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jueves, 11 de octubre de 2012

Niceto Alcalá Zamora (1877-1949)

Desde su cargo en la Presidencia de la República, que ocupó hasta que es expulsado en abril de 1936, intenta sin éxito que las diferentes facciones de izquierda y derecha no se conviertan en irreconciliables

"Un martes de primavera echaste de España al rey y otro martes de abril era cuando te echó España entera". La coplilla tiene el valor de sintetizar en unos pocos versos el ascenso al poder del republicano Niceto Alcalá Zamora, su posterior caída en desgracia y el poco aprecio que despertó en muchos de sus compatriotas, tanto de la izquierda como de la derecha.

Expulsado de la Presidencia de la República el 7 de abril de 1936 en un acto que él mismo tacha de "inconstitucional", se ve obligado a vagar de un lado a otro a partir de julio del mismo año, cuando le sorprende la Guerra Civil durante un viaje a los países nórdicos. Las supuestas vacaciones familiares se convierten así en un exilio del que no regresará jamás, y desde el que ve morir a su hijo Pepe, comunista, en las trincheras republicanas.

Nacido en 1877 en el seno de una familia adinerada en Priego (Córdoba), Niceto Alcalá Zamora y Torres crece con un retrato del general Espartero y otro de Prim en el salón de su casa. Ingresa muy joven en el Cuerpo de Letrados del Estado y en el Partido Liberal de Sagasta, con el que ejerce de diputado a partir de 1905.

Durante los últimos años de la Restauración ocupa distintos puestos en el Gobierno, lo que le permite intimar con el rey Alfonso XIII y relatar el recuerdo que guarda de él: "Era capaz a la vez, y estaba siempre dispuesto, para olvidar en sí la dignidad regia y humillar en los demás la dignidad humana".

Obtiene el puesto de director general de la Administración en 1910, gracias a la protección del conde de Romanones, y a continuación se hace cargo de la Subsecretaría de Gobernación. Sin embargo, la ley de Mancomunidades, con la que el presidente Canalejas pretende resolver la llamada "cuestión catalana", obliga al político cordobés a presentar su dimisión, tras defender en el Parlamento la unidad nacional. En su discurso despreció la cesión de competencias a Cataluña como "una regresión de tintes clericales". En 1917 dirige el Ministerio de Fomento y en 1922, el de Guerra. También de este puesto acaba dimitiendo: según sus quejas, el Gobierno no colabora lo suficiente con él a la hora de enfrentarse al problema marroquí, que venía provocado por ¡linsurrección de Abd el Krim y el desastre de Annual, en el que murieron miles de españoles.

Durante la dictadura de Primo de Rivera, obligado a abandonar la política, se centra en su despacho de abogados y da rienda suelta a sus dotes de intelectual. De hecho, su biógrafo, José Peña González, le describe como un "hombre de inmensas lecturas e inacabable memoria", capaz de "proyectar sobre cualquier tema un enorme cúmulo de datos".

Al ser nombrado presidente de la Academia de Jurisprudencia, en mayo de 1930, comienza a darse a conocer por su actividad conspiradora contra la Monarquía y tres meses después es elegido presidente del Comité Revolucionario que surge del Pacto de San Sebastián. Estos hechos le llevan a ser condenado a seis meses de cárcel, pero también a presidir el Gobierno provisional una vez que se proclama la República el 14 de abril de 1931. Para entonces, había fundado el Partido Liberal Demócrata, que poco después se transformaría en Partido Republicano Conservador.

En la noche del 13 al 14 de octubre de ese año, tras aprobarse en las Cortes Constituyentes los artículos referentes a la Iglesia, su condición de católico le obliga a dimitir. Sin embargo, son esas Cortes las que le llaman de nuevo para ofrecerle la Presidencia de la República, que ocupará hasta la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936.

