Firme defensor de la monarquía, es nombrado alcalde de Bilbao tras la entrada en la villa de las tropas nacionales, un cargo en el que mostrará todo su rigor y que le servirá de lanzadera a otros puestos de ámbito internacional
Una ciudad dividida por la ría, cuyos puentes habían sido destruidos, sin luz eléctrica ni agua corriente, y una población total de 180.000 habitantes al borde del caos; este es el panorama que encuentra José María de Areilza Martínez Rodas Arregui y Arana "y hasta 30 apellidos vascos", como le gusta señalar, cuando es nombrado alcalde de la ciudad de Bilbao, tras caer la villa en manos de los sublevados, el 19 de junio de 1937. Dos tercios de los funcionarios de la Casa Consistorial se han alistado en el bando republicano, y Areilza se ve forzado a crear un "ayuntamiento de emergencia" junto con otros tres fieles compañeros, para permitir unas condiciones básicas de vida en la ciudad.
José María de Areilza nace en Portugalete el 3 de agosto de 1909, en el seno de una arquetípica familia burguesa de Vizcaya. Su padre, don Enrique de Areilza, es un renombrado médico, además de un intelectual que ya desde su infancia le lleva a excursiones con algunos ilustres hombres de la Generación del 98 como Miguel de Unamuno, Pío Baroja o Ramiro de Maeztu, personajes que influyen posteriormente en su visión de España y del País Vasco. Su madre, doña Emilia Martínez Rodas, proviene de una familia de militares asentados en el País Vasco tras la Segunda Guerra Carlista.
Durante sus años de estudio, en los que simultanea el Derecho con la carrera de Ingeniería Industrial, tanto él como sus amigos se consideran apolíticos y sus únicos intereses son la cultura y su propia profesión. Es la época de la dictadura de Primo de Rivera. Tras la caída de la Monarquía en 1931 comienza su relación con la asociación monárquica Renovación Española, oponiéndose frontalmente a la República. Participa en la creación de las JONS y en su posterior unificación con Falange en 1934. Su primera inclusión en la política se produce un año antes, cuando presenta su candidatura a las Cortes junto a Marcelino Oreja Elóseguia por la provincia de Vizcaya, una decisión que volverá a repetir en 1936, esta vez por la candidatura local de Bilbao.
Durante los meses previos al alzamiento, en los que se encuentra inmerso en la trama golpista, son de destacar sus trabajos como enlace del general Mola, por aquel entonces gobernador militar en Navarra, con algunos militares como el coronel Gallarza o el comandante Vigón. Cuando por fin se produce la sublevación militar en el verano de 1936 y ante el fracaso del alzamiento en Bilbao, Areilza, por su conocida filiación derechista, tiene que ocultarse en casa de unos amigos, y no será hasta el siguiente año, cuando comience la ofensiva en la provincia de Vizcaya, cuando consiga llegar a la zona sublevada a través del macizo de Gorria, donde Mola le informa puntualmente de la situación. Se incorpora a filas como sargento, y en vísperas de la muerte del general, éste le encarga la Alcaldía de Bilbao, puesto que asume desde el día mismo de la caída de la ciudad hasta un año más tarde.
Es esta la época más criticada de su carrera política, por sus discursos pasionales, violentos incluso. El 8 de julio de 1937 llega a afirmar desde su cargo de alcalde que "ha triunfado España, una, grande y libre, es decir, la España de la Falange Tradicionalista. (...) Aquí, nada de pactos ni agradecimientos postumos, ley de Guerra dura, viril e inexorable. Ha habido, vaya si ha habido, vencedores y vencidos". Con posterioridad declarará estas soflamas justificadas por el contexto de la Guerra y de una ciudad destruida, cuya población tenía la moral por los suelos.
Antes de la caída de Bilbao, el Frente Popular logra incautarse de algunas de las propiedades familiares, como la casa de Portugalete, transformado en asilo de huérfanos de milicianos o la de Algorta, que se convirtió después en hospital de campaña. Mientras su madre logra huir de España, José María de Areilza empieza a recibir ofertas políticas de los vencedores para la formación del Gobierno Nacional en Burgos. Acepta el encargo de Juan Antonio Suances para organizar la industria y se convierte en director general de Industria hasta 1939.
Alejado de la vida política hasta finales de los años 40, es nombrado embajador de España en Buenos Aires, punto de contacto con el resto de países que habían roto su relación con el régimen franquista tras la caída del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Tras tres años en Argentina, pasa a ocupar el mismo puesto en Washington, de 1954 a 1960, donde gestiona el ingreso de España en la OTAN, y en París, lugar en el que traba una estrecha amistad con el presidente De Gaulle y realiza los primeros contactos para la integración de España en la Comunidad Económica Europea -esfuerzos que se verán truncados por la radicalización del régimen con el fusilamiento de Julián Grimau, miembro del Comité Central del Partido Comunista-,
Dieciocho años después de comenzar su carrera como embajador, escribe una carta de renuncia al Generalísimo y vuelve a su vida privada. José María de Areilza conserva sus ideas sobre la monarquía y considera que la democratización únicamente será posible a través de una restauración borbónica.
Conoce a don Juan de Borbón, por aquel entonces aspirante a sucesor del caudillo, quien le nombra responsable de su secretariado político, cargo en el que permanece hasta que, en 1969, Franco nombra sucesor al hasta entonces Infante Juan Carlos, hijo del Conde de Barcelona. Son estos años difíciles para él, ya que su defensa de la democracia en algunos artículos en ABC le llevan a un enfrentamiento con Carrero Blanco, y sigue convencido de la necesaria organización de la derecha española.
Pocos días después de la muerte de Franco, el presidente Carlos Arias Navarro le invita a formar parte del Gobierno que el Rey le ha encargado integrar, como ministro de Asuntos Exteriores, en un gabinete del que ya han aceptado formar parte Manuel Fraga como ministro de la Gobernación y Antonio Garrigues en la cartera de Justicia. Resulta elegido diputado en las elecciones de 1979 por Coalición Democrática. Además, forma parte de la Academia de Ciencias Morales y Políticas desde 1966, y de la Real Academia Española desde 1987. En 1981 se convierte en presidente del Consejo de Europa.
Autor de obras como Así los he visto, La España que queremos o Diario de un ministro de la Monarquía, y condecorado con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica en 1948, se le considera uno de los artífices de la Transición. Fallece en Somosaguas (Madrid) en febrero de 1998.
Personas como está se echan mucho de menos en los tiempos que corren
ResponderEliminarEl mejor embajador que ha tenido España en todo a su historia.
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