Cartelista comprometido con la causa republicana, fundamenta su obra artística sobre los cimientos de una preocupación social y una ideología política que acaba llevándole a la cárcel y posteriormente al exilio
Reconocido como uno de los diseñadores gráficos más destacados de la Guerra Civil, las ideas de Manuel Monleón le llevan a involucrarse políticamente como artista luchando contra el bando nacional y utilizando sus carteles como auténticas armas.
Su vida y su obra -afirma el académico Francisco Agramunt Lacruz- "fue un intento continuo de llevar sus postulados artísticos e ideológicos a sus últimas consecuencias. Por ello fue encarcelado, silenciado y obligado a vivir en el exilio. Si no logró el reconocimiento y el aplauso del público y la crítica de su tiempo no fue por su culpa, sino por las particulares circunstancias políticas que tuvo que superar y que le marcaron como hombre, artista e intelectual de izquierdas comprometido con su época".
Monleón, que reside en Valencia, -la ciudad de más movimiento artístico y cultural del momento- entra rápidamente en contacto con el grupo del conocido cartelista José Renau, en el que se encuentran artistas e intelectuales como, José Sabina, Eleuterio Bauset, Rafael Pérez Contel, Francisco Carreño, Armando Ramón, Francisco Badía, Juan Renau, Eduardo Muñoz Orts -Lalo- y Manuela Ballester. Este grupo se reunía para debatir en torno al arte y la sociedad del momento. Estas tertulias constituyen los primeros pasos para lo que más adelante, Monleón y este grupo de artistas e intelectuales, llamarían la Unión de Escritores y Artistas Proletarios (UEAP).
De su trabajo en el taller de la UEAP, salieron algunos de sus carte les más conocidos como los titulados ¡Compañeros! Alistaos en la Columna Iberia, realizado por encargo de la CNT-FAI.
El artista, admirador incondicional de la Revolución soviética y de los ideales comunistas, realiza sus obras inspirándose en estos postulados pero cultivando su propio estilo. Un estilo muy agresivo, con vivos colores y de gran expresividad que hicieron que sus carteles alcanzaran gran popularidad. Como explica Francisco Agramunt, "fue uno de los cartelistas más destacados del subgénero que algunos críticos de arte denominaron 'bestiario', es decir, la presentación del fascismo como una bestia. (...) Sus carteles se hallan influenciados por la gráfica soviética de la Revolución de Octubre y la alemana de agitprop (aparatos de agitación y propaganda), pues no en vano trabajó y colaboró con José Renau en divulgar y promocionar la obra de John Heartfield".
Comienza a cultivar este estilo a partir del ascenso de Hitler al poder. Este hecho y el estallido de la Guerra Civil española, provocarían en el artista una necesidad vital de lucha contra los movimientos autoritarios que están emergiendo en toda Europa.
Llevado por esta necesidad de implicación en la vida política, realiza numerosas colaboraciones para revistas afines al comunismo y al anarquismo, como por ejemplo Estudios, Orto, Cuadernos de Cultura y Nueva Cultura, para las que dibuja magníficas portadas, ilustraciones y viñetas. Su actividad como cartelista e ilustrador en las revistas de la época le hace adquirir cierta popularidad como diseñador y en 1937 participa en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París, junto a otros cartelistas republicanos.
Además de los carteles de este periodo, Monleón abarca casi todos los géneros, realizando fotomontajes, esculturas, pinturas, dibujos, etcétera.
El artista se inicia en el mundo de las artes desde muy joven en el taller del Mariano Pérez, prestigioso pintor de abanicos y miniaturista, donde comienza como aprendiz. Con el tiempo se independiza de su maestro y protector y se dedica de lleno a la pintura de miniaturas, exponiendo sus obras con éxito en diferentes galerías de Valencia y Alicante. Comienza entonces la búsqueda de su propio camino como artista, destacando en la creación de atmósferas tomadas del naturalismo que quedaron plasmadas en algunas publicaciones de la época como Helios y colecciones de Estudios.
Desde sus años de aprendizaje en el taller de abanicos, Manuel Monleón tiene una profunda preocupación social y política, inquietud extendida en la Valencia de su tiempo.
Al terminar la Guerra Civil, Monleón, debido a su actividad política durante el conflicto, es encarcelado varios años, de 1939 a 1942. Pasa por diferentes cárceles alicantinas, la cárcel de Carabanchel, y finalmente acaba en la cárcel Modelo de Valencia. A pesar de todo, durante este periodo, su actividad creativa no cesa, y bajo el seudónimo de Lenko, en referencia a su hijo, realiza caricaturas de personajes como Eleuterio Bauset, Gil o Juan B. Nebot. Retratos esperpénticos o reducidos a la mínima expresión, según fuera el caricaturizado. Junto con estas caricaturas, y en consonancia con sus inquietudes políticas y sociales, Monleón realiza una serie de dibujos narrativos sobre la vida cotidiana de los presos y también de los carceleros.
Al mismo tiempo, desarrolla su faceta de diseñador gráfico, esta vez mirando al mundo infantil, diseña portadas para cuentos, barajas de cartas, alfabetos, etcétera. También realiza varias piezas escultóricas en madera, de influencia neocubista.
Al salir de prisión, Monleón decide continuar con su pasión, el diseño gráfico, y crea junto a Antonio Castaño y Carrogio, compañeros de cárcel, la empresa DIARCO (Diseño Artístico y Comercial). Otros compañeros se fueron incorporando a esta empresa, como Manuel Iranzo, Cuadrado, Pérez Contel, y su propio hijo Lenko, entre otros. Además del trabajo estrictamente publicitario, se dedican a la maquetación de la revista Triunfo, fundada en Valencia en el año 1946.
Posteriormente, el artista decide trasladarse con su familia a Colombia, donde comienza a trabajar en la empresa gráfica Retina.
En 1957, requerido por la conocida empresa de diseño gráfico Young & Rubicam, se establece en Venezuela. Allí crearía años más tarde una empresa propia junto a su hijo.
El periodo en el que vive en estos países latinoamericanos le marca profundamente y le inspira para crear, en contraposición con su marcada orientación laboral, gran cantidad de óleos, acuarelas, dibujos e incluso esculturas, en los que se observan ciertos rasgos y matices mestizos, trazos muralistas y temas que recogen la realidad deprimida de esos países.
No es hasta 1962, con 58 años, cuando Manuel Monleón decide regresar a España. De vuelta en su país se instala en la población valenciana de Mislata y trabaja hasta su jubilación en la empresa de publicidad Cid.
Una vez retirado de la actividad profesional, Monleón continúa pintando hasta el mismo día de su muerte, en 1976.
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