Sus detractores le ponen el apelativo de El botas, por su afición a vestir esta clase de calzado. Más explícito es el mote de El cacique de Priego, por el que también se le conoce. En abril de 1934 se enfrenta a las derechas y al Gobierno de Lerroux al oponerse al indulto del general golpísta Sanjurjo. Esta es "una de las crisis políticas en las cuales el infortunado presidente no satisfizo a nadie", afirma el historiador Gabriel Jackson, pues "las izquierdas, aunque aplaudían sus razonamientos respecto a la amnistía, se sentían irritadas por sus excesivos escrúpulos".

Algo similar le vuelve a ocurrir tras la Revolución de Octubre de 1934. Su indulto al comandante Pérez Farrás, que había dirigido a los Mossos d'Esquadra catalanes contra las tropas del general Batet, provoca la ira de la derecha. La izquierda, por su parte, le pone entre la espada y la pared al pedirle que indulte también a los asesinos de ocho guardias civiles, a lo cual el presidente se niega.

En 1935, temiendo un descalabro electoral del Partido Radical de Alejandro Lerroux por sus implicaciones en diversos casos de corrupción, intenta formar un Gobierno de centro dirigido por el católico Miguel Maura. Una vez más, encontró oposición tanto a la derecha como a la izquierda, José María Gil Robles y Pórtela Valladares se niegan a colaborar en el proyecto, mientras la izquierda lo ve como una maniobra del presidente para rodearse de sus amigos en el Ejecutivo. Finalmente, el liberal Manuel Pórtela Valladares se hace cargo del Gobierno.

Tras las elecciones de febrero de 1936, en las que los centristas de Pórtela Valladares obtienen sólo 16 escaños, las Cortes votan por destituir de la Presidencia a Alcalá Zamora, argumentando que su anterior disolución del Parlamento fue ilegal. En palabras del historiador Salvador de Madariaga, esta maniobra es "la tragicomedia política más increíble que la imaginación más loca pudo entonces haber concebido".

La guerra no tarda en estallar, y Alcalá Zamora, de viaje por el extranjero junto a su familia, decide no regresar ni prestar su apoyo a ninguno de los dos bandos. Las propiedades del ex presidente en España son objeto del pillaje. Así, según relata él mismo desde el exilio, "un vendedor extremista de periódicos" ocupa su casa de Madrid, junto a una mujer aún "más atrevida que él". Alcalá Zamora pasa los últimos días de su vida en Buenos Aires, donde escribe para periódicos, publica libros y ofrece conferencias. Allí vive en un pequeño apartamento alquilado, alejado de los lujos de su antigua casa madrileña y tratando por todos los medios de salir adelante económicamente. Escribe poesía y publica su libro El pensamiento de El Quijote visto por un abogado.

Tras su muerte, ni el Gobierno español ni el argentino expresaron su pesar a la familia. Sólo un pequeño grupo de amigos acude a su entierro en Buenos Aires en 1949. La bandera tricolor republicana cubre su ataúd. En 1979 sus restos regresan a España en un completo anonimato y son guardados en el panteón familiar del cementerio de La Almudena, en Madrid.

2 comentarios:

  1. fue un gran personaje, pero superado por las circunstancia de su epoca

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  2. Alcalá Zamora es un ejemplo de los componentes del Pacto de San Sebastián:

    El único republicano era Lerroux.

    Alcalá Zamora era Ministro de la Guerra cuando se produce el Golpe de Primo de Ribera, golpe impulsado por Cambó y compañía, es decir, lo que ahora sería CiU. Pero es que Alcalá Zamora era el representante directo de los intereses mineros de Álvaro Figueroa, Conde de Romanones. Inmediatamente se distanció de Primo, ya que la intención de este era abandonar Marruecos, lo que iba en contra de los intereses que representaba.
    Su conducta fue en paralelo con la del General Queípo de Llano, del que era consuegro. Ambos chocaron con Primo de Ribera, lo que les llevó a unirse a las conspiraciones contra Alfonso XIII.
    El propio Queípo se unió a la iniciativa de Mola a raíz de que, por el Frente Popular, su consuegro fuese destituido de su cargo de Presidente de la II República

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