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miércoles, 31 de octubre de 2012

Stoyán Mínev "Stepánov" (1890-1959)

Comisario de la Komintern, enviado a España por Staiin para asesorar al PCE durante el conflicto, está considerado como uno de los responsables directos de las caídas de los gobiernos de Giral y Largo Caballero


Hablar de Micheal Stepánof, de Michelo, de Lorenzo Vanini, de Sergio Rostoff, de Moreno, de Zh. Zhabarosh, de G. Richard, de Lédevev, de Fotsius, de Stoyán Mínevich Ivanov, de Iván Petróvich Stepánof o, simplemente, de Stepánov a secas, es hablar en realidad de una única persona: Stoyán Mínev, uno de los más destacados dirigentes soviéticos enviados a España durante la Guerra.

A pesar de lo poco que se conoce de este personaje -la multitud de seudónimos utilizados a lo largo de su trayectoria política dificulta un conocimiento profundo de su personalidad- la labor realizada por Stepánov en España, como delegado de la Komintern, es fundamental para comprender cuáles fueron realmente los motivos e intereses que llevaron a la URSS a participar en la Guerra Civil.

Sin embargo, Stepánov no es el primer consejero soviético en llegar a la Península. Antes lo han hecho Paulina Abramson, que llega en 1936, antes del estallido de la Guerra; el cónsul general soviético, Vladimir Antonov-Ovseenko, o el embajador de la URSS, Marcel Rosenberg, que llegan a Barcelona en agosto del mismo año. Cuando Stepánov aterriza en España, en enero de 1937, ya se encuentran en la Península la mayoría de los comisarios soviéticos que, junto con Mínev, tienen la tarea de ayudar política y organizativamente al Partido Comunista de España (PCE), así como asesorar y colaborar con sus camaradas españoles. Todo ello, sin olvidar dar cuenta de todo lo que acontece a la Komintern.

Sobre la vida personal de Stepánov se sabe que nace el 22 de agosto de 1890 en Seid, una pequeña aldea de Bulgaria, en el seno de una familia humilde. Allí cursa primaria y continúa los estudios de secundaria en institutos de las ciudades búlgaras de Popovo, Ruschuk y Turnovo. En 1909, parte rumbo a Ginebra (Suiza) para matricularse en Medicina, carrera que finaliza en 1916. En un documento autobiográfico desvela que contrae matrimonio con la española Josefina Simón -militante del PCE desde 1934-, con la que tiene un hijo. En el documento, reconoce que desde marzo de 1939 no sabe nada de ellos, ni siquiera si están vivos o muertos, al igual que carece de noticias de sus padres.

Por eso, si hay algo que define a Stepánov no son sus lazos familiares, sino su formación política. Hombre de partido, el comisario de la Komintern vive por y para la causa comunista. De hecho, él mismo llega a afirmar que en relación al partido nunca tuvo ni desviaciones ni vacilaciones. Tampoco duda en aclarar que no es objeto de ningún tipo de sanciones y que, aunque desempeñando su trabajo tiene momentos de debilidad y duda, nunca llega a cometer errores políticos.

Su primer contacto con el movimiento obrero y socialista lo tiene cuando tan sólo cuenta con 13 años, y desde ese momento ya no abandona la militancia en distintos partidos: en 1907 forma parte del Partido Obrero Socialdemócrata de Bulgaria (POSB). Después hará lo propio en el Partido Socialista Suizo (PSS) y en el Partido Bolchevique. Así, hasta 1916, cuando se convierte en miembro del Partido Socialista de la Unión Soviética (PCUS).

Condecorado con la Orden de Lenin y la medalla por el Trabajo Heroico de la Gran Guerra Patria, está considerado como un camarada disciplinado, además de uno de los economistas soviéticos más competentes en cuestiones de la situación y de la lucha de la clase obrera en los países capitalistas. Y es que, tras su paso por España y después de disolverse la Komintern -mayo de 1943- se doctora en Ciencias Económicas (1948).

Pero no puede hablarse de su trayectoria política ligada al partido comunista obviando su paso por España durante la Guerra Civil; en concreto, desde su llegada en 1937 hasta su partida dos años después, periodo en el que actúa como delegado de la Komintern. Él mismo relata en un informe calificado como "absolutamente secreto" algunas de las tareas que desempeña en el conflicto, revelándose como un auténtico conocedor de la historia política de España. El informe es realizado para el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, y supuestamente es el único sobre la totalidad del conflicto español que llega a manos de Stalin antes de que se zanjara, por parte de los soviéticos, la cuestión española.

Además de asesorar al partido y cumplir minuciosamente las órdenes que llegan desde Moscú, Stepánov se convierte, junto a Codovilla y Togliatti, en uno de los principales impulsores del proceso contra los dirigentes del POUM, a los que acusa de colaborar con organizaciones fascistas. Stepánov pone todo su empeño en acelerar un proceso que se estaba alargando demasiado. En total, pasan 16 meses desde que se detiene a los dirigentes poumistas hasta que se celebra el proceso. Desde ese momento, Mínev se encarga también de eliminar del PCE cualquier elemento trotskista, como prueba el libro Espionaje, escrito bajo el seudónimo colectivo de Max Riegel.

Pero antes de eso, el representante de la URSS en España toma también parte activa en el derrocamiento del Gobierno de Giral -agosto de 1936-, incluyendo en el de Largo Caballero a comunistas como Vicente Uribe y Jesús Hernández. Es la primera vez que militantes del PCE entran a formar parte del Gobierno republicano.

Claro que el nuevo dirigente tampoco convencía a Stepánov. De hecho, ninguno de los gobiernos que se suceden en España entre 1936 y 1939 tienen, en opinión del búlgaro, "una política firme y clara de conducción de la Guerra". Así, para Stepánov, mientras Giral no supo hacer frente a la sublevación de las masas por carecer de valentía, Largo Caballero tampoco diseñó una política adecuada y, Prieto, aunque siguió una línea más concreta de actuación, no creía en el pueblo ni en el Ejército popular. El único que podía haber logrado salvar a la República era Negrín.

Los sucesos de mayo de 1937, provocados por los comunistas en colaboración con los republicanos de izquierda catalanes en Barcelona son alentados, entre otros, por Stepánov, según muchos, responsable directo no sólo de la caída del Gobierno de Largo Caballero, sino también de la ilegalización posterior del POUM y del procesamiento y eliminación física de Nin y de otros destacados dirigentes y militantes anarquistas españoles y extranjeros durante el conflicto.

Stepánov no sólo arremete contra la burguesía, sino contra cualquiera que se aleje de los ideales de la Komintern y pueda representar un peligro para ésta. Al igual que el resto de comisarios soviéticos, durante su estancia en España, mantiene una actitud imperialista, no sólo con respecto al Gobierno, en el que no dudaba en entrometerse, sino también respecto al PCE, en el que reproduce todos los vicios políticos y militares soviéticos adquiridos en Moscú, incluyendo el despotismo y sectarismo.

martes, 30 de octubre de 2012

Antonio Tovar (1911-1985)


Falangista de primer orden y lingüista reconocido internacionalmente, asume la dirección de RNE y acompaña a Franco, como intérprete, a la entrevista que éste mantiene en Hendaya con Adolf Hitler

Las carismáticas voces de Jacinto Miquelarena, el Tebib Arrumi -Víctor Ruiz Albéniz, abuelo del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, y destacado periodista del bando nacional- y el general Queipo de Llano comienzan a salir al aire desde Salamanca el 19 de enero de 1937. Allí Franco ha creado la primera emisora de Radio Nacional de España. De su dirección se encargará, un año después, una de las jóvenes promesas intelectuales de Falange, Antonio Tovar Llórente.

Con apenas 27 años, Tovar ocupa en la recién inaugurada RNE el primero de los muchos puestos de responsabilidad que desempeñará al servicio de Falange y de Franco. Junto con Pedro Laín Entralgo y Dionisio Ridruejo forma la tríada de la élite intelectual falangista.

Ridruejo articula las voluntades de este grupo de jóvenes entusiastas que nacen al mundo intelectual con la República. Él y Tovar son amigos desde su juventud, compartida en el colegio de los Agustinos de El Escorial, donde ambos estudian Derecho.

Nacido en Valladolid, el 17 de mayo de 1911, la vida del joven Tovar, antes de que la política se cruce en su camino, se caracteriza por la brillantez de su trayectoria académica. Tras estudiar bachillerato entre Albacete y Murcia, termina Derecho en 1930 y al año siguiente se licencia en Historia en Valladolid. Durante la República estudia Filología clásica en la Universidad Central, y gracias a una beca de la Junta de Ampliación de estudios completa su formación en París y Berlín.

Precisamente es en Alemania donde le sorprende el alzamiento militar de julio del 36. Regresa a España, y pronto entra a formar parte del aparato de Falange -ya denominada FE de las JONS-, como responsable de los servicios de Prensa y Propaganda de Burgos. En febrero de 1938 asume la dirección de RNE, dependiente de Serrano Suñer, ministro de Interior del primer Gobierno de Franco. Falange controla así uno de los aspectos clave del nuevo Estado hasta que el coronel Valentín Galarza, nuevo responsable de Gobernación en 1941, los apee de su puesto.

Pero mientras dura la Segunda Guerra Mundial, la cultura falangista seguirá siendo la predominante. En noviembre ce 1940 se publica el primer número de Escorial, revista cultural clave que tendrá a Ridruejo como director y a Laín Entralgo como subdirector y alma mater. Antonio Tovar formará parte activa de esta publicación, en cuyas páginas coincidirá tanto con autores consagrados adheridos al bando nacional con aquellos no beligerantes que decidieron permanecer en España tras la Guerra, y con los jóvenes falangistas que volcarán en Escorial sus ideas totalitarias, impregnadas de un agudo catolicismo y del fascismo de ambos lados del eje Roma-Berlín.

Unos días antes de que Escorial salga a la calle, Tovar participa en uno de los acontecimientos más reseñados de la Historia del franquismo: acompaña a Franco -en calidad de intérprete- a la entrevista con Hitler en Hendaya -23 de octubre de 1940-. Antonio Tovar admira al Führer, y seguirá haciéndolo durante algún tiempo: todavía a comienzos de los años 50 juzgará con indulgencia el régimen genocida de la Alemania nazi.

Precisamente la derrota del Eje propiciará el final de la hegemonía ideológica falangista. El Régimen juzga oportuno esconder el carácter abiertamente fascista de Falange para sobrevivir en el nuevo orden internacional. Los sectores integrístas católicos liderados por el Opus Dei y la Asociación de Propagandistas, cuyas ideas no se encontraban en las coordenadas del fascismo europeo, aprovechan la ocasión para imponer su presencia.

