Ministro de Estado en los gobiernos de Largo Caballero y Negrín, a lo largo de la Guerra se acerca progresivamente a posiciones comunistas y se muestra partidario de continuar la contienda a toda costa
El 18 de noviembre de 1937, Julio Álvarez del Vayo se ve obligado a dimitir de su cargo de comisario general de Guerra de la República -puesto al que ha llegado hace tan sólo algo más de un año- al encontrarse con la oposición de numerosos miembros del Partido Socialista, al que él mismo pertenece, que le acusan de "acercarse cada vez más a posiciones comunistas".
Periodista, escritor y diplomático, Álvarez del Vayo nace en Villaviciosa de Odón, Madrid, en 1891. Comienza la carrera de Derecho y a los 20 años obtiene una beca concedida por la Junta de Ampliación de Estudios que le permite trasladarse a Inglaterra, a la London School of Economics. Allí conoce a Sydney y Beatrice Webb, una pareja de sociólogos con los que mantiene largas conversaciones sobre el socialismo que finalmente le llevan a ingresar en el Partido Socialista Obrero Español.
Continúa sus estudios en Alemania, en la Universidad de Leipzig, donde traba amistad con Karl Liebknecke y Rosa Luxemburgo, la cual, según sus palabras, le influye muchísimo en sus pensamientos políticos. Así lo escribe en su libro de memorias, Dadme combate: "De las conversaciones que tuve con Rosa aprendí que la primera tarea de un verdadero socialista es la de no desesperar nunca, no parar jamás, luchar incluso cuando la situación parece de lo más adversa. Tampoco hay que tener miedo a quedarse aislado, el aislamiento desaparecerá gradualmente y el grupo se transformará en algo fértil si mantiene la perseverancia y el entusiasmo. No todo pueden ser éxitos".
En Alemania participa en la campaña contra la guerra imperialista que lleva a cabo este país en África y en las movilizaciones de masas que tienen lugar por el asesinato del dirigente socialista francés Jean Jaurés. Como consecuencia de su participación en el movimiento revolucionario es expulsado del país, y en 1914 se marcha a EEUU donde comienza su carrera periodística como corresponsal de El Liberal. Años más tarde vuelve a Alemania, desde donde trabaja también como corresponsal para varios periódicos: el argentino La Nación, el inglés Manchester Guardian, y el madrileño El Sol. Su primer viaje a la URSS lo realiza como miembro de la misión Nansen, creada para organizar la ayuda al pueblo ruso, y en este país escribe La nueva Rusia y La senda roja. En estos libros, Vayo defiende la Revolución de Octubre y la construcción del socialismo. De Lenin, a quien tiene la oportunidad de conocer en Alemania apunta: "el camarero del café donde Lenin iba una vez por semana no le daba mucha importancia. El café era frecuentado por jóvenes estudiantes, escritores y pintores. Yo era el único que conocía a Lenin. Un día el camarero nos dijo: '¿Ven a ese hombre, el de la pequeña barba que está sentado en el rincón? Pues está loco. Dice que uno de estos días va a volver a Rusia a hacer la revolución y que la va a ganar'".
El 14 de abril de 1931, día de la proclamación de la Segunda República en España, Vayo se encuentra en medio del gentío que inunda la Puerta del Sol de Madrid. Ha participado en las luchas populares contra la Monarquía y allí, en el centro de la ciudad, subido a un automóvil, ofrece un mitin a las masas republicanas que se concentran en tomo a él. En las primeras elecciones que siguen a la instauración del nuevo régimen, es elegido diputado a Cortes y el Gobierno republicano le nombra embajador en México.
Más tarde será designado para ser el primer representante de la República en la Unión Soviética, pero nunca llegará a tomar posesión de su puesto, ya que en esos momentos acaba de caer el Gobierno de Azaña, que es sustituido por una coalición de derechas liderada por Lerroux, y Vayo se niega a "ser embajador de un Gobierno prefascista".
Menos de dos años después, el 16 de febrero de 1936, Vayo, entusiasta partidario del Frente Popular, es elegido diputado a Cortes por Madrid. Desde este puesto mantiene una estrecha relación con el mundo cultural español gracias a su amistad con escritores como Machado y Valle Inclán y a su defensa a ultranza de las letras.
