Periodista decano de la 'corte literaria' de Falange, formada durante la República alrededor de José Antonio Primo de Rivera, logra sobrevivir escondido en Madrid los tres años que dura la Guerra Civil
"Que por cielo, tierra y mar se espera" es verso que nada dice si no se empareja con sus compañeros: "Volverá a reír la primavera / que por cielo, tierra y mar se espera / ¡Arriba escuadras a vencer! / Que en España empieza a amanecer". Aparece así la última estrofa del Cara al sol.
Este segundo verso del himno de Falange parece que es obra de Pedro Mourlane Michelena, periodista y escritor nacido en Irún en 1888 -si bien hay algunos autores que sitúan su fecha de nacimiento en 1885-. En 1935, Falange Española carecía de himno. A la conclusión de un mitin del partido celebrado el 17 de noviembre, se hace evidente la necesidad de un canto que sirviese de himno ceremonial a sus militantes. El 3 de diciembre, José Antonio Primo de Rivera reunía a un grupo de poetas en la Cueva del Or-Konpon -un bar vasco de Madrid-. Allí se dieron cita el propio Primo de Rivera, José María Alfaro, Agustín de Foxá, Dionisio Ridruejo, Mourlane Michelena, Rafael Sánchez Mazas, Agustín Aznar y Luis Aguilar para engendrar un himno que será por primera vez cantado oficialmente el 2 de febrero de 1936.
Entre la fundación de Falange en 1933 y el comienzo de la Guerra Civil, Primo de Rivera se rodea de un grupo de escritores afines a sus postulados ideológicos. Se conforma así "la corte literaria de José Antonio" fórmula acuñada por los escritores Pablo y Mónica Carbajosa en su libro del mismo título, en el que reúnen a los diez escritores más cercanos al líder de Falange, y que se solían citar en las tertulias, primero de El Café Europeo, después en el Comercial y finalmente en La Ballena Alegre, en los bajos del Café Lyon, de la madrileña Calle de Alcalá. A saber: Sánchez Mazas, Giménez Caballero, Alfaro, Montes, Santa Marina, Mourlane Michelena, Miquelarena, Foxá, Ros y Ridruejo, todos componentes de "la primera generación cultural de la Falange" y que acuden al acto de fundación de la misma en el Teatro de la Comedia de Madrid.
Algunos de ellos provienen de la bilbaína Escuela Romana del Pirineo, "un grupo informal de autores que muestran grandes concomitancias ideológicas y estéticas", como asegura la filóloga Elene Ortega Gallarzagoitia, quien explica que Mourlane Michelena tiene un papel muy activo en el núcleo de aquel grupo del que formaron parte Jacinto Miquelarena, Sánchez Mazas, Ramiro de Maeztu, José María de Areilza y José Félix de Lequerica. Pone de manifiesto en sus artículos el interés por los neotradicionalistas franceses Barres y Maurras, siendo, al mismo tiempo, el primer divulgador de Acción Francesa en Bilbao, según Areilza. El propio Mourlane Michelena, en la revista vasca Hermes, en 1917, deja claro que esta Escuela valora la cultura de élite que ellos encarnan al modo de los ilustrados de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País.
Mourlane escribe en 1915 su primer libro, que puede considerarse referente del grupo. Se trata de El discurso de las armas y las letras, una obra de la que se desprende el ideal de la conjunción de armas y letras, "de acción y pensamiento". La Roma antigua es el referente de ese ideal, dado que su imperialismo fue bélico y cultural en igual medida.
La relevancia de Mourlane Michelena durante todos estos años viene dada por una prosa ágil y culta, pero también por su cautivadora oratoria, su refinada dicción y el "hablar engolado" de "rapsoda antiguo" con que, según recuerda Dionisio Ridruejo, Mourlane adornaba sus eruditas disertaciones -deudoras en exceso, según algunos, de diccionarios y enciclopedias varias-. Todo esto, junto con la edad, convierte a Mourlane en punta de lanza de la denominada por muchos autores Generación del 36, que, según indican los hermanos Carbajosa, tuvo como centro del fascismo literario Bilbao y Madrid. Sus autores no despuntaron en el campo de la novela o el relato largo. Serán las páginas de periódicos y revistas su lugar favorito para desarrollar sus piezas de prosa breve. Novedades, Hermes, Bidasoa, Vida Vasca o Pueblo Vasco son publicaciones en la que este escritor irunés, que estudió Medicina, Letras e Historia en la Universidad de Valladolid, dejará su huella.
Su producción periodística es enorme, y no hubo campo que escapara a su pluma. Incluso llega a adentrarse en el campo de la gastronomía. En su artículo la Promulgación de la carta constitucional del gastrónomo se puede leer: "Sin vino no hay cocina, pero sin cocina no hay salvación ni en este mundo ni en el otro". Sin embargo, y pese a lo prolífico de su obra, solamente publicó un libro antes de su muerte, El discurso de las armas y las letras, en 1915. En su bibliografía encontramos otros dos volúmenes: Historia de los heterodoxos vascongados -remedo de la monumental Historia de los heterodoxos españoles de Marcelino Menéndez Pelayo-, que no se llegó a publicar, y El Arte de Repensar los lugares comunes, que ve la luz a título postumo gracias a su amigo Eduardo Aunós.
Mourlane logra sobrevivir en Madrid durante los tres años que dura la Guerra. Después será uno de los escritores favoritos del nuevo régimen. Subdirector de Arriba y Vértice, llega a dirigir la revista Escorial, fundada por Dionisio Ridruejo y Pedro Laín Entralgo en 1940. Estas "empresas intelectuales falangistas", en palabras de los historiadores Francisco Sevillano y Roque Moreno, se convierten en muchos casos en órgano de expresión de "el liberalismo intelectual de ciertos sectores falangistas". Desde sus páginas se pretende elaborar una ideología que justifique la existencia del bloque dominante y vencedor en la Guerra Civil. Mourlane asume la dirección de Escorial en la segunda época de la revista, en 1949 -la primera dura hasta 1946-, donde mantiene ese estilo "barroco, metafórico y guerrero muy propio de aquel falangismo liberal", afirma el historiador Rafael Osuna.
Mourlane Michelena y el resto de aquella corte literaria irán cayendo en el olvido durante la segunda mitad del franquismo. Pese a convertirse en estandartes de la cobertura ideológica del Régimen, Pablo Carbajosa afirma que ninguno de ellos consigue orientar su literatura tras la Guerra Civil y sufrieron una "desaparición lenta e inexorable". El 25 de noviembre de 1955, Pedro Mourlane Michelena muere a consecuencia de una hemorragia cerebral.
En 1958 el Ayuntamiento de Irún compra a su viuda la biblioteca del periodista. En el fondo Mourlane Michelena se pueden rastrear los hitos más importantes de su vida: perteneció al Patronato Menéndez Pelayo, así como al Consejo Superior de Investigaciones Científicas y a la Junta General de Cronistas de España. Fue Comendador de Alfonso X el Sabio y oficial de la Orden del Sol. Al margen de estos logros, este hombre de cultura será recordado por tres palabras dirigidas a su amigo Jacinto Miquelarena -"¡Qué país, Miquelarena!"-, que se convertirán en soniquete habitual en la España de la época.
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