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jueves, 14 de marzo de 2013

Palmiro Togliatti (1893-1964)


Principal delegado de la Komintern en España, es uno de los últimos dirigentes comunistas en abandonar el país y el encargado de organizar la estancia en Moscú de un reducido número de políticos y militares del PCE

Que la Guerra estaba ya perdida era algo de lo cual los responsables de la Komintern en España podían presumir desde mucho antes del parte del primero de abril de 1939. O al menos, aquellos dirigentes que, en palabras de Gregorio Morán, "estaban en el secreto", que no eran sólo esperanza y entusiasmo, como otros muchos protagonistas de la tragedia comunista que, o bien fueron engullidos por la implacable utopía, o bien tuvieron que salir huyendo y explicar años más tarde cómo perdieron su fe en Moscú.

No fue este último el caso de Palmiro Togliatti, político, abogado e intelectual italiano nacido en Génova en 1893, socialista desde sus años universitarios y colaborador de L'Ordine Nuovo, de Gramsci, fundador del Partido Comunista italiano (PCI) y miembro de su Comité Central desde 1922, elegido para el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (IC) en 1924, promovido al secretariado de ese mismo organismo dos años más tarde y, al menos desde julio 1937, delegado principal de la Komintern en España, junto a sus camaradas Vitorio Codovila, al que, al parecer, sustituye como máximo responsable, y Stepánov.

La presencia de Togliatti en la Península, es, sin embargo, probablemente anterior, y muchos autores, entre ellos Jesús Hernández, lo sitúan en nuestro país desde agosto de 1936. Sea como fuere, desde París, Moscú, o desde el territorio controlado por la República, su actuación resulta determinante en la organización del PCE durante el conflicto y su transformación en el principal partido de la izquierda gracias a la represión ejercida sobre poumistas y anarquistas; en la provocación de las diversas crisis del Gobierno republicano (a él se le achaca parte de la responsabilidad de la expulsión de Largo Caballero en mayo de 1937, y de Indalecio Prieto en abril de 1938), y en el desenlace final de la Guerra.

Precisamente, Togliatti, al que en España se le conoce como Alfredo o Ercole Ercoli, es uno de los mandos que participa en la reunión que los dirigentes comunistas realizan el 6 de marzo en el piso del ministro Vicente Uribe en Elda, (Alicante), convertido, como afirma Stepánov en su informe sobre la Guerra de España, en "casa del partido". Allí, en presencia del propio Uribe, de Dolores Ibárruri, de Hidalgo de Cisneros, de Líster y de Modesto, entre otros, se decide dar por terminada la contienda, elegir una dirección que prepare la lucha clandestina contra el Gobierno de Franco, y la salida inmediata de todos los cuadros del partido, excepto unos pocos que se quedarían para elaborar los informes pertinentes y "si la situación lo aconsejaba, tomar contacto con la Junta" de Casado, como el propio Togliatti relata en su Informe de 21 de mayo de 1939 destinado al Comité Ejecutivo de la Komintern.

Hasta su salida del país, Togliatti, que es uno de los que decide quedarse, elabora dos textos de especial interés. El primero es una carta que envía el 12 de marzo a la Pasionaria y al resto de miembros del buró político ya en el exilio, y el segundo, destinado a su publicación, el Manifiesto del Comité Central del PCE, de 18 de marzo, en el que se fija la posición del partido ante la nueva situación política. Ambos textos son tan elocuentes por lo que cuentan como por lo que callan y están plagados de referencias propagandísticas para dejar claro que "el PCE no tiene ni la más mínima responsabilidad respecto a los últimos acontecimientos", pero de ambos surge la duda de las posibles relaciones de algunos cuadros del partido con el coronel Casado y del conocimiento que tenían acerca de sus intenciones.

El 7 de marzo, el dirigente italiano es detenido junto a Pedro Checa, Jesús Hernández y Fernando Claudín, trasladado al Ayuntamiento de Monóvar, conducido posteriormente a la prisión de Alicante y puesto inmediatamente en libertad con sus compañeros en un episodio que no ha sido nunca aclarado pero que sirve a muchos historiadores, entre ellos Gregorio Morán, para sospechar de su participación, en connivencia con Juan Negrín, en la precipitación de los últimos días de la Guerra.

