Compositor y músico español a caballo entre la causa nacional y la republicana, en 1938 se desmarca del Gobierno de Franco al rechazar el cargo de presidente del Instituto de España por problemas de salud
El 8 de julio de 1936, el ensayista español Ramiro de Maeztu solicita al compositor Manuel de Falla su adhesión expresa, como ya lo han hecho otras personas del mundo de la cultura, a favor de la sublevación militar que tendría lugar tan sólo 10 días después. Sin embargo, la contestación del músico dista mucho de la que esperaba Maeztu: "El único remedio que tenemos contra ella (la República])es (...), no una contrarrevolución de tipo conservador, que mantiene incluso lo execrable, por ser seguro, sino otra revolución más profunda y alta, guiada por el amor que debemos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos".
Y es que Manuel de Falla, por encima de las ideologías, se siente profundamente sensibilizado ante cualquier manifestación de violencia y enfrentamiento, más aún "entre hermanos de un pueblo que ama tanto"» como el español.
Ya comenzada la Guerra, tiene que afrontar las penalidades y los obstáculos que sufren algunas de sus amistades pertenecientes a la Generación del 27, y en especial la que supone el asesinato del poeta y amigo Federico García Lorca, la madrugada del 18 de agosto de 1936.
Manuel de Falla Matheu (Cádiz, 1876) recibe sus primeras lecciones de música de la mano de su madre, que fallece cuando el compositor apenas tiene 8 años, y de Eloísa Galluzo, que viendo el talento natural del pequeño no duda en facilitarle el camino. Comienza a estudiar armonía y composición en su ciudad natal, con los profesores Luis Odero y Enrique Broca.
Aparte de esta educación musical, complementa su formación con la asistencia a representaciones de ópera locales y numerosos conciertos, que hacen que hacia 1893 se decante por la composición. Sus primeros conciertos tienen lugar en Cádiz, entre los que destacan los que se celebran en el salón de música de la casa familiar del pintor gaditano Salvador Viniegra, donde entre 1897 y 1899 estrena obras tan significativas como Melodía y Romanza, ambas para violonchelo y piano, dedicadas a su anfitrión.
Este mismo año se traslada a Madrid y comienza a estudiar piano en el Conservatorio con el maestro José Tragó, donde se matricula con 22 años. Es por estas fechas cuando empieza a ganar sus primeros premios.
Entre 1901 y 1905, el músico se hace un hueco en el mundo de la zarzuela. Llega a escribir hasta cinco piezas de este género, dos de ellas gracias a la colaboración de Amadeo Vives, aunque sólo llega a estrenar Los amores de la Inés, en el teatro Cómico de Madrid, el 12 de abril de 1902, con la que alcanza cierto éxito.
Desde 1902, el contacto con el compositor Felipe Pedrell y la lectura del libro L´acoustique nouvelie, de Louis Lucasle, impulsan a desarrollar su propio camino musical. En 1903, consigue un premio con su Allegro de concierto y dos años después el galardón de la Academia de las Bellas Artes con la La vida breve.
En 1907, decide probar suerte en París y se relaciona con músicos de la talla de Albéniz, Ravel y Debussy. Gracias a estas amistades, Manuel de Falla consigue abrirse camino en el círculo cultural parisino y en 1909 estrena, de la mano de Ricardo Viñes, Cuatro piezas españolas. Sólo cuatro años después consigue que su ópera prima, La vida breve, se estrene en Niza. Es en esta ciudad donde desarrolla su técnica compositiva y profundiza en sus investigaciones sobre el nacionalismo, consiguiendo el reconocimiento no sólo del público, sino de los principales compositores del momento.
Tras estallar la Primera Guerra Mundial, Madrid recoge el testigo cultural cedido por París por lo que Falla se instala de nuevo en la capital. En enero de 1915, estrena Siete canciones, y sólo tres meses después presenta la primera versión de El amor brujo, para al año siguiente hacer lo propio con Noches en los jardines de España. La vuelta a su país natal le supone una etapa de gran creatividad y da vida a muchas de sus más conocidas composiciones, como El sombrero de tres picos.
En 1919, se traslada a Granada donde se rodea de un pequeño grupo de intelectuales, entre los que se encuentra su gran amigo Federico García Lorca. De la mano del poeta granadino, Falla comienza a reflexionar sobre la esencia popular de la música española. Es en esta época cuando recibe el encargo de Arthur Rubistein para escribir la obra Fantasía bética para piano (1919). Tres años más tarde compone El retablo de Maese Pedro, encargado por la princesa Edmond de Polignac.
Es en 1926 cuando consuma una de sus obras más esencialistas, Concierto para clave y cinco instrumentos. Ese mismo año comienza a trabajar en el que será su gran proyecto, Atlántida, que no se concluirá hasta años después de su muerte, por su discípulo Ernesto Halffter.
El estallido de la Guerra Civil, en julio de 1936, le supone un obstáculo a nivel profesional. Esto, unido a sus problemas de salud, hacen que decida retirarse a su casa de La Antequeruela (Granada). Según relata Manuel Orozco en su biografía, durante su encerramiento voluntario dedica su tiempo a la oración y al silencio; incluso, se niega a recibir visitas de sus familiares más directos hasta el punto de que su hermana María del Carmen llega a temer por su salud mental.
En 1938, tras componer por encargo de un jefe de Falange un Himno a los almogávares, le sorprende su nombramiento como presidente del Instituto de España, un cargo que rechaza alegando problemas de salud. Y es que durante ese año es intervenido en diversas ocasiones. Cuenta Orozco que ante las múltiples operaciones que sufre, Falla está convencido de que quedará inválido.
Ante tal estado de salud, sus trabajos musicales durante los años de la Guerra son muy reducidos. Finalizada ya la contienda, el 28 de septiembre de 1939 Falla decide abandonar su casa de Granada y exiliarse a Alta Gracia, en la provincia argentina de Córdoba. Su idea inicial es dirigir una serie de conciertos en el teatro Colón de Buenos Aires, mientras continúa con su proyecto de Atlántida. Veinte años pasará Falla trabajando en esta obra, basada en un texto catalán del poeta Jacint Verdaguer, con algunas partes en latín y otras en castellano.
Sin duda, su evolución está marcada por el interés en el "hecho nacional" y en la búsqueda de la esencia de lo español; primero, en ritmos, melodías y giros andaluces y castellanos de carácter folclorista, para más adelante inspirarse en la tradición musical del Siglo de Oro español, encontrando poco a poco las pautas para crear su propio estilo. Ya en Buenos Aires estrena la suite orquestal Homenajes.
Manuel de Falla fallece en tierras argentinas, el 14 de noviembre de 1946, a consecuencia de un paro cardíaco.
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