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miércoles, 5 de diciembre de 2018

LA ESCUADRA, FIEL A SU TRADICIÓN

Un ejemplo de lealtad y decisión que debe ser brindado a los soldados

Por conducto de «Heraldo de Madrid», la Escuadra ha enviado a los diarios republicanos un saludo efusivo, al que nos obligamos a corresponder; pero no de una manera protocolaria y fría, sino cordial y caliente, como se merecen las tripulaciones y los nuevos mandos de la Escuadra, que tan excepcionales servicios están rindiendo a la nación y a la República. A su actividad y a su capacidad de sacrificio fiamos todos los combatientes aquellas victorias que hayan de conseguirse en el litoral y en el norte de Africa. No es éste el momento de reseñar sus proezas ni de exaltar las victorias conseguidas por los cañones de la Escuadra.

De eso habrá que hablar con detalle y por largo. Lo más urgente está en decir que la Escuadra, una vez más, ha hecho honor a su gloriosa tradición de liberalismo, primero, y de republicanismo después.

Todavía conservamos viva en el recuerdo aquella memorable noche bilbaína en que, surta la Escuadra en el Abra, de paso para Santander, donde la ex real familia veraneaba, ocupando el Palacio de la Magdalena, representantes autorizados de la marinería y del personal técnico hicieron este sobrio ofrecimiento: «Estamos a la devoción de la República. Al amanecer daremos vista a Santander. Désenos la orden, y reduciremos a cenizas el Palacio de la Magdalena con todos sus ocupantes. Tenemos dispuesta todas las cosas para ello.» Era en las postrimerías del golpe de Estado de Primo de Rivera. No se dio la orden. Lo que entonces no hicieron los marinos lo han hecho ahora : desembarazarse de los mandos traidores y poner los buques al servicio del pueblo y de la República. Esa es su gran lección. Una lección que debe ser brindada a los soldados que mandan los insurrectos, y a los cuales se les da, más fácilmente, la posibilidad de reducir a quienes los mandan y sumarse a las fuerzas leales y a las milicias populares. Más fácilmente, por cuanto que, una vez en la calle y pertrechados de munición, a los mandos facciosos no se les da la posibilidad de controlar a sus tropas.

Es el momento adecuado para que los soldados imiten la conducta admirable de la marinería y clases de la Escuadra. Es la única que puede legitimar a los soldados, que, a estas horas, saben perfectamente cuál es la posición del pueblo y cuál la intención de los insurrectos. Es dificilísimo admitir la ignorancia. Los soldados que hacen fuego y causan bajas a las milicias populares, ¿cómo conseguirán justificarse una vez prisioneros? Tanto más difícil esa justificación, cuanto que hay compañeros suyos que, al acecho de toda oportunidad para pasarse a los leales, desertan de los facciosos incluso con riesgo de la vida. La comprensión y la tolerancia de que hemos venido haciendo alarde están a punto de agotarse. En el Alto del León y en Somosierra, soldados no menos facciosos que sus jefes, afinaban su puntería contra las milicias, causándoles heridos y muertos. Es demasiado esperar, después de su criminal conducta, que se les respete la vida.

Para que ese respeto se produzca es indispensable que manifiesten su voluntad de rebelarse contra sus jefes, a los que ni legal ni moralmente deben acatamiento. Pueden ajusticiarlos con la seguridad de merecer el reconocimiento público, de la misma manera que lo han ganado las tripulaciones de la Escuadra, a las que enviamos nuestra más calurosa felicitación.

Una vez más, la marina de guerra, servida por hombres del pueblo, mandada por una vieja aristocracia apolillada, ha pasado por alto las órdenes de sus jefes para ponerse incondicionalmente al servicio del pueblo. ¡Salud a ella!

El Socialista (24/7/1936)

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