, etc., se trasladan a Toledo para presenciar el espectáculo, anunciado poco menos que a bombo y platillo. El optimismo de los sitiadores no admite dudas, y la orden que reciben las fuerzas atacantes, menos todavía: «En la madrugada del día 18 tendrá lugar la operación para la toma del Alcázar.» Cerca de 2500 hombres -más otros 1500 de reserva, debidamente equipados-, 2 carros blindados, un tanque-oruga, un cañón de 7,5, 16 ametralladoras y 9 morteros se aprestan para el asalto. El día 18, muy de mañana, se inicia una operación de castigo contra el Alcázar, sobre el que caen 86 proyectiles del 15,5. Minutos después tiene lugar la esperada explosión, explosión que se oyó incluso en los aledaños de Madrid, es decir, a más de 70 km de distancia. A continuación, una vez que se disipa el humo producido por la aludida explosión, se inicia el asalto a la fortaleza. «Por la Puerta de Hierro avanzó un tanque -escribe el repetido Martínez Bande (op. cit.)-, que forzó la verja y separó los coches que formaban a modo de una barricada, pero pronto se vio obligado a retroceder... Fue, pues, sólo el grupo antes citado, de los dos que integraban el Sector Norte, el único que consiguió poner los pies en el Alcázar, avanzando por entre los cascotes situados ante la base del torreón Noroeste, a cubierto de los fuegos contrarios. Coronada la altura del primer piso de la galería Oeste, arrojó por ella y los huecos de las habitaciones de la misma granadas de mano, mientras que en el trozo más alto de las ruinas de la que había sido fachada Norte colocaba una bandera roja. La situación se ha vuelto así gravísima para los defensores del Alcázar, ya que bien puede decirse que se ha iniciado su ocupación. Pronto se oyen gritos de ¡A reforzar los puestos!.  Todo» corren y Moseardó ordena: ¡Hay que desalojar esa galería y arrancar la bandera a toda costa!. Primero surge un oficial, en seguida otro, y otro y otro. Son los tenientes de Infantería don Silvano Cirujano Robledo, don Benito Gómez Oliveros y don Mariano Trovo, y el de Intendencia don Enrique Castro Miranda. Buscan escalas marinas del Gimnasio, que no pueden utilizar, y luego tres escaleras de mano, que empalman. Trepan por ellas y llevados de su arrojo y bravura, pese a su depauperación, logran, tras breve y durísima lucha, desalojar al enemigo y arrancar la bandera.» 

El 20 de septiembre las tropas de Varela se hallan a menos de 30 km de la antigua ciudad imperial. El Alcázar, que ya es sólo un ingente montón de piedras, se ha convertido en una obsesión para el Gobierno republicano. Cada día es sometido a un intenso fuego de artillería, morteros, ametralladoras y fusilería. El día 22 los sitiados advierten claramente que su liberación está cada vez más próxima. «El 26, al empezar a oírse en Toledo los disparos de los cañones que anunciaban la cercanía del enemigo, fue la señal para que con gran rapidez fueran desapareciendo de la ciudad los pañuelos rojos y negros, con quienes los llevaban, por supuesto», escribe Enrique Líster en Nuestra guerra (Ebro, París, 1966). Y añade, líneas después: «El domingo 27, al amanecer, después de un corto fuego de artillería y volar una mina, intentamos un último asalto al Alcázar, con todas las fuerzas que pude reunir. El ataque no tuvo éxito.» Visto el fracaso, los sitiadores tratan de envolver en llamas lo poco que queda del histórico recinto, lanzando sobre sus muros y las ruinas que yacen a sus pies 6000 o 7000 litros de gasolina, a los cuales prenden fuego, pero la tantas veces pretendida rendición de la fortaleza tampoco se consigue en esta ocasión. Poco tiempo después, sigue diciendo el citado Líster (op. cit.), «comienza la desbandada general». Tropas nacionalistas, mandadas por los tenientes coroneles Carlos Asensio Cabanillas y Fernando Barrón Ortiz, y por el comandante Mohamed Ben Mizzian, se aproximan velozmente a Toledo, a pesar de la resistencia que oponen las fuerzas gubernamentales. El día 27, ya anochecido, se establece el primer contacto entre los sitiados y sus próximos liberadores. El 28 por la mañana el general José Enrique Varela Iglesias entra, victorioso, en las ruinas del Alcázar. Moscardó sale a su encuentro y, cuadrándose y saludándole reglamentariamente, le dice: «Sin novedad en el Alcázar, mi general.» 

Un día después, el general Franco, ya designado in pectore jefe supremo del bando nacionalista y generalísimo de ejércitos, impone al coronel Moscardó la Cruz Laureada de San Fernando individual, y la colectiva a los demás defensores del ruinoso recinto. «La patria -dice el general Franco en aquella ocasión- os debe a todos eterno reconocimiento. La Historia es pequeña para la grandeza de vuestros hechos. Habéis ensalzado la raza, encumbrado a España, dándole gloria inmarcesible. Yo os saludo y abrazo en nombre de la patria y os traigo su gratitud y reconocimiento por vuestro heroísmo...» 

