Abogado y miembro del PSOE, en septiembre de 1936 es nombrado ministro de la Gobernación en el Ejecutivo de Largo Caballero, cargo del que será destituido, por exigencia de los comunistas, tras los sucesos de mayo
Después de lo sucedido en la capital catalana a primeros de mayo, el Gobierno de Largo Caballero está condenado a disolverse. Comunistas, republicanos e incluso los compañeros de partido del presidente del Consejo de Ministros, se muestran descontentos con la labor del Gobierno. Unos y otros proponen medidas más o menos drásticas, pero todos coinciden en que un cambio es ineludible: la sustitución de Ángel Galarza como responsable de Gobernación. El débil ministro será el punto por el que quiebre el ya de por sí gravemente tocado Gabinete caballerista.
Ángel Galarza Gago, nacido en Zamora en 1892, cuenta con una trayectoria política genuinamente republicana. Abogado, funda en 1929, junto con Marcelino Domingo y Alvaro de Albornoz, el Partido Radical Socialista. Es el momento en el que se sustancia la crisis de la monarquía alfonsina y del directorio de Primo de Rivera, y aparecen multitud de opciones políticas que claman por un cambio de régimen.
Como representante de su partido, Galarza participa a mediados de agosto de 1930 en el conocido como Pacto de San Sebastián, reunión donde las fuerzas del republicanismo español, tradicionalmente escindido, tratan de ponerse de acuerdo para hacer posible el advenimiento exitoso de una nueva República. Como consecuencia de su activa participación en el movimiento republicano, Galarza es encarcelado por el Gobierno de Dámaso Berenguer, acusado de pertenecer al comité revolucionario republicano responsable del golpe fracasado de diciembre de 1930.
En 1931 es designado fiscal general de la recién proclamada República. Poco después es nombrado director general de Seguridad y durante su mandato se crea la Guardia de Asalto, empeño que lleva a cabo junto con el entonces teniente coronel Muñoz Grandes. Elegido diputado por Zamora para la primera legislatura, repetirá escaño, ya afiliado al PSOE, en febrero de 1936. Vive así como parlamentario los exacerbados debates de los meses previos al comienzo de la Guerra. Incluso protagoniza uno de los momentos más reseñados del último pleno en el que participó José Calvo Sotelo.
Durante aquella larga jornada parlamentaria del 1 de julio se dijeron muchas cosas de las que no queda constancia en el Diario de Sesiones. El presidente de la Cámara, Diego Martínez Barrio, venía dando orden de que no se recogiesen en las actas aquellas intervenciones que resultaran menos edificantes. Entre ellas se contó la de Galarza, quien, dirigiéndose al líder del Bloque Nacional, llegó a decir que "contra quien pretende ser el jefe del movimiento fascista español y conquistar el poder por la violencia, para llevar a los que militan en los partidos de izquierda a los campos de concentración o las cárceles, la violencia es legítima y se puede llegar en tal caso hasta el atentado personal". Calvo Sotelo fue asesinado el día 13 de ese mismo mes.
Aquel exceso dialéctico se había convertido en realidad, tal y como le recriminarán los parlamentarios tradicionalistas en la última reunión antes de la Guerra de la Diputación permanente de las Cortes. Parece que Galarza, lejos de mostrarse arrepentido, llegó a decir en un mitin algunos meses más tarde que el único sentimiento que le producía el asesinato del líder de las derechas era el de "no haber participado en su ejecución".
En septiembre de 1936, Largo Caballero nombra a Galarza ministro de Gobernación. Desde este cargo tiene que enfrentarse a dos acontecimientos clave: las matanzas de Paracuellos y los incidentes de mayo del 37 en Barcelona.
El grado de conocimiento que tiene Galarza de los crímenes que se cometen en Paracuellos es una incógnita. Lo que sí hace el ministro, cuando los asesinatos empiezan a ser algo más que un rumor, es tratar de maquillar lo sucedido ante sus compañeros de Gabinete. Minimiza el número de víctimas y responsabiliza de los hechos a familiares de las víctimas de los bombardeos aéreos, que rondaban la cárcel en el momento del traslado de los presos.
Son muchas las sombras que rodean la labor de Galarza al frente de Gobernación. Autores como César Vidal le atribuyen una relación directa con las checas madrileñas, algunos de cuyos responsables llegaron a servir al ministro en calidad de escoltas.