Aunque como consejero nacional del partido único sigue disfrutando de una posición privilegiada en el nuevo Estado, Tovar decide suavizar su perfil político y potenciar su carrera académica. Doctorado en Filología Clásica en Madrid (1941), al año siguiente ocupa la cátedra de Latín en Salamanca. Tras una estancia en Buenos Aires como profesor de griego (1948), tres años más tarde es nombrado rector de la Universidad de Salamanca -cargo que ocupará hasta 1956- por el nuevo ministro de Educación, Joaquín Ruiz Giménez.

Y es que en 1951 comienza una segunda oportunidad para los intelectuales adscritos a Falange. En su lucha con los sectores integristas por la hegemonía del mundo cultural de posguerra, tienen ocasión de rozar el poder por última vez antes de que sus adversarios se hagan definitivamente con las instituciones académicas en 1956.

Durante esos cinco años, los intelectuales orgánicos de Falange hacen y dicen casi lo que quieren. En febrero de 1953, y ante los sectores más ortodoxos de Falange, Tovar pronuncia una conferencia que será recordada durante bastante tiempo. Lo que a Falange debe el Estado -sutileza sintáctica para evitar suspicacias- es retransmitida en directo a todo el país, y en ella Tovar hace una enérgica defensa de la preeminencia de Falange y de su espíritu en la configuración de la nueva España salida de la Guerra. Además, concreta la deuda del Estado a Falange en tres aspectos: el control de la prensa y la propaganda; el, a su juicio, virtuoso carácter autárquico de la economía nacional, y, sobre todo, la "prudencia, generosidad e inteligencia" de sus valores intelectuales. Unos valores que les convertían en integradores, frente a sus adversarios "integristas y excluyentes", según Tovar. Así lo demuestra su empeño por asimilar al acervo cultural de la nueva España de los vencedores lo que de aprovechable tenía la cultura de la vieja y de los vencidos; de ahí reivindicar a Machado o a los integrantes del 98, convertidos en Generación -académicamente hablando- por obra de Pedro Laín Entralgo. Esta retórica de la reconciliación les servirá años después a los mismos que en Escorial se autodenominaban "fascistas españoles", para definirse como los "liberales" del Régimen.

En mayo de 1954, Tovar preside el nombramiento de Franco como doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca, con ocasión del séptimo centenario de la institución. Es quizá el momento de mayor ascendiente de Tovar en la cultura oficial del franquismo.

En 1956, la enérgica generación de Escorial es desalojada definitivamente del poder. Tovar opta por volcarse de nuevo en su carrera académica, consagrado ya como eminencia internacional en el estudio de las lenguas. Más allá de su vocación por las Clásicas -en 1964 se traslada a la cátedra de Latín en Madrid-, se dedica intensamente al estudio del vasco y otras lenguas antiguas de la península Ibérica y de América del Sur. También imparte clases en las universidades de Tucumán, Illinois y Tubinga. Investido doctor honorís causa por las universidades de Münich, Buenos Aires y Dublín, ocupa el sillón J de la Academia de la Lengua desde 1968 hasta 1985, año de su muerte. 

lunes, 29 de octubre de 2012

José Miaja Menant (1878-1958)

Presidente de la Junta de Defensa de Madrid, participa como jefe del Ejército del Centro en todas las campañas desarrolladas en la periferia de la capital, convirtiéndola en inexpugnable para los objetivos franquistas

En el entierro de José Miaja Menant, el coronel del Estado Mayor mexicano, Vicente Guarner, definió al difunto como un soldado que "supo servir al pueblo austeramente y ser leal al régimen al que prometió, por su honor, defender y apoyar". Como compañero de gremio, tenía interiorizada la perspectiva necesaria para entenderle bien. El general Miaja, que se convirtió en mito como defensor de la capital, nunca entraba en controversias políticas: fue un militar profesional que juró servido a un Gobierno y puso su honor en el empeño, arrastrando, primero, los recelos que albergaba el Frente Popular hacia sus propios oficiales, y luego las torpes sobreactuaciones con que trataron de lucirse en un drama bélico los actores acostumbrados a declamar en comedias parlamentarias. 

Miaja nace en 1878, hijo de un obrero de la fábrica de armas de Oviedo, pero no es su origen social lo que determina su vocación sino la amistad de sus progenitores con el comandante Francisco Guerra, cuya figura le seduce desde la infancia. Al terminar el bachillerato, Miaja pide el ingreso en la Academia militar de Toledo. Vuelve con el grado de 2° teniente y una desazón de disciplina y gloria castrense que, ante la alarma de su padre, progresista, le empuja a irse voluntario a Marruecos. Permanece en el Protectorado media vida, hasta 1932, con breves paréntesis entre Oviedo y Alicante, y allí, además de su estado civil -con la hija de un capitán-, ve cambiar varias veces su rango militar. Se licencia como coronel del Regimiento de Melilla. Su secretario personal desde 1936, Antonio López Fernández, compañero en el exilio y biógrafo privilegiado, revela que en Marruecos Emilio Mola trata en vano de insuflarle inquietudes políticas.

Dos años después de que sea proclamada la República, Miaja es ascendido a general de Brigada y el Gobierno de Martínez Barrio le entrega el mando de la 1a Bridada de Infantería, con sede en Madrid. Cuando Gil Robles le pide un informe sobre los mandos militares sospechosos de confabular con la Revolución de Asturias (1934), Miaja le contesta con otro que denuncia el peligro que representan generales supuestamente antirrepublicanos como Mola, Franco, Goded y Fanjul. Un celo tan extravagante merece su ostracismo en Lérida, hasta que el Frente Popular lo rescata y Miaja llega a ser ministro interino de Guerra   -febrero a mayo de 1936-, reiterando en su mandato la necesidad de destituir a los generales citados. A continuación, hereda la Capitanía General de la 1ª Región, y un par de conatos de insurgencia le ponen sobre aviso de que el levantamiento es inminente. Miaja sustrae del cuartel de la Montaña los 50.000 cerrojos de fusil y las municiones que Gil Robles traslada desde el Parque de Artillería, aunque no es partidario de entregárselos a las masas.

Cuando estalla el golpe, Martínez Barrio le encarga el Ministerio de Guerra. Miaja es su titular por espacio de ocho horas y el único  responsable que llega a jurar su cargo en el abortado gabinete. López Fernández cuenta que, cuando llega Giral y pregunta a los miembros del Gobierno de su predecesor si puede contar con ellos. Miaja le responde: "Menos conmigo". La versión de su biógrafo es que no quería formar parte de un equipo tan débil y decaído. Eso sí, el general toma la iniciativa de llamar a su ex compañero Mola, que se encuentra en Navarra, y preguntarle: "¿Cómo se ha declarado ahí el estado de guerra sin haberlo ordenado este Ministerio?". El interpelado aduce: "Las circunstancias especialísimas aquí imperantes, sr. ministro". Miaja le apremia: "En una palabra, acabemos pronto: ¿Está usted sublevado?"; y, ante la corroboración de Mola, concluye: "Aténgase a las consecuencias", y cuelga el teléfono.

Su primera misión es sostener en la medida de lo posible el Frente de Córdoba ante la impetuosa ofensiva del Ejército de África, pero, al parecer, el ministro de Guerra, teniente coronel Sarabia, no está conforme con una táctica tan poco ambiciosa y le insta: "General, ¿cuándo entra usted en Córdoba?", a lo que Miaja responde: "Nunca". Después se le encomienda la Comandancia militar de Valencia, en la que mantiene constantes enfrenamientos con los comités revolucionarios de partidos y sindicatos, muy poco afectos a la clase militar. A estos desencantos se unen la detención de su hijo José, en el Frente de Talavera, y la del resto de su familia, en Melilla. Todos ellos son canjeados -el primogénito por Miguel Primo de Rivera- cuando Miaja ya ha resistido las primeras embestidas franquistas en Madrid.

El 28 de octubre de 1936, el Gobierno le devuelve la Capitanía General de Madrid, pero hasta el 6 de noviembre no le notifica que las altas instituciones van a trasladar su sede "sacrificándolo todo a la eficacia y pasando por el trance amargo de tener que alejarse en momentos difíciles", y encomendarle a él la Presidencia de la Junta de Defensa. El presidente Largo Caballero le pide su opinión y el general contesta que el Gobierno debía haber salido hace 15 días, ya que no sabe cómo se lo tomará el pueblo ante la inminencia del asedio. Horas más tarde, ya con el Gobierno camino de Valencia, Miaja y el general Sebastián Pozas, jefe del Ejército del Centro, reciben sendos sobres con la misteriosa orden de que los abran a las seis de la mañana, y la todavía más extraña circunstancia de que las instrucciones que contienen están intercambiadas: las que van dirigidas a Miaja en el sobre de Pozas, y viceversa.

El general asturiano no espera a que den las seis, lee el encargo y se pone inmediatamente a inspeccionar las defensas de Madrid y a planificar los abastecimientos. Lamenta la escasa organización de las fuerzas, pero celebra que el Gobierno no haya valorado a un puñado de militares de altura y no se los haya llevado a Valencia; entre ellos, al teniente coronel Vicente Rojo, a quien nombra jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa. Al día siguiente llegan los delegados de los partidos políticos entre los que reparte las consejerías de la Junta, y el 9 de noviembre las Brigadas Internacionales y la columna de Durruti, quien morirá el 20 de ese mes en Ciudad Universitaria. Miaja descubre además que lo único que el Gobierno ha dejado pormenorizado es un plan de evacuación de la capital en tres días, pero sus intenciones son distintas: "En Madrid no se puede retroceder. Quien dé una orden de retirada está cometiendo un acto de traición. De mí sólo recibiréis una orden: la de avanzar", matiza.

Las tropas franquistas inician el ataque, pero un golpe de fortuna acude en socorro de los defensores: el capitán de un tanque apresado en la Casa de Campo muere con el plan de operaciones en el bolsillo, por lo que Miaja sólo tiene que reforzar los puntos clave del ataque. Durante todo el mes de noviembre, las fuerzas de los sublevados son detenidas a duras penas en la zona de Moncloa y Ciudad Universitaria. Mientras tanto, Miaja coordina todas las labores de retaguardia propias de una ciudad atacada y, a comienzos de diciembre, se preocupa también de encargar al anarquista Melchor Rodríguez -por orden del ministro de Justicia, Juan García Oliver- la vigilancia de las prisiones para evitar sacas y matanzas indiscriminadas como las que se han sucedido durante este mes en Paracuellos del Jarama.