La propaganda republicana, en multitud de ocasiones, trató de empequeñecer la gesta del Alcázar, alegando, entre otras razones, que Moscardó se vio obligado por algunos de sus inmediatos colaboradores a adoptar una actitud que desde un principio iba contra su voluntad -véase en este sentido, por ejemplo, la obra de Luis Quintanilla Los rehenes del Alcázar (Ruedo Ibérico, París, 1967)-, pero todas las fuentes consultadas que merecen crédito coinciden en reconocer -no obstante las inevitables deserciones, el cansancio y, en ocasiones, la baja moral de la mayoría de los defensores, y otras muchas circunstancias personales que, por ignoradas, es imposible recoger aquí- el valor real, y simbólico al mismo tiempo, del tantas veces citado Moscardó y de los hombres y mujeres que le siguieron. Un autor nada sospechoso al respecto -Julián Zugazagoitia, ministro de la República en guerra (Guerra y vicisitudes de los españoles, Ed. Crítica, Barcelona, 1977)-, describe así los últimos momentos del asedio toledano: «El día 28 de septiembre, los defensores del Alcázar fueron liberados por las tropas de Franco, que entraron en Toledo sin que necesitasen hacer demasiado uso de sus armas. Pequeños núcleos de resistencia, que se replegaban por los caminos de Madrid, les hicieron las salvas de ordenanza. No parece que hubo más. La escalada de la ciudad fue tan rápida que bastantes milicianos no llegaron a darse cuenta de ello, y se vieron envueltos por el enemigo cuando descansaban de la guardia de la noche... Los regulares no se dejaban enternecer. Despojaban a los prisioneros de sus efectos y a continuación los fusilaban. Todo varón, por serlo, era sospechoso, y para saber si había participado en la contienda, sus aprehensores le obligaban a mostrar el hombro derecho. Si estaba enrojecido, quedaba condenado a muerte y la sentencia se cumplía sobre la marcha. Estos trabajos los hacían los regulares sin la menor emoción, con absoluta indiferencia. Su insensibilidad para la muerte ajena, no para la propia, que ellos sabían suplicar, arrodillarse y llorar, no tenía parecido con nada. Se les dio, por muchas horas, el reino de la ciudad imperial. Registraban en las casas, buscaban en los sótanos, husmeaban en los patios, salpicando con mucha sangre las blancas paredes de los edificios toledanos. Donde no descubrían víctimas para su crueldad, encontraban objetos para su codicia. El botín les estaba autorizado por un corto período de tiempo... Las leyendas sobre su ferocidad habían hecho mella entre nuestros milicianos, que les huían, desafiando en la huida peligros mayores, como el paso del Tajo, en cuyas aguas fueron muchos los que encontraron la muerte. Mientras los regulares hacían la operación de limpieza, en el Alcázar se rescataba a sus defensores, que asomaron a la luz en un estado de extrema postración física. Indiferentes al homenaje de vítores de sus compañeros, sin la ayuda de brazos ajenos, se hubiesen derrumbado; tan agotados estaban. El resorte heroico que les mantuvo tiesos en tanto necesitaron resistir, se había inhibido, al faltar la necesidad, y aquellos que salían de los sótanos del edificio eran débiles criaturas humanas, sin vergüenza de sus flaquezas y de sus miserias. Los héroes habían quedado dentro, dueños de una casa que, con mayor razón que nunca, será sagrada para los infantes españoles. No les discutamos ese título, que sería mezquindad tonta. Su derecho a él no puede ser más legítimo. La proeza cumplida allí por los soldados a las órdenes de Moseardó tiene toda la fuerza de la mejor página histórica. Puede que en la estimativa profesional de los militares sea la más fácil: pero en la humana es inequívocamente la más difícil. Se exige saber mirar a la muerte horas y horas, días y días, semanas y semanas, cara a cara. Sostenerle la mirada sin una debilidad; soportando su macabro regocijo, desoyendo sus carcajadas de victoria. Vencedores de esa prueba, al encararse con la vida todos aquellos hombres recibían en el pecho el golpe seco de todos los miedos a que se habían hurtado y temblaban, escalofriados, de lo que no habían temblado. Sufrían de lo que no habían sufrido. Lloraban de lo que no habían llorado. Brazos fraternales tenían la necesidad de soportar la carga de aquellos cuerpos a quienes la conciencia de su victoria increíble ponía en trance de sufrimiento y de regocijo, de angustia y de dicha. Y es que la pesadilla conservaba su fuerza y ésta era más grande que la de verdad, presente en el calor del sol, en el aire puro, en los colores de los uniformes y en los gritos entusiastas de los soldados.» Martínez Bande (op. cit.), varias veces citado, pone fin a su detallado informe con estas palabras: «... la defensa del Alcázar brillaba con románticas luces propias y también heredadas. Aquí estaba no sólo la gesta de unos hombres concretos sino la defensa de un símbolo: la misma cuna de la Infantería española -la de Breda y la de Rocroy, es decir, de la que sabía ganar y de la que sabía perder-, y el mito del cadete defendiendo unas ruinas a pecho descubierto, frente a medios muy superiores, se izaba hermoso en un mundo harto materialista. Este cadete, en la leyenda del Alcázar, era un soldado novel, casi niño, espuma y promesa de un mañana. Pero la prosaica y bella realidad no era menos bella que la fantasía. Aquellos hombres encerrados en la fortaleza toledana apenas pasan de los 1200. Su jefe, Moscardó, con paciencia, apunta en su Diario, un día tras otro, las novedades de vida y muerte. Caen 90 soldados, de todas las graduaciones, son heridos 555 y se cuentan 18 desertores, quedando, apenas, 357 hombres en estado de total agotamiento. Porque en el Alcázar se ha sufrido hambre, sed, miseria, infinitas privaciones y una presión psicológica creciente, cáustica, a ratos insoportable. Allí ha tenido lugar una destrucción sistemática por la acción de la artillería, de la aviación, de fuego incendiario, de toda clase de bombas y petardos y sobre todo, de varias minas, ante las que parece imposible resistir. La fortaleza ha quedado convertida en un auténtico infierno, pero los hombres, llevados de su afán hispano de no ceder inspirados por una razón superior, han superado todo, sencillamente. No sin utilidad, pues el Alcázar ha absorbido del enemigo hombres y armas, que tan necesarias le son en aquellos primeros meses de la lucha civil. El Gobierno de Madrid y su ministro de la Guerra han otorgado siempre al molesto enclave la debida importancia, y si en un primer momento han pensado que se hundiría por sí solo, luego, al ver que eso no ocurre, volcarán los necesarios medios, siempre con supremacía absoluta de los destructivos, acorde todo con la doctrina tradicional de la expugnación de una fortaleza, no dejando piedra sobre piedra. El Alcázar es un doble toque de triunfo y de alerta. El general Franco dice: La liberación del Alcázar es lo que más he ambicionado en mi vida. ¡Ahora la guerra está ganada! Pero enfrente nacerá un tesón análogo, porque también se trata de españoles, tesón que se concretará en la defensa de Madrid.»

lunes, 21 de julio de 2014

Alcázar de San Juan

Municipio y ciudad de la provincia de Ciudad Real -que antaño perteneció a los caballeros de Santiago-, cabeza del partido judicial del mismo nombre, situada en la comarca de La Mancha, en terreno llano con algunas elevaciones de escasa importancia, a orillas de los ríos Záncara y Cigüela, ambos afluentes del Guadiana. 

Durante toda la Guerra Civil -con el nombre de Alcázar de Cervantes- permaneció bajo dominio republicano. En los primeros días de la contienda se cometieron aquí numerosos crímenes y otras atrocidades contra personas de significación derechista y algunos religiosos, que tuvieron amplio eco en la prensa extranjera de la época. En los primeros momentos el poder estuvo en manos de los dirigentes y afiliados de los partidos integrantes del Frente Popular hasta finales de 1936, cuando el gobernador civil ordenó la disolución de las milicias. Muy pronto, posiblemente entre el 19 y el 20 de julio, comenzarían a producirse las primeras detenciones preventivas de personas conocidas por su militancia en partidos de derechas y Falange. 

En la segunda mitad de 1936 y en 1937 se ensayaron, con escaso éxito, algunos tipos de colectivización agraria. 
V. colectividades agrarias (zona republicana).

Alcázar de Cervantes

V. Alcázar de San Juan. 

«Alcázar»

Guardacostas construido en Francia en 1917, de 370t de desplazamiento, 37 m de eslora, 6,85 m de manga y 3,35 m de puntal, armado con un cañón de 76 mm y una ametralladora antiaérea, capaz de desarrollar una velocidad de once nudos y con una dotación de 39 hombres. Al estallar la Guerra Civil se hallaba en Cádiz y fue desde el primer momento incorporado a la flota nacionalista, que lo utilizó en las operaciones del Estrecho y en la batalla que tuvo lugar en aguas de Málaga. 
V. Marina de guerra nacionalista.

«Alcaudón»

Buque mercante construido en Alemania en 1917, de 337t de desplazamiento, que durante la Guerra Civil española prestó servicio como patrullero en la flota republicana, participando en las operaciones del Cantábrico y del Mediterráneo. Al final de la guerra pasó a la base de Barcelona, donde se convirtió en el V-23. Hundido por la aviación nacionalista en dicha ciudad, en enero de 1939. 
V. Marina de guerra republicana; «V-23».

sábado, 19 de julio de 2014

Alcañiz

Ciudad de la provincia de Teruel, cabeza del partido judicial del mismo nombre, situada en la comarca de la Tierra Baja, próxima a los ríos Guadalope, Mutarraña y Martín. 

