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jueves, 27 de diciembre de 2012

El conde de Rodezno (1883-1952)

Diputado a Cortes por Navarra, Tomás Domínguez Arévalo ocupa la Presidencia de la Junta Nacional de la Comunión Tradicionalista para más tarde hacerse cargo de la cartera de Justicia en el primer Gobierno de Franco

"Era alto, de rostro afilado, con un gesto entre triste y burlón; con su ademán mezclado de solemnidad, indolencia y cortesía. Era puntillosamente leal a sus tradiciones, aunque políticamente parecía más consecuente que creyente...". Así define Ramón Serrano Suñer a Tomás Domínguez Arévalo, ministro de Justicia en el primer Gobierno de Franco de 1938, tras su primer encuentro.

Domínguez Arévalo nace en Madrid, en 1883. De su padre heredará no sólo el título nobiliario de conde de Rodezno sino también la Jefatura del carlismo navarro. Como su progenitor, es diputado por la circunscripción de Pamplona. Si su padre participa en la Tercera Guerra carlista (1872-1876), Domínguez Arévalo lo hace en la Cuarta. Para los carlistas, la Guerra Civil española supone la cuarta edición de su enfrentamiento con el liberalismo, ahora representado por la República. Pero en esta ocasión, a pesar de estar en el bando de los ganadores, Tomás Domínguez Arévalo termina perdiendo. Sus ideales de restaurar una monarquía tradicional caen en el olvido.

Para Serrano Suñer, el conde de Rodezno es un político especial. No es un profesional de la política que la necesite para vivir, pero sí un amante de las intrigas que la rodean. Con 33 años y tras licenciarse en Derecho por la Universidad de Madrid, es elegido diputado a Cortes en 1915, y repite en 1918 y 1919. En 1921 y 1923 opta por probar en la Cámara Alta, y es elegido senador en ambas ocasiones. Pero el golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera (1923) acaba con su intensa vida parlamentaria, que no retoma hasta la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931.

Durante el primer tercio del siglo XX asiste a la profundización de la división entre los carlistas. De las tres corrientes que reclaman para sí la herencia del pretendiente Carlos VII -integristas, mellistas (seguidores de Vázquez de Mella) y jaimistas (partidarios de don Jaime de Borbón)- Tomás Domínguez Arévalo es fiel seguidor desde su juventud de Juan Vázquez de Mella, fundador del Partido Tradicionalista. Sin embargo, una de las misiones que se propone a sí mismo es la de unificar en un solo movimiento a la familia carlista: unificación que consigue en 1932, ya en pleno periodo republicano. La muerte del pretendiente don Jaime, tras caerse de su caballo, en octubre de 1931, neutraliza a los jaimistas y a su ideología socializante. El nuevo heredero de la causa carlista, don Alfonso de Borbón, tío del fallecido, impulsa la creación de la Comunión Tradicionalista, un nuevo movimiento que engloba a las diferentes corrientes del carlismo. Don Alfonso de Borbón, que toma también el nombre de don Alfonso Carlos I, en recuerdo a su hermano Carlos VII, nombra al conde de Rodezno presidente de la Junta Nacional de la Comunión Tradicionalista.

Son los años de mayor relevancia política de Domínguez Arévalo. Diputado por Navarra en las Cortes en cada una de las convocatorias de la República, destaca como un agrio rival hacia la labor de la izquierda republicana. Y es que los pilares de la política de Azaña durante el bienio progresista son sistemáticamente atacados por la minoría carlista. El conde de Rodezno se ceba especialmente con las medidas laicistas y la política autonómica. Años después, como ministro de Justicia del primer Gobierno de Franco, se encargará personalmente de desmantelarlas. Para él, las reformas religiosa y autonómica van "contra la esencia de España".

Pero el conde de Rodezno no se limita sólo a atacar el régimen republicano desde dentro, sino que también conspira para acabar con él desde fuera. Alienta, cuando no participa, varios intentos de rebelión. Es el caso de la sanjurjada. El jefe de los carlistas es uno de los que anima al general Sanjurjo a dar un golpe de Estado el 10 de agosto de 1932. Sanjurjo, considerado como uno de los militares con mayor prestigio de la época, era hijo de un veterano coronel carlista y los tradicionalistas veían en él al personaje que necesitaban para instaurar una monarquía de corte absolutista. Sin embargo, la intentona fracasa y Sanjurjo es arrestado y condenado junto a otros 150 participantes. Entre ellos figuran varios líderes carlistas. El conde de Rodezno es recluido en la cárcel de Guadalajara durante varios meses.