Durante los tres primeros meses de 1937, los sublevados vuelven a atacar la capital: en enero por la carretera de Burgos, en febrero por la cuenca del Jarama y en marzo por el noreste, con la participación de tropas italianas que llegan a romper la línea defensiva pero que son finalmente detenidas en Guadalajara. Estas operaciones certifican el estancamiento de los frentes de Madrid hasta el fin de la Guerra.

Con posterioridad, Miaja dirige otras campañas meritorias pero oscurecidas por la batalla de la capital, como la ofensiva en La Granja (Segovia), en mayo de 1937, o, sobre todo, la defensa de la Sierra del Maestrazgo, en la primavera de 1938, cuando Franco, después de la toma de Teruel, opta por atacar Valencia antes que Cataluña. Miaja se vale de la dificultad del terreno para organizar un retroceso escalonado que le sirve para multiplicar las líneas defensivas administrando con sensatez los recursos. El general Díaz de Villegas considera que es la mejor batalla defensiva del Ejército popular, y Franco aún no ha logrado avances significativos cuando los combates en esta zona quedan engullidos por la Campaña del Ebro.

A pesar de los éxitos militares, la relación de Miaja con las autoridades políticas es siempre controvertida. López Fernández recuerda, en pleno asedio de Madrid, el enfado de Largo Caballero por el saqueo del almacén de armas de Albacete, la visita de un delegado gubernamental con la única finalidad de poner a salvo la cubertería del Ministerio de Guerra -Miaja le despacha con un: "Haga usted saber de mi parte al sr. ministro que los que hemos quedado en Madrid aún comemos"-, la adición del adjetivo "Delegada»"a la Junta para que quede claro quién tiene el mando y el conflicto que se genera cuando la Junta de Defensa, tras pedir en vano al Gobierno una remesa de cremalleras para trajes de piloto, las adquiere por su cuenta en el extranjero. Largo Caballero envía a Miaja un mensaje recordándole que el organismo que preside está subordinado al Gobierno y que no tiene autorización para realizar esas compras por su cuenta. El general le ofrece tácitamente su dimisión al contestarle: "Yo no he olvidado nunca mi dependencia del Gobierno. En mi ya larga vida militar nunca fui insubordinado ni respetuoso y le recomiendo la urgencia de mi relevo por otro general que merezca su confianza".

Con estos antecedentes, no es de extrañar que Miaja sea, junto a Rojo, uno de los más fervientes partidarios de que las milicias se integren, por encima de los partidos, en un único Ejército popular. A todo aquél que antepone la política a la guerra le responde: "Y si perdemos la Guerra, ¿qué régimen político cree usted que imperará?". Este enfoque se acerca al de los comunistas, y de hecho Miaja llega a poseer un carné del PCE. Sin embargo, mientras que Javier Tusell insinúa que el "apolítico" Miaja experimenta en algún momento "la tentación de ingresar en el partido del que se decía que hacía las cosas mejor que nadie", López Fernández lo interpreta de otra manera: "Para garantizar su lealtad, al general Miaja se le dotó de un carné del partido como si con ello se le pudiera hacer comunista de la noche a la mañana". El ex secretario personal afirma no haber "conocido carácter más independiente que el del general Miaja", y recuerda que si el Gobierno de Negrin, supuestamente proclive a los comunistas, no destituyó a Miaja, fue porque su prestigio obligaba a disculparle bajo la teoría: "Son excentricidades de Miaja".

Voluntariamente o no, Miaja es un factor decisivo en la caída de Largo Caballero en mayo de 1937. Los hechos se precipitan cuando Largo le pide a Miaja tropas para acometer una ofensiva en Extremadura y contrarrestar la caída del Frente del norte. Por prudencia o por avaricia -así lo llama Tusell-, y quizá instigado por el PCE, Miaja responde educadamente que no lo ve posible. Según el comunista Jesús Hernández, "Largo Caballero, lleno de cólera, arrojando el documento sobre la mesa (...), decía al Consejo de Ministros reunido: ¡Esto es intolerable, con este general no puedo! ¡Señores, o Miaja o yo!». Los comunistas del gabinete se retiran y Largo Caballero comprende que eso significa que ya no tiene mayoría para gobernar.

El general no tarda en darse cuenta de que el Ejército popular lleva aparejado el control del PCE. En marzo de 1938, es él quien le da a Prieto la noticia de que ha corrido el mismo destino que Largo Caballero cuando le llama para preguntarle a qué se debe su destitución.

En noviembre, tras una maniobra parecida en el Ejército de Centro, Negrín encarga a Miaja que elabore un informe al respecto, y éste sugiere "que se subordine al mando militar el Comisariado Político" y "prohibir, en bien de la disciplina y por la integridad del Ejército, la injerencia política (...), evitándose con ello la política proselitista del PCE". Tras un encuentro con los comunistas, Miaja modera sus críticas, pero la ruptura definitiva no tardará en llegar.

Con la caída de Cataluña, Miaja, general en jefe del Ejército Centro-Sur, comprende que ya no cabe más que rendirse, y se plantea solicitar la mediación de Inglaterra y Francia. Rojo le escribe que, si los políticos se niegan a escucharle, no se ande con escrúpulos y los fusile por el bien de España. El 3 de marzo de 1939, él y el general Matallana, jefe del Estado Mayor de la zona, se reúnen en Valencia con Negrín y le piden al Gobierno que se retire y deje a los militares entablar negociaciones con sus compañeros del otro bando, ante quienes resultarán menos odiosos que los políticos comunistas. Al día siguiente, Miaja, Matallana y Segismundo Casado son relevados, así que conciertan una junta de jefes del Ejército con el propósito de declarar ilegal el Gobierno de Negrín. La iniciativa se solapa con la de Besteiro, pero Miaja es nombrado presidente del Consejo Nacional de Defensa, hace uso de su autoridad para disuadir a los cuerpos de carabineros que iban a secundar el contraataque del Partido Comunista y, con estas fuerzas y las de Cipriano Mera, sofoca la rebelión el 12 de marzo. Dos de los miembros del Estado Mayor de Miaja son los encargados de parlamentar con Franco, pero el fracaso de las negociaciones le obliga a salir de España el día 28. Se establece en México, donde llega a ser general contratado del Ejército de otra república que no se le hará tan difícil de defender.

domingo, 28 de octubre de 2012

E. Castro Delgado (1907-1964)


Militante del PCE y miembro de su Comité Ejecutivo, se convierte en el primer comandante en jefe del Quinto Regimiento para luego colaborar como director de la Reforma Agraria en el Gobierno de Largo Caballero

El Quinto Regimiento, unidad militar formada por milicias comunistas y antifascistas a los pocos días del comienzo de la Guerra Civil, tiene sus días contados tras el decreto del Gobierno de 28 de septiembre de 1936 para la creación de un Ejército popular de la República, que pretende reunir en una única estructura militar a las diferentes tropas que luchan en el bando republicano. Su primer comandante en jefe, Enrique Castro Delgado, que en esas fechas ya ha abandonado su liderazgo militar por sus cometidos políticos, ordena al resto de comandantes de los diferentes batallones que se integren y encabecen el recién formado Ejército popular. Pese a las reticencias de muchos milicianos, contrarios a someterse a la disciplina y al código castrense, la mayoría de los batallones se adhieren al Ejército desde sus comienzos, aunque la fecha definitiva de disolución del Quinto Regimiento es el 27 de enero de 1937. A partir de ese día, pasa a convertirse en leyenda.

Enrique Castro Delgado nace en Madrid en 1907. Hijo de emigrantes gallegos, crece en el seno de una familia modesta en el barrio de Argüelles. Es precisamente en ese barrio, en el Café España de la calle Princesa, donde asiste de oyente a sus primeras tertulias políticas entre los trabajadores que allí se reúnen. Desde muy joven tiene claro que el movimiento obrero y la lucha de clases serán las directrices que guíen su camino.

En su novela Hombres Made in Moscú -de escaso valor histórico, según Hugh Thomas-cuenta que cada vez que volvía a casa y pasaba ante la iglesia de la calle del Buen Suceso "sentía que estaba en guerra con Dios, su enemigo, pues él tendría un único Dios, que sería Lenin".

Pese a que su primera militancia la desarrolla en la Unión General de Trabajadores (UGT), con 18 años, las penurias vividas en pequeños trabajos metalúrgicos, que le sirven para relacionarse con líderes obreros, son las que encaminan sus pasos hacía el comunismo más combatiente. Participa en las agitaciones que el 14 de abril de 1931 llevan a la proclamación de la Segunda República, aunque no a través del camino deseado por él: "Hoy necesitaríamos 100 muertos para que la cosa empezara bien", manifiesta el propio Castro.

Durante los años de la República forma parte de varias organizaciones juveniles comunistas, donde se ve envuelto en numerosas revueltas, incluso contra el presidente Alcalá Zamora, al que denominaba "Su Majestad Niceto I". Por aquellos días, recorre las calles de Madrid con sus camaradas en camiones al grito de "¡Abajo la República burguesa! ¡Arriba los soviets de obreros, campesinos y soldados!».

Formando ya parte del Partido Comunista de España (PCE), comienza a escribir y editar el periódico del partido, Mundo Obrero. En 1936, es uno de los líderes del PCE que crea las Milicías Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC): milicias clandestinas de inspiración comunista, germen de lo que más tarde sería el Quinto Regimiento.

Cuando el 19 de julio, al día siguiente del alzamiento, el golpista general Fanjul se acantona en el madrileño cuartel de la Montaña con la intención de tomar el mando de la capital, Enrique Castro Delgado se pone a la cabeza de las MAOC de Cuatro Caminos. Junto a estas milicias, formadas por las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y tropas de la Guardia de Asalto, rodea el acuartelamiento, que tras el bombardeo de la Aviación republicana con proyectiles y octavillas que instaban a los asediados a cesar en su empeño, consigue tomar el recinto de forma muy violenta. En su novela, la cual muchos de sus antiguos compañeros han calificado como la "venganza de un resentido", muestra una cara muy cruel del asalto: "Matar... matar, seguir matando, hasta que el cansancio impida matar más. Después... después construir el socialismo".

Esta operación se considera la primera acción bélica del Quinto Regimiento, nombre al que adquieren las milicias populares del Partido Comunista. Desde ese momento, es conocido como comandante en jefe Castro.

Pese a estar constituidas por obreros voluntarios, desde sus inicios el Quinto Regimiento se caracteriza, a diferencia del resto de milicias, por una disciplina militar férrea con una estructura copiada del Ejercito Rojo de la Revolución rusa.

