El piloto ruso Schmutchkievich, jefe de la Aviación soviética durante la Guerra Civil, protagoniza desde el aire algunos episodios brillantes para el bando republicano, entre los que destaca el bombardeo de Salamanca
Posiblemente se trate de uno de los hombres que cuenta con una de las participaciones más activas y decisivas en la Guerra Civil. Sin embargo, 70 años después del conflicto, su identidad sigue siendo un misterio. Tan sólo una fotografía atestigua su paso por España, pero varios de sus compañeros de armas lo recuerdan como un personaje modesto y eficaz.
Schmutchkievich —lakov, de nombre-aterriza en España el 16 de octubre de 1936, en la base republicana de Los Alcázares -Murcia- como jefe del destacamento aéreo soviético. Su fecha de nacimiento no se conoce con seguridad -algunos autores la fechan en 1895- ni muchos datos biográficos anteriores a su participación en la Guerra Civil, aunque parece que no tiene más de 40 años cuando llega a la Península.
El apellido del piloto soviético, imposible de retener para los mandos republicanos, obliga a Marcel Rosenberg, embajador de la Unión Soviética en España, a ponerle el seudónimo de general Douglas, en honor al avión del mismo nombre tan famoso en aquellas fechas.
A diferencia de los pilotos franceses, británicos y estadounidenses, más amigos de la pirotecnia y del exhibicionismo, Douglas se fajó en los cielos como un competente as de la Aviación republicana, pero también en la tierra como agente y organizador de las escuadrillas tricolores (republicanas) siempre preparadas para igualar la supremacía en medios de los franquistas con sus Junkers y sus Fiat de origen alemán e italiano, respectivamente.
Las Memorias del escritor ruso Ilya Ehrenburg y la revista soviética Cuestiones de Historia son las primeras publicaciones que revelan la identidad del general Douglas, aunque su relato es extrapolable a toda la Aviación republicana durante la contienda. A pesar de su condición de jefe supremo de la expedición aérea soviética y de la Aviación gubernamental, no se esconde en el bar del Hotel Gaylord's de Madrid, residencia habitual de la jefatura del Ejército soviético, como hace alguno de sus compañeros, sino que se calza el traje de piloto y participa en importantes misiones. Estará presente en el bombardeo republicano de Salamanca, en enero de 1938.
Por su parte, Largo Caballero lo acusa de obrar con absoluta independencia del resto del Ministerio de Defensa republicano con sus pilotos soviéticos y de tratar con desprecio al resto de aviadores que no profesaban la ideología comunista.
Stalin, contento con el rendimiento de su piloto, lo condecora en dos ocasiones con la distinción de Héroe de la URSS durante la Guerra Civil y le propone como jefe de la Aviación soviética tras la Guerra. Pero pronto cae en desgracia. En 1941, y sin razón aparente, el dirigente soviético lo manda detener y lo condena a muerte. El 7 de junio un pelotón de fusilamiento acaba con su vida cuando no ha cumplido aún los 50 años.
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