Socialista convencido, algunos lo consideran uno de los inspiradores de la radicalización del PSOE en los años anteriores a la Guerra, ya que propugna la revolución social tras vivir en Alemania el auge del fascismo
Periodista y político, marinero y escritor, concejal y cónsul... Son múltiples y variadas las facetas profesionales por las que Daniel Lamberto Luis Araquistáin Quevedo transita a lo largo de su vida, una vida ligada desde su juventud al Partido Socialista, en el que ingresa a los 25 años de edad, y que se caracteriza por su afición a recorrer mundo, una afición que culminará en París como embajador de la Segunda República en septiembre de 1936.
Luis Araquistáin nace el 19 de junio de 1886 en el pueblo cántabro de Bárcena de Pie de Concha, aunque la mayor parte de su infancia transcurre en el País Vasco. Intelectual autodidacta, como le define el historiador Juan Francisco Fuentes, pertenece a la Generación del 14, entre la cual se encuentran colegas como Ortega y Gasset, Manuel Azaña o Gregorio Marañón. Sus primeros contactos con el mundo del periodismo llegan en forma de breves poemas sicalípticos (eróticos) publicados en la revista Vida Galante. Progresivamente, y a la par que sus frecuentes idas y venidas a distintos lugares del planeta enrolado en distintos barcos mercantes, sus textos se amplían de temática y publica para medios como el periódico El Mundo (en 1908) o La Mañana (1909).
Uno de esos habituales viajes lo realiza en 1908 destino a Londres. Su estancia en territorio inglés se prolonga durante un periodo de casi seis años y será allí donde se produzcan varios de los acontecimientos más significativos de su vida. Por un lado, entabla una gran amistad por carta con Ortega y Gasset, quien le introducirá en el periódico El Liberal, para el que comienza a colaborar. La sintonía entre ambos escritores se acentuará en 1916 cuando Ortega renuncie a seguir como director de su diario España y nombre a Araquistáin en su lugar. Su vida personal también sufre alteraciones durante su etapa londinense, pues en 1914 contrae matrimonio con Gertrud Graa, con la que tendrá dos hijos: Ramón y Sonia.
Con su retorno a Madrid ese mismo año, sus colaboraciones en prensa comienzan a ser más habituales y empieza a publicar con cierