Afiliado a Falange, colabora con Mola en la sublevación y llega a ministro de Organización y Acción Sindical en el primer Gobierno de Franco, desde donde sentaría las bases de la actual Seguridad Social española
Hoy en día, cuando se habla del bando nacional y de la ideología y actos del general Franco y sus seguidores, es habitual recurrir a lugares comunes: el conservadurismo, el poder de la Iglesia, el protagonismo de los militares, el nacionalismo a ultranza... Se habla de Millán Astray como la quintaesencia del franquismo y se establece 1969 como la fecha en que sus gobiernos empiezan a tener en cuenta la realidad social española.
Pero ya en el primer Gobierno de Franco, formado el 30 de enero de 1938, durante una pausa de la Batalla de Teruel, aparece un hombre que, desde su experiencia en el mundo de la industria, se esfuerza, aunque con un éxito relativo, por añadir un componente social a los principios de un movimiento que, en orígen, era fundamentalmente nacionalista y religioso. Este hombre es Pedro González Bueno.
Presidente de la Comisión que redactó los estatutos de FET de las JONS (aprobados el 4 de agosto de 1937) y de la que se creó para instituir el Servicio Nacional del Trigo (25 de agosto), fue ministro de Organización y Acción Sindical en este primer Gobierno.
Nacido en Madrid en 1896, de profesión ingeniero, se especializa en estudios sobre electricidad y es uno de los promotores de la radiodifusión en España. Su carrera se desarrolla en el campo de la energía eléctrica y llega a ser director general de la Sociedad Ibérica de Construcciones Eléctricas y presidente de la Cámara Española de Productores y Distribuidores de Electricidad.
Durante mucho tiempo, su actividad es meramente técnica y empresarial y permanece apartado de la política. Esto cambia cuando conoce a Calvo Sotelo y se afilia al Bloque Nacional. Su orientación política, en principio, es monárquica, como corresponde al partido de Calvo Sotelo, aunque con un cierto toque liberal -que no le impide colaborar con la dictadura de Primo de Rivera-González Bueno participa en la conspiración de Mola y se traslada a Pamplona al estallar la Guerra Civil para colaborar con éste. Poco tiempo antes de la sublevación había ingresado en Falange Española, y tampoco tarda mucho en convertirse en uno de los representantes más significativos del partido. Al igual que Serrano Suñer, responde a los esquemas del neofalangismo franquista y no posee demasiados puntos en común con el purismo joseantoniano ni con los seguidores de la línea revolucionaria de Hedilla. El mismo Suñer le califica como "falangista nuevo y de los más propicios al acto de la unificación". Esta condición de falangista nuevo es el origen y el tema de una versión popular del Cara al sol dedicada al propio González Bueno y recogida en la obra de Rafael Abella: "Cara al sol, / al sol que más calienta, / me puse el mono antes de ayer. / Me hallará la muerte si me pesca / sentado en el café".
A la sombra del cuñado de Franco, Bueno alcanza el cargo de ministro en el Gobierno formado en enero de 1938. Desde su cartera de Organización y Acción Sindical es el encargado de materializar una de las tareas más urgentes del órgano ejecutivo del nuevo Estado: la organización nacional-sindicalista.
Dentro de la mezcolanza de tendencias políticas que caracteriza a este Gobierno, González Bueno, junto a Raimundo Fernández Cuesta, representa a la Falange. Esta pertenencia a un grupo determinado, según el historiador Julio Gil, es la que le da acceso al cargo, aunque Fernández Cuesta, en un análisis de los primeros ministros de Franco, le cataloga como parte de "una serie de técnicos".
A pesar de su lealtad a Franco, condición sine qua non para formar parte del Ejecutivo, el general no ve con buenos ojos el nombramiento de Bueno, ya que éste, según relata Serrano Suñer, tiene ciertos vínculos pasados con la Institución Libre de Enseñanza, que no estaban precisamente bien vistos entre los sublevados. Además, arrastra una fama de monárquico liberal que en nada le favorece.
El mal concepto sobre González Bueno también es compartido por el conde de Rodezno, carlista, que en su diario le atribuye un "fondo izquierdista y espíritu ambicioso" y dice de él que no es más que un "faldero" de Serrano Suñer que presentaba en el Consejo de Ministros "proyectos avanzados y poco meditados". Es Bueno uno de los ministros más jóvenes del gabinete y de los que han conseguido un ascenso más rápido. Su juventud y su militancia en Falange le llevan a ver un peso excesivo de los militares en el nuevo Estado, demasiado clericalismo en Rodezno y a una derecha desfasada en los monárquicos.
Sin llegar a ser el revolucionario que los militares veían en él, es cierto que González Bueno defiende una política social más avanzada que el resto de sus compañeros de gabinete. Así, en febrero de 1938 se opone a un proyecto de ley que pretendía suspender la tramitación de los procesos de divorcio, argumentando que ésta era una medida "exagerada y radical".
También critica la propuesta de Rodezno de volver a colocar el crucifijo presidiendo los tribunales, aunque al final no tiene más remedio que desistir ante el apoyo de Franco a estas medidas. Tres meses más tarde, cuando se propone el restablecimiento de los jesuítas en España y la devolución de los bienes que se les había confiscado, vuelve a oponerse.
Pero es su labor como ministro de Organización y Acción Sindical por lo que González Bueno es recordado. Cuando se hace necesario definir los principios sociales del nuevo Estado, en febrero del 38, González Bueno se encierra en un castillo de Burgos para elaborar el proyecto de ley de lo que finalmente será el Fuero del Trabajo, una declaración de principios que pretendía involucrar también a la clase obrera en el movimiento de los sublevados. No obstante, el proyecto de ley elaborado por Bueno es rechazado por el Consejo de Ministros y el Consejo Nacional por ser demasiado socializador, y en su lugar se aprueba una declaración más genérica. Bajo su ministerio también se crean los subsidios familiares, uno de los orígenes de la Seguridad Social.
A pesar de su trabajo en la formación de la base social del Estado franquista, González Bueno no llega lejos en los gobiernos posteriores al fin de la guerra y verá cómo su labor es concluida por el ministro de Trabajo, José Antonio Girón. Pese a ello, nunca ha dejado de estar vinculado al franquismo y a Falange.
Formó parte del Consejo Nacional y fue miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco. Actualmente, un centro sanitario de Santander, ciudad donde estableció su ministerio, lleva su nombre, en homenaje al hombre que sentó las bases de la Seguridad Social española.
un hombre de orden
ResponderEliminarEn los gobiernos presididos por el General Franco, el sentido social de la acción del Estado se tuvo desde el primer momento, tanto por la influencia de los católicos presentes en los mismos como por la de los falangistas, en los que la cuestión social era absolutamente prioritaria.
ResponderEliminarY naturalmente, por la profunda preocupación que por mejorar las condiciones de vida de los españoles, tuvo siempre el Caudillo.
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