Firme defensor de la República, es uno de los escritores españoles más admirados de la literatura del siglo XX, tanto por ser referente de la prosa vanguardista como por su labor en la fundación de la revista Cruz y Raya
Poco antes de iniciarse la guerra, Federico García Lorca lleva a las oficinas de la editorial El Árbol y la revista Cruz y Raya, de su amigo José Bergamín, los originales de Poeta en Nueva York. El encuentro no se produce y el granadino deja a la secretaria de Bergamín, Pilar Sáenz, el manuscrito con una nota en la que anuncia que pasará por allí al día siguiente. La cita ya no se celebra: Lorca huye a Granada y su final es ya conocido. El libro queda en Madrid. Luego viaja a París con la secretaria de Bergamín cuando éste se marcha allí a trabajar como agregado cultural de la embajada republicana. Los versos cruzarán el Atlántico hasta México, donde finalmente son publicados por la editorial Séneca. La anécdota, que refiere María Helena Barrera-Agarwal, refleja la actitud de Bergamín ante circunstancias difíciles: nada minará su amor por la cultura.
José Bergamín Gutiérrez nace en Madrid el 30 de diciembre de 1895 y se licencia en Leyes por la Universidad Central. Su padre, abogado, fue ministro de Hacienda, Instrucción Pública y Gobernación. De su madre recibe la formación literaria y la fe católica. Sus balbuceos en la literatura los recogen las revistas Índice, de Juan Ramón Jiménez; y Litoral, de Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, miembros de la Generación del 27, que Bergamín califica como "Generación de la República", señala José Esteban.
Sus primeras obras, El cohete y la estrella, Tres escenas en ángulo recto y Caracteres, lo hacen referente de la prosa vanguardista, "sabiendo crear las formas expresivas de una crítica que, desde las páginas de revistas y periódicos, fue un estímulo permanente", explica José Carlos Mainer.
Prohombre del movimiento católico republicano, su fe es algo que posee y de lo que carece al mismo tiempo. "Sin ese sibaritismo del pecado, Bergamín, hombre carnal de pasión y pasiones, no habría sido católico. Su catolicismo le permite mayores herejías que si hubiese sido sólo cristiano", cuenta Luis Cardoza. Hay, además, otro matiz que define en el Homenaje a Pablo Iglesias (1979): "Mi padre me hablaba veces de Pablo Iglesias. (...) Me dijo era un obrero republicano y socialista, lo único que comprendía era lo de obrero: la palabra republicano y socialista fue siempre inalterable para mí".
Enemigo de la dictadura de Primo de Rivera, participa en un mitin en Salamanca junto a intelectuales como Unamuno. También ocupa el cargo de director general de Seguros en el primer Ministerio de Trabajo republicano de Largo Caballero. Su actividad literaria prosigue con nuevos títulos -el taurófilo El arte de birlibirloque y el ensayo Mangas y capirotes: España en su labeinto teatral del siglo XVII- y colaboraciones en La Gaceta Literaria.
En abril de 1933 funda Cruz y Raya, que, según sostiene Mainer, promueve un catolicismo progresista e ideas como el populismo cultural; la afirmación de la intuición como fuente de conocimiento y la defensa de los aspectos idealistas, irracionales y patéticos de una obra, que si bien la alejan del arte deshumanizado de la década anterior, aún no sintonizan con la exigencia de compromiso político explícito que pide esta época. Cruz y Raya destaca por sus firmas: Cossío, Ramón Sijé, Cernuda, Neruda o la llamada Generación del 36.
La sublevación del 18 de julio acentúa a división entre sus colaboradores, Bergamín o María Zambrano se adhieren sin reservas a la causa republicana, Sánchez Mazas, Luis Rosales o Leopoldo Panero, entre otros, optan por otra actitud. El último número -el 39- sale a la calle en junio del 36.
Su aportación a Hora de España es decisiva. "revista literaria más importante de la guerra y una de las mejores del siglo, órgano oficioso de la Alianza Intelectuales Antifascistas", según Andrés Trapiello, se publica entre enero de 1937 y noviembre de 1938. Nace en Valencia, sede del Gobierno republicano desde finales del 36. La idea es de un grupo de jóvenes artistas: Rafael Dieste, Sánchez Barbudo, Gil Albert y Ramón Gaya -su ilustrador-. El nombre lo da José Moreno Villa. Y el Consejo de Colaboración que la respalda lo componen Antonio Machado, León Felipe, Rafael Alberti, Tomás Navarro, Dámaso Alonso, José Gaos, Alberto y Rodolfo Halffter, José Moreno Villa, María Zambrano y Arturo Serrano Plaja, además del propio Bergamín.
Simultanea esta ocupación con el cargo de agregado cultural en la embajada española en París, como detalla Esteban, "donde busca apoyos morales y financieros para la amenazada República". Además, como miembro y presidente de la Alianza de Intelectuales, cargo para el que es elegido a finales de junio de 1936, publica la serie ensayística La flor de la maravilla, Releyendo a Shakespeare y Europa y el caracol, una trilogía irónica sobre la política europea.
Acabada la guerra, comienza su exilio ayudando a artistas españoles que han tenido que huir del país. Nigel Dennis señala que "en este contexto surge la Junta de Cultura Española, creada oficialmente en marzo de 1939, de la cual Bergamín es nombrado presidente y Larrea, secretario". Su objetivo es mantener la cohesión de los exiliados.
Instalado en México, desarrolla con Emilio Prados una gran labor con la editorial Séneca. Publica las Obras Completas de Machado, el Poeta en Nueva York de su amigo Lorca, La arboleda perdida, de Alberti y La realidad y el deseo, de Cernuda, entre otras. La muerte de su mujer, Rosario, hija del comediógrafo Carlos Arniches, y las deudas de la empresa desde 1942 lo hacen emigrar a Venezuela, donde confía el cuidado de sus hijos a su hermano Rafael.
Regresa a España a finales de 1958, avalado por franquistas como José María Pemán, pero sus críticas al régimen lo meten en problemas con la censura. En 1963 se exilia de nuevo a Uruguay tras encabezar un manifiesto contra el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, por la represión y las torturas en una huelga de mineros asturianos.
En 1964 se va a París, antes de su regreso definitivo en 1970. Desde entonces, critica duramente la Monarquía y la Transición, siendo procesado en 1976 y 1978 por los artículos El Franquismo sin Franco y La Confusión Reinante.
La última etapa de su vida, hasta su muerte el 28 de agosto de 1983 en Fuenterrabía, está marcada por su cercanía a Herri Batasuna. Columnista de Punto y Hora de Euskal Herria y Egin, en las elecciones generales de 1982 apoya la candidatura de la formación.
Su propio aforismo "cuando pienses, mejor o peor, no lo hagas nunca a medias", le acarrea un último gran disgusto: pierde el Premio Cervantes en 1983, en beneficio de su ex compañero Luis Rosales.
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