En 1936, durante la Guerra Civil, fue una de las colectividades españolas más importantes llevadas a cabo por los anarquistas de la CNT. No sólo se colectivizaron las tierras, sino que se emprendieron labores colectivas o recuperación de hospitales, así como la fundación de escuelas. Estas obras serían destruidas durante la guerra por las tropas nacionales.

La ofensiva nacionalista hacia el litoral se inicia en marzo del 38, y es de tal envergadura que el Ejército Popular no puede contener, pues en algo más de un mes, el 15 de abril, los nacionales consiguen llegar a Vinaróz. La derrota republicana en Teruel, que simbolizaba la última esperanza de una victoria sobre Franco, fue el anuncio del definitivo desplome del frente de Aragón, que se desplomó a partir del 9 de marzo bajo una ofensiva franquista en forma de "guerra relámpago". Unos 70000 hombre, según datos del general Rojo, se retiraron en desorden anta tal acometida, mientras los mandos intentaban contener a sus tropas a punta de pistola como relataba Enrique Líster, a quien se adjudican varias ejecuciones sumarias. 

En este contexto, el día 3 de marzo de 1938 a las 16:10 horas, cuando la ciudad estaba bajo mando republicano, sufrió un fuerte ataque aéreo del bando nacionalista. Aviones italianos aliados del bando del general Franco, ensayaron sus armas aéreas, que más tarde utilizarían en la  Segunda Guerra Mundial, tanto contra las tropas militares, como contra los ciudadanos de Alcañiz, provocando un cientos de muertos entre la población civil, que no pudo protegerse del ataque. Los 15 bombarderos Savoia lanzaron 120 bombas de 50 kilos y 50 bombas de 100 kilos, tras el bombardeo los 3 cazas hicieron pasadas ametrallando a la población. Los dos hospitales con capacidad para 400 pacientes no pudieron acoger a tantos heridos y tuvieron que derivarlos a poblaciones cercanas.  El 14 de marzo de 1938, durante la ofensiva del Ebro, el CTV italiano, junto con fuerzas españolas, tomó la ciudad para el bando nacional desfilando victoriosamente.Este acto fue silenciado por los dos bandos. El bando franquista, por no mostrar cuan cruenta fue la acción; y los republicanos, por no desmoralizar a sus tropas en combate. Salió a la luz recientemente con la publicación del libro “1938, El bombardeo olvidado” de José María Maldonado.



viernes, 18 de julio de 2014

Alcalá-Zamora y Torres, Niceto (1877-1949)

Abogado. Miembro, desde su primera juventud, del Partido Liberal Monárquico. Letrado del Consejo de Estado. Profesor auxiliar de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid. Durante muchos años, diputado a Cortes por el distrito de La Carolina (Jaén). «Cacique contumaz», según lo definió Mella. Llamado, despectivamente, el Botas, por usar habitualmente este tipo de calzado. Director general de Administración Local. Subsecretario de Gobernación. Ministro de Fomento. Representante de España en la Sociedad de Naciones. Ministro de la Guerra. Presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y miembro de la Real Academia Española. 

Transigió, en un principio, con la dictadura del general Primo de Rivera, aunque, poco tiempo después de caer ésta, en un discurso pronunciado en Valencia (abril de 1930) se declaró abiertamente republicano, suscribiendo el llamado Pacto de San Sebastián en representación de la Derecha Liberal Republicana, lo que influiría no poco para que, en abril de 1931, muchos elementos burgueses y conservadores votasen a favor de la República. A finales de 1930, siendo presidente del comité que preparaba el advenimiento del nuevo régimen -conocido por el nombre de Comité Revolucionario- fue detenido y encarcelado, siendo condenado, junto con otros prohombres republicanos, a seis meses de prisión, aunque todos los encausados fueron puestos en libertad en el momento mismo en que concluyó el juicio. 

Al proclamarse la República, en abril de 1931, fue elegido presidente del Gobierno provisional -Gobierno que asumió todos los poderes del Estado tras la huida de Alfonso XIII-, puesto del que dimitió al discutirse en el Congreso de los Diputados el artículo 27 de la Constitución, que prohibía que las órdenes religiosas se dedicasen a la enseñanza, autorizaba la nacionalización de los bienes de dichas órdenes y acordaba la disolución de la Compañía de Jesús y la expulsión de sus miembros, todo lo cual pugnaba con su condición de católico convencido y practicante. En diciembre del mismo año, dos días después de haberse aprobado la Constitución -que, en su articulado, recogía todos aquellos principios que tanto le contrariaron mientras se discutían en el Parlamento-, fue elegido primer presidente de la II República española, cargo del que fue depuesto por las Cortes el 7 de abril de 1936, tras ser acusado de haber rebasado las facultades que la Constitución confería al jefe del Estado. Al estallar la guerra civil se hallaba en el extranjero realizando un viaje de recreo en unión de su familia, y optó por no regresar a España ni apoyar a ninguno de los dos bandos contendientes, no concediéndosele otra intervención política durante la contienda que la de demandar a su consuegro, el general Queipo de Llano, que interviniese en favor del general Batet, condenado a muerte por los nacionalistas y ejecutado poco tiempo después. 

Al final de su citado viaje vivió algún tiempo en París, Pau y Marsella, en cuyo puerto se embarcó, ya en plena Segunda Guerra Mundial, con rumbo a Buenos Aires, adonde llegó 236 días después, y en cuya ciudad residió hasta su fallecimiento. Tras la restauración de la monarquía en la persona de Juan Carlos I, sus restos mortales fueron trasladados a España. Durante su estancia en la República Argentina, que se desenvolvió en un ambiente rayano en la pobreza, desarrolló una callada labor intelectual, pronunciando conferencias y colaborando en los periódicos y revistas de mayor circulación de Buenos Aires.

Autor de numerosos libros sobre cuestiones jurídicas y otros diversos temas, entre los que cabe señalar El Poder en los Estados de la Reconquista, Los intentos del pacifismo contemporáneo, El Derecho y sus colindancias en el teatro de D. Juan Ruiz de Alarcón, Reflexiones sobre las Leyes de Indias, Régimen político de convivencia en España, La oratoria española, Figuras y rasgos, El pensamiento de «El Quijote» visto por un abogado, Dudas y temas gramaticales, La Guerra Civil ante el Derecho Internacional, Los protagonistas en la vida y en el arte, etc. Autor, asimismo, de un libro titulado Memorias (Segundo texto de mis Memorias), las primeras, según testimonio del propio Alcalá-Zamora, le fueron sustraídas durante la Guerra Civil por orden de las autoridades republicanas (Largo Caballero, Ángel Galarza y Santiago Carrillo, entre otros) de la caja de un banco en el que se hallaban depositadas, publicadas por Ed. Planeta, S. A., Barcelona, 1977. 

Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto (1906-1985)

Hijo de Niceto Alcalá-Zamora y Torres, primer presidente de la II República española. Catedrático de Derecho Procesal, al estallar la Guerra Civil se hallaba en Francia, donde optó por exiliarse y no participar en la contienda. Poco tiempo después se trasladó a Argentina y posteriormente, a México, en cuya Universidad fue profesor durante muchos años y recibió el titulo de investigador emérito de dicho centro docente. En 1946, junto con Alicio Garcitoral y Guillermo Cabanellas.,suscribió un llamamiento de concordia a los españoles, propugnando la apertura de un frente que condujera al establecimiento de la III República española, llamamiento que tuvo escaso eco en España y fuera de ella. Autor de numerosos trabajos de carácter jurídico y presidente del Instituto de Derecho Procesal Iberoamericano. Tras la muerte del general Franco regresó a España, fijando su residencia en Madrid, donde falleció.
V. Exilio intelecruales en el.

jueves, 17 de julio de 2014

Alcalá-Zamora y Castillo, José (1914-1938)

Hijo de Niceto Alcalá-Zamora y Torre -primer presidente de la II República esparñola- y miembro del Comité Nacional de la FUE. Al estallar la Guerra Civil se hallaba en Francia, de regreso un largo viaje que en unión de sus padres y hermanas había realizado por el norte de Europa, de donde se trasladó inmediatamente a España y se enroló en el ejército republicano, formando parte del cual tomó parte en las operaciones que tuvieron por escenario las proximidades de Madrid (Villaverde, Cuesta de las Perdices, Cerro de los Angeles, Jarama, etc.) y alcanzando el grado de teniente en campaña del Ejercito Popular de la República, tras pasar por la academia correspondiente. 

En marzo de 1937, hallándose en el frente de Guadalajara como oficial de la 11 División, mandada por Enrique Lister, dirigió una carta pública a su citado padre en la que, entre otras cosas, le decía: «... Yo soy feliz luchando en las filas del Ejército Popular; lo soy porque cumplo con mi deber de español. Todos los que abandonen España, los que incita o expresamente ayuden a los invasores, máxime cuando han ocupado puestos tan altos como el de presidente de la República, no tienen derecho en este momento histórico a llamarse esparñoles. Hoy más que nunca, estoy seguro de la victoria del pueblo español, que no sólo sera la victoria de España, sino también la victoria de la democracia universal.» Un año después falleció en Valencia, a consecuencia de una enfermedad.

Alcalá-Zamora y Castillo, Luis (1912)

Hermano de José Alcalá-Zamora y e hijo de Niceto Alcalá Zamora. Al estallar la Guerra Civil se hallaba en Francia, de donde regresó a España para incorporarse al ejército republicano, en el que, tras una corta permanencia en el frente de Madrid, fue elegido para asistir a la Escuela Popular de Guerra de Paterna (Valencia), en la cual se graduó como teniente en campaña; posteriormente intervino en las operaciones de Teruel y Cataluña. Finalizada la contienda se refugió en Francia, donde fue internado en un campo de concentración. En 1942 consiguió marcharse a Argentina, donde fijó su residencia.

miércoles, 16 de julio de 2014

Alcalá de Henares (incidentes de mayo de 1936),

El 15 de mayo de 1936 tuvieron lugar en esta ciudad una serie de incidentes que produjeron un gran escándalo nacional y un grave malestar en el ejército. Al parecer, un grupo de paisanos afiliados al Partido Socialista agredió sin motivo a algunas oficiales de la guarnición. Como consecuencia de ello, el ministro de la Guerra, Santiago Casares Quiroga -que, a su vez era el presidente del Consejo de Ministros-, accediendo a una petición que le formuló la asamblea local del citado partido, ordenó que en el término de 48 horas dos de los regimientas de Caballería allí radicado abandonasen la población, arrestando, además, a los coroneles jefes de tales unidades y condenando a prisión a algunos jefes y oficiales destinados en las mismas, además transfirió el regimiento a Valencia.

La situación en la primavera de 1936 era alarmante para el Ejército, además de la creciente actividad de grupos extremistas dentro de los cuarteles, se estaban produciendo enfrentamientos entre los civiles y a las fuerzas armadas. Los informes recibidos mostraban un estado de tensión que convenció a muchos oficiales de que la primera víctima del estallido revolucionario sería el Ejército. Todos estos incidentes contribuyeron a la poralización de la opinión en las guarniciones, pero parece claro que sólo una pequeña parte minoría de oficiales simpatizaba con el programa antimilitarista de la izquierda revolucionaria. La inmensa mayoría, incluyendo muchos de los políticamente neutrales, consideraba que la supervivencia de la nación estaba unida muy estrechamente con la supervivencia del un Ejército permanente. 

A pesar de las acusaciones de la derecha, de que los ataque estaban patrocinados por el Frente Popular, es más exacto decir que el Gobierno ni los aprobaba ni los condenaba. El Gobierno publicó una nota condenando las agresiones al Ejército, pero al mismo tiempo no lo respaldó en los incidentes de Alcalá. desde el punto de vista de los militares, esto equivalía a complicidad con el asalto revolucionario al Ejército.

martes, 15 de julio de 2014

Alcalá de Henares, prisión de (tentativa de asalto)

Incidente ocurrido el 8 de diciembre de 1936, cuando un nutrido grupo de extremistas partidarios de la República, tras haber asaltado el día antes la cárcel de Guadalajara y asesinado a 282  presos políticos que se encontraban allí recluidos, intentó hacer lo mismo en la prisión de Alcalá de Henares, que pudo evitarse gracias a la intervención del anarquista Melchor Rodriguez.

Melchor Rodríguez había sido nombrado director general de Prisiones, pero renunció días después, cuando constató que los comunistas seguían fusilando presos. El 4 de diciembre fue nombrado de nuevo para el mismo cargo, esta vez con plenos poderes, desde entonces se terminaron las irregularidades. 

Los presos de la cárcel de Alcalá procedía de la Modelo que, por su proximidad al frente de batalla, tuvo que ser evacuada el día 16 de noviembre para instalar en ella una enfermería con quirófano en el que se atendía a los heridos más graves en la cercana Ciudad Universitaria. Todos los presos fueron trasladados hasta la cárcel de Ventas y de San Antón y unos 200 a la de Alcalá, siendo los únicos que en esos días llegaron a su destino. Muchos de ellos tenía que declarar ante la Justicia, lo que posiblemente les salvó la vida.

El 6 de diciembre, Alcalá de Henares había sido bombardeada y una muchedumbre clamaba venganza y su objetivo era la cárcel local. El 8 de diciembre Melcho Rodríguez se encaró a una turba y a 200 milicianos armados impidiendo el asalto de la cárcel diciéndoles que si consiguieran entrar en la prisión y llevar a cabo su propósito, autorizaría a que los presos fuesen convenientemente armados para que pudieran defenderse. Un tal comandante Coca, que estaba al mando de las milicias de el Campesino, se llevó a sus hombres, y los demás se dispersaron. Sospechando que Coca se proponía regresar, Rodríguez se presentó en su cuartel para exigrile, en una violenta confrontación, que garantizara a seguridad de los presos. De este modo evitó el asesinato de los 1532 detenidos y se ganó en apodo de "ángel rojo". 

Cabe señalar que entre los presos se encontraba el famoso líder falangista Raimundo Fernández Cuesta: el fundador de la Guardia de Asalto, el coronel Agustín Muñoz Grandes, el secretario de la CEDA, Javier Martín Artajo, y el popular locutor de raido Bobby Deglané.

