¡Diez veces traidores: a España y a la República!
En el momento en que la máquina imprime este número, España se halla en pie de guerra contra los que nuevamente han atentado contra su ley. Ahora la deslealtad y la traición revisten caracteres inauditos. Nos basta la nota facilitada por el ministerio de la Gobernación para colegir hasta qué extremo se ha cometido un delito de lesa patria. La sección del ejército que guarnecía el Protectorado de Marruecos ha sido impulsada por sus oficiales contra la tierra materna y contra la situación de derecho que la preside. No se ha vacilado ante la consideración de que esta actitud les abra a los indígenas campo para seguir el ejemplo; tampoco ante la idea de que los pueblos de Europa que nos han confiado la guarda y civilización del litoral africano diputen a los mandatarios indignos de esta confianza. Un sentimiento innoble, de odio a la democracia, de desprecio a las jerarquías populares, ha podido más que aquellos graves motivos, y ésta es la hora en que España, indignada, se dispone a castigar a los malsines.
Desde hace tiempo, desde el día siguiente a la victoria electoral de febrero, comenzó la Conspiración fascista. En cuanto la censura ha atenuado un poco su rigor, hemos sabido servir al pueblo, sugiriéndole lo que se tramaba. No era nuestro optimismo tan- cumplido que fiara en el deber de quienes sufrían la acción morbosa del fascismo. Por fortuna, existen aún en los elementos armados reservas de valor moral más que suficientes para aplastar la subversión. Apoyándose en ellos el pueblo, que se está movilizando de punta a punta de la Península, y auxiliándolos con sus brazos y con el calor formidable de su derecho, la República saldrá adelante, vencedora, dolorida e inexorable en su justicia.
No se alteran los designios pacíficos de un pueblo de treinta millones de habitantes, con una noble tradición liberal y civilizadora, a gusto de las minorías reaccionarias. No se compra con dinero la Historia. No intimidan las armas cortas del fascio el clamor maravilloso de un pueblo enamorado de la libertad. Del cogollo mismo de la raza, del espíritu insobornable de España, mana la fuerza, triunfadora siempre, del derecho. Esto es la República. Derecho. Huyan los cobardes, como Gil Robles, después de dejar la mecha encendida. Alcense, los que han preferido consagrar su uniforme a la traición. España está viva. El pueblo está colérico. Y la República seguirá su historia, pese a quien pese y pase lo que pase.
El Socialista (19/7/1936)
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