En efecto. Como afirma Walter Krivitsky, una de las principales razones que impulsaron a Stalin a ejecutar a los más destacados generales del Ejército Rojo y a los más brillantes bolcheviques que habían participado con él en la Revolución de 1917, fue el avanzado estado de las negociaciones que éste mantenía con Hitler y que, autores como Stephen Koch, retrotraen al momento justo de la ascensión del partido nazi al poder. Aparte de la fascinación que ambos líderes se profesaban y de las similitudes de sus regímenes socialistas (soviético el ruso; nacional el alemán), las dos potencias sabían que la única manera de doblegar el poder de Gran Bretaña en el mundo era la de la unificación de la masa territorial ruso-germana.

Así lo había entendido la Estrategia británica tras la declaración de guerra de Alemania a Rusia en 1914, participando en la Primera Guerra Mundial por el temor a la expansión a todo el continente de uno de los dos imperios, y así lo volvió a entender tras la firma del pacto germano-soviético, después del cual comenzó la Segunda Guerra Mundial, con la que Gran Bretaña pretendía doblegar tal alianza. España y su Guerra no eran para Stalin sino un escenario cuya principal importancia recaía en la ocultación de tales proyectos mediante la creación de una ficticia batalla ideológica que enfrentaba al comunismo con el fascismo. Para estas fechas, sólo aquellos dirigentes que "estaban en el secreto" podían comprender que nuestro país había dejado de ser el principal campo de batalla internacional, y no hay que olvidar que Togliatti había ascendido desde muy joven a lo más alto de la nomenklatura de la Internacional Comunista. Los registros onomásticos del político italiano en El libro negro del comunismo resaltan su activa participación en la consolidación del Terror soviético desde principios de los años 30.

En 1937 firma la resolución que lleva a la muerte al líder húngaro Béla Kun y un año después colabora en la eliminación del Partido Comunista polaco. "En esta ocasión" relatan los historiadores Stéphane Courtois y Jean-Louis Panné, "aprobó el tercero de los procesos de Moscú y concluyó: '¡Muerte a los promotores de la guerra, muerte a los espías y a los promotores del fascismo! ¡Viva el partido de Lenin y Stalin, guardián de las conquistas de la Revolución de Octubre y garante del triunfo de la revolución mundial! ¡Viva aquel que continúa la obra de Felixs Dzerzhinsky: Nicolás Yezhov!'".

Tras la finalización de la Guerra, Togliatti, que como él mismo relata en su Informe de 21 de mayo de 1939, había abandonado España rumbo a Argelia el 24 de marzo desde el campo de aviación de Totana, en Murcia, organiza desde Francia el viaje de seleccionados grupos de dirigentes comunistas hacia Moscú, "donde se sentarán en espera de instrucciones. En espera de que la IC decida el sentido de sus vidas y de su política, como un batallón más del gran ejército de la revolución, aunque en su caso se trate más bien de un ejército de sombras", en palabras de Gregorio Morán.

Allí, en la capital soviética, pasará Togliatti toda la Segunda Guerra Mundial, enviando por radio mensajes propagandísticos a la resistencia italiana, y hasta 1944 no regresará a su país, donde continuará su agitada vida política. Ese mismo año forma parte, como ministro sin cartera, del Gobierno de Pietro Badoglio, mariscal italiano que ocupa la presidencia tras la caída de Mussolini y que dimite tras la salida del rey Víctor Manuel III. Posteriormente, participa en diversos gobiernos de unidad nacional, ocupando la Vicepresidencia y el Ministerio de Justicia, con Ivanoe Bonomi, que representa a Italia en la Conferencia de Paz de París, Ferruccio Parri y Alcide Gasperi. En 1947, pasa a la oposición desde la secretaría general del PCI, cargo que ocupa hasta su muerte, acaecida en Yalta, en 1964, adonde ha viajado para entrevistarse con Jruschov. Las notas que redacta para esa entrevista que nunca tuvo lugar, y que son conocidas como el Memorial de Yalta, son su último documento político. Sintetizadas en su propuesta de "unidad en la diversidad", son el reflejo de las posiciones críticas hacia la URSS que el dirigente italiano comienza a desarrollar tras la crisis chino-soviética y que servirán de inspiración a otros dirigentes comunista europeos, como Carrillo o Berlinguer, en propuestas políticas posteriores como las del eurocomunismo o el compromiso histórico. 

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