Sin embargo, a sus regreso a Madrid, Melchor Rodríguez fue llamado a comparecer ante el Comité de Defensa de la CNT-FAI y recibió duras críticas de su secretario Eduardo Val. Su actuación le creó enemistades en el Partido Comunista, y así al cesar Santiago Carrillo como consejero de orden público el 24 de diciembre su sustituto, José Cazorla Maure, acabó por conseguir el cese del anarquista el 2 de marzo de 1937.

lunes, 14 de julio de 2014

Alcalá de Henares, alzamiento en.

Municipio y ciudad de la provincia de Madrid, cabeza del partido judicial del mismo nombre, situado en la Campiña del Henares, en el valle del Henares, a unos 30 km de la capital de la provincia y del Estado. 

En el mes de julio de 1936 la guarnición de la ciudad estaba compuesta por un batallón Ciclista, que mandaba el teniente coronel de Infantería Gumersindo Azcárate Gómez, y otro de Zapadores, cuyo jefe era el teniente coronel de Ingenieros Mariano Monterde Hernández, que al mismo tiempo desempeñaba el cargo de comandante militar de la plaza. Ambos puestos en la línea del Gobierno, al contrario que la casi total oficialidad. Las dos unidades, originarias de Palencia y Salamanca, habían reemplazado pocos días antes a sendos regimientos de Caballería alcalaínos, "Villarobledo" y "Calatrava". 

También radicaba en Alcalá un aeródromo, con una escuadrilla, y la Escuela de Vuelo y Combate. Su jefe, el comandante Rafael Gómez Jordana, muy afecto a la idea del Alzamiento, había sido reemplazado en fecha reciente por el comandante Alejandro Gómez Spencer, de significación contraria.

Así, en esos días de julio la tensión era muy fuerte por las presiones de la población civil. El 19 de julio se sublevaron los falangistas de Meco, pueblo vecino, reducidos por la organización marxista alcalaína a través de una fuerte lucha; mientras e teniente coronel Monterde ordenaba la detención de varios oficiales del Aeródromo, tachados de fascistas y enviados a la prisión militar de Guadalajara. 

Al producirse el alzamiento militar el 18 de dicho mes ambos jefes permanecieron leales al Gobierno, pero el día 20, el teniente coronel Monterde, situó ante los dos cuarteles una columna de camiones, en los que debería embarcar la fuerza para marchar en dirección a Cobeña, a fin de enfrentarse con la Columna del general Mola, que se suponía que venía en esa dirección. A este plan se opusieron los oficiales, que se mostraban proclives a la rebelión, resultando muerto teniente coronel Monterde y herido gravemente Gumersindo Azcárate. Así, sin jefe superior que los contradijese e impusiese su autoridad, los sublevados salieron a la calle y, al grito de «¡Viva la República!», proclamaron el estado de guerra. Declarada así la rebeldía, quedó nombrado gobernador militar el comandante Baldomero Rojo.

Pero el Gobierno reaccionó inmediatamente y, no dispuesto a perder la partida, ordenó ese mismo día, es decir, el 20 de julio, que entrasen en acción las fuerzas aéreas, las cuales procedieron a bombardear los cuarteles ocupados por los insurrectos, al tiempo que por medio de octavillas arrojadas desde los aviones invitaban a los rebeldes a la rendición. Sin embargo, los sublevados no tenían un plan definido, marchar a Guadalajara, para formar un núcleo de resistencia, o buscar el contacto por el norte con las hipotéticas tropas de Mola. Pensando que éstas se encontraban muy cerca, se limitaron a esperarlas, sin tomar ninguna medida para defender la plaza. 

Por otra parte -escribe Guillermo Cabanel las en La guerra de los mil días (Ed. Heliasta, S.R.L., Buenos Aires, 1975)-, «desde Madrid parte hacia Alcalá de Henares, en aluvión, toda clase de elementos; en las afueras de la ciudad se concentran tropas y milicianos para prepararse al ataque. Al amanecer del 21, Alcalá parece una población desierta; en torno a ella, sin embargo, bulle una enorme multitud, integrada por millares de hombres indisciplinados, que ni siquiera saben cómo utilizar el armamento de que disponen ahora en abundancia. Los sublevados se calculan en un millar. Bien pronto, el aeródromo de Alcalá, situado en las afueras, cae en poder de las fuerzas del Gobierno. Las columnas están ahora dispuestas a avanzar... La principal está integrada por los guardias de asalto, seguridad y civiles, más el ejercito. Siguen milicias armadas socialistas, comunistas y anarcosindicalistas. Se han unido a unos y a otros todos aquellas que viven con febril entusiasmo las horas angustiosas. Hasta las doce del 21, las fuerzas del Gobierno buscan en el desanimo de los sublevados lo más vulnerable. El bombardeo de la aviación ha servido de ablande. Saben los rebeldes que están aislados y que la ayuda de Mola es un sueño que se esfuma al despertar a la realidad,.. Las fuerzas que debían resistir en Alcalá de Henares acuerdan, por voz de sus jefes y oficiales, cesar toda resistencia, y mediante emisarios, comunican su rendición incondicional.» 

Gracias a la intervención del coronel Ildefonso Puigdengola Ponce de León y con las fuerzas de Asalto, Guardia Civil, dos baterías de Getafe (comandante Jurado) y varios miles de milicianos, la mayoría de los jefes y oficiales que se habían aliado en armas fueron conducidos a la cárcel, evitando así que fueran linchadas por las vencedores. A pesar de ello, la mayoría de los sublevados murieron sobre el terreno, unos pocos serían sometidos a un consejo de guerra en la cárcel Modelo, siendo fusilados la mayoría, entre ellos el comandante Rojo. 

sábado, 12 de julio de 2014

«Alcalá Galiano»

Destructor de la Armada española, construido en Cartagena en 1930, de 1 536t de desplazamiento, 101,5 m de eslora, 9,65 m de manga y 2,99 m de puntal, armado de 5 cañones de 120 mm, 1 cañón antiaéreo de 76 mm, 4 ametralladoras antiaéreas y 6 tubos lanzatorpedos de 533 mm, con una autonomía de 4500 millas, una velocidad de 36 nudos y una dotación de 147 hombres. 

Al estallar la guerra civil se hallaba en Cartagena, donde recibió órdenes del gobierno republicano de partir hacia Barcelona. Durante dicho viaje, la tripulación se amotinó, redujo a la oficialidad y la obligó a conducir el barco al puerto de partida. Durante la contienda participó en las operaciones del Estrecho, tratando de interceptar el paso de las tropas sublevadas de África a la Península, y en algunos otros hechos de menor importancia. En los últimos meses de la guerra se hallaba en Cartagena, donde fue seriamente averiado durante un bombardeo, sin que volviera a hacerse a la mar durante el resto de la contienda. 
V. Marina de guerra republicana.

Alcalá de Chivert

Villa de la provincia de Castellón, partido judicial de Vinaroz, situada en la comarca denominada Bajo Maestrazgo, que linda por el Este con el mar Mediterráneo. Durante la guerra civil permaneció en zona republicana hasta que, el 23 de abril de 1938, fue ocupada por las tropas nacionalistas. 

