Histórico líder cenetista, aboga por la implantación del anarquismo en la sociedad española a través de la educación y la asimilación de sus postulados, una posición que le conduce a un enfrentamiento directo con la FAI
En la madrugada del 11 de diciembre de 1937 fallece Ángel Pestaña en la soledad de su domicilio de Barcelona, uno de los anarquistas de mayor peso en la Historia de España. Es el primer sindicalista español que ve en persona los efectos de la Revolución bolchevique en la sociedad rusa al asistir al Segundo Congreso de la Tercera Internacional en el verano de 1920 en Moscú.
Figura destacada de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), desde 1915 hasta que resulta expulsado por sus compañeros en 1932, anarquista por dentro y sindicalista por fuera, con el paso de los años se va alejando de sus postulados violentos juveniles hasta intentar guiar sus pasos al mundo de la política en la Segunda República. "Aquellos que en nombre del anarquismo justifican cualquier violencia, robo, bomba o incendio, no han sido nunca anarquistas ni lo serán jamás", dejaría escrito.
Sus últimos años y esfuerzos los dedicará a luchar contra "el fascismo que quiere matar a nuestro pueblo". En los primeros meses de la contienda, su puesto de subcomisario general de Guerra lo lleva a verse envuelto en una actividad frenética diaria para intentar asegurar el abastecimiento de Madrid desde su destino en Albacete. Pasa numerosas noches controlando las mercancías de camiones y trenes, y el frío de las noches manchegas hace que sus heridas de juventud rebroten en una bronconeumonía que acabará con su vida. Su entierro se convierte en todo un suceso en la capital barcelonesa. Miles de personas acompañan su féretro en un homenaje postumo. "Hemos perdido a un gran hombre, justo cuando más falta nos hacía", asevera en la puerta del cementerio Indalecio Prieto.
Ángel Pestaña Núñez había nacido el 14 de febrero de 1886 en Santo Tomás de Ollas, pueblo próximo a Ponferrada. Su padre era un humilde trabajador que llevaba una vida nómada en busca de trabajo por todo el norte peninsular, ya fuera en la industria metalúrgica o en la minería.
Pestaña crece en una familia analfabeta, sin arraigo, viajando de ciudad en ciudad, sin asistir nunca al colegio. La vida familiar era tumultuosa, a raíz del alcoholismo de su padre, lo que provoca que cuando apenas cuenta con siete años, su madre les abandone llevándose a su hermana, de las cuales no volverá a tener noticias.
A los 11 años comienza a trabajar haciendo pequeños recados en las minas donde está ocupado su padre. Al poco tiempo, éste fallece por una enfermedad pulmonar.
Solo en la vida, Pestaña empieza a vagabundear por toda la cornisa cantábrica trabajando en los más variados oficios, desde la minería hasta en una compañía de teatro y una orquesta musical. A los 15 años, mientras trabajaba en una fundición de Sestao (Vizcaya), tiene su primer encuentro con las protestas obreras al participar en una huelga en defensa de la jornada laboral de ocho horas, lo cual le costará su primera entrada en prisión (a lo largo de su vida estará encerrado por diferentes causas cerca de 40 ocasiones). Poco después, trabajando en la vendimia en Burdeos, conocerá a María Espés, con quien formará pareja toda su vida, aunque nunca formalizaron la relación. Juntos se establecen en Argel, donde vivirían cinco años, tiempo que Ángel aprovecha para estudiar. Comienza a leer todo lo que cae en sus manos. Allí tiene conocimiento de los sucesos de la semana trágica de Barcelona en 1909, tras los cuales empieza a concienciarse de su rechazo hacia los políticos, militares y fuerzas de orden público por culpa de lo que él consideró una injusticia contra el pueblo.
Se trasladan en 1913 a Barcelona, ciudad en plena convulsión por el malestar reinante entre la clase obrera ante los continuos despidos de trabajadores, origen de numerosas huelgas y manifestaciones. Su vida cambia tras hacerse socio del Ateneo Sindicalista, en donde asiste a numerosos y encendidos debates sobre el sindicalismo y el anarquismo, en los cuales su participación es cada vez más destacada. Traba contacto y amistad con los líderes obreros barceloneses y, gracias a ello, comienza a escribir artículos en Tierra y Libertad y en Solidaridad Obrera, periódico del que llegará a ser director. En 1915 participa en un congreso internacional clandestino anarquista en Ferrol donde además de manifestar la postura antibelicista del anarquismo en la Primera Guerra Mundial, se acuerda reflotar la Confederación Nacional del Trabajo.