Tras salir de prisión, se centra en dos nuevos objetivos: por un lado, conseguir la creación de un bloque de derechas bajo el manto del carlismo; por otro, intentar una delicada maniobra de acercamiento a los seguidores de la otra línea dinástica, la de Alfonso XIII. Sin embargo, sus encuentros con José María Gil Robles, de la CEDA, para crear una gran coalición derechista de cara a las elecciones de noviembre de 1933 no fructifican. El posterior éxito de la CEDA y su postura posibilista con la República confirman el fracaso. Con el partido monárquico alfonsino Renovación Española los resultados, aunque discretos, son más positivos. Ambos grupos, ensombrecidos por el triunfo cedista en las elecciones, colaboran en los trabajos del Parlamento con la creación del grupo político Tyre (Tradición y Renovación Española). El conde de Rodezno, en una muestra más de su pragmatismo, ve en Don Juan de Borbón y Battemberg, hijo del exiliado Alfonso XIII, la posibilidad de unificar ambas dinastías, debido a que el pretendiente carlista, don Alfonso Carlos I, con 82 años, aún permanece soltero.

En la primavera de 1934, la corriente integrista del carlismo y los miembros más jóvenes del movimiento, procedentes de la Asociación de Estudiantes Tradicionalistas (AET), le acusan a él y al resto de la vieja guardia carlista de dañar la causa del tradicionalismo con su política pactista. El 20 de abril de ese mismo año, tiene lugar una reunión de la Junta de jefes regionales de la Comunión Tradicionalista en la que se decide reorientar la política seguida hasta ahora. El conde de Rodezno y los suyos son obligados a renunciar a sus cargos en la Junta Delegada. El nuevo líder del carlismo desde entonces pasa a ser el abogado sevillano Manuel Fal Conde.

Poco después, el 6 de mayo, el pretendiente don Alfonso de Borbón exige a Tomás Domínguez Arévalo que disuelva el Tyre y cesen los contactos con los monárquicos alfonsinos. Al año siguiente, es excluido del Consejo Nacional de la Comunión Tradicionalista. Por último, tras el fracaso en las elecciones de febrero del 36, el conde de Rodezno pierde la jefatura del grupo parlamentario carlista que ha ostentado desde las Cortes constituyentes de 1931. Aun así, Domínguez Arévalo participa intensamente en los acalorados debates que vive el Congreso en los meses previos al levantamiento.

A pesar de ser apartado de la dirección nacional del movimiento carlista, el conde de Rodezno mantiene aún una gran influencia en Navarra, principal feudo del tradicionalismo. Y desde esa posición, compagina su actividad parlamentaria con la participación en varias conspiraciones contra la República. Los carlistas tenían sus propios planes de rebelión pero, conocidas las intenciones de algunos generales, deciden contactar con los militares. Al mismo tiempo, el general Mola, jefe militar de Navarra y uno de los ideólogos del levantamiento del 18 de julio, es consciente de que necesita las milicias carlistas para asegurarse el éxito. Sin embargo, Fal Conde pone un alto precio a la colaboración de los requetés con el Ejército nacional: exige que la bandera rojigualda sea la enseña de la rebelión. También pone como condiciones que los militares repongan la Monarquía y que ésta encame los ideales carlistas. Demasiado para Mola, por lo que las conversaciones acaban fracasando. Sin embargo, el militar sabe que necesita a los carlistas, y a comienzos de julio escribe una carta al conde de Rodezno solicitando su ayuda.

El 9 de julio tienen un encuentro y Domínguez Arévalo aconseja al general que trate directamente con la Junta Regional de los carlistas navarros, "puenteando" a la dirección nacional del movimiento. El conde de Rodezno le dice que "si entremezclaba entre sus tropas a muchachos navarros, levantarían la moral y abriría con ello la ruta de Madrid".

El primer cara a cara entre el conde de Rodezno y Franco se produce en diciembre de 1936. Domínguez Arévalo escribe en su diario la impresión que le causó el ya Generalísimo: "Era un hombre cauto, muy sereno, amable y reservado, cuyo pensamiento íntimo era una incógnita".

Paradójicamente, ese mismo mes se produce el primer encontronazo entre ambos. El 8 de diciembre de 1936, Fal Conde firma un decreto para crear la Real Academia Militar Requeté con la intención de formar a la oficialidad carlista. Pero Franco considera este hecho como una falta de respeto hacia su persona, por lo que hace llamar al conde de Rodezno al que muestra su indignación y la orden de que Fal Conde abandone el país. Domínguez Arévalo, aún a pesar de las diferencias que tiene con el jefe máximo de los carlistas, intenta mediar y apaciguar a Franco pero éste no cede. El 20 de diciembre de 1936, el conde de Rodezno se ve obligado a redactar una carta dirigida a sus correligionarios en la que se lee: "Las circunstancias por las que atraviesa España no autorizan a crear dificultad alguna a los que tienen la responsabilidad del poder y de la guerra, por lo cual todos deben permanecer en sus puestos más fieles cada día al servicio de Dios, España, el Rey y el Movimiento Nacional".