«alcahuete»

Término empleado por los combatientes de ambos bandos para designar a los aviones de observación enemigos.

viernes, 11 de julio de 2014

Albornoz y Liminiana, Alvaro de (1879-1954)

Abogado asturiano, afiliado al Partido Repúblicano Radical, por cuya organización política fue diputado a Cortes en la monarquía de Alfonso XIII, perseguido por sus ideas políticas durante la dictadura del general Primo de Rivera, en 1929 fundó, junto con Marcelino Domingo, el Partido Radical Socialista. 

Autor de algunos libros, entre los que destaca el ensayo titulado El partido republicano, y colaborador de la prensa diaria de mayor circulación: La libertad, El liberal, etc. 

En agosto de 1930 suscribió, con otros políticos, el llamado Pacto de San Sebastián; formó parte, a continuación, del comité revolucionario que preparó el advenimiento de la República, motivo por el cual fue reducido a prisión en unión de otros firmantes del mencionado pacto.

Ministro de Fomento en los gobiernos provisionales de la República presididos por Alcalá-Zamora y Manuel Azaña. Más tarde, ministro de Justicia en un gabinete presidido por el citado Azaña. Presidente del Tribunal de Garantías Constitucionales. Diputado por Oviedo en las Cortes constituyentes (Partido Radical Socialista). Reelegido, también por Oviedo, en las elecciones de 1936 (independiente). 

El mismo día que estalló la Guerra Civil fue nombrado embajador de España en Francia, donde gestionó, con escaso éxito, la ayuda de este último país al Gobierno republicano. Al terminar la contienda se exilió a México, donde falleció. Había presidido uno de los gobiernos republicanos en el exilio y desarrollado una gran actividad internacional contra el régimen franquista, formando parte de la Junta Española de Liberación. En 1941 fue condenado por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo «como convicto de pertenecer a la Secta». V. Cortes republicanas

Alborán, marqués de

V. Moreno Fernández, Francisco.

Albisu Vídaur, Gervasio (1871-1936)

Coadjutor de la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora en Rentería (Guipúzcoa) que durante la guerra civil prestó apoyo al Gobierno autónomo del País Vasco. 

Hecho prisionero por los nacionalistas a las pocas semanas de producirse el alzamiento, fue acusado de separatismo, lo cual, al parecer, fue motivo suficiente para que la autoridad militar ordenase su inmediato fusilamiento, sin previa formación de causa, el 9 de octubre de 1936 en Hernani, no obstante la fama que gozaba de ser un sacerdote ejemplar.

En la carta del la Comandancia militar de Rentería Nº 34 es acusado de "ser un nacionalista exaltado y de haber manifestado su desprecio a todo lo español así como de no haber ocultado sus simpatías por el Frente Popular, resaltando el hecho que en Octubre del 34 cuando el movimiento catalán se vanagloriaba de este levantamiento y manifestaba sus deseos de que los iniciasen los vascos. 

jueves, 10 de julio de 2014

Albiaña y Sanz, José María (1883-1936)

Político valenciano. Doctor en Medicina -ejerció como especialista en enfermedades nerviosas y mentales y amplió sus estudios en Francia, Bélgica y Holanda-, en Derecho y en Filosofía y Letras. Fundador, en 1911, de un periódico titulado La Sanidad Civil, publicación que redactaba él solo. Representante de España en el Congreso Internacional de Historia de la Medicina. Según algunos historiadores, afiliado a la masonería en su juventud. 

Durante algún tiempo estuvo en México ocupándose, entre otras actividades, del estudio de la medicina azteca, pero, a consecuencia de su exaltado españolismo y de su desconsideración por la sociedad y las instituciones del país en que se encontraba, fue expulsado de éste por orden del presidente de la República. 

A su regreso a España se declaró ferviente admirador de la dictadura militar imperante, a pesar de lo cual el general Primo de Rivera no le prestó gran atención. En 1930, sin duda influido por el mussolinismo de la época, fundó el Partido Nacionalista Español -al que invitó a afiliarse a «todos ta hombres honrados que sientan la inapreciable dignidad de haber nacido españoles»-, especie de fascismo «reaccionario y alborotador»- así lo califica Ricardo de la Cierva en su Historia ilustrada de la guerra civil española (Ed. Danae Barcelona, 1970); cuya doctrina podría resumirse asi: no, al liberalismo, al enciclopedismo, a la soberanía popular rousseauniana, al judaísmo, a la masonería y al parlamentarismo. Monarquía y dictadura. Conquista del poder. Aniquilamiento de los enemigos de la patria. Deportación a Guinea de todos los que ataquen a España. Creación de una milicia los «Legionarios de España» o «Legionarios de Albiñana»- que constituya un «voluntariado ciudadano con intervención directa, fundamental y expeditiva en todo acto atentatorio o depresivo para el prestigio de la Patria». Poco tiempo después, un fascista español -Ramiro Ledesma Ramos, en su libro ¿Fascismo en España?- juzgaba así la obra de Albiñana: «Había existido, si, la gesticulación reaccionaria de Albiñana, al servicio descarado de la aristocracia terrateniente y de los núcleos más regresivos del país, y que quiso presentarse, desde luego, como el émulo del Duce fascista de Italia.» 

Como consecuencia de haber alentado la sublevación de Sanjurjo de agosto de 1932, el Gobierno acordó su confinamiento en Las Hurdes, donde pasó cerca de un año, circunstancia que radicalizó todavía más su postura política. Presente en el mitin fundacional de la Falange (29 de octubre de 1933), celebrado en el teatro de la Comedia de Madrid, fue elegido diputado a Cortes por Burgos (Partido Nacionalista Español) en 1933, y reelegido, por la misma circunscripción, en 1936 (Bloque Nacional).

Autor de algunas novelas, como Sol de Levante; Bajo el cielo mejicano; Aventuras tropicales, etc., y de otros libros de carácter político: Prisionero de la República; España bajo la dictadura republicana; Confinado en Las Hurdes

Detenido en los primeros días de la guerra civil, en Madrid, fue conducido a la cárcel Modelo, donde con fue internado en una celda del llamado Cuerpo Central de la prisión, dedicada a presos políticos, con excepción de los falangistas, pues ellos solos llenaban la segunda y tercera galería. Horas después, el Tribunal Supremo, a través del Juzgado Especial de la Rebelión Militar, decidían su puesta en libertad. Sin embargo, las autoridades policiales decidieron mantenerlo preso, con ello, probablemente pensaban salvarle la vida, pues su vida fuera poco valía. 

A mediados de agosto comenzaron a entrar milicianos armados del Frente Popular. El día 22 se declaró un incendio y corrió la noticia de que los presos intentaban escaparse, lo que fue aprovechado por los milicianos para adueñarse del edificio. Llegadas noticias de una brutal matanza de civiles en Badajoz por las tropas nacionales, se decidió tomar venganza por ello. Finalmente, se llegó al acuerdo de fusilar a un porcentaje determinado de presos . 

Hacía las diez de la noche y mientras el Comité Provincial de Investigación Pública, en el Círculo de Bellas Artes, se discutía la mejor forma de juzgar a los presos de la Modelo, ya habían sido asesinadas una decena de personas en los sótanos de la prisión, entre ellas Melquiades Álvarez, jefe del partido Republicano Liberal Demócrata, el aviador, héroe del Plus Ultra, y fundador de Falange, Julio Ruíz de Alda, y el diputado y jefe del partido Nacionalista, José María Albiña. 