De esta manera, poco a poco va a convertirse en una de las figuras más importantes del ala izquierda del PSOE, partidaria de la unidad de acción con los comunistas.
En septiembre de 1936 es nombrado ministro de Estado del Gobierno de Largo Caballero y una de sus principales tareas en el cargo será la de denunciar la intervención germano-italiana en la contienda española y lo que llama la "farsa de la No Intervención", a la vez que busca apoyos para la causa republicana. Desde el 5 de noviembre de este mismo año, es también el representante de España ante la Sociedad de Naciones. En Ginebra, su sede, pronuncia una serie de discursos en los que acusa al Comité de No Intervención de situar al mismo nivel la legalidad republicana y el Gobierno de los alzados, lo que califica de "monstruosidad jurídica".
"Que el régimen normal de las relaciones comerciales de España se encuentre súbitamente interrumpido, que la exportación de la materias de guerra para el Gobierno español cese bruscamente, que los contratos firmados por el Gobierno español antes de la sublevación sean anulados, (todo ello) ha sido hecho únicamente en detrimento del Gobierno y, por consecuencia, en provecho de los rebeldes (...). Cada defensor español de la República y la libertad que cae en el frente por el fuego de estas armas importadas de la manera más cínica y en cantidad mayor, a pesar del Acuerdo de la No Intervención, es una demostración irrefutable del crimen que se comete contra el pueblo español. (...) El suelo ensangrentado de España es ya en realidad un campo de batalla de una guerra mundial".
Días después de este discurso, Antonio Machado escribiría en La Vanguardia de Barcelona: "La voz de España ha sonado serena, cortés y varonil en boca de Álvarez del Vayo".
Un poco antes, en octubre del 36, el Frente Popular había creado el Comisanado General de Guerra, organismo del que Vayo es designado comisario general, lo que le lleva a entregarse a la tarea de promocionar a los luchadores más decididos, capaces y fieles combatientes "antifascistas", por encima de cualquier otra consideración.
En un acto de homenaje al pueblo soviético, realizado en el teatro Calderón de Madrid, el 30 de este mismo mes de octubre, Vayo declara: "Es todo un pueblo el que se niega en España a caer nuevamente en un régimen de inquídad social, con un salto atrás de varios siglos, que rechaza el ser rebajado por un puñado de traidores, capaces, con tal de asegurar sus privilegios de casta, de vender en retales su propio país".
Para muchos, sus posturas se están escorando demasiado hacia la izquierda, lo que hace que algunos le acusen de entregarse al comunismo. El propio Largo Caballero dice de él: "se titulaba socialista, pero se hallaba incondicionalmente al servicio del Partido Comunista". Estas críticas le llevan, el 18 de noviembre de 1937, a presentar su dimisión irrevocable como comisario general de Guerra de la República.
A pesar de ello, desde el 5 de abril de 1938 volverá a desempeñar el puesto de ministro de Estado en el segundo Gobierno de Negrín.
Partidario de la resistencia hasta el fin, propone continuar la contienda mediante la guerra de guerrillas e intenta quedarse en España para impulsar la resistencia armada frente al franquismo, pero Negrín le da la orden de salir de España y le obliga a tomar uno de los últimos aviones republicanos que parten desde Alicante hacia Francia. Ante la inminente caída de Barcelona, organiza la evacuación de una gran parte de las obras de arte pertenecientes al museo del Prado, que se hallan en Figueras, trasladándolas a Ginebra, Suiza. También desde Francia participa en la organización de auxilio a los refugiados que habían cruzado la frontera.
En las últimas semanas de la Guerra intenta, junto al presidente del Gobierno, Negrín, lograr una paz con los nacionales, pero no logra su objetivo y tras el golpe de Estado de Casado abandona definitivamente España.
Más tarde se traslada a Nueva York, donde trabaja como redactor jefe de The Nation y escribe el libro Freedom's Battle (Las batallas de la Libertad), sobre la Guerra en España.
El presidente de México, Lázaro Cárdenas, le ofrece una alta condecoración y la nacionalidad mexicana, pero Álvarez del Vayo rechaza estos honores contestándole : "¿Tal ofrecimiento se lo hará a todos y cada uno de los refugiados republicanos españoles? Entonces, a mí tampoco, sólo aspiro a ser un combatiente, un exiliado más".