Fal Conde se exilia a Portugal a los pocos días. Sin embargo, en una muestra de cómo entiende el conde de Rodezno la política, escribe en su diario su malestar por la decisión tomada por Franco, pero a la que él no se opone. "Expulsar de España, como a un miserable, al jefe de la Comunión Tradicionalista constituye un agravio para todos que causa un mal síntoma para el porvenir", escribe.

Al mismo tiempo que Fal Conde sale hacia Portugal, se inician las conversaciones entre las cúpulas de Falange y la Comunión Tradicionalista para unirse y crear un movimiento político único. Mientras Fal Conde se opone, el conde de Rodezno no sólo apoya el diálogo sino que participa directamente en las negociaciones. Sin embargo, las exigencias de los falangistas dan al traste con los planes. Pero Franco, al tanto de los contactos entre ambas formaciones, y consciente de que necesita un partido de masas sobre el que asentar su poder, emite finalmente un decreto de unificación el 19 de abril de 1937. Nace así Falange Española Tradicionalista y de las JONS. El conde de Rodezno apoya la decisión: prefiere maniobrar desde dentro para colocar al carlismo en la mejor situación posible de cara al nuevo régimen que se está levantando.

Tomás Domínguez Arévalo consigue que Franco atienda al nuevo pretendiente carlista, don Javier de Borbón y Parma. Su intención es que del encuentro salga un compromiso por el que los carlistas reacios a la unificación se integren en el partido único. Sin embargo, el objetivo se consigue en parte. Meses después, tras ser expulsado de tierras españolas por Franco, don Javier arremete contra el conde de Rodezno y todos los que han apoyado la unión.

A pesar de la condena, Domínguez Arévalo se convierte en uno de los 50 miembros del Consejo Nacional de FET y de las JONS. Sin embargo, el conde de Rodezno se da cuenta de dos cosas. Si por un lado para él la unificación significa una absorción por parte de Falange; por el otro, comienza a ser consciente de que Franco no cuenta con el carlismo: "Tengo el más ingrato recuerdo de las sesiones del Secretariado, en donde los tradicionalistas pronto se encontraron en una situación que, aparte de molesta, resultaba ineficaz". Desde el mes de julio de 1937, el conde de Rodezno deja de acudir a las reuniones del Secretariado.

El 30 de enero de 1938, Domínguez Arévalo vuelve a recuperar protagonismo. En esa fecha, Franco decide crear su primer Gobierno y le nombra ministro de Justicia. El veterano carlista se pone enseguida a trabajar en sus objetivos: el primero es acabar con todo rastro de laicismo en la legislación española. Ya el 19 de febrero prepara una ley para prohibir el divorcio, e incluso anular los ya realizados. Otra de sus intenciones, como la vuelta de la Compañía de Jesús y la devolución de sus propiedades, tienen más dificultades ante la oposición de los ministros falangistas. Su mayor éxito en su guerra particular con los falangistas es frenar todas las reformas legislativas que, impulsadas por Antonio Luna, delegado nacional del servicio de Justicia y Derecho de Falange, pretenden instalar en España buena parte del derecho nazi. El conde de Rodezno pronto se desengaña. En abril de 1938 advierte a Franco. "Mi general, la doctrina tradicionalista no es la fascista. Esto de la Falange le hundirá".

Hasta que finaliza la Guerra, los enfrentamientos entre el conde de Rodezno y Serrano Suñer son continuos. Pero mientras el segundo amplía sus cotas de poder, el primero pierde la cartera de Justicia. Mucho tiempo después escribiría: "Franco termina de utilizarlo a uno y es como si cayera un telón infranqueable que borra hasta el recuerdo; yo salí de este Consejo convencido de que no volvería a verle ni a hablar con él y así ha sido".

El conde de Rodezno se retira a sus cuarteles de invierno en Navarra, donde llega a ser diputado foral. Los años 40 los dedica a su labor como historiador y jurista. Miembro de las Reales Academias de Jurisprudencia y de Historia pasa a dirigir la Revista de Estudios historiográficos y genealógicos y escribe varios libros sobre el carlismo como Carlos VII, duque de Madrid o Los Teobaldos de Navarra. Domínguez Arévalo muere en Villafranca de Navarra en 1952, a la edad de 69 años. Franco le otorgará el título de Grande de España a título póstumo por sus servicios prestados.

1 comentario:

  1. ¿Cuántas sentencias de muerte firmó el Conde de Rodezno tras la guerra?

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