Doctor en Medicina, proveniente de una familia católica y conservadora, se afilia por convicción al Partido Socialista y el 17 de mayo de 1937 es nombrado presidente del Gobierno, cargo que mantendrá hasta el fin de la Guerra
El espíritu combativo del último jefe de Gobierno de la Segunda República, Juan Negrín, no vería sus frutos hasta 40 años después de defender a capa y espada la fórmula "resistir es vencer". La Guerra, sin duda, no la gana, pero las ansias de libertad y dignidad que le inspiran perduran más allá de su muerte, en 1956, hasta convertirlo, para muchos, en uno de los grandes héroes de la contienda.
Juan Negrín sustituye a Largo Caballero al frente del Gobierno el 17 de mayo de 1937 con una visión clara, la de enfrentarse no a una guerra civil entre españoles, sino a la primera batalla contra el fascismo que se levanta en Europa. Una percepción que le lleva a tratar de prolongar la resistencia hasta unirla con la que irremediablemente se llevaría a cabo en otros países europeos.
La figura de Negrín está teñida de claroscuros y la bibliografía sobre su persona se reparte entre los que admiran su talante de hombre resistente y de intelectual dotado de gran inteligencia y los que le tachan de mentiroso y vendido a Moscú.
Negrín es uno de los intelectuales a los que la Segunda República anima a desarrollar todo su potencial, incluso desde el poder. Eminente filólogo discípulo de Santiago Ramón y Cajal y profesor de Severo Ochoa, este hombre de ciencia abandona en un momento dado el camino trazado como reconocido investigador para situarse en el primer plano de la política. Antes de eso, inicio de la Guerra, había llegado a arrojar uno de sus zapatos a los emisarios de Largo Caballero que le comunicaron su intención de convertirle en ministro de Hacienda.
No le gustan la publicidad ni la demagogia y defiende a ultranza su libre albedrío como gran amante de los placeres de la vida. Distintos testimonios hablan de él como de un hombre simpático, cultivado y extremadamente educado, aunque en el otro extremo los hay que critican sus excesos culinarios y sexuales. Su afán por modernizar España le lleva a convertirse durante la Guerra Civil, primero en ministro de Hacienda y más tarde en presidente del Gobierno.
Juan Negrín, nacido el 13 de febrero de 1892, es el primogénito de una familia acomodada de Las Palmas de Gran Canaria, conservadora y fervientemente católica. Su republicanismo le llega por convicción y después de una azarosa adolescencia en Alemania, país al que se traslada con tan solo 15 años para iniciar sus estudios de medicina, estudios que acaba a los 20, cuando se convierte en doctor en Medicina y Cirugía.
Su paso por Alemania no sólo le inicia en la labor científica, allí aprende alemán, francés, inglés y conocimientos de ruso gracias a su esposa, Maria Fidelman Brodsky, pianista e hija de una familia de burgueses rusos exiliados, con la que tiene cinco hijos. En Alemania toma contacto con el socialismo, del que luego diría que es "el único partido realmente republicano que existe en España". Y allí también conoce el horror de la guerra. Durante la Primera Guerra Mundial, el Gobierno español envió una comisión de médicos con el objetivo de estudiar las organizaciones y hospitales de campaña y los servicios de socorro en primera línea. Su anfitrión en Leipzig es Juan Negrín. Las amistosas relaciones que cosecha con algunas de las personalidades desplazadas y la situación de Alemania para los extranjeros acaban por convencerle de la necesidad de regresar a España junto a esta delegación.
En Madrid dirige el Laboratorio de Fisiología de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas hasta 1922, año en el que obtiene la cátedra de Fisiología de la Universidad Central de Madrid. A partir de esa cátedra funda una escuela de investigación que llega a contar con una estimable reputación internacional y discípulos notables, como el premio Nobel Severo Ochoa. "Negrín abrió amplias y fascinantes posibilidades en mi imaginación, no sólo a través de sus conferencias y enseñanzas de laboratorio sino también mediante su consejo, ánimo y estímulo a leer monografías científicas en otras lenguas distintas al español», aseguraría años más tarde.
Siendo ya catedrático, dispone de un laboratorio de Fisiología en la planta baja y el sótano de uno de los pabellones de la Residencia de Estudiantes. Su labor también es muy activa en la construcción de la Ciudad Universitaria madrileña.