Pero son los disturbios de mayo del 37 en Barcelona los que acaban con la paciencia de aquellos que venían protestando por la laxitud con que Galarza llevaba los asuntos de Orden Público, si bien las competencias en esa materia estaban transferidas al Gobierno de la Generalitat. Recuperadas por el Gobierno central, el propio Galarza tiene oportunidad el 13 de mayo de firmar severos decretos contra la tenencia de armas por particulares en la retaguardia.
A pesar de ello, la suerte del Gobierno y de Galarza ya está echada. Largo Caballero sólo cuenta en este momento con la confianza de sus fieles de la UGT. Y el ministro de Gobernación es el flanco más débil de este Gabinete.
Así, Juan Simeón Vidarte, miembro entonces de la Ejecutiva del PSOE, cuenta que, sofocados los sucesos de mayo en Barcelona, "los comunistas pidieron públicamente la renuncia del ministro de Gobernación. Nuestra coincidencia con ellos en este punto era absoluta. Galarza no se había enterado de nada".
Tras la dimisión de los ministros comunistas, detonante de la crisis de Gobierno, Largo Caballero tantea el apoyo de su partido a un nuevo Gobierno presidido por él mismo.
Vidarte recuerda el mensaje que le transmitieron: "Si usted sigue gozando de la confianza presidencial, nosotros seguimos dispuestos a cooperar con usted (...). Lo que sí está en su mano solucionar es el problema de Orden Público, y para eso es preferible que prescinda usted del ministro de Gobernación. La actuación de Galarza es un desastre, por odio a los comunistas está entregado a la FAI (...). Se efectúan detenciones arbitrarias y desaparecen las personas sin que se sepa en qué prisión o checa están". A las protestas de sus compañeros, siempre según Vidarte, Largo Caballero responde: "La política de Galarza no es la que yo hubiera querido que fuese, pero no puedo abandonar a la gente que me ha sido leal y lleva compartiendo conmigo estos terribles meses de dolor".
Finalmente, Largo Caballero dimite sin oportunidad de formar un tercer Gobierno, como deseaba. A partir de entonces, Galarza se limita a ejercer con discreción su cargo de diputado integrado en el ala caballerista del PSOE. Tras la Guerra, se exilia en México y en Francia. En los años 50, dirige la revista republicana Política, editada por entonces en París, ciudad en la que vive hasta su muerte, en 1966.
menudo hijo de puta
ResponderEliminarOrdenó matar a un tal Calamita, de Zamora, porque era novio de una zamorana que no correspondió a Ángel Galarza.... Aprovechó su puesto en el Ministerio para ordenar su traslado a una checa, donde murió.
ResponderEliminarSi, al parecer también Jose Antonio Primo de Rivera tuvo algún encontronazo con el. Era un vendido.
ResponderEliminarEste hijo de puta asqueroso, maníaco y babosón, pertenecía a un partido político que con las mismas siglas de entonces sigue haciendo política hoy en día sin haber realizado ningún tipo de transición, ni arrepentimiento. Es terrible repasar los testimonios e imágenes de todas las checas de la federación socialista y la UGT en donde se perpetraban las mayores atrocidades contra el ser humano y la lista interminable de asesinatos. HORROROSO.
ResponderEliminarAcabo de leer en Internet lo relativo a las checas de Madrid de "Verdades que ofenden" y lo que dicen me ha dejado sobre cogida de espanto. Este "señor" Angel Galarza tuvo una acción muy directa en las atrocidades que se cometieron en la Epoca de Terror de Madrid. Pero mira que bien se ha sabido librar de la pena que le tenían que haber impuesto, lo mismo que Carrillo; este volvió con una peluca y no me extraña, tenía que tener un miedo a ser reconocido...¡vaya con el demócrata de toda la vida!
ResponderEliminarEste canalla tiene en Zamora dos calles con su nombre y para vergüenza de Zamora a pesar de que el PP ha gobernado varias veces con mayoría no han tenido la valentía de anular ese insulto a la ciudad acaso por la cobardía que les caracteriza
ResponderEliminarTras el asesinato de Calvo Sotelo, declaró que lo unico que le conmovia era no haber podido participar en él
ResponderEliminarLa historia la cuentan los que cuelgan a los héroes decían en la película de Braventhart. Tampoco hay que creerse a pies juntillas todo lo que se escribe. De un lado o del otro. Ambos cometieron atrocidades. Y unos más que otros porque gobernaron más tiempo. Luego hubo mucho caciquismo. Sobre todo en las zonas rurales. Dónde acusaban a la gente de lo que fuera, para quedarse con sus bienes.
ResponderEliminar