En Estados Unidos participa en la creación del periódico Free World junto a otros exiliados europeos antifascistas y recibe el premio de Periodismo Especializado en asuntos internacionales que anualmente otorga la Asociación Internacional de Periodistas. En 1950 publica El último optimista, otro volumen sobre la Guerra Civil española.
Por su carácter combatiente y sus ideales cercanos al comunismo vuelve a a tener problemas en el PSOE y funda la Unión Socialista Española (USE) y, posteriormente, en 1964, el Frente Español de Liberación Nacional (FELN). En ¡Frente!, órgano de expresión del FELN escribiría Vayo en enero del 69: "La descomposición del Régimen no basta por sí misma para poner fin a la dictadura y cerrar el paso a un franquismo sin Franco, (...) abogamos por una intensificación de la lucha en todas las direcciones".
Durante la posguerra, invitado por las autoridades de la República Popular viaja a China, a consecuencia de lo cual el Gobierno de EEUU le retira el derecho de residencia y la entrada en el país. Hasta su muerte, sólo se le permite volver a viajar allí en contadas ocasiones, siempre como periodista acreditado por Naciones Unidas.
Desde entonces, vuelca su trabajo en China, adonde viaja constantemente y escribe varios libros y trabajos periodísticos defendiendo la revolución maoísta. En 1970 escribe La marcha del socialismo y tres años más tarde Dadme combate, su libro de memorias.
Durante los años 60, Álvarez del Vayo mantiene un estrecho contacto con las fuerzas revolucionarias que surgen en oposición a la reconciliación y al abandono de la lucha. Tras el proceso de Burgos, en enero de 1971, participa en la constitución del comité coordinador del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, el FRAP.
El FRAP se constituye el 24 de noviembre de 1973 en una conferencia nacional celebrada en París en la que Álvarez del Vayo es elegido presidente. El FRAP pretende derrocar la dictadura franquista mediante la lucha revolucionaria con el fin de establecer una República Popular y Federativa para garantizar las libertades democráticas y los derechos para las minorías nacionales, liquidar los restos del imperialismo español y fundar un nuevo ejército al servicio del pueblo.
La declaración fundacional es firmada por muchas organizaciones políticas: Oposición Sindical Obrera (OSO), Unión Popular del Campo (UPC), Unión Popular de Mujeres (UPM), Federación Universitaria Democrática Española (FUDE), Unión Popular de Artistas (UPA) y Juventud Comunista de España (marxista-leninista) entre otras, pero esta unión de partidos es en realidad artificial, puesto que todas son entidades creadas y controladas por el PCE.
Opuesta a todo tipo de pacto, incluso con militares demócratas o la Iglesia progresista, resulta ser una organización cada vez más apartada de los movimientos políticos reales que se realizan en oposición a la Dictadura.
Desde sus orígenes, el FRAP protagoniza múltiples acciones contra la Dictadura y denuncia abiertamente la política "revisionista" seguida por la dirección del PCE y Santiago Carrillo al haberse apartado, según los marxistas-leninistas, de las teorías y dogmas generales del comunismo estalinista.
Los análisis políticos sobre la crisis de la Dictadura llevan al FRAP a la lucha armada y desembocan en varios atentados contra miembros de la policía en el verano de 1975.
Como dirigente del FRAP, Álvarez del Vayo escribe numerosos artículos, realiza entrevistas, da conferencias, y hasta en sus últimos días, sigue manifestando su fuerte postura republicana.
Dos meses antes de su muerte escribe para Acción: "El objetivo número uno que se plantea al pueblo tiende a impedir que el drama español termine en una mascarada. Es muy distinto que la Monarquía, de venir, venga en un ambiente de lucha que en un ambiente de verbena. La lucha que la acompañe será el punto de partida para la continuidad de una acción revolucionaria".
"Ello lleva consigo", continúa, "la proclamación de una huelga general en el momento mismo en que se intente instalar a Juan Carlos en el trono. Será una manifestación más del pueblo español de hacer oír su voz". El 3 de mayo de 1975, Álvarez del Vayo fallece en Ginebra.
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