Así, tras varios problemas, la CNT inicia su etapa dorada dentro del movimiento obrero, con un papel dominante en los numerosos conflictos sindicales del lustro que iría hasta 1920. Su número de afiliados se multiplica exponencialmente año a año y Pestaña aumenta su fama gracias a sus posturas de fuerza, dentro del lado duro del sindicato, participando en cualquier huelga o algarada proletaria. Coordina junto a Salvador Seguí y Ángel Lacort por parte de CNT, y Besteiro y Largo Caballero por parte de UGT, la huelga general de agosto de 1917, la primera con intención de alcanzar nivel nacional y que pretende paralizar la actividad del país. Tras tres días de luchas finalizaría con 60 muertos y miles de heridos y detenidos, y con Ángel Pestaña como número dos del sindicato tras Seguí. A partir de esa fecha, la CNT tiene claro que no podrá confiar jamás en los políticos, y que nunca va a colaborar con el Gobierno, a diferencia de la actitud que años después adoptará la UGT.
Elegido embajador del sindicato y encargado de recorrer Europa y contactar con otros sindicatos revolucionarios para coordinar sus actividades, mientras se encuentra en París recibe el encargo de asistir en representación de CNT al Segundo Congreso de la Internacional Comunista -conocida como Tercera Internacional o Komintern- pues los representantes elegidos habían sido detenidos. Es, de este modo, testigo de un acontecimiento histórico y una vez dentro de él, jugaría un papel discordante.
Uno de los pocos discursos contrarios a la línea oficialista es el que pronuncia el propio Pestaña, en el cual se atreve a centrar el éxito de la Revolución Rusa en el pueblo, y no en el Partido Comunista, asentándose así sus convicciones anarquistas que veían la maldad como algo inherente al Estado, dando igual quien lo dirigiera. "El comunismo bolchevique se ha convertido en un régimen dictatorial instalado en la miseria colectiva", llegará a decir.
En los cuestionarios a rellenar después de cada sesión, no duda en calificar a Lenin como "autoritario y absorbente". El líder ruso lo hace llamar para conocer a ese anarquista español tan sincero y osado. Mantienen una breve conversación, en la que Pestaña le recrimina que haya creado un partido a su imagen y semejanza, donde sus ideas y opiniones no podían ser debatidas, sólo aceptadas. En un artículo aparecido en Pravda días después, Lenin escribiría del anarquista que "es un obrero inteligente y puritano, dotado de un gran don de observación, con sentido crítico, para quien la idea de libertad es la piedra angular de su edificio ideológico".
La década de los 20 está marcada en la CNT por la escalada de la violencia interna y de sus reivindicaciones. Tras el Congreso de Zaragoza, en 1922, Pestaña se eleva al nivel máximo del sindicato, ante lo cual le surgen numerosos enemigos. En 1920 ya había conocido el primer intento de atentado hacia su persona, pero es en este momento, al descubrir los nuevos planes, cuando huye a Francia. Sin embargo en 1922 no podrá escapar del asalto de unos pistoleros en Manresa, y aunque milagrosamente sobrevive a una bala que atraviesa sus pulmones, arrastrará secuelas de por vida. El clima de crispación interna tiene su cénit con el asesinato de su amigo Salvador Seguí.
En su libro autobiográfico Lo que aprendí en la vida (1934), escribe que en los años últimos de la década de los 20, "la CNT caminó hacia su autodestrucción por su falta de ambición política". Pestaña sufriría una evolución en su pensamiento y en sus ideas. Después de cumplir los 40, su ánimo juvenil revolucionario se está transformando en lo que él definirá como una nueva visión revisionista de la sociedad. Piensa que la implantación por la fuerza del anarquismo (como hicieron los bolcheviques) no es lo correcto. La tarea del anarquismo debe ser formar y preparar al hombre, a través de la educación y el convencimiento hasta alcanzar un Estado de anarquía.
La llegada de la Segunda República supone aun una mayor división entre los sindicalistas que representa Pestaña y los anarquistas más radicales de la FAI.
Los primeros consideran que con las libertades del nuevo Estado los sindicatos podrán reforzar su influencia, mientras que los más radicales estiman que es el momento de desencadenar un proceso revolucionario e implantar el comunismo libertario. Tras un congreso extraordinario en junio de 1931, que escenifica la batalla entre las dos facciones, Pestaña sale reforzado, pero a partir de ese día la FAI intentará boicotearlo continuamente.
