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lunes, 14 de julio de 2014

Alcalá de Henares, alzamiento en.

Municipio y ciudad de la provincia de Madrid, cabeza del partido judicial del mismo nombre, situado en la Campiña del Henares, en el valle del Henares, a unos 30 km de la capital de la provincia y del Estado. 

En el mes de julio de 1936 la guarnición de la ciudad estaba compuesta por un batallón Ciclista, que mandaba el teniente coronel de Infantería Gumersindo Azcárate Gómez, y otro de Zapadores, cuyo jefe era el teniente coronel de Ingenieros Mariano Monterde Hernández, que al mismo tiempo desempeñaba el cargo de comandante militar de la plaza. Ambos puestos en la línea del Gobierno, al contrario que la casi total oficialidad. Las dos unidades, originarias de Palencia y Salamanca, habían reemplazado pocos días antes a sendos regimientos de Caballería alcalaínos, "Villarobledo" y "Calatrava". 

También radicaba en Alcalá un aeródromo, con una escuadrilla, y la Escuela de Vuelo y Combate. Su jefe, el comandante Rafael Gómez Jordana, muy afecto a la idea del Alzamiento, había sido reemplazado en fecha reciente por el comandante Alejandro Gómez Spencer, de significación contraria.

Así, en esos días de julio la tensión era muy fuerte por las presiones de la población civil. El 19 de julio se sublevaron los falangistas de Meco, pueblo vecino, reducidos por la organización marxista alcalaína a través de una fuerte lucha; mientras e teniente coronel Monterde ordenaba la detención de varios oficiales del Aeródromo, tachados de fascistas y enviados a la prisión militar de Guadalajara. 

Al producirse el alzamiento militar el 18 de dicho mes ambos jefes permanecieron leales al Gobierno, pero el día 20, el teniente coronel Monterde, situó ante los dos cuarteles una columna de camiones, en los que debería embarcar la fuerza para marchar en dirección a Cobeña, a fin de enfrentarse con la Columna del general Mola, que se suponía que venía en esa dirección. A este plan se opusieron los oficiales, que se mostraban proclives a la rebelión, resultando muerto teniente coronel Monterde y herido gravemente Gumersindo Azcárate. Así, sin jefe superior que los contradijese e impusiese su autoridad, los sublevados salieron a la calle y, al grito de «¡Viva la República!», proclamaron el estado de guerra. Declarada así la rebeldía, quedó nombrado gobernador militar el comandante Baldomero Rojo.

Pero el Gobierno reaccionó inmediatamente y, no dispuesto a perder la partida, ordenó ese mismo día, es decir, el 20 de julio, que entrasen en acción las fuerzas aéreas, las cuales procedieron a bombardear los cuarteles ocupados por los insurrectos, al tiempo que por medio de octavillas arrojadas desde los aviones invitaban a los rebeldes a la rendición. Sin embargo, los sublevados no tenían un plan definido, marchar a Guadalajara, para formar un núcleo de resistencia, o buscar el contacto por el norte con las hipotéticas tropas de Mola. Pensando que éstas se encontraban muy cerca, se limitaron a esperarlas, sin tomar ninguna medida para defender la plaza. 

Por otra parte -escribe Guillermo Cabanel las en La guerra de los mil días (Ed. Heliasta, S.R.L., Buenos Aires, 1975)-, «desde Madrid parte hacia Alcalá de Henares, en aluvión, toda clase de elementos; en las afueras de la ciudad se concentran tropas y milicianos para prepararse al ataque. Al amanecer del 21, Alcalá parece una población desierta; en torno a ella, sin embargo, bulle una enorme multitud, integrada por millares de hombres indisciplinados, que ni siquiera saben cómo utilizar el armamento de que disponen ahora en abundancia. Los sublevados se calculan en un millar. Bien pronto, el aeródromo de Alcalá, situado en las afueras, cae en poder de las fuerzas del Gobierno. Las columnas están ahora dispuestas a avanzar... La principal está integrada por los guardias de asalto, seguridad y civiles, más el ejercito. Siguen milicias armadas socialistas, comunistas y anarcosindicalistas. Se han unido a unos y a otros todos aquellas que viven con febril entusiasmo las horas angustiosas. Hasta las doce del 21, las fuerzas del Gobierno buscan en el desanimo de los sublevados lo más vulnerable. El bombardeo de la aviación ha servido de ablande. Saben los rebeldes que están aislados y que la ayuda de Mola es un sueño que se esfuma al despertar a la realidad,.. Las fuerzas que debían resistir en Alcalá de Henares acuerdan, por voz de sus jefes y oficiales, cesar toda resistencia, y mediante emisarios, comunican su rendición incondicional.» 

Gracias a la intervención del coronel Ildefonso Puigdengola Ponce de León y con las fuerzas de Asalto, Guardia Civil, dos baterías de Getafe (comandante Jurado) y varios miles de milicianos, la mayoría de los jefes y oficiales que se habían aliado en armas fueron conducidos a la cárcel, evitando así que fueran linchadas por las vencedores. A pesar de ello, la mayoría de los sublevados murieron sobre el terreno, unos pocos serían sometidos a un consejo de guerra en la cárcel Modelo, siendo fusilados la mayoría, entre ellos el comandante Rojo. 

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