El primer batallón del Quinto Regimiento, reclutado antes del 20 de julio, está formado por 1.500 milicianos. Bajo el mando de los comandantes Carlos y Barbado, una unidad sale hacia el Puerto de Guadarrama, y otra, encabezada por el propio Castro, se dirige a Somosierra, para intentar cortar el paso a las tropas del general Mola que avanzan hacia Madrid. También participa activamente en la Batalla del Cerro de Garabitas, en la Casa de Campo, y más tarde se convierte en uno de los principales obstáculos del Ejército nacional en su avance por el sur, dirigidos por otros dos comandantes con un papel muy relevante en las milicias: Enrique Líster y Juan Modesto.

En septiembre de 1936, el Gobierno de la República es renovado, siendo nombrado ministro de Agricultura el comunista Vicente Uribe. Con este nombramiento, Castro Delgado pasa a ocupar el puesto de director de la Reforma Agraria. En un principio no se muestra muy convencido, pero acaba aceptando el cargo, ya que supone otra forma de contribuir a la batalla a través de la vía política. A partir de ese momento, su objetivo es el de promover una reforma agraria para conseguir socializar los campos de cultivo y disponer de este modo de víveres para las tropas que combaten en los frentes. Pese a pertenecer a una cartera ministerial, continúa unido al Ejército popular republicano y a la primera línea de batalla como comisario político.

Al terminar la Guerra Civil, Enrique Castro Delgado huye a París, desde donde ayudado por los servicios secretos rusos viaja a Moscú junto a Líster y otros militares comunistas. Allí trabaja en el ejecutivo de la Komintern hasta que Stalin la disuelve en 1943. Pese a ello, nunca se adaptó a su nueva vida en Moscú. En conversaciones con Caridad Mercader -exiliada española y madre del asesino de Trotsky- manifiesta: "Nos han engañado con su propaganda y su paraíso, este es el peor infierno que haya existido jamás".

En su segundo libro de memorias, Mi fe se perdió en Moscú, cuenta cómo en 1945 se exilia a México en la más absoluta pobreza económica y moral. Sus últimos días aparecen difuminados y oscuros. Vuelve a España tras publicar sus dos libros en México, en los que denosta al comunismo, para morir en 1964.

sábado, 27 de octubre de 2012

Pilar Primo de Rivera (1907-1991)

Hermana del fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, colabora con él en la organización del partido, ocupando el puesto de delegada nacional de la Sección Femenina durante más de 40 años


No son muchas las mujeres con nombre y apellidos cuya actuación en los años de la Guerra ha trascendido hasta las generaciones futuras. Paradójicamente, frente al rechazo que siente hacia cualquier atisbo de fama o popularidad, la importancia y relevancia social será una constante en la vida de Pilar Primo de Rivera desde el instante preciso en que, dejándose guiar por el aura de veneración que siente hacia su hermano mayor, José Antonio, se integre dentro de la Sección Femenina de Falange Española, el brazo más social del movimiento político y que vertebrará toda su existencia.

Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia y su hermana gemela, Ángela, nacen el 4 de noviembre de 1907 en Madrid, aunque, debido a la delicada salud de su madre, Casilda Sáenz de Heredia, son enviadas a Jerez para ser criadas y cuidadas por su abuela paterna. Cuando Pilar no cuenta todavía con dos años de edad, su madre fallece al complicarse el parto de su último hijo, Fernando. Tres años después, en 1912, el sarampión acaba con la vida de Ángela, y al poco después fallece su abuela. Su educación desde ese momento corre a cargo de una institutriz inglesa, la cual, junto con la rutina y disciplina militar que impone su padre, Miguel Primo de Rivera, definen en Pilar un acentuado sentido del deber y jerarquía, así como una educación católica y tradicional.

Cuando fallece su padre (1930), su hijo José Antonio toma las riendas para la creación e implantación de un partido político de corte fascista en España, una tarea para la cual contará con el apoyo de su hermana.

En octubre de 1933, Pilar asiste al acto de fundación de Falange en el Teatro de la Comedia de Madrid, y queda tan entusiasmada por las palabras de José Antonio que no duda en adscribirse al partido, primero trabajando en el Sindicato Español Revolucionarlo (SEU), y después organizando la Sección Femenina de Falange (1934), en la que ejercerá de delegada nacional. Su papel dentro de la organización no es otro que el de la subordinación, puesto que las mujeres están relegadas a un papel auxiliar por los hombres. Sin embargo, con el encarcelamiento de José Antonio y la ilegalización del partido -el 14 de marzo de 1936- las tareas de las mujeres en el seno de Falange cambian radicalmente. Pilar y el resto de afiliadas adquieren nuevas funciones, convirtiéndose en palomas mensajeras, pasantes de información entre el líder de Falange -retenido en Alicante- y el resto de dirigentes falangistas, muchos de ellos encarcelados.

El 18 de julio de 1936 sorprende a Pilar Primo de Rivera en Madrid. Su convencimiento inicial de que se producirá una rápida capitulación de Madrid ante los militares sublevados da paso poco a poco a la realidad de la cruenta lucha que va tener lugar en España. Con Falange desmantelada, Pilar crea el Auxilio Azul, organización quintacolumnista que colabora con los rebeldes nacionales atrapados en Madrid. Sin embargo, la muerte de su hermano Fernando -en la cárcel Modelo de Madrid- al poco de comenzar el conflicto y el temor por su propia vida la llevan a salir de la ciudad y a instalarse en Salamanca, donde protagonizará una dura rivalidad con Mercedes Sanz, esposa de Onésimo Redondo -cofundador de las JONS-, y creadora del Auxilio de Invierno, una organización alejada de la influencia de la Sección Femenina de Falange.

La ejecución de José Antonio Primo de Rivera -el 20 de noviembre de 1936- descabeza al partido -ya conocido con el nombre de Falange Española de las JONS-. Como aporta el británico Paul Preston, "su muerte (la de José Antonio) convierte a Pilar en el principal vinculo vivo con el fundador del partido", puesto que su otro hermano, Miguel, permanece preso en Alicante. Desde ese momento, la preocupación principal de Pilar con respecto a la organización es mantener vacante el puesto de jefe nacional, y evitar que éste caiga en manos de Franco.

Sin embargo, el 19 de abril de 1937 el general Franco unifica la derecha española y crea FET y de las JONS, uniendo a Falange con los tradicionalistas, con el fin de crear un único partido en España. Múltiples cambios afectan a las diferentes organizaciones fusionadas pero pese a sus constantes enfrentamientos con Franco, Pilar Primo de Rivera logra que Sección Femenina permanezca tal y como José Antonio la diseñó en el momento de fundar Falange Española. Conserva su puesto de delegada nacional, así como un cargo dentro del Comité Ejecutivo del partido. Aún así, no consigue evitar que el puesto de su hermano recaiga en Franco.

El sumiso adoctrinamiento con que la hermana de José Antonio alecciona a las mujeres del partido, la integración de otros grupos femeninos procedentes de los organismos unificados, como Las Margaritas carlistas, y su particular lucha con Mercedes Sanz -quien defiende la movilización de las mujeres, frente a una Pilar que insta a las mujeres a retomar el rol doméstico- llevan a Pilar a trabajar duramente para lograr la consolidación de la Sección Femenina durante los años en que dura el conflicto. Así, viaja al frente para mantener el control sobre las destacadas como enfermeras, mantiene contactos con líderes fascistas internacionales como Hitler o Mussolini, y poco a poco va adoptando una posición de devoción desinteresada hacia la figura de Franco.

Con el final de la Guerra, llega el momento de la reinvolución, y Pilar Primo de Rivera insta a las mujeres a "hacer una vida familiar agradable para los hombres". Tal y como dictan sus proclamas, "en tiempos de paz, la única misión asignada a las mujeres en las tareas de la patria está en el hogar". Pilar se erige firme defensora de la subordinación femenina, del papel de apoyo y obediencia al hombre y de la servidumbre clásica en el hogar y la familia, especialmente en los momentos más duros de la posguerra. Curiosamente, ella permanecerá soltera toda su vida, una decisión que algunos historiadores justifican con esa perpetua devoción que Pilar mantendrá la figura de José Antonio.

La veneración por su hermano mayor impregna cada una de sus intervenciones dentro de FET y de las JONS y de la Sección Femenina: desde la procesión de antorchas que marcó el camino de los restos mortales del líder falangista desde Alicante a El Escorial, pasando por la edición de sus obras literarias. Pilar se convierte en "la sacerdotisa de la memoria y el pensamiento de su hermano", como la denominará Ramón Serrano Suñer.

Ya en 1960, Franco, con quien finalmente establece una relación de respeto y sumisión, la nombra condesa del Castillo de la Mota. Sin embargo, los cambios democráticos que se van sucediendo en el país la relegan a un papel secundario, y su institución, Sección Femenina, parece destinada a la extinción. En 1977, ésta se reconvierte en Nueva Andadura. Pilar Primo de Rivera será su presidenta hasta el día de su muerte, el 17 de marzo de 1991 en Madrid.

viernes, 26 de octubre de 2012

Miguel de Unamuno (1864-1936)

Muere la conciencia doliente y contradictoria de la España del primer tercio de siglo. Tras su enfrentamiento con Millán Astray, evidenció sus diferencias con el bando al que en un principio prestó apoyo

"No sé cómo se hará [...], pero que ha de hacerse, que necesita España, para su regeneración, que tal guerra se haga. [...] Bien venida sea, pues, la guerra civil, en una u otra forma, si con ella nos libertamos, aunque sólo sea por algún tiempo...". Miguel de Unamuno escribe estas líneas en el número 23 de la revista Alma Española, publicado el 30 de abril de 1904. Faltan más de 30 años para el estallido de la Guerra Civil y unos meses más para su muerte, ocurrida el 31 de diciembre de 1936. Los últimos meses de la vida de Miguel Unamuno están determinados por el conflicto bélico que dividió a España, ese enfrentamiento que el escritor vasco ya intuye tres décadas atrás. Sus palabras a finales de 1936 ya no presentan ese anhelo del escrito expuesto anteriormente y desvelan la fuerte vivencia que tuvo en sus últimos días: "Me iban horrorizando los caracteres que tomaba esta tremenda guerra civil sin cuartel debida a una verdadera enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura".

Unamuno apoya el levantamiento militar en los primeros compases del conflicto. Se cree las palabras iniciales de los rebeldes de querer restaurar el orden republicano. Azaña, desde el Gobierno de Madrid, procede a destituirle del cargo de rector honorífico de la Universidad de Salamanca. Pero poco más tarde, los nacionales le restituyen en el puesto. El 12 de octubre del 36 tiene lugar el famoso incidente con el general Millán Astray en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Unamuno le corta el uso de la palabra y le reprocha su intervención, en la que había utilizado proclamas como "¡Viva la muerte!" y había criticado con vehemencia a los nacionalismos vasco y catalán.

