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viernes, 1 de marzo de 2013

Luys Santa Marina (1898-1980)


Escritor cántabro de ideología falangista, este 'camisa vieja' defiende las consignas 'joseantonianas' hasta sus últimos días, en los que refleja el desengaño ante el desvanecimiento de una doctrina a la que entregó su vida

Antes de que Falange se interesara por sus obras y por su creación literaria, Luys Santa Marina ya estaba militando en sus filas. Por eso, la incursión de este poeta cántabro en la corte literaria de los falangistas fue más un acto de fe que una respuesta a sus inquietudes artísticas.

Camisa vieja, jonsista y fundador de la Falange barcelonesa, Santa Marina nació en Colindres (Cantabria) el 4 de enero de 1898 y es bautizado como Luis Gutiérrez Santamarina.

Después de terminar el bachillerato en Santander, se traslada a Oviedo donde comienza sus estudios de Derecho en la Universidad, aunque su interés por la literatura y el periodismo pronto le lleva a Madrid, donde experimenta el primer contacto con los movimientos vanguardistas de la época.

Tras su experiencia en las filas del Ejército en Marruecos -sus más íntimos amigos aseguran que era "extremadamente reacio a hablar de su pasado"- y un amor frustrado en la capital, Santa Marina se traslada a Barcelona, la ciudad que sería testigo de su transformación en escritor y falangista.

Una definición de su estilo la proporcionan Mónica y Pablo Carbajosa, autores del libro La corte literaria de José Antonio. Para ellos, este poeta se acerca al prototipo de "hombre de acción (poeta-soldado), alejado del estereotipo de señorito fascista que teorizaba sobre la necesidad o bondades de la violencia sin haberlas experimentado de primera mano".

En Barcelona conoce a importantes hombres de letras como Max Aub y Félix Ros. Con este último funda, en 1932, la revista literaria Azor, abierta en principio a literatos y colaboradores de cualquier ideología. En estos años, están presentes en su prosa la evocación de hechos pasados y la exaltación del imperio español.
A pesar de las diferencias ideológicas de Aub y Santa Marina, el fuerte vínculo que les une desde su llegada a Barcelona le libra de la pena de muerte a la que había sido condenado por participar en la sublevación en julio de 1936.

Otro poeta falangista, Dionisio Ridruejo, radiografía a Santa Marina en su libro Casi unas memorias, como un hombre "de espíritu encendido y un poco quimérico pero de corazón sensible y generoso. Era un hombre sarmentoso con una mirada intensa y al mismo tiempo lejana".

En los años previos a la Guerra, el escritor cántabro ya había cerrado un círculo de amigos procedentes de la intelectualidad catalana como Josep Janés Olivé, Martín de Riquer y Xavier de Salas, con quienes mantenía tertulias en el Café Lyon de las Ramblas y, posteriormente, en el Navarra.

También durante aquellos años, Santa Marina comienza su carrera como escritor con Tras el águila del César (1924) donde, narrado desde dentro con una intención épica y elegiaca, describe la experiencia marroquí de los 96 legionarios que partieron desde Nueva York para servir en el tercio de extranjeros.

Lo que destaca de sus creaciones literarias es, a juicio de los historiadores Mónica y Pablo Carbajosa, el discurso de las "armas y las letras" que él hace suyo y que se transforma en "el motor narrativo como relato, no solamente con evocación ensayística, sino también con nostalgia imperial".

Desde la dirección de Azor no pierde contacto con intelectuales de Madrid como José Bergamín, director de la revista Cruz y Raya, en la que colaboraba habitualmente el propio Santa Marina.

Durante la Guerra, este falangista es condenado a dos penas de muerte, aunque de nuevo la intercesión de intelectuales y escritores de ideologías opuestas y, paradójicamente de algunos dirigentes de la CNT, le salva de morir antes de tiempo. Esta experiencia jamás sería olvidada por el escritor, que, finalizada la Guerra, se cose bajo el yugo y las flechas de su camisa azul tres calaveras en recuerdo de las tres condenas que habían caído sobre él.

Tras el primer indulto en 1936, permanece encarcelado en la prisión Modelo de Barcelona donde mantiene contactos con los dirigentes de la Falange clandestina. Posteriormente sería condenado de nuevo a la pena capital aunque fue conmutada por varios años en las prisiones de Chinchilla (Albacete) -donde escribe Primavera en Chinchilla-, en Sabadell y en Valencia, de donde saldría para liberar la ciudad y tomar el mando antes de que la ocupara el general Aranda.

Los hermanos Carbajosa relatan en su obra la experiencia de Santa Marina durante la posguerra: "El desengaño, traducido en sus versos no provenía de la desilusión personal del falangismo, ideología que siguió profesando con obstinación hasta su muerte, sino de la amargura ante el olvido y aprovechamiento de muchos otros que también lo fueron".

En 1958 escribe Hacia José Antonio, una muestra de su compromiso con el falangismo que sintetiza las aptitudes del jefe nacional. El libro, como se recoge en la obra La corte literaria de José Antonio, "es una apología de un hombre de acción y un alegato en favor del falangismo".

Acomodado en la sociedad barcelonesa, Santa Marina es presidente del Ateneo desde 1939 y continúa con sus tertulias literarias. Su vida profesional se dirige estrictamente hacia el periodismo, convirtiendo la literatura en caprichos voluntarios más que en una profesión. Así, logró llegar hasta la dirección del diario falangista Solidaridad Nacional en el que permanecerá hasta su marcha en 1963.

La madurez de este falangista aporta a su estilo reminiscencias de su infancia, dejando en un segundo plano las elegías heroicas que le habían caracterizado durante el desarrollo de la Guerra Civil. Por ejemplo, en la obra Karla y otras sombras, de 1956, la nostalgia no se dirige a las contiendas pasadas o a los suspiros de añoranza de tiempos pretéritos, sino al ámbito personal, con gran parte de metáforas sobre su propia biografía.

Para los literatos de su entorno más cercano, Santa Marina sale al quite de muchas personas amenazadas antes y después de la Guerra por sus acciones o por sus palabras, lo que provoca la admiración de sus coetáneos. El propio Dionisio Ridruejo dijo de él que, cargado de méritos de los que entonces podían servir para casi todo, "no era de los que se preparaban para una carrera cómoda ni para instalarse entre los sorteadores de la túnica".

En sus últimos años, Santa Marina cae en el ostracismo, sacudido por los fracasos de sus últimas obras y con un profundo desengaño al comprobar que el ímpetu revolucionario de la juventud se había transformado en muchos de sus contemporáneos en un canoso conformismo.

El 14 de septiembre de 1980 muere en Barcelona el que, según afirman Mónica y Pablo Carbajosa, "fue el único de los escritores de la corte de Primo de Rivera que terminó sus días como falangista".

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