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viernes, 21 de septiembre de 2012

Melquíades Álvarez (1864-1936)

Con una trayectoria a caballo entre la izquierda moderada y la derecha republicana, muere fusilado por milicianos de la FAI quien fue presidente del Congreso en 1922 y firme opositor a la dictadura de Primo de Rivera

Cuando en 1936 estalla la Guerra Civil, Melquiades Álvarez, fundador del Partido Liberal Demócrata (PLD), decide permanecer en Madrid desoyendo a sus amistades más cercanas, que le recomiendan abandonar la capital. Un consejo prudente ya que, a partir del pronunciamiento militar del 18 de julio, numerosas bandas de milicianos sin control comienzan a batir la ciudad en busca de importantes dirigentes derechistas, Y él pasa a serlo tiempo atrás a ojos de las izquierdas, cuando durante el segundo bienio (1933-1935) apoya los sucesivos gobiernos de centro-derecha y pretende mantener una difícil posición de equilibrio.

Melquíades Álvarez nace en Gijón en 1864. Pertenece a una familia humilde, obligada a emígiar a Oviedo tras la muerte del cabeza de familia. Es en la facultad de Derecho donde adquiere su ideología republicana, tras empaparse de influencias krausistas, liberales y demócratas. Después de graduarse, su vida se divide entre el periódico, el bufete y la universidad, en la que, con tan solo 25 años, se catedrático de Derecho Natural. Siguiendo una evolución igualmente natural no tarda en lanzarse a la arena política.

En 1901 consigue su escaño en el Congreso como diputado republicano por Oviedo. Pronto demuestra una gran aptitud para la oratoria y se une a la corriente gubernamental. Ésta aboga por transformar el régimen y conseguir una monarquía democrática o a la inglesa, en palabras del propio Álvarez, en la que los republicanos gubernamentales ocupen la izquierda. Tras varios intentos fallidos de unificar su movimiento al de los conservadores y al de los republicanos radicales, el gubernamentalismo se constituye como partido político.

Antes de 1910 comienzan a aparecer círculos melquiadistas en Asturias y, desde ese año, una agrupación republicana gubernamental inicia su actividad en Salamanca.

Por fin, én 1912, surge oficialmente el Partido Reformista, con Melquíades Álvarez y Gumersindo de Azcárate a la cabeza. Se trata de una alternativa moderada al republicanismo tradicional, capaz de atraer a las clases medias con propuestas como la intervención del Estado en favor de los trabajadores, sin riesgo para la propiedad privada; la necesidad de introducir el matrimonio civil y la libertad de cultos; o la satisfacción de las demandas del nacionalismo catalán sin necesidad de perjudicar a la unidad nacional.

Sin embargo, durante los seis años siguientes, los intentos de democratizar el régimen fracasan, entre otras razones, por la resistencia de Alfonso XIII a poner en práctica propuestas liberales.

Los años que van de 1918 al golpe de Estado de Primo de Rivera (1923) marcan el fracaso del proyecto reformista y la pérdida de credibilidad del partido, situado a medio camino entre la derecha del republicanismo y la izquierda del liberalismo monárquico.

Durante la Dictadura, Álvarez -nombrado presidente del Congreso en 1922- mantiene una oposición enérgica, convencido de la necesidad de una conspiración para derribar al dictador. Pero, tras el fracaso de la Sanjuanada -confabulación militar para derrocar la dictadura de Primo de Rivera, programada en la noche de San Juan de 1926- su actitud se vuelve más moderada, y es reacio a poner en peligro la Monarquía mediante un complot militar. Su indecisión personal le hace aparecer mudable y tornadizo ante sus partidarios, que le relegan a una posición secundaria con el advenimiento de la Segunda República en 1931.

Ese año, el Partido Reformista cambia su nombre por el de Partido Liberal Demócrata (PLD). La ausencia de transformaciones más profundas y el inicio de graves tensiones internas en el partido lo hacen fracasar en las elecciones a las Cortes Constituyentes en junio de 1931.

En 1932, la creciente actitud crítica de Álvarez hacia las medidas del Gobierno socialista le llevan a apoyar el frustrado golpe de Estado del general Sanjurjo. A lo largo de 1933, el PLD va perdiendo adeptos hasta que la llegada al Gobierno de Lerroux permite su regreso al poder e inicia la progresiva derechizácíón del melquiadismo.

La victoria del Frente Popular en 1936 supone el fin del PLD, fuertemente tocado por las divisiones internas y los intentos de sus miembros por darle un giro centrista. Álvarez se aparta casi por completo de la política y de la vida pública. El 18 de mayo pronuncia el que será su último discurso en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

Tras el pronunciamiento militar del 18 de julio, Álvarez decide ocultarse en el domicilio de su hija Carolina con el fin de escapar de las patrullas revolucionarias. Su escondite sólo dura unas semanas. En agosto, la denuncia de una sirvienta provoca la inmediata presencia de los milicianos en la casa. Por suerte, una llamada del policía que sirvió de escolta a Álvarez evita una desgracia mayor. La Guardia de Asalto le traslada a la Dirección General de Seguridad, donde le ofrecen la posibilidad de abandonar el país por la frontera con Portugal, pero éste no acepta.

Según el historiador Luis Fernández, su negativa tiene que ver con la preocupación que siente por la suerte que pueda correr su familia, cuya seguridad no le garantizaban las autoridades. Como última opción, lo envían a la cárcel Modelo, que aún está bajo el control de los guardias de asalto y, en principio, constituye una protección mayor para su vida.

El 17 de agosto comienza su calvario: un grupo de milicianos se presenta en la cárcel y, con el pretexto de interrogar a los presos políticos, le roban impunemente. Tres días después regresan, y el 21 liberan a un nutrido grupo de presos comunes. A las pocas horas, milicianos de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) entran en su dependencia y, tras un breve interrogatorio, lo llevan junto a otros reos políticos al edifico central de la Modelo, Comienzan entonces las vejaciones y los insultos, de los que Álvarez se convierte en víctima predilecta.

Según el testimonio de un preso falangista, su irritación llega a tal punto que rompe una airada protesta, con la que repudia todo aquello por lo que luchó en su juventud: "Maldigo y reniego de esta vil democracia y me arrepiento de ella", afirman que gritó antes de ser asesinado, la noche del 22.

Sin embargo, historiadores como Iñigo Fernández consideran este relato un elemento más de la propaganda con la que los sublevados en 1936, acompañan sus acciones militares. Aunque comete errores a lo largo de su carrera y escoge a algunos aliados equivocados, es poco creíble, según Fernández, que en sus últimos momentos, Melquíades Álvarez renegase de la democracia que defendió durante toda su vida.

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