Príncipe regente de la rama carlista consagra su vida a salvaguardar las consignas de su doctrina política y defender las prerrogativas de su herencia enfrentándose al general Franco, que acaba por expulsarle de España
Cuando, en mayo de 1937, el príncipe regente del carlismo, don Javier de Borbón Parma, entra en España, oficialmente lo hace para ver a su hermano Cayetano, herido de gravedad en el Frente de Vizcaya. Evita entonces pronunciarse sobre el cisma abierto dentro del carlismo, en el que un sector encabezado por los Condes de Rodezno y la Florida ha decidido asumir el papel que el general Franco les ha asignado tras la publicación del Decreto de Unificación.
En la mente de Javier de Borbón permanecen las desavenencias de la Junta Nacional Carlista, que él dirige desde San Juan de Luz, con Falange, con toda la cúpula militar y, sobre todo, con el Generalísimo.
Unas desavenencias que habían tenido, en diciembre de 1936, su primer resultado con el destierro de Fal Conde por el intento de instaurar una academia de oficiales no adscrita al Ejército.
En la primavera de 1937, fuentes carlistas estiman que unos 100.000 voluntarios ingrasan sus filas, unas fuerzas que, desde el 18 de julio han sido clave para afianzar el éxito de los rebeldes.
Javier de Borbón Parma y de Braganza, nacido el 25 de mayo de 1889 en Viareggio (Italia), es hijo del Infante de España Roberto de Borbón y Borbón y María Antonia de Braganza, Infanta de España y Portugal, y descendiente de Felipe V, por lo que ocupa un importante lugar en la línea de sucesión a la Corona de España.
Después de pasar su infancia en Austria, Javier de Borbón cursa en París estudios universitarios de Ciencias Políticas e Ingeniería Agrónoma. Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, lucha entre los aliados en el Ejército belga y alcanza el rango de comandante. Durante la contienda va a participar en el frustrado intento de Austria -su hermana Zita era la emperatriz-, para desmarcarse de Alemania y firmar la paz a instancias del Vaticano. Estos hechos, junto con una -en palabras de su hija, María Teresa de Borbón- "repetida y manifiesta repugnancia hacia el nazismo y el fascismo", le van a proporcionar la mayor desconfianza por parte de la diplomacia alemana.
En 1928 contrae matrimonio con Magdalena de Borbón Busset, con la que tendrá seis hijos. Cuando, en 1931, su tío don Alfonso Carlos se proclama rey de los carlistas, éste cuenta con 82 años y no tiene ningún hijo varón, por lo que va a delegar en Javier de Borbón buena parte de sus funciones hasta que, el 23 de enero de 1936, lo nombra regente.
Durante la República, el partido carlista se ha ido reorganizando en el ámbito militar gracias, en gran medida, a la labor del abogado sevillano Manuel Fal Conde, que, tras la destitución de la Junta Nacional, llega a la Secretaría General del partido a propuesta del pretendiente carlista Alfonso Carlos en 1934.
Las negativas, tanto de Mola como de Sanjurjo, a negociar su adhesión a las principales reivindicaciones carlistas y las reticencias de Javier de Borbón a que la Junta Regional Carlista de Navarra se sume al alzamiento quedan patentes las semanas previas al 18 de julio de 1936.
Por ello, y después de lograda la adhesión in extremis del carlismo, resultan aún más significativas -y premonitorias-las palabras que Javier de Borbón dirige, el 13 de julio de 1936, a Joaquín Baleztena. El regente envía una carta al presidente de la junta Regional Carlista de Navarra para prohibirle que negocie con Mola las condiciones de la adhesión al alzamiento: "Si hoy día que se necesita nuestra colaboración se niegan las garantías mínimas y solamente morales que pedimos, ¿qué pasará mañana cuando el Ejército haya triunfado? Se nos agradecerá disolviendo nuestro partido, y ante el pasado centenario, nuestro gesto, ciertamente generoso pero inconsiderado, pasará como una traición a nuestros principios y a nuestras gentes, cuya sangre habremos sacrificado inútilmente".
En julio de 1936, el partido carlista cuenta en toda España con miles de milicianos armados y listos para entrar en acción, pero la unidad en su seno es sumamente precaria. La razón, según Joaquín Cubero Sánchez, es que la Junta Regional de Navarra va a disputarse con la Junta Nacional el mando de las operaciones. Esta división va a ser explotada por los militares que, como se deduce de una carta de José María Lamamié, desde otoño de 1936 ponían cada vez más reticencias a la organización de nuevas unidades de requetés.
Según el historiador Josep Caries Clemente, durante los meses de invierno crecerá la división entre una parte de la cúpula carlista, representada por Rodezno y el otro bloque carlista, con Javier de Borbón a la cabeza, apoyado por la mayoría del partido y las bases.
Esto provoca un debilitamiento de la capacidad de maniobra de Javier de Borbón, ya de por sí mermada, al tener restringida la entrada a España y más aún tras el destierro de Fal Conde. Borbón tendrá que aceptar la imposición de Franco que exige como interlocutor para las conversaciones sobre la formación del partido único a Rodezno.
La Junta de Navarra le dirige, el mismo día que se publica el Decreto de Unificación, 19 de abril de 1937, una carta solicitándole la adhesión al mismo. Javier de Borbón no enviará comunicado alguno.
Su respuesta llegará, el 23 de abril de 1937, en una carta dirigida a Fal Conde, que sigue al frente del partido desde Portugal, para que éste fije las líneas de actuación necesarias al efecto. La misiva concluye: "Ante la situación presente te debo declarar que soy ajeno al plan desarrollado y que nadie debidamente autorizado por mí ha tomado parte en él, lo que no debes tomar como una orden de rebeldía".
La unidad de las masas de Comunión Tradicionalista permanece, sin embargo, con Javier de Borbón que decide, en noviembre de 1937, entrar en España para desautorizar públicamente a quienes habían decidido entrar en el Consejo Nacional de FET y de las JONS. Tras negarse a aceptar de un oficial una orden de marcharse del país firmada por el Generalísimo, es emplazado a reunirse con Franco el 25 de noviembre de 1937. Durante la reunión, el regente le expresa a Franco su más absoluta desconfianza: "Estoy dispuesto a trabajar todo lo que pueda por España, pero no personalmente por usted, no me fío".
Al día siguiente es expulsado de España. Durante la Segunda Guerra Mundial, Javier de Borbón pasa los peores años de su vida.
Es acusado de colaborar con la resistencia francesa, será detenido y deportado al campo de exterminio de Dachau del que, después de más de dos años, regresará milagrosamente.
En 1952 y ante un grupo de carlistas, se autoproclama rey de España. Abdicaría en su hijo Carlos Hugo antes de morir en 1977.
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