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sábado, 8 de diciembre de 2018

EL BANQUERO Y SUS GENERALES

Era fatal. Necesariamente había de proyectarse la sombra siniestra de Juan March sobre el cuerpo sangrante y lacerado de España. El judío mallorquín ha resultado ser, como no podía por menos, el banquero de los sublevados. Llegúele, dondequiera que se halle, el aviso colectivo de los españoles de que en esta ocasión no escapará con bien de sus, trágicos manejos, cualquiera que sea el refugio que busque para su, persona. El dinero que ha dedicado a posibilitar esta intentona criminal acabará por destruir su vida, castigo blando para la enormidad de su delito. Su soberbia y la confianza en su estrella le han perdido irremisiblemente. En la medida que España, por sus fuerzas armadas, arrolla y pulveriza a los sublevados, se echa encima de March la sentencia implacable que él mismo se ha buscado y a la que no escapará, porque contra las sentencias de esa naturaleza carecen de pólizas de seguro los Bancos. March, habituado a darse rumbo y altura por el olfato, no lo ha tenido en esta ocasión y se ha embarcado, embarcando a todos los suyos, en una empresa derrotada. El siniestro banquero mallorquín ha tropezado con el pueblo en armas. Despídase de sus malas artes. No espere blanduras. El destino le va a presentar, en una sola, todas las traiciones, todos los robos, todos los crímenes que no había pagado. Contra ese destino las fronteras nada pueden, nada garantizan. El destino opera, sin misericordia, en toda la rosa de los vientos. Tiene servidores leales que jamás se han permitido desacatar sus órdenes. March sería el primero en ponerse a cubierto de lo ineluctable que ha comenzado a asediarle.

Puede disponerse a correr la suerte de los traidores que se han beneficiado con su dinero. De estos generales traidores que, descontando su derrota, van poniendo a buen resguardo sus alectos. «La esposa del general Mola—dice la noticia de hoy—ha llegado a Biarritz.» El propio general debe confiar en poder reunirse pronto con ella en ese elegante rincón de la costa vascofrancesa. Falsa confianza. Quizá la raya francesa esté abierta por Navarra. Pero no tardará en quedar cefrada. La voluntad nacional tiene interés en asistir al juicio y acabamiento de los traidores. ¿A qué menos podría aspirar después de la prueba trágica a que se le ha sometido? La reata de los traidores no escapará, como tampoco escapará su banquero. La convulsión tiene tal magnitud, representa tal montaña de dolores y de -duelos, que la sentencia, inmodificable, está dictada desde el primer día, habiéndose empezado a cumplir en dos generales contumaces: Sanjurjo y García de la Herrán. La Junta de Defensa o Directorio militar con que sueñan los sublevados tendrá que reunirse en el infierno. Allí es donde están convocados para fecha perentoria. Allí se reunirán.

El Socialista (26/7/1936)

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