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sábado, 15 de septiembre de 2012

"Alfonso Carlos I" (1849-1936)

El último descendiente directo de la dinastía carlista reaparece en 1931, tras muchos años retirado de la vida pública, para lograr la reunificación de los tradicionalistas y hacer que participen en la sublevación

A pesar de no estar presente en España, el pretendiente carlista Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este, autodenominado Alfonso Carlos I, es una de las figuras de referencia para buena parte de los sublevados. En 1936 es un hombre mayor, de 87 años y sin hijos, lo que anuncia el final de la estirpe de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII que en 1833 inició la vía carlista al oponerse a la designación de Isabel II como heredera al trono y a la implantación de un Gobierno liberal. Pero antes de ese final, durante los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil, Alfonso Carlos I consigue aglutinar a todas las ramas tradicionalistas e impulsar el movimiento en el periodo de su apogeo político.

El último representante del carlismo nace en Londres en 1849. Durante la tercera guerra carlista, que tuvo lugar entre 1872 y 1876, Alfonso Carlos había tenido una participación importante, en apoyo de los intereses de su hermano, el pretendiente Carlos VII. Acompañado por su esposa, María de las Nieves de Braganza, comandó con éxito las tropas de Cataluña y de la zona central (Maestrazgo). Sin embargo, la crueldad con la que sus milicias tomaron Cuenca en octubre de 1874 y una posterior serie de fracasos provocaron que Carlos VII le apartase del mando de Cataluña.

Alfonso Carlos, disgustado, renunció también al mando de la zona central y abandonó la lucha; además Cánovas del Castillo solicitó su extradición por «"ncendio, violación y asesinato".


Durante casi 60 años, Alfonso Carlos permanece retirado de la vida pública. Pero en 1931 hereda el puesto de pretendiente tradicionalista, al morir sin hijos su sobrino Jaime de Borbón y Borbón, conocido como Jaime III. Éste había provocado el descontento entre sus seguidores en numerosas ocasiones, por su oposición a los imperios centrales durante la Primera Guerra Mundial y por haber iniciado negociaciones con Alfonso XIII durante la Segunda República para poner fin al cisma carlista. Cuando Alfonso Carlos ocupa la jefatura del movimiento, el carlismo se halla dividido en varias facciones: los mellistas, seguidores del dirigente Vázquez de Mella; los jaimistas, seguidores de Jaime III y los integristas, neocatólicos querepudiaron a Carlos VII y que al final acaban haciéndose con el favor de Alfonso Carlos. Del mismo modo, el partido carlista se había desgajado en varios grupos políticos. Alfonso Carlos, mucho más conservador que su sobrino, unifica a todos los tradicionalistas a pesar de su edad y de estar totalmente sordo.


La fusión de los distintos sectores del carlismo se hace efectiva en la primavera de 1932, al crearse la Junta Nacional de Comunión Tradidonalista. El pretendiente Alfonso Carlos designa al frente de la misma al Conde de Rodezno. Rodezno es partidario del diálogo con los monárquicos alfonsinos y defiende la integraron de las dos ramas en la figura del infante Juan, hijo del depuesto Alfonso XIII. En efecto, la ausencia de sucesores de Carlos María Isidro por vía masculina hace que se tenga que recurrir al enemigo, o bien resignarse al final de una estirpe.

No obstante, los principales acercamientos a los monárquicos alfonsinos no tienen tanto que ver con la cuestión sucesoria como con la política. En noviembre de 1933 ambos partidos se presentan aliados en las elecciones a Cortes. Tradición y Renovación Española (Tyre), que es como se llama la alianza, capitaliza la oposición a la República del sector más derechista de la sociedad. Los carlistas obtienen 21 diputados, frente a os 16 de los alfonsinos de Renovación.

Pero es en el ámbito militar donde los partidarios de Alfonso Carlos consiguen mayores avances, gracias a la creación de milicias armadas conocidas como requetés. Los carlistas empiezan a preparar un posible levantamiento para acabar con el sistema republicano e instaurar un régimen monárquico fuerte bajo los postulados de la religión católica. La naturaleza conspiratoria del carlismo queda patente en el viaje que realiza una delegación de Tyre a Roma en marzo de 1934 para solicitar armas y apoyo del Gobierno fascista de Mussolini.


A pesar de ello, la situación se había resquebrajado ya a principios de 1934, cuando Alfonso Carlos, animado por los sectores críticos que no veían bien ni el pacto con los alfonsinos ni la reunificación de las dos ramas, sustituye a Rodezno por Manuel Fal Conde al frente del carlismo. Fal Conde es más radical y se opone a cualquier forma de colaboración con los partidarios de Alfonso XIII.

Dos meses más tarde, el 6 de mayo de ese mismo año, Alfonso Carlos ordena a Rodezno, que sigue siendo el encargado de las cuestiones parlamentarias, la disolución de Tyre y el fin de los contactos con el partido alfonsino. Para zanjar la cuestión, el pretendiente publica unas bases doctrinales que eliminan prácticamente la posibilidad de sucesión en el infante Juan. La escisión interna vuelve, pues, al carlismo.

Influido por el andaluz Fal Conde, el anciano pretendiente evita pronunciarse a favor del Bloque Nacional de derechas que el diputado alfonsino Calvo Sotelo prepara para contrarrestar al Frente Popular en las elecciones de 1936.

Viendo próximo su fin, Alfonso Carlos realiza dos últimas acciones de importancia capital. Por un lado, designa como regente a su sobrino Javier de Borbón-Parma para que se ocupe de su sucesión. Por el otro, publica un programa de cinco puntos sobre "los fundamentos de la legitimidad española": el catolicismo, "constitución natural y orgánica de los estados y cuerpos de la sociedad tradicional", «"a federación histórica de las distintas regiones y sus fueros", "la auténtica monarquía tradicional" y el retorno al estado de derecho anterior "al mal llamado derecho nuevo".


La aparición de Mola y su conspiración militar no genera mucha confianza a Fal Conde y Alfonso Carlos, que quieren que la participación de los requetés en el alzamiento se traduzca en una implicación política por parte de los rebeldes. Alfonso Carlos es reacio a que sus hombres se pongan al servicio de los militares sin más, aunque al final Mola consigue convencer in extremis a los carlistas. Nada más producirse la sublevación del 18 de julio, los requetés conquistan rápidamente Navarra. Sin embargo, aquellas milicias no luchan como en anteriores ocasiones por el retorno de su rey, y dan por concluidas las posibilidades de que éste llegue algún día al trono.

El destino quiere que el último pretendiente carlista a la corona de España fallezca en septiembre de 1936, al poco de iniciarse la contienda y tras una serie de éxitos de sus seguidores, no por su avanzada edad, sino atropellado por un camión de la policía en Viena, donde reside.

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