Al día siguiente, Unamuno es puesto bajo arresto domiciliario en su casa salmantina, de donde ya no saldrá hasta el día de su fallecimiento. En este periodo que no llega a tres meses, el pensador recibe visitas, se entrevista con personas y escribe poemas, cartas y manifiestos. Son estos escritos los que revelan la evolución del intelectual en las postrimerías de su vida. Así concluía un manifiesto redactado en un momento sin determinar entre el 23 de octubre y el 21 de noviembre, donde el escritor ya presiente el verdadero rostro de los sublevados: "Triste cosa sería que al bárbaro, anticivil e inhumano régimen bolchevístico se quisiera sustituir con un bárbaro, anticivil e inhumano régimen de servidumbre totalitaria. Ni lo uno ni lo otro, que en el fondo son lo mismo".

Tres días antes de su muerte ha escrito su último soneto. Los primeros versos dicen así: "Morir soñando, sí, mas si se sueña / morir, la muerte es sueño; una ventana / hacia el vacío; no soñar; nirvana; / del tiempo al fin la eternidad se adueña". Sintiéndose engañado, excluido y probablemente envuelto en confusión, Miguel de Unamuno encuentra la muerte, su vieja conocida, sobre la que tanto había estudiado y reflexionado, en la mesa camilla donde solía trabajar. "Raras veces se ha vivido el problema de la muerte con la vehemente intensidad con que lo vivió Unamuno", escribe Juan López-Morillas en el prólogo de una obra de Julián Marías sobre el filósofo bilbaíno. Era la Nochevieja del año 1936.

Desde Buenos Aires, Ortega y Gasset escribe: "En esta primera noche de 1937, cuando termina el que ha sido para España el año terrible -este año de purificación, año de cauterio-, me telefonean desde las oficinas de La Nación, en París, que Unamuno ha muerto. Ignoro todavía cuáles sean los datos médicos de su acabamiento; pero, sean los que fueren, estoy seguro de que ha muerto de 'mal de España'. [...] Ha hecho bien. Su trayectoria estaba cumplida. Han muerto en estos meses tantos compatriotas en España que los supervivientes sentimos como una extraña vergüenza de no habernos muerto también". Antonio Machado, desde Valencia, donde ha llegado siguiendo al Gobierno de la República, escribe: "Señalemos hoy que Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en guerra. ¿Contra quién? Quizás contra sí mismo; acaso también, aunque muchos no lo crean, contra los hombres que han vendido a España y traicionado a su pueblo. ¿Contra el pueblo mismo? No lo creeré nunca ni lo creeré jamás".

Miguel de Unamuno y Jugo nace en Bilbao el 29 de septiembre de 1864. Crece en el seno de una familia de clase media acomodada. A los seis años muere su padre, y Miguel queda al cuidado de su abuela y su madre. De la primera dirá que recibe el coraje de la vida civil, y de la segunda su religiosidad. Dos de sus hermanas mueren a una edad temprana. Desde niño es un lector entusiasta y pronto accede a las obras de los grandes filósofos, que forjan su pensamiento y su espíritu. Su infancia en Bilbao también estará marcada por la segunda guerra carlista, experiencia que refleja en su primera novela, Paz en la guerra, donde también da muestras de sus incipientes crisis de fe.

En 1880 se traslada a Madrid para estudiar Filosofía y Letras. Austero en sus relaciones, se concentra en sus estudios licenciándose a los 19 años, en 1884. En este periodo sufre su primera crisis religiosa, anuncio de otra más acusada en 1897. Regresa a Bilbao y en 1891 se casa con Concha Lizárraga, su amor desde la infancia. Ese mismo año obtiene la cátedra de Griego de la Universidad de Salamanca, ciudad en la que vivirá el resto de sus días (salvo el tiempo que permaneció exiliado entre 1924 y 1930). En 1896, su hijo Raimundo cae gravemente enfermo, lo que causará su muerte en 1902.

1897, el año de su crisis de fe, es un año fundamental en la vida de Miguel de Unamuno. El escritor explica aquel episodio como una descarga fulminante que le hirió en una hermosa noche. Al día siguiente, ingresa en el convento de frailes dominicos de Salamanca, donde pasa tres jornadas. Como reflejan las cartas que le envía en esa época a Leopoldo Alas, Clarín, Unamuno lucha por recobrar la fe perdida practicando hasta las devociones más rutinarias, a la vez que se sumerge en la lectura de abundantes textos religiosos. A partir de entonces, la vida del escritor se convierte en una batalla entre la fe y la razón, la lucha y la duda, la búsqueda de la inmortalidad. En el ensayo Mi religión, escrito en 1907, Unamuno escribe: "Confieso sinceramente que las supuestas pruebas racionales -la ontológica, la cosmológica, la ética, etc., etc.- de la existencia de Dios no me demuestran nada; que cuantas razones se quieren dar de que existe un Dios me parecen razones basadas en paralogismos y peticiones de principio". Pero con la crisis de fe llegan los frutos: sus escritos. De su primera etapa destacan obras como En torno al casticismo (1895), Amor y pedagogía (1902), Vida de don Quijote y Sancho (1905), Poesías (1907), Recuerdos de niñez y mocedad (1908) y Mi religión y otros ensayos (1910). Unamuno abarca muchos géneros -teatro, narrativa, poesía, ensayo- y en todos ellos plasma sus luchas internas, su fuerte esplritualismo y su contradictoria religiosidad. Su literatura está atravesada por un grito -a veces agónico- de búsqueda de sentido a la existencia humana. En el ensayo mencionado anteriormente, Unamuno confiesa: "Mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarlas mientras viva; mi religión es luchar incesante e incansablemente con el misterio; mi religión es luchar con Dios desde el romper del alba hasta el caer de la noche, como dicen que con Él luchó Jacob [...]. Y en todo caso quiero trepar a lo inaccesible".

Quizás la obra que mejor refleje el tempestuoso mundo interior de Unamuno sea Del sentimiento trágico de la vida, una colección de ensayos recopilada en 1913. En ella, Unamuno desentraña un pensamiento filosófico que siempre estuvo presente en su obra, pero que nunca llegó a sistematizar de manera convencional.

Unamuno es nombrado rector de la Universidad de Salamanca en 1901, lo que acrecienta su interés por el magisterio intelectual y le involucra cada vez más en la actualidad política. Su talante político era afín al socialismo, partido del que se había dado de baja en 1897 por su cada vez más enconado espiritualismo. Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, se posiciona firmemente a favor de los aliados a través de artículos, conferencias y mítines. Estas actividades provocan que el ministro de Instrucción Pública lo destituya de su puesto de rector en 1914. Sus escritos polarizan a la opinión pública, tanto que en 1917 escribe: "Tengo la convicción de influir en la política (...) española más que la inmensa mayoría de diputados y senadores". Poco después es procesado por un artículo contra Alfonso XIII y llega a ser condenado a 16 años de prisión por injurias al Rey, pero obtuvo con rapidez el indulto.

Es en estos años donde se concentra la labor novelística de un Unamuno que rompe con la tradición realista heredera de los hombres del 98. Amor y pedagogía ya había levantado críticas en las que ni siquiera se consideraba una novela. Y es que en este libro, como en los posteriores, el escritor plantea conflictos que atañen a los protagonistas, pero que en realidad expresan sus inquietudes vitales. Por estos motivos, calificará sus siguientes relatos de nivolas, narraciones focalizadas en las vivencias interiores de los protagonistas. En este grupo está un clásico como Niebla (1914), en el que Unamuno reflexiona sobre la libertad individual a partir de la intervención del propio escritor en la trama de la novela. Son libros en los que la novela cumple función de ensayo, ya que le sirven para abordar cuestiones como la creación literaria. Abel Sánchez (1917), Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920) y La tía Tula (1921) son otros ejemplos de su fascinante capacidad para manejar el género narrativo.

Su producción poética también vive un verdadero auge en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial. Su título lírico más destacado es El Cristo de Velázquez (1921), en el que se percibe la influencia del místico del siglo XVI español, San Juan de la Cruz, así como de Fray Luís de León. Además, en años posteriores publica Rimas de dentro (1923) y Teresa (1924). Muchos años después de su muerte, en 1953, se editó Cancionero, que recoge memorias intimas escritas entre 1928 y 1936 en clave de diario poético. Por otra parte, sus obras de teatro se caracterizan por la sobriedad y la carencia de adornos. Sus títulos más destacados en este género son Fedra (1910), Sombras de sueño (1913), El otro (1920) y Medea (1933).

Unamuno recupera el cargo de rector en 1921 gracias a la ayuda de sus compañeros, pero la llegada de la dictadura de Primo de Rivera provoca un descontento aún mayor en Unamuno. La preocupación por España es uno de los temas más recurrentes en la obra de un escritor que se sentía profundamente español y vasco. En torno al tema de España giran libros como Por tierras de España y Portugal (1911) y las poesías de Andanzas y visiones españolas (1922).

Unamuno se enfrenta decididamente al dictador, que lo destierra a Fuerteventura en 1924. De allí escapa a París oculto en un barco, experiencia de donde procede el título del poemario De Fuerteventura a París (1925). Su exilio se salda con más obras: Romance del destierro (1927) y dos textos de gran importancia en su carrera publicados primero en francés: La agonía del cristianismo y Cómo se hace una novela. De París se traslada a Hendaya, en el País Vasco francés, donde espera la caída de Primo de Rivera hasta 1930.

Un año después publica la que se considera la mejor de sus novelas, San Manuel Bueno, mártir, donde recupera sus obsesiones espirituales y religiosas.

En 1931 vuelve a ocupar el rectorado de la Universidad de Salamanca. Es elegido diputado independiente por la candidatura de la Conjunción republicana, pero pronto se desengaña del nuevo orden político. En 1934 muere su mujer Concha. Ese mismo año decide jubilarse de la actividad docente, recibe el doctorado honoris causa por la Universidad de Oxford y es nombrado rector vitalicio de Salamanca. En 1935, unos meses antes de la Guerra, es nombrado ciudadano de honor de la República.

Noticias:

. Ha muerto Unamuno (Pensamiento alavés 2/1/1937)

jueves, 25 de octubre de 2012

Diego Abad de Santillán (1897-1983)

Dividido entre la fidelidad a sus principios y la unidad política necesaria para ganar la Guerra, este leonés, ideólogo clave del anarquismo español, es nombrado consejero de Economía de la Generalitat


Sinesio Baudilio García, más conocido como Diego Abad de Santillán, es una de las figuras clave del anarquismo ibérico y, a la vez, uno de sus personajes más internacionales.

