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viernes, 28 de septiembre de 2012

Ramiro Ledesma Ramos (1905-1936)

Ideólogo del fascismo español, eclipsado por la figura de Primo de Rivera, es el artífice del corpus filosófico falangista, basado en la supremacía del Estado y el sindicalismo en la economía y la sociedad 

El 29 de octubre de 1936, coincidiendo con el tercer aniversario de la fundación de Falange, los republicanos fusilan a Ramiro Ledesma, el silenciado ideólogo del fascismo en España. A pesar de que en aquel momento se encuentra apartado de la política, y de que, años después, el régimen franquista le elimina­rá de su panteón de ilustres, Ledesma es una figura fundamental dentro de la arti­culación política del Movimiento Nacional, en calidad de fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) y creador de los lemas “Una, gran­de y libre”, “¡Arriba!” o “Patria, pan y justicia”. 

Hombre de sólida formación literaria y filosófica, Ledesma no llega a ver mate­rializados los planteamientos teóricos que defiende con ardor a lo largo de un lustro de activismo. Sus ideas antimarxistas y ultranacionallstas no consiguen conven­cer más que a unas decenas de simpati­zantes. Ni siquiera la unión de sus acólitos con el grupo de Onésimo Redondo o con la Falange de Primo de Rivera consigue que sus postulados sigan la trayectoria del fascismo italiano o el nazis­mo alemán y lleguen a una parte importante de la pobla­ción. 

Ledesma, hijo y nieto de maestros rurales, había nacido en 1905 en la localidad zamorana de Alfaraz. A los 16 años ingresó por oposición en el cuer­po de Correos y estuvo destinado en Valencia, Barcelona y Madrid, donde acabó estableciéndose. Al mismo tiempo que trabajaba como funcionario, se licenció en la carre­ra de Filosofía y Letras, y tam­bién probó suerte con la de Ciencias Exactas. 

Sus inquietudes cultura­les le llevaron a estudiar de forma autodidacta a Hegel, Nietzsche y Heidegger (para lo cual aprendió alemán por su cuenta), así como a Bertrand Russell y Georges Sorel, entre otros. Con 19 años publica una novela, El sello de la muerte y un ensayo, El Quijote y nuestro tiempo, con abundancia de referencias nihilistas y a la teoría del superhombre. Con 25 ya frecuenta los círc­ulos intelectuales madrileños, como el Ateneo, y publica artículos en La Gaceta Literaria de Giménez Caballero y en la Revista de Occidente, de Ortega y Gasset. Es precisamente Ortega (y también Unamuno) el primer referente en la senda filosófica de Ledesma. Todo este influjo variopinto, unido a su profundo desprecio por la democracia, hacen que Ledesma mire con admiración el ascenso del fascis­mo en Italia y del nazismo en Alemania. A finales de 1930 decide dar el salto a la política y en febrero de 1931, al tiempo que caía la dictablanda de Berenguer, publica La Conquista del Estado. Manifiesto político. 

El documento presenta un corpus ideo­lógico como solución al estado de crisis que atraviesa España. Este modelo pre­tende ir más allá de la división derechas-izquierdas o monárquicos-republi­canos. Se basa en la “supremacía del Estado”, como ente todopode­roso, y en el sindicalismo en la eco­nomía y la sociedad. 

Además, incluye planteamientos ultranacionalistas, antimarxistas (aunque defiende la revolución) y contra­rios al separatismo, bañado todo de exal­tación de la juventud y la violencia. Gabriel Jackson califica también a Ledesma de anticlerical. Según el líder fascista, la Iglesia debe estar subordinada a la maquinaria totalitaria del Estado. 

A raíz de la publicación de La Conquista del Estado se crea una revista y se agrupa un reducidísimo grupo de partidarios, entre los que figura Giménez Caballero. Sin embargo, el afán provoca­dor y la personal interpretación de la “misión” política que tienen que cumplir los seguidores de La Conquista del Estado, hacen que Ledesma se quede prácticamente solo dentro del colectivo. No duda en alabar a Ramón Franco, her­mano del futuro dictador, ferviente anti­monárquico y próximo a los anarquistas catalanes. El propio Ledesma ve en los sindicalistas de la CNT a la posible “can­tera” con la cual llenar las filas de su movimiento. Una de las manifestaciones de este comportamiento provocador es la crítica sistemática del catalanismo, lo que lleva a Ledesma a la cárcel en reiteradas ocasiones. 

El grupo de La conquista del Estado se encuentra al borde de la desaparición a finales de 1931. Sin embargo, en octubre de ese año, Ledesma fusiona su agrupa­ción con las Juntas Castellanas de Onésimo Redondo en Valladolid, Ambos grupos, aunque separados y débiles, coin­ciden en su objetivo último: la instaura­ción de un Estado totalitario basado en el modelo fascista, o lo que es lo mismo, “un régimen económico antiliberal, sindi­calista o corporativo”. 

En los años siguientes Ledesma conti­núa predicando con abundante demago­gia y poca suerte su evangelio ultranaclonalista. Poco a poco intenta distanciarse y diferenciarse del fascismo, en busca de un movimiento netamente español. Para mantener su particular cruzada, Redondo y Ledesma cuentan con el apoyo económico de monárquicos millonarios, como el conde de los Andes. 

A principios de 1934 las JONS se encuentran de nuevo en una situación límite, Pero es, de nuevo, una fusión con otro grupo la que aporta una bocanada vital para el movimiento político-sindical. Se trata de Falange Española, de José Antonio Primo de Rivera. La capacidad de liderazgo del primero y la perspectiva intelectual del segundo se presentan jun­tas el 4 de marzo de 1934, en el mitin fundacional de FE de las JONS en el Teatro Calderón de Valladolid. Uno de los frutos de esta unión es la Central Obrera Nacional Sindicalista (CONS). Las diferen­cias entre ambos líderes son perceptibles en el terreno de la religión (Primo de Rivera es más próximo a la idea de un Estado confesional) y la participación en las instituciones republicanas (Ledesma tacha al falangista de “parlamentarista”). Sin embargo, es la lucha por el poder la que desata la fractura entre ambos. En octubre de 1934 Primo de Rivera es designado jefe nacional de FE de las JONS, un nombramiento que sustituye al triunvirato (formado por él mismo, Ledesma y Ruiz de Alda) que hasta enton­ces regía el partido. Además, Ledesma piensa que se pierde una oportunidad de oro en la Revolución de 1934, donde pro­pone levantarse contra el Gobierno de derechas, aprovechando la confusión. 

El jonsista, convencido de que el parti­do ha abandonado el carácter nacional-sindicalista revolucionario, intenta enton­ces hacerse con el poder, pero falla y es expulsado. Ledesma intenta entonces reconstruir las JONS fuera de Falange, pero casi todos sus colaboradores se que­dan con Primo de Rivera. 

Los dos últimos años de su vida los pasa Ledesma alejado de la política, aun­que no de la doctrina. Bajo el seudónimo de Roberto Lanzas, publica varios libros en los que analiza su experiencia política y deposita su confianza en los partidos que, sin ser fascistas, se presentan “fascistizados”, como el Bloque Nacional de Calvo Sotelo. 

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