Tras la entrada de las tropas franquistas en Madrid, sus amigos se encargaron de buscar el cadáver de Albiña en la tumba colectiva del Cementerio del Este. Un año después, se trasladaron sus restos a la tumba familiar del camposanto de Enguera y se abrió una suscripción nacional para levantarle un monumento. Se encargó de ello una "Junta pro Mausoleo Doctor Albiña" que presidía el exjefe provincial de Burgos, Sancho Jaraute, con Santiago Fuentes Pila y José María Zugazaga. Consiguieron su objetivo y el Ayuntamiento de Enguera repuso la placa que daba su nombre a una calle, que permanecía oculta en un almacén desde abril de 1931.  

José María Albiña se convertía para la propaganda del franquismo en un precursor del fascismo y mártir de la Cruzada, en un profeta del Nuevo Estado nacional. Pero, a la vez, condenado por su sinuosa trayectoria política. V. Partido Nacionalista Español; Bloque Nacional; Cortes repúblicanas.

miércoles, 9 de julio de 2014

Alberti Merello, Rafael (1902-1999)

Poeta gaditano, nacido en el Puerto de Santa María, perteneciente a la llamada «generación del 27». Desde muy joven se instaló en Madrid con intención de dedicarse a la pintura, cosa que realizó sólo en parte -expuso en el Salón de Otoño y en el Ateneo-, pues prefirió entregarse a la poesía, en la que consiguió destacar como figura de gran relieve. Premio Nacional de Literatura en 1925 por su libro Marinero en tierra, al que siguieron otros -Sobre los ángeles, La amante, El alba del alhelí, Cal y canto, Verte y no verte, etc.— que le dieron justo y merecido renombre. En 1931 se afilió al incipiente Partido Comunista de España y viajó por Francia, Alemania y la URSS, países en los que contactó con elementos intelectuales de ideología más o menos afín. Tres años después, y en unión de su esposa, María Teresa León, también escritora, fundó la revista literaria Octubre, y participó muy activamente en la campaña de propaganda en favor del Frente Popular con motivo de las elecciones de febrero de 1936. 

Al comenzar la Guerra Civil se encontraba en Ibiza, de donde consiguió salir sorteando no pocas dificultades. Instalado en Madrid, prestó su más decidida colaboración al Gobierno republicano, interviniendo en toda clase de actos propagandístico-culturales, especialmente en los organizados por el 5° Regimiento -fue miliciano de la cultura- y demás organizaciones de filiación comunista: conferencias, recitales, mítines, etc. Nombrado director del Museo Romántico de Madrid, publicó otra serie de libros que cobrarían especial importancia por la personalidad de su autor, su militancia política y la situación del momento: El burro explosivo -editado por el 5.° Regimiento-, Pleamar, Entre la cárcel y la espada, etc. 

Integrado en la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, tomó parte en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, en el cual desempeñó un destacado papel. Al terminar la guerra se refugió en Francia, después en la República Argentina y, por último, en Roma, donde prosiguió su obra literaria. Tras 39 años de exilio, regresó a España, siendo elegido diputado -acta a la que renunció poco tiempo después- por el Partido Comunista de España en las primeras elecciones celebradas tras la subida al trono de Juan Carlos I. Premio Miguel de Cervantes de Literatura en 1983. El mismo año, el Gobierno soviético le concedió la Orden de la Amistad de los Pueblos. 

martes, 8 de julio de 2014

«Albatros»

Buque mercante construido en Gran Bretaña en 1900, de 218t de desplazamiento, que durante la Guerra Civil española, y tras ser artillado convenientemente en Bilbao, prestó servicio en la flota republicana como patrullero. Intervino en las operaciones del Cantábrico y al finalizar la campaña del Norte huyó a Francia, donde fue internado. 

V. Marina de guerra republicana

Albatera

Villa de la provincia de Alicante, partido judicial de Dolores, situada en la Huerta del Segura.

 Al finalizar la guerra civil las autoridades nacionalistas instalaron en la misma un campo de concentración «de siniestra memoria», en opinión de Hugh Thomas (La guerra civil española, Ediciones Urbión, Madrid, 1979)— para prisioneros del ejército vencido, que se hizo famoso por la extrema dureza con que fueron tratados los individuos allí recluidos.

lunes, 7 de julio de 2014

Albarracín (ataque republicano)

Ciudad de la provincia y del partido judicial de Teruel, antigua sede episcopal, situada en la margen izquierda del río Guadalaviar, distante unos 30 km de la capital de la provincia y un poco más de 20 de Cella, estación de ferrocarril más próxima. 

En los primeros dias de 1937, estando ocupada por los nacionalistas, fue duramente atacada por tropas de la 42 División republicana mandadas por el coronel Jesús Velasco. La población, prácticaniente desguarnecida y presa del miedo, se refugió en el interior de la catedral, donde durante ocho días resistió un intenso fuego de artillería y de mortero -que produjo algunas bajas-, además de padecer la natural falta de alimentos, medicinas y demás cuidados sanitarios, hasta que la ciudad fue ocupada por los legionarios nacionalistas que acudieron en su socorro. Dos albarracinenses, Eugenio Herranz y Cristóbal Sáez, se prestaron voluntariamente a atravesar el cerco republicano, llegar hasta las filas nacionalistas y demandar auxilio. El segundo de ellos fue muerto en la operación. Herranz, en cambio, siguiendo el cauce del río, logró su propósito y guió a las fuerzas de socorro hasta Albarracín, consiguiendo que los atacantes levantaran el sitio. El general Varela quiso iniciar las gestiones oportunas para que se concediese a Herranz la Cruz Laureada de San Fernando, pero éste, modestamente, se opuso a ello.

sábado, 5 de julio de 2014

Albar Catalán, Manuel (1900-1955)

Dirigente socialista, miembro de la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español, que durante la Guerra Civil trabajó a las órdenes directas de Indalecio Prieto Tuero -del cual era un ferviente admirador- cuando éste desempeñaba la cartera de Defensa.

En abril de 1936 fue elegido compromisario del PSOE por Zaragoza-provincia para la elección del nuevo Presidente de la República (Manuel Azaña). Durante la guerra civil, además de pertenecer a la CE del PSOE, fue director de El Socialista (1937-1938) y se encargó de la edición de Barcelona de dicho periódico, que se publicó desde mayo de 1938 a enero de 1939. 

Llegó a México en julio de 1939 en el Ipanema ejerciendo como delegado de la CE del PSOE y director del periódico Adelante desde su aparición en 1942 hasta 1946 y de 1952 a 1955.

Albaicín

Barrio de la ciudad de Granada que se extiende desde la carrera del Darro hasta el cerro de San Miguel el Alto. Fue uno de los núcleos de la Granada romana; alcanzó su máximo esplendor durante la dominación árabe, y quedó prácticamente abandonado tras la represión cristiana contra los moriscos. En 1936 era un barrio popular, con algunas viviendas de recreo o cármenes.

V. Granada, alzamiento en. 

viernes, 4 de julio de 2014

Albacete, alzamiento en.