En 1929, a punto de concluir la dictadura del general Primo de Rivera, Negrín se afilia al Partido Socialista. Las revueltas estudiantiles y las luchas obreras marcan la vida social española y el hasta entonces eminente doctor toma partido defendiendo la democratización de la Universidad y creando, con Julio Álvarez del Vayo y Luis Araquistáin, la editorial España para editar publicaciones de izquierda.
Negrín se sitúa en el ala centrista del PSOE al igual que su amigo Indalencio Prieto, con quien protagonizaría más tarde sonadas broncas y un amargo epistolario, que Prieto remata recordando así a Negrín: "Nos hemos dicho cara a cara cuanto teníamos que decirnos sin callar nada. Estoy segurísimo de que no guardó en su mente ni mucho menos anotó en sus cuadernos ningún rencor contra mí".
Con la llegada de la Segunda República, en 1931, el doctor Juan Negrín es elegido diputado a Cortes Constituyentes por Las Palmas de Gran Canaria, en 1933 lo será por Madrid y en en el 36 de nuevo por Las Palmas. Su excepcional dominio de idiomas le lleva a representar a la República ante la Organización Internacional del Trabajo y la Unión Interparlamentaria.
Al producirse el levantamiento, Mariano Ansó, en su libro Yo fui ministro de Negrín, relata así la actitud del futuro presidente en los confusos primeros días del verano del 36: "De mis amigos personales seguramente el más activo en aquellos días era el doctor Negrín. Con su ánimo valeroso y un desprecio total de las categorías y las apariencias, iba y venía de su laboratorio a los frentes de la sierra, las más de las veces en el primer camión de milicianos que encontraba. Una especie de autostop bélico que andando el tiempo se impondría en la vida ordinaria".
La gravedad de la situación político-militar provoca la creación de un Gobierno de mayor base social, presidido por Largo Caballero, en el que tienen cabida por primera vez en la historia dos dirigentes del Partido Comunista Español. A Negrín, parece ser que por recomendación de Indalencio Prieto, se le ofrece la cartera de Hacienda. "Creía que nuestra Guerra tenía una faceta internacional decisiva para su resultado, y que por esa circunstancia un Gabinete de Largo Caballero con representaciones de extrema izquierda socialista y del comunismo era un craso error (...). Tuve, al fin, que aceptar por patriotismo y por disciplina".
Desde entonces, Negrín comienza a crear las bases para una economía de guerra: aprovecha sus contactos internacionales para lograr ayuda, establece un sueldo de 10 pesetas diarias para los milicianos y se hacen famosas las llamadas lentejas de Negrín, la base de la alimentación en el frente; convierte el cuerpo de Carabineros en una unidad guerrera y algunas de las brigadas de carabineros, conocidas como Los hijos de Negrín, toman parte en los grandes combates. La medida más controvertida como ministro de Hacienda es la decisión de utilizar el oro del Banco de España como contravalor para satisfacer el pago de armamento de la URSS, único país dispuesto a ayudar en ese momento a la España republicana y que exige el pago por adelantado. El metal es llevado primero a Cartagena, en septiembre de 1936 y después a Moscú.
A la acusación recurrente del bando nacional de que la URSS se ha quedado con ese oro a cambio de un poco de material anticuado y defectuoso le siguen las denuncias de utilización opaca de esos fondos y el sometimiento que había provocado en la política de la España republicana. Hay que recordar que las potencias democráticas se han negado a vender armas a España, mientras que Italia y Alemania colaboran con los sublevados y también hay que decir que la cúpula gubernamental del momento decide este traslado ante la posibilidad de que Madrid cayera en poder de los nacionales apoderándose de las reservas en oro y dando así la Guerra por perdida.
En mayo de 1937 los sangrientos enfrentamientos que tienen lugar en Barcelona y la represión de los anarquistas, unidos a una serie de derrotas militares, fuerzan la salida de Largo Caballero del Gobierno.
En contra de todos los pronósticos, que apuntan a la designación de Indalencio Prieto, Azaña nombra presidente del Gobierno a Juan Negrín con la esperanza de fortalecer el poder central frente a los anarquistas, poniendo así fin al movimiento revolucionario, y reforzando la economía de guerra.
Azaña escribe en sus memorias: "Me decidí a encargar el Gobierno a Negrín. El público esperaría que fuese Prieto. (...) Me parecía más útil aprovechar en la presidencia la tranquila energía de Negrín. (...) Se espera del Gobierno energía, voluntad de gobernar, restauración de los métodos normales en la vida pública, apabullamiento de la indisciplina".