En Argentina se educa, inicia su andadura política y periodística y pasa sus años de exilio, antes y después de la Guerra Civil española. En Berlín, donde se ha trasladado para comenzar la carrera de Medicina, se adhiere a la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) y conoce a sus mentores ideológicos, Max Nettlau y Rudolf Rocker, a la vez que a su futura esposa, Elise Kater, hija del célebre editor Fritz Kater.

Colabora en México, a finales de los años 20, con la anarquista Confederación General de Trabajadores. Hacia 1930 tiene que ocultarse en Uruguay, después de haber sido condenado a muerte por intento de sedición en Buenos Aires y sin posibilidad de retornar a su país natal, España, sumida en la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

No obstante, Abad de Santillán desempeña su labor política más trascendente en suelo ibérico, fundamentalmente en Cataluña, donde permanece durante la Segunda República y la Guerra Civil.

Sinesio Baudilio García nace en la localidad leonesa de Reyero el 20 de mayo de 1897. Con sólo ocho años emigra a Sudamérica junto a sus padres en busca de mejores oportunidades económicas. Regresa a Madrid a los 15 para entrar poco después en la Facultad de Filosofía y Letras.

Abad de Santillán abandona de nuevo España tras pasar un año y medio en la cárcel después de su participación en la huelga general de 1917. Vuelve, tras una juventud itinerante, en 1933 y se instala en Barcelona, donde se adhiere a la FAI (Federación Anarquista Ibérica) de la que llega a ser secretarlo de su Comité Peninsular.

Tras el alzamiento militar, organiza, junto con Durruti y García Oliver, el Comité de Milicias Antifascistas, creado por la Generalitat de Cataluña el 23 de julio de 1936. El Comité, en el que Abad de Santillán está a cargo de la infraestructura militar como representante de la FAI, llega a funcionar como un gobierno paralelo al de la Generalitat, hasta su disolución a finales de 1936. Desde el 11 de agosto, Abad de Santillán forma parte del Consejo de Economía de Cataluña, y cuatro meses después, el 17 de diciembre, es nombrado consejero de Economía de la Generalitat.

Durante los sucesos de mayo de 1937, mientras se organiza una especie de guerra interna entre el Partido Obrero Unificado Marxlsta (POUM) y los comunistas y el Gobierno catalán, su misión principal es la negociación del alto el fuego en nombre del Comité regional de la CNT, ya que su ideario político se alinea en estos años con las teorías cooperacionistas: "Puesto que es necesario, debe reforzarse el bloque antifascista aunque sea a costa de posponer la revolución", señala.

En consonancia con este principio, en abril de 1938 se incorpora al Comité Nacional del Frente Popular Antifascista, surgido del pacto entre UGT y CNT. Pese a su activismo público, cuando años después reflexione sobre el curso de la guerra, Abad de Santillán asegurará que "fue un error olvidar que el aparato del Estado, puesto que es siempre la expresión política de los privilegios de una clase, resulta incompatible, rigurosamente incompatible, con los intereses de una revolución social".

Permanece en Cataluña hasta enero de 1939, poco antes de su caída y, tras un breve periodo en Francia, regresa a Argentina para pasar casi cuatro décadas en el exilio. Diego Abad de Santillán, además de uno de los teóricos del anarquismo español, es uno de los cerebros de la estrategia de la CNT y la FAI en el desarrollo de la guerra. Una de sus mayores preocupaciones -condicionada por sus circunstancias histórico-biográficas, según el estudioso Frank Mintz- es casar la teoría política con las decisiones tácticas prácticas y encontrar el equilibrio entre ambas, "cuando tantas veces incurren en contradicción".

Una de las obras clave del leonés, ¿Por qué perdimos la guerra?, publicada en 1939, explica las causas de la derrota anarquista. Se extiende en relatar las maquinaciones soviéticas en terreno español, y llega a sugerir la oportunidad de una alianza entre los anarquistas y la Falange de José Antonio Primo de Rivera: "¡Cuánto hubiera cambiado el destino de España si un acuerdo entre nosotros hubiera sido tácticamente posible, según los deseos de Primo de Rivera!".

En realidad, esta monografía es una confesión personal de la decepción que supone para él el "sacrificio anarquista", que supedita por entonces la revolución a las exigencias bélicas y al reforzamiento de la alianza antifascista. Si este hecho resulta una cuestión de tiempo o de prioridades, según Abad de Santillán, la solución pasa por ser, en todo caso, inoportuna: "Sabíamos que la revolución no podía vencer si no nos ocupábamos primero de ganar la guerra, pero para ganar esta guerra sacrificamos el resto, y la revolución misma. Sin duda que al sacrificarla, sacrificamos igualmente toda esperanza de ganar la guerra".

La revolución y la guerra de España, opúsculo publicado independientemente en 1937, también ahonda en las causas del conflicto armado. Otros títulos suyos incluyen: Psicología del pueblo español (1917), Ideología y trayectoria del movimiento obrero revolucionario en la Argentina (1933) y El organismo económico de la revolución, (1937). Junto a López Arango edita El Anarquismo en el movimiento obrero revolucionario en la Argentina (1933).

La parte de sus archivos personales que no fue destruida, y que incluye correspondencia, anotaciones y diarios, demuestra asimismo esta faceta teórica. Estos papeles se conservan en el Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam.

La labor periodística del leonés es también muy notable. Si antes de 1936 ha sido redactor de Solidaridad Obrera, director de Tierra y Libertad y fundador de Tiempos Nuevos (en 1934), durante la guerra edita, primero, el Boletín de la Consellería de Economía y, más adelante, Timón, lanzada en julio de 1938 y que se puede interpretar como un epílogo temprano para expresar su decepción política.

En Argentina edita en su juventud La protesta, órgano de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina), en la que se había involucrado activamente.

Tras años como expatriado en Argentina regresa a España en 1977 para residir en Barcelona hasta su muerte, a los 86 años, en una modesta residencia de ancianos, el 18 de octubre de 1983.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Manuel Fal Conde (1894-1975)

Obligado a emprender el camino del destierro tras desafiar a Franco, este dirigente carlista, fundador de Comunión Tradicionalista, ha llegado a ser un referente intelectual, moral e ideológico para los nacionales


La tensión reina en los círculos tradicionalistas a la altura de diciembre de 1936. La creación de una Real Academia Militar Carlista a iniciativa del histórico militante Manuel Fal Conde, como muestra de la independencia política que quieren mantener en el bando franquista algunos sectores carlistas, significa un acto de desobediencia en el proceso de unificación que trata de imponer Franco. El enfrentamiento lleva a éste a tener que elegir entre un consejo de guerra o la expatriación. El 8 de diciembre de 1936 el dirigente carlista cruza la frontera con Portugal para fijar su residencia en Lisboa.

Nacido en Higuera de la Sierra (Huelva) en 1894 en el seno de una familia acomodada andaluza, Fal Conde no encuentra en su casa el sustrato tradicionalista que más tarde desarrollaría. Estudiante en un colegio de jesuítas y destacado alumno de la Facultad de Derecho de Sevilla, marcha en su juventud a Madrid para doctorarse. Pero será en 1932, en el contexto del levantamiento militar contra la República protagonizado por el general Sanjurjo, cuando el joven abogado aparezca como referente político para los sectores sublevados.

Esta paulatina identificación con el ideario carlista le lleva a ser nombrado en 1933 por el pretendiente Alfonso Carlos delegado personal para toda Andalucía, llegando más tarde a ocupar los cargos de secretario de la causa tradicionalista en 1934 y de jefe delegado de Comunión Tradicionalista en 1935. Su visión del carlismo desde Comunión Tradicionalista queda plasmada en el deseo de reunificar y armar política y militarmente a las distintas tendencias dentro de esta organización. Desde ese momento sus voluntarios, los requetés, constituyen ya un cuerpo armado. Esta reorganización lleva a una primera demostración de fuerza el 15 de abril de 1934, en la finca El Quintillo de Sevilla, lo que constituye un serio aviso a la democracia republicana. Una vez llegado el 18 de julio, los requetés participan de modo activo en el alzamiento: "La Comunión Tradicionalista se suma con todas sus fuerzas en toda España al movimiento militar por la salvación de la Patria" (orden de alzamiento firmada por Fal Conde en julio de 1936). La nueva situación lleva a Fal Conde a disolver todos los organismos de Comunión Tradicionalista y reconvertirlos el 28 de agosto de 1936 en las denominadas Juntas y Comisarías de guerra, columna vertebral de la organización militar carlista, Estas estructuras se ven acompañadas desde septiembre del mismo año por la Junta Nacional Carlista, nuevo órgano rector de los sectores tradicionalistas.

Manuel Fal Conde trata de dotar de órganos independientes al carlismo hispánico, algo que va contraviniendo cada vez más directamente las pretensiones del mando franquista, Pero es en diciembre de 1936, momento en el que Fal Conde diseña la Real Academia Militar Carlista, cuando se acentúa el enfrentamiento con Franco, El dirigente sevillano es llamado inmediatamente para que se presente en Salamanca. La tesitura es sencilla: Fal Conde debe elegir entre un consejo de guerra o la expatriación. En una reunión mantenida por la cúpula carlista en la Casa de las Conchas de Salamanca se toma la decisión de que Fal Conde marche a Lisboa el 8 de diciembre de 1936 para evitar así su fusilamiento.

En 1937, las luchas de poder en el bando nacional se hacen cada vez más intensas. Franco desea controlar el poder político a través de la unificación bajo un mando único de todos los sectores vinculados al alzamiento. En un primer momento, el jefe de los falangistas, Manuel Hedilla, trata de llegar a un acuerdo de unificación con Fal Conde mandando dos delegados a Lisboa. Pero este pacto nunca se llega a cerrar, ya que Serrano Suñer lo impide interponiendo un tercer delegado que distorsiona el encuentro. Este acuerdo entre el dirigente carlista ahora exiliado y Hedilla se asienta con el compromiso de no aceptar cargos en el futuro gobierno si no se contaba para ello con los carlistas.

La centralización política comienza con el Decreto de Unificación firmado el 19 de abril. Se crea así la Falange Española Tradicionalista de las JONS (FET-JONS), órgano político unitario para todo el Gobierno sublevado. En la primera Junta Política de FET-JONS entran cuatro tradicionalistas que, por carecer de la autorización del pretendiente Don Javier de Borbón, son expulsados de las organizaciones tradicionalistas. Desde este momento, el carlismo se convierte en uno de los principales frentes que Franco tiene abierto entre sus filas. Tanto el pretendiente carlista Don Javier como Fal Conde desde el exilio, se muestran contrarios a este nuevo proceso, lo que le cuesta al "regente carlista" su expulsión del país el 17 de mayo de 1937.

