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sábado, 15 de septiembre de 2012

Juan March i Ordinas (1880-1962)

Uno de los hombres de negocios más importantes de la Historia de España, juega un papel determinante en el alzamiento al encargarse de financiar el avión que transportaría a Franco de Canarias a la Península

"Mi general, no se meta en mis asuntos". Quizá sólo ha existido una persona que pudiera permitirse replicar de esta manera al victorioso Francisco Franco Bahamonde, sin temor a verse obligado a sufrir las consecuencias. Se llamaba Juan March i Ordinas, natural de Santa Margarita (Mallorca) y, según sus biógrafos, se había ganado el derecho a contestar al dictador de esta guisa a base de explotar su mayor habilidad: amasar dinero y utilizarlo en función de sus propios intereses.

Como cuenta el periodista Ramón Garriga, March aprende desde muy joven el poder del dinero. Hijo de una familia humilde, queda huérfano de madre a los siete años. Desde la empresa familiar de exportación, March Hermanos, el joven Juan descubre pronto los potenciales lucrativos del contrabando de cigarrillos. En 1909 comienza a exportar tabaco a Marruecos; más tarde se dedicará a la adquisición de terrenos en Mallorca, Levante y La Mancha, que después venderá a los campesinos en parcelas. El tráfico de tabaco a gran escala se convertirá en los cimientos de una enorme y compleja trama empresarial controlada personalmente por él.


Al estallar la I Guerra Mundial, Juan March encuentra en el conflicto bélico una nueva y fabulosa fuente de ingresos. Mientras abastece de víveres y combustible a los submarinos alemanes, informa al bando aliado sobre las rutas y actividades que sigue el ejército germano. Dueño de la Compañía Transmediterránea, que había creado siete años antes, en 1923 March obtiene un acta de diputado, que mantendrá hasta la llegada de la dictadura de Primo de Rivera ese mismo año. El general emprende un proceso para encarcelarlo por sus actividades durante la Guerra de Marruecos. En este momento, ya son conocidas las idas y venidas de armamento en sus propias barcas de contrabando de tabaco, armas que luego vendía a los seguidores de Abd el Krim. Sin embargo, el proceso nunca prospera y, tras una entrevista con el dictador, March consigue ganarse su favor. Así, un año más tarde, el Real Decreto Protección de la Industria Nacional le otorga el monopolio del tabaco en Ceuta y Melilla; en el mismo decreto también se designa a la compañía beneficiaría del monopolio de teléfonos, una entidad en la que March se integra como socio capitalista. En 1927, Campsa obtiene el monopolio del petróleo, y Juan March se apresura a participar en ella a través de la empresa de distribución Porto Pi.

Con la llegada de la República en 1931, March resulta elegido diputado. Pero el nuevo orden político se ocupará de retirarle el monopolio, provocando la ira del empresario, que a partir de entonces se declara abiertamente enemigo del régimen. El ministro de Hacienda en el primer Gobierno de Azaña, Jaime Carner, que en sus tiempos de empresario había llegado a conocer bien al magnate, advierte: "O la República destruye a Juan March, o Juan March destruirá a la República".


En 1932 comienza un proceso parlamentario contra el empresario que provoca sonoras broncas en las Cortes; el propio March fue el encargado de defenderse, alegando que la República le había retírado indebidamente el monopolio del tabaco sin ser éste ilegal. Finalmente, la mayoría de la Cámara le retira su acta de diputado y, con ella, la inmunidad parlamentaria, y ese mismo año va a parar a la cárcel. Allí permanece durante 17 meses, en los que no deja de conspirar contra la República. En 1932 se produce la Sanjurjada, intento de derribar el régimen republicano que cuenta con un fondo de guerra de 20 millones de pesetas. El preso Juan March figura como el principal donante de ese fondo. El magnate se fugará a escasas semanas de las elecciones de 1933 que darán la victoria a la coalición de derechas -cuya campaña contribuye a financiar-, acompañado de un empleado de prisiones. De nuevo, huye a Francia, para terminar instalándose finalmente en Suiza.


Desde el exilio, March contacta con los militares que protagonizarán el alzamiento del 18 de julio y les ofrece el soporte financiero. Una ayuda que no tardará en materializarse en el Dragón Rapide, el avión que trasladó a Franco desde Canarias hasta Marruecos para ponerse al frente de las tropas sublevadas. El dinero necesario para fletar la aeronave y comprar suministros de armas y gasolina para los recién sublevados también procede de las arcas de Juan March.

Nada más comenzar la guerra, hacia el 25 de julio, acompañado de Gil Robles, se establece en Lisboa. En el Banco de Portugal se abre una cuenta a nombre del Banco de Burgos, a través de la que se canalizan las ayudas de March al bando rebelde. El 27 del mismo mes, Italia entrega a los militares 12 aviones más, y March, desde el exilio, empieza a tejer una red internacional de apoyo a los golpistas, financiando sus adquisiciones a través del Claiworth Bank de Londres. Durante la contienda, según el historiador Gabriel Jackson, tanto él como Nicolás Franco actúan a modo de "representación diplomática" del Ejército sublevado, mientras el Gobierno portugués ningunea a Sánchez Albornoz, embajador republicano en el país.


Pronto se corre la voz de que el potentado está apoyando activamente el golpe militar. El 28 de julio, el diario El Diluvio denuncia que "March ha sido el arbitrador de recursos pecuniarios cuantiosos que se han necesitado para llevar a cabo la sedición franquista". El periódico El Socialista titula: "March, empresario de la rebelión". A principios de 1937, se difunde la noticia de que había contribuido a la causa rebelde con 15 millones de libras esterlinas, además de haber financiado la ocupación italiana de Mallorca.

Una vez terminada la guerra, Juan March regresa a España, pero sus diferencias con el almirante Carrero Blanco, uno de los más estrechos colaboradores de Franco, le empujan de nuevo al extranjero. En Lisboa entabla relaciones con la monarquía en el exilio. A su regreso a España, además de sus múltiples compañías que incluyen negocios en el sector bancario, petrolero, naviero, minero y eléctrico, March llega a poseer una gran cantidad de hoteles y palacios en España y en las principales capitales europeas. En 1955 crea la Fundación Juan March, institución sin ánimo de lucro dedicada al fomento de las ciencias y de las artes.

En 1962, el vehículo en el que viaja choca frontalmente contra otro que circula en dirección contraria, en la carretera de Madrid a la Coruña, a la altura del municipio madrileño de Torrelodones. Muere 15 días después, el 10 de marzo, en la Clínica de la Concepción, en Madrid. A su muerte, la de March es la primera fortuna de España y la séptima del mundo, valorada en 60.000 millones de pesetas.

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