Ante la campaña radical en su contra, un grupo de 30 dirigentes cenetistas firma un manifiesto redactado por Pestaña contra la FAI de gran repercusión -al que los anarquistas llamarían "de los 30 Judas"-. Las consecuencias del escándalo tienen un efecto de inicio de guerra dentro del sindicato, que terminará unos meses después con la expulsión de Pestaña y algunos de sus seguidores de la CNT "por estar vendidos al capitalismo".
A partir de entonces Pestaña se centra en intentar sacar adelante una nueva formación política, el Partido Sindicalista, que fundaría en 1933. El anarquista ha evolucionado desde la utopía juvenil hacia el compromiso político a través del cual alcanzar las aspiraciones del sindicalismo. De esta forma renuncia a la violencia y aspira a conseguir fines reales a través de métodos democráticos. Pero no logra que sus antiguos compañeros se afilien y se siente abandonado. Ante esta contrariedad, Pestaña no ve otra salida que unirse a la agrupación de partidos que formaría el Frente Popular, a través del cual conseguiría un acta de diputado por Cádiz en las elecciones de 1936.
En esa etapa vive un hecho curioso, como sería la entrevista que mantiene con el fundador de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera. Tras reiteradas peticiones para tener un encuentro, Pestaña accede, aunque no comprende muy bien qué puede buscar en él una persona de ideas tan opuestas. Todo obedece a que Mussolini había explicado a Primo de Rivera que sólo podría dotar al fascismo español de la base social necesaria si contaba con un líder popular al que siguieran las masas, y alguien había señalado a Pestaña como el hombre apropiado. Éste responderá al falangista educadamente que si había rechazado el bolchevismo por dictatorial, con mayor razón rechazaría el fascismo, un instrumento del capitalismo para destruir los movimientos reivindicativos obreros.
Escribe en marzo del 36 que había mucha hambre de pan, de cultura, de tierras, de trabajo y de justicia que era preciso satisfacer en España, pero mucho era también lo que tenían que ceder los que estaban acostumbrados a tenerlo todo. El alzamiento militar le sorprende en Barcelona. Al oír disparos al amanecer sale a la calle, donde es detenido por un grupo de militares sublevados. La intentona golpista en Barcelona apenas dura 24 horas, tras lo cual es puesto en libertad y viaja inmediatamente a Madrid para ponerse al servicio del Gobierno republicano. Desde el principio se une a quienes daban prioridad a la Guerra sobre la revolución y crea una brigada de milicianos con los militantes de su partido para luchar en la sierra de Madrid, que inicialmente llevará su nombre para más tarde pasar a ser la 67ª Brigada Mixta.
Madrid se había convertido en un caos por la nula organización entre los distintos bandos que luchaban a favor del Frente Popular. En octubre es nombrado subcomisario general de Guerra. Días después, la CNT, contrariamente a lo que había defendido años atrás, entra a formar parte directa del Gobierno, durante la crisis de noviembre. Ante la propuesta de Largo Caballero, Horacio Martínez Prieto, secretario general de la Confederación, le traslada la oferta de una cartera ministerial en nombre de la CNT, a cambio de que disuelva el Partido Sindicalista, pero Pestaña renuncia.
Por orden del Gobierno viaja a Albacete para hacerse cargo de la junta de recepción y distribución de material de guerra. El desabastecimiento que sufre Madrid empieza a ser preocupante, por la descoordinación. En Albacete se halla uno de los principales arsenales de armamento, y gracias a la disciplina impuesta por Pestaña empieza a dar salida hacia Madrid al material que allí se guarda.
El frío de aquel invierno le provoca una neumonía cuyo origen datan los médicos en las heridas del atentado sufrido años atrás. Tras una recuperación temporal en Valencia, viaja a Madrid para leer un discurso en Unión Radio la Nochevieja de 1936 titulado Doce palabras para la Victoria. Pese a su débil salud, cuando Negrín se dispone a formar su primer Gobierno en mayo del 37, le tantea como ministro de Gobernación, pero Moscú veta esa propuesta. En noviembre, siguiendo al Gobierno, viaja hasta Barcelona, donde pasará sus últimas semanas, entre médicos y medicinas. Días antes de morir, pide su reingreso en la CNT, siéndole concedido. Quiere volver al seno de la organización que ha sido su vida y su casa. Sabe que va a morir.
Qué gran persona , sindicalista y anarquista. Qué ejemplo de vida.
ResponderEliminarEXCELENTE INICIATIVA Y SITIO . ENHORABUENA .
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