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martes, 27 de noviembre de 2012

Santiago Cortés (1897-1937)

Capitán de la Guardia Civil en Jaén, recibe la Cruz Laureada de San Fernando por su decisión de resistir a toda costa el asedio republicano en el santuario de Santa María de la Cabeza, donde pierde la vida

"No quiero que nadie permanezca en el campamento contra su voluntad (...). Aquí nos espera una brega dura y difícil a cuantos permanezcamos defendiendo el honor del uniforme que vestimos". Con estas palabras se dirige el capitán Santiago Cortés González a sus hombres, en el momento en que se toma la decisión de encerrarse en el santuario de Santa María de la Cabeza, de Andújar, Jaén. Al producirse el levantamiento, Cortés se une a los sublevados, y forma parte de los casi 1.200 hombres que se atrincheran en el Santuario. Para dar ejemplo a su tropa, sube con sus dos hijos mayores, de los cuatro que tiene.

Nacido en Valdepeñas, Ciudad Real, en 1897, pronto entra a formar parte de la Guardia Civil, cuerpo en el cual, para 1936, ya ha ascendido al grado de capitán y se encuentra en Jaén.

En un principio, el campamento del Santuario queda bajo el mando del capitán Nofuentes, pero a medida que el bando republicano comienza a presionar, Nofuentes se muestra cada vez más favorable a la rendición. Por el contrario, Cortés es partidario de resistir hasta que las tropas nacionales acudan en su auxilio. Nofuentes es destituido por sus propios hombres y Cortés aclamado como jefe indiscutible.

En septiembre de 1936, la República lanza sobre el Santuario un comunicado en el que se les insta a su rendición, amenazando, en el caso de no producirse, con el uso de la fuerza. Cortés decide preparase para la resistencia. El 15 comienzan los bombardeos, alternados con el lanzamiento de octavillas en las que se invitaba a los allí encerrados a sublevarse contra sus propios mandos.

Los días pasan y Cortés comprende que la liberación no está próxima, a pesar de lo cual intenta por todos los medios mantener en alto la moral de los que le rodean, pero cada vez le resulta más difícil, incluso a él mismo.

A finales de abril de 1937 se desata el ataque final y el primer día de mayo, los sublevados han de rendirse. Cortés es herido varias veces. El capitán es rápidamente trasladado al Hospital de Sangre de la 16ª Brigada, donde es intervenido por el doctor Santos Laguna, cirujano de Valdepeñas de Jaén, que ya nada puede hacer por salvar su vida.

El historiador Marín Muñoz cuenta que "Cortés dio al doctor Santos Laguna 600 pesetas que contenía su cartera para su entrega a los huérfanos de la Guardia Civil". En todo momento el capitán es consciente de lo crítico de su situación, ya que tiene conocimientos de medicina, y a las doce y media de ese mismo día 2 de mayo, fallece finalmente. Unos meses después, el 9 de noviembre de 1937, el bando nacional le concede la máxima condecoración del Ejército nacional: la Cruz Laureada de San Fernando. 

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