El historiador Juan Marichal resume la acogida del nuevo presidente en la esfera internacional: "El contraste entre las dos Españas bélicas cobró mayor simbolismo al compararse las dos cabezas directoras: el general africanista Francisco Franco y el catedrático universitario e investigador científico Juan Negrín".
El nuevo jefe de Gobierno comienza por reorganizar el Ejército sometiendo las Fuerzas Armadas al mando supremo de un solo departamento, el Ministerio de Defensa Nacional, dirigido por Prieto. Desarrolla la industria de guerra y fortalece el Ejército Popular, a la vez que disuelve el Consejo de Aragón, dirigido hasta el momento por anarquistas, con el argumento de que todas las fuerzas obreras y democráticas se sometieran a la autoridad republicana para ganar la Guerra.
La pérdida de la franja norte y el hundimiento del Frente de Aragón crean una gravísima situación militar y política dando pábulo a las presiones que buscan un compromiso con los sublevados. En marzo de 1938, Prieto es sustituido al frente de Defensa por el propio Negrín. Su actitud pesimista y el convencimiento de Azaña de que la Guerra está perdida, contrastan con las llamadas a la resistencia formuladas por Negrín: "La guerra se pierde cuando da uno la guerra por perdida. El vencedor lo proclama el vencido: no es él quien se erige vencedor. Y mientras haya espíritu de resistencia hay posibilidad de triunfo".
Prieto acusa a Negrín de ceder a las presiones del PCE, pero el presidente, en lugar de amilanarse ante la difícil perspectiva decide reorganizar el Gobierno, dando de nuevo cabida a la CNT, crea el Ejército del Ebro y elabora el famoso documento político de los 13 puntos para negociar el fin de la Guerra con el bando nacional. Entre otras cuestiones, busca asegurar la independencia y la integridad de España, el respeto a las libertades individuales y regionales, una profunda reforma agraria, garantizar la propiedad privada y una amplia amnistía para todos los españoles. La propuesta es rechazada por el bando nacional.
Para eliminar los rumores sobre la influencia soviética y forzar a la Sociedad de Naciones a intervenir, el Gobierno presidido por Negrín decide evacuar a los voluntarios internacionales en octubre de 1938 a propuesta de Inglaterra, un plan en el que no participan ni el Gobierno alemán ni el italiano.
Perdida la Batalla del Ebro y ante el derrumbe de Cataluña, el día 23 de enero Negrín ordena la evacuación inmediata. En una alocución radiada, explica las causas de la caída de Barcelona: "Con heroísmo desarmado no se puede ofrecer resistencia eficaz. Ésa ha sido la causa de nuestros pasados infortunios. No otra".
El 1 de febrero de 1938, el Gobierno propone a las Cortes reunidas en Figueras (Gerona) presentar la rendición con tres condiciones: que se garantice la independencia nacional, que el pueblo español fuera dueño de sus destinos y garantías de que no hubiera represalias ni persecuciones, a pesar de que Negrín asegura que el plan no es de su agrado, porque sigue prefieriendo la resistencia. El presidente obtiene el respaldo de todos los presentes.
Ante la situación sin salida se ordena el repliegue y la marcha del Gobierno a Francia. Negrín decide regresar a la zona centro. "Si yo no hubiera hecho eso entonces, hoy me moriría de vergüenza, probablemente no hubiera podido sobrevivir al asco de mí mismo". Pero a las tropas nacionales se une esta vez el golpe militar del coronel Segismundo Casado.
Fracasadas sus gestiones para impedir la división de las fuerzas republicanas y en un clima dramático de tensiones, el 6 de marzo de 1939 Juan Negrín sale definitivamente de España. La primera declaración que hace al llegar a Francia es que la Guerra ha de seguir y se vuelca en la gestión del Servicio Especial de Refugiados Españoles. Más tarde se traslada a Londres, donde encarnará la autoridad de la República en el exilio. En 1945, ya desde México, Negrín dimite, y le sustituye Diego Martínez Barrio. A las críticas del franquismo se unen los rencores de una parte del partido socialista afín a Prieto y de la CNT. Se le acusa de forzar innecesariamente la resistencia, someterse a Stalin y perder la Guerra. Frente a todo ello, Negrín guarda silencio hasta su muerte en París en 1956.
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En criterio e inteligencia de su presente ,una eminencia
ResponderEliminarEn sus decisiones,un hombre de honor
Si fue un intelectual y adelantado a su tiempo
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