Desde Lisboa, Fal Conde sigue oponiéndose al partido único, pero siempre guardando lealtad y respeto a la causa nacional, Franco tiene en cuenta su liderazgo al frente del tradicionalismo y le ofrece en marzo de 1938 un cargo en el Gobierno como consejero Nacional, pero Fal Conde lo rechaza: "El partido político -dirá- es contrario al verdadero fin del Estado y, de manera especial en España en las presentes circunstancias, es necesaria su desaparición para la salvación de la Patria (...) el régimen del partido oficial acumula los males de la pluralidad de los partidos liberales".

Después de la guerra mantendrá su oposición al sistema dictatorial de partido único. Estas diferencias políticas se vieron articuladas, como recoge el historiador del carlismo Josep Caries Clemente, en torno a varios textos que Fal Conde escribe junto a sus colaboradores para definir el ideario carlista y que aparecen bajo el título de El pensamiento carlista sobre cuestiones de actualidad.

En ese sentido, el propio Fal Conde escribe una carta al general Franco exponiendo su postura: "Lo que me separa es una cuestión sustancial de concepción y de sistema político, que juzgo inadecuado a las circustancias actuales de España". En otra carta remitida a Don Juan de Borbón explica su rechazo al modelo autoritario que quiere imponer el general Franco, lo que le cuesta el rechazo absoluto de los jefes del bando nacional. Fal Conde habla de "una conspiración que trata de llevar la victoria a una restauración monárquica de significado adverso al de la guerra, al espíritu de los combatientes y al bien de la Nación". Reitera de nuevo su crítica al "partido único" y, advierte a! Generalísimo de que, después de la victoria, la Comunión Tradicionalista "seguirá profesando su inalterable credo y su actuación con respecto al régimen que impere".

Manuel Fal Conde es confinado en Menorca. Sus manifestaciones políticas, en especial sobre la muerte del general Sanjurjo, desatan las iras de Franco. No regresa a Sevilla hasta 1945. El largo periodo de crisis del movimiento carlista y una grave enfermedad de garganta le llevan a dejar todos sus cargos en la jefatura del carlismo en 1957. La muerte le llega en Sevilla en 1975.

martes, 23 de octubre de 2012

Don Juan de Borbón (1913-1993)

Eterno aspirante al trono español, Franco enfría una y otra vez las pretensiones del hijo de Alfonso XIII, que con el tiempo se verá condenado al destierro y políticamente limitado al papel de padre del heredero


Don Juan de Borbón y Battenberg recordaría siempre el 14 de abril de 1931 como "el primer día que lloré en toda mi vida". La noticia de la renuncia de su padre, el rey Alfonso XIII, le llega a la Escuela Naval de San Fernando, de la que se ve obligado a escapar furtivamente para evitar posibles problemas. El aspirante al trono, que cuenta en ese momento con 17 años, y que jamás había salido de España, era el tercero en la línea sucesoria, por lo que desde niño siempre había disfrutado de una libertad de la que sus hermanos carecían; lo que le había permitido encaminar sus pasos hacia lo que siempre fue su verdadera vocación: la carrera naval. Por ello, el joven continuará su formación militar en la Royal Navy hasta 1935.

Entre los monárquicos que acompañan a Alfonso XIII en su exilio romano se ha ido fraguando durante ese tiempo la convicción de que Don Juan resulta un candidato a la sucesión mucho más deseable que sus dos hermanos mayores, Don Alfonso y Don Jaime, el primero de ellos hemofílico; sordomudo y de naturaleza enfermiza el segundo.

Juan de Borbón recibe la noticia de la renuncia, casi simultánea, a los derechos sucesorios por parte de sus dos hermanos por medio de un telegrama urgente que su padre le envía en junio de 1933 al buque Enterprise, que se encuentra fondeado en Bombay.

El príncipe tarda ocho días en contestar. En su ánimo pesa, además de la desilusión que para él representa tener que abandonar la carrera de marino, la desfavorable situación que se le abre en España y que él mismo califica años más tarde con bastante elocuencia: "¡Las expectativas para el futuro eran horribles!".

Lo cierto es que, tanto los monárquicos liberales como los tradicionalistas van a ver con buenos ojos al joven heredero, que hasta ese momento ha permanecido alejado de todas sus intrigas y es el sujeto en el que todos ven la respuesta a sus aspiraciones respecto al poder en España.

La primera acción política de Don Juan irá encaminada a confirmar esas creencias y consistirá en una carta dirigida a los miembros de Acción Española en la que, según palabras de José María Pemán, "declaraba su adhesión a los jerarcas carlistas que proclamaban la unión de las dos ramas en la persona de Don Juan". La misiva es leída durante una cena celebrada en su honor con motivo de su enlace matrimonial con María de las Mercedes, hija del príncipe Don Carlos de Borbón, que tiene lugar en Roma el 12 de octubre de 1935.

Aunque las convicciones políticas del Príncipe de Asturias van a cambiar sensiblemente con el paso de los años, la constante que desde entonces va a marcar su línea de acción será la restauración de su dinastía en el trono de España. Por ello, y a pesar de haber sido educado en el entorno liberal conservador que impera en la casa de Alfonso XIII, Don Juan se va a declarar desde el principio heredero de los valores más tradicionalistas encamados por figuras como Maeztu o Calvo Sotelo,

Al mismo tiempo, confirma su sintonía política con la importante masa social del carlismo. Don Juan manifestará abiertamente sus simpatías por las escaramuzas callejeras de los exaltados jóvenes de la Falange. Sobre ellas llega a declarar: "Tengo el convencimiento absoluto de que la Falange en la calle y las minorías monárquicas en el Parlamento, acabarán con toda esa gentuza y con tanta farsa de parlamentarismo, elecciones y monsergas. Sin contar con que el Ejército no lo aguanta. Si no, al tiempo"

El Príncipe de Asturias, que ha fijado su residencia en Cannes, sigue muy de cerca los sucesos previos al 18 de julio, y desde esa fecha van a ser varios sus intentos de tomar parte en el conflicto.

Ante su deseo de partir en solitario el mismo 19 de julio, su consejero, el conde de Rocamora, logra convencerle de que espere la llegada desde territorio nacional de algunos amigos no militares para que le acompañen en su aventura. El 1 de agosto, Don Juan cruza la frontera por Dancharinea (Navarra) acompañado de un grupo encabezado por su secretario político Eugenio Vegas Latapié.

El príncipe, que viaja con el nombre falso de Juan López, viste el mono azul con flechas obligado para todos los voluntarios, brazalete con la bandera española y la boina roja usada por los carlistas. Le acompaña en este viaje un "séquito de leales" defensores de la corona.

Por un lado, se encuentran el Marqués de Eliseda, Luis María Zunzunégui y José Yanguas Messía. Por otro lado, está Alfonso García Valdecasas, antiguo falangista que ahora desea el restablecimiento de la monarquía, según el historiador Guillermo Cabanellas.

Después de cruzar la frontera, Juan López llega a Pamplona para después trasladarse a Vitoria. Una vez llegado a la capital alavesa, reanuda su camino para llegar hasta Burgos con la idea clara de adherirse al batallón dirigido por el general fiel a Franco García Escámez. Enseguida llega a los oídos del general Mola, por mediación del monárquico Ricardo Goizueta, la nueva situación del aspirante a rey de la nueva España.

El general rápidamente manda en su búsqueda a un destacamento de la Guardia Civil. Tras varias pesquisas, el grupo en el que se encuentra Juan López es encontrado en el parador de Aranda de Duero. Según expone Cabanellas, "la orden de la Guardia Civil era terminante. Por las buenas o por las malas se le ha de poner en la frontera, por donde había entrado."

La decisión asumida por Mola es irrevocable. Don Juan es llevado a la frontera francesa junto con sus acólitos con la seria amenaza de que si vuelve a intentar penetrar en territorio nacional será fusilado "con todos los honores que a su elevado rango corresponda".

Aunque no hay razones para poner en duda la sincera intención del Príncipe de Asturias de unirse a las tropas rebeldes como simple voluntario, lo cierto es, según Rafael Borrás, que para algunos de sus seguidores, esta aventura es una simple operación de imagen.

Pasados unos meses, Don Juan de Borbón va a intentar de nuevo sumarse a la causa, esta vez por el cauce más oficial posible y aprovechando su condición de oficial de la Marina.

En la misiva que envía al general Franco el 7 de diciembre de 1936, y en la respuesta que el Generalísimo le dirige el 12 de enero de 1937, se encuentra, según Rafael Borrás, "la intrahistoria de 40 años de régimen en los que Don Juan, que tan prematuramente reconoce a Franco como Jefe del Estado y que se reitera a sus órdenes de manera tan respetuosa, pretenderá en vano, una y otra vez, ser entronizado como Rey de España".

Aunque en su negativa Franco aduce el lugar que Don Juan ocupa en la línea de sucesión, se va a cuidar mucho de poner fecha a la restauración monárquica que, en última instancia, había conformado el carácter de la rebelión proyectada por Sanjurjo. En su respuesta, quedan patentes la clarividencia y buena estrella del general, que quizá salvara la vida de Don Juan, puesto que el Baleares, el barco para el que se ha ofrecido voluntario, resultará hundido el 6 de marzo de 1938 junto con buena parte de su tripulación. Tampoco hay razones para poner en duda la sinceridad de las razones para la negativa de Franco.

En una entrevista concedida a Juan Ignacio Luca de Tena con motivo del aniversario del alzamiento, Franco afirma: "Mi responsabilidad era muy grande, no podíamos poner en peligro una vida que algún día podía sernos preciosa". Además, añade el general: "Si en el cambio de Estado volviera un rey, tendría que venir con el carácter de pacificador, por lo que no podría contarse en el número de los vencedores".

Desde entonces, y a pesar del importante apoyo diplomático de la Casa Real a la causa nacional, Don Juan toma nota del papel que, al menos en principio, Franco parece tenerle reservado. Sin embargo, es precisamente este talante conciliador, su cada vez más abierta tendencia al liberalismo y la clara apuesta que hace por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial lo que con el tiempo selle definitivamente el desencuentro entre el Caudillo y Don Juan, un desencuentro que con los años lo alejará definitivamente del trono de España.

En un primer momento, después de la Segunda Guerra Mundial, existe una oposición al régimen dictatorial de Franco. La férrea oposición desemboca en la elaboración del Manifiesto de Lausana, donde expone las líneas de su pensamiento acerca de la dictadura que gobierna en España: "Sólo la monarquía tradicional puede ser instrumento de paz y de concordia para reconciliar a los españoles; sólo ella puede obtener respeto en el exterior, mediante un efectivo Estado de Derecho, y realizar una armoniosa síntesis del orden y de la libertad en que se basa la concepción cristiana del Estado".