El 19 de julio de 1936 el teniente coronel de Infantería Enrique Martínez Moreno, comandante militar de la plaza y jefe de la Caja de Recluta, secundado por los guardias civiles y de asalto destacados en la capital, se alzó en armas contra el Gobierno, procediendo a declarar el estado de guerra en el territorio de su jurisdicción y ordenando la detención de las autoridades civiles leales a la República y la ocupación de los edificios oficiales. Tres días después aviones gubernamentales bombardearon el cuartel de la Guardia Civil donde se habían concentrado los sublevados sin que, a pesar de ello, los rebeldes depusiesen su actitud. El 25 del mismo mes dos columnas de apoyo al Gobierno, compuestas por soldados y milicianos, una procedente de Alicante y la otra de Murcia, se aproximaron a la capital. Percatado de ello el citado Martínez Moreno, se dirigió por radio a los generales Franco y Cabanellas para decirles: «En estos momentos avanzan por la carretera de Valencia, hacia la capital, a una distancia de dos kilómetros, fuerzas de Artillería y de Infantería protegidas por aparatos de aviación. Espera romper el fuego inmediatamente, estando dispuesto como primer jefe esta Comandancia y fuerzas a sus órdenes a perder la vida en defensa de España. Urge envíen refuerzos. Caso de no funcionar esta estación, será por corte fluido, no por rendición. ¡Arriba España!» Una hora después le respondía el general Franco: «Enviar refuerzos. Resista hasta heroísmo. Fe en el éxito. Constantemente deme noticias.» Cerca de las once de la mañana, Martínez Moreno volvió a comunicar con Franco: «Situación comprometidísima. Espíritu fuerzas decae por momentos. Envíe auxilios para levantar ánimos. Envíeme algunos aparatos aviación. Campo aterrizaje buenas condiciones, indicándole deben salvarse embudos bombas. Patio cuartel Guardia Civil formará cuadro con paneles indicando con una T que la plaza está todavía en nuestro poder. Contrario, no aterrice.» A las doce y media vuelve a demandar auxilio: «Desmoralización fuerza extremada. Situación dificilísima. Urgentísimo auxilio.» Cinco minutos después la solicitud se hace extremadamente angustiosa: «¡Socorro! .Socorro! Primer jefe Comandancia suicidándose. Imposible sostenerse en esta situación.» A las doce horas y cuarenta minutos la radio emite por última vez: «Vamos a rendirnos.» Momentos después es detenido el citado Enrique Martínez Moreno, conducido a la carretera de Ocaña y fusilado. Pasadas algunas horas, un avión nacionalista procedente de la base de Sevilla bombardeó la ciudad y ocasionó importantes pérdidas a las tropas leales al Gobierno.

jueves, 3 de julio de 2014

Albacete

Ciudad de la antigua región de Murcia, capital de la provincia y cabeza del partido judicial del mismo nombre, situada en la comarca de La Mancha, a 685 m de altitud, próxima al río Balazote, afluente del Júcar. 

Durante la Guerra Civil española, debido a la estratégica situación de la ciudad como nudo decomunicaciones, Albacete se convierte en el Cuartel General de las Brigadas Internacionales donde se encuadraron e instruyeron los diversos contingentes. Como el resto de España, sufre con dureza los rigores de la Guerra Civil, siendo bombardeada en diversas ocasiones.Permaneció en poder del Gobierno republicano hasta el 29 de marzo de 1939. 

V. Albacete, alzamiento en; Brigadas Internacionales.

Alba Navas, Luis.

V. Alcázar de Toledo, sitio del. 

miércoles, 2 de julio de 2014

Alba y Bonifaz, Santiago (1872-1949)

Abogado. Diputado liberal que durante la monarquía de Alfonso XIII desempeñó diversos cargos políticos: subsecretario de la Presidencia del Gobierno. gobernador civil de Madrid, ministro de Marina, de Instrucción Pública, de Gobernación, de Hacienda, de Estado, etc. Elegido como «cabeza de turco» por la dictadura del general Primo de Rivera, hubo de exiliarse a Francia, no aceptando, a la caída del régimen impuesto por el marqués de Estella, el encargo del citado Alfonso XIII de constituir un Gobierno que restableciese la normalidad constitucional.

Al advenir la República regresó a España. Fue elegido diputado por Zamora (independiente) en las Cortes constituyentes, y reelegido, por el mismo distrito. en las de 1933 y de 1936 (Partido Radical), ocupando la presidencia del Congreso de los Diputados en el periodo 1933-1935. 

Al estallar la guerra civil, volvió a buscar refugio en el exilio, desde donde, en 1937, telegrafió al general Franco expresándole su adhesión. Regresó a España tras concluir la segunda guerra mundial. Autor, entre otros libros, de Problemas de España y Orientaciones económicas de Hacienda del Partido Liberal
V. Cortes republicanas. 

martes, 1 de julio de 2014

Alba, Víctor (1916-2003)

Escritor catalán, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Kent (EE.UU.)

Comenzó a estudiar Derecho en la Universidad de Barcelona. Se inició muy joven en el periodismo político. Afiliado el Bloque Obrero y Campesino (BOC), terminó en el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) cuando el BOC confluyó en éste. Durante la Guerra Civil española, Víctor Alba fue el director de La Batalla, el órgano de expresión del POUM. Durante la guerra conoció a George Orwell. Tras las Jornadas de mayo de 1937, en las que participó, atrincherado en el teatro Poliorama, fue arrestado junto con el resto de la dirección del partido pero finalmente absuelto. Tras el fin de la guerra fue encarcelado por los franquistas durante seis años, primero en Alicante y, tras nueve meses en libertad, en la cárcel Modelo de Barcelona. Fue durante su estancia en la cárcel que escribió una novela protagonizada por un tal "Víctor Alba", que fue el pseudónimo que adoptó a partir de entonces.

Tras salir de prisión, se exilió en Francia, donde colaboró con Albert Camus en la revista Combat y en la traducción del Canto espiritual de Joan Maragall al francés. En 1947 continuó su exilio en México, donde colaboró en diversas publicaciones. Allí comenzó una prolífica producción literaria, en español, francés, catalán e inglés. En México fue director del Centro de Estudios y Documentación Sociales. Residió también en Estados Unidos, a donde se trasladó en 1957, donde trabajó en distintos organismos internacionales y como profesor de Ciencia política, primero en la Universidad de Kansas y luego en la Kent State University en Ohio. En la década de 1950 abandonó el POUM.

A partir de 1968, retornó periódicamente a Cataluña, estableciéndose en España definitivamente en 1970, si bien siguió dando clases en la Kent State University hasta su jubilación en 1974. Su retorno fue complicado puesto que el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), dominante entre la oposición antifranquista en esa región, le acusó sin pruebas de ser agente de la CIA.

Autor de diversos libros que versan sobre historia contemporánea española: Cataluña de tamaño natural, El Frente Popular, Los sepultureros de la República, Historia de la Segunda República Española 1931-1939, La oposición de los supervivientes (1939-1955), etc.

Alba, duque de

V. Stuart Fitz James y Falcó, Jacobo.

Álava (subsistencia del régimen concertado)

V. País Vasco (supresión del régimen concertado en las provincias de Guipúzcoa y de Vizcaya) [zona nacionalista].