Esta declaración es elaborada después de la Conferencia de Yalta, donde acuden Churchill, Roosevelt y Stalin. En esta, se trata el problema de España muy de lejos, pero dejando claro que la mejor solución política para todas las partes es la restauración de la Monarquía en el país. Don Juan en esos momentos se supo rey, pero esa idea se disipa cuando comprueba que ningún gran líder mundial lo apoya directamente.

La reacción de Franco fue la de iniciar una política de censura contra todo lo que estuviese cercano a Don Juan de Borbón. Ni siquiera el ABC se hizo eco del comunicado emitido en Lausana.

Los años del exilio son duros. Los esfuerzos para convencer a la comunidad internacional de la conveniencia de una restauración de la monarquía en España se van esfumando, aunque Don Juan nunca cesa en su empeño.

El 1 de abril de 1946 se traslada a Estoril. El viaje se realiza bajo prudentes medidas de seguridad. Salen de Lausana él y su esposa en automóviles con las luces apagadas y de madrugada, escoltados por un coche de policía.

Toman un avión a Londres para llegar a la ciudad portuguesa de la manera más discreta posible. Los infantes se quedan en Suiza. Don Juan Carlos de Borbón, el futuro rey de España, se queda en el país para seguir sus estudios en un internado, vigilado muy de cerca por Eugenio Vegas Latapié.

Es en Estoril cuando el que podía haber sido Juan III de España inicia su largo asalto al poder dictatorial.

Tiene muchos problemas para asentarse en Portugal, puesto que allí se encuentra destinado como embajador el hermano del generalísimo, Nicolás Franco. Pero las cosas cambian cuando se reúne con Franco el 25 de agosto de 1948 a bordo del Azor, el yate del Caudillo. Es aquí donde Don Juan comienza a ver mejores expectativas para que España sea el día de mañana la monarquía que desea. En ese encuentro, Franco acepta que Juan Carlos estudie en España con los profesores elegidos por los asesores del monarca en el exilio. Desde ese momento, también autoriza que se publique en España información sobre la monarquía.

La apertura del régimen español hacia los Borbón es inminente y notable. Incluso el dictador trata a Don Juan Carlos de "alteza" cuando se presenta en El Pardo. Veinte años después de aquel encuentro en el Azor, en 1969, Don Juan Carlos es elegido por Franco como su sucesor en la jefatura del Estado.

Con el paso del tiempo, ya en las postrimerías de la dictadura, Don Juan Carlos, el hijo predilecto de Don Juan de Borbón, es considerado como "Príncipe de España" y heredero a la cabeza del régimen. Tras la muerte de Franco en noviembre de 1975, es proclamado Rey de España, en lo que es el comienzo del camino a la democracia del régimen español.

Un año y medio después de la proclamación de su hijo como rey, el que pudo haber sido Juan III, el que había intentado pasar como Juan López por la frontera francesa para adherirse al movimiento nacional, se ve abocado por las circunstancias a renunciar al trono. La ceremonia de abdicación no reviste solemnidad. Se desarrolla en La Zarzuela envuelta de un halo de nostalgia y de emoción: "Instaurada y consolidada la Monarquía en la persona de mi hijo y heredero Don Juan Carlos (...), que en el orden internacional abre nuevos caminos para la Patria, creo llegado el momento de entregarle el legado histórico que heredé y, en consecuencia, ofrezco a mi patria la renuncia de los derechos históricos de la Monarquía española, sus títulos, privilegios y la jefatura de la Familia y Casa Real de España que recibí de mi padre, el rey Alfonso XIII", A partir de ese momento, la figura de Don Juan es puramente representativa. Sólo conserva el título de conde de Barcelona, que ostenta desde la muerte de su padre.

En 1978, el ya Rey Juan Carlos I le nombra Almirante Honorario de la Armada. El 4 de diciembre de 1988 el Gobierno le concede el título honorífico de Capitán General de la Armada.

Don Juan no llega a restablecerse de su enfermedad, un cáncer de laringe contra el que lucha desde 1980 y que le lleva a la muerte el 1 de abril de 1993.

Sus restos son depositados en el Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial, con honores propios de un monarca.

lunes, 22 de octubre de 2012

Martínez Monge (1874-1963)

Después de muchas vacilaciones, decide mantenerse leal a la República y evita el triunfo de la sublevación en Valencia. Más tarde, lucha contra los rebeldes en la zona Sur hasta que es relegado a labores administrativas


Fernando Martínez Monge y Restoy nace en Granada, el 16 de julio de 1874, y con tan sólo 18 años ingresa en la Academia General del Ejército. En 1921 es ascendido a general y poco después participa en las campañas de África, donde es herido dos veces.

Tras su regreso, aunque es sólo general de Brigada, pasa a desempeñar un importante puesto en la Península: jefe de la 3ª División Orgánica, con sede en Valencia. Dicho mando comprende todo el territorio del antiguo reino de Valencia -la actual Comunidad Valenciana- más las provincias de Murcia y Albacete, y le convierte en la máxima autoridad militar de la ciudad del Turia.

El 18 de julio de 1936, el general Manuel González Carrasco tiene todo listo para la sublevación en Valencia, pero a última hora suspende la acción. Son días de confusión e indecisión. En un primer momento Martínez Monge duda sobre si adherirse al alzamiento o mantenerse fiel al Gobierno, por lo que trata de mantenerse al marge, en espera de una posible victoria general del pronunciamiento.

Según Guillermo Cabanellas, "entre el 20 y el 23 de julio, el general, juega con dos barajas, pues ni rechaza las invitaciones que le hacen para pronunciarse, ni toma decisión alguna a este respecto".

Finalmente, tras la intervención de un diputado local, Carlos Esplá, y el primer magistrado de Valencia, Marino Gómez, que intentan convencer a Monge para que no se una al alzamiento, éste decide por fin, el día 23, mantener la legalidad republicana, y redacta una nota de adhesión que se emite por todas las emisoras de radio locales. En esta decisión influyen también en gran medida las noticias que vienen de Barcelona, donde el intento de alzamiento de Goded ha fracasado.

Esto, unido a una orden cursada a todos los jefes de su División para que sigan su ejemplo, hace que no se declare el estado de guerra en toda su zona -excepto en la provincia de Albacete-. Además, el día 20 llega a Valencia el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio que, tras formar la Junta Delegada del Gobierno en Levante, difunde una nota en la que destaca "el esfuerzo patriótico que realiza el señor Martínez Monge, jefe de la 3ª División y los jefes a sus órdenes".

Así, gracias a su actuación y también a la indecisión de los golpistas, Valencia queda en manos republicanas, lo que no impide que Monge sea destituido de su cargo pasados unos días, como castigo a sus dudas iniciales.

A pesar de ello, un mes después, el 16 de agosto, Miaja es nombrado jefe de la 3ª División Orgánica y, en octubre, Martínez Monge es puesto al mando de la División Orgánica de Albacete, creada por Largo Caballero para organizar los batallones de voluntarios.

Tras pasar allí varios meses, en diciembre del mismo año es nombrado comandante del Ejército del Sur, creado por el presidente del Gobierno en el mes de noviembre. Sus tropas desencadenan sin éxito una ofensiva contra Córdoba y pierden algunos pueblos como Bujalance, Montoso y Lopera. Las sucesivas derrotas hacen que el 4 de enero de 1937 el coronel José Villalba Rubio tome posesión del sector, pasando Martínez Monge a ocupar un segundo puesto. Para entonces, las tropas republicanas en la zona se dedican solamente a defender sus posiciones, objetivo que no logran conseguir ya que en febrero se produce la pérdida de Málaga y en marzo la ofensiva final de Queipo de Llano sobre Pozoblanco. Estas derrotas hacen que Martínez Monge termine siendo relegado a labores administrativas hasta el final de la contienda.

Una vez acabada la guerra, tiene que exiliarse, primero a Francia y luego a Argentina. Allí, pronto se hace con el cariño y respeto de sus compañeros de exilio y de los propios argentinos, a pesar de lo cual siempre le queda una espina clavada: el haber dejado a su esposa en España.

Durante todo el exilio abriga la esperanza de volver a verla, y tan sólo meses antes de su muerte acaricia la idea de viajar a Francia, para verse en la frontera. Pero para entonces ya está muy enfermo y no puede realizar un viaje de tales características. Sufre un cáncer de pulmón que, a pesar de ser un hombre fuerte, va debilitándole poco a poco.

Según cuenta Emilio Herrera Linares, presidente en 1960 del sexto Gobierno en el exilio, la fortaleza de su salud y su temple eran tales que en una ocasión, uno de los amigos que mejor le conocía, al enterarse de que había sido atropellado por una camioneta en una calle de Buenos Aires, sólo pudo exclamar "¡pobre camioneta!".

Mientras su cuerpo empeora, no lo hace su cabeza, que se mantiene en plena forma hasta el fin de sus días. A pesar de las mencionadas dudas en el momento del alzamiento, Martínez Monge cada vez se identifica más con lo que significó la República.

En una carta escrita en 1950 al mencionado general Emilio Herrera, felicitándole por un premio que le había otorgado la Academia de las Ciencias de Francia, asegura que "queda demostrado una vez más que en todas las especialidades a las que se entrega nuestra colectividad en el destierro, el pabellón nacional tricolor se iza a la mayor altura".

Mientras tanto, vive con indignación el régimen que se instaura en España y se niega a volver mientras éste se mantenga. Cuando un compañero suyo, también exiliado, que había conseguido entrar en España con pasaporte extranjero, le escribe contándole la satisfacción de volver a la Patria aunque entrando por la puerta de atrás, Martínez Monge le contesta: "Yo no entraré en España por ninguna puerta chica, entraré por la puerta grande, vivo o fiambre, pero seguramente por la puerta grande".

Como prueba de su tenacidad, durante sus años en el exilio, el general no descuida sus labores de critica contra Franco y mantiene numerosos contactos con otros exiliados. El 20 de mayo de 1946 envía, junto con otros coroneles, comandantes y tenientes exiliados, una carta al presidente de la Subcomisión de las Naciones Unidas sobre el caso de España, en la que define su situación como la de "militares profesionales del Ejército Español, residentes en la Argentina, porque en su patria serían fusilados por el franquismo".

Distinta es la situación que el general vive en su país de acogida, donde hasta los últimos años de su vida sigue recibiendo el reconocimiento de sus nuevos conciudadanos. Cuando no puede ya seguir viviendo por su cuenta, el Gobierno argentino le concede una pensión y es acogido en el Hospital Militar de Buenos Aires.

El 19 de enero de 1963, tras una larga enfermedad, Fernando Martínez Monge fallece en la capital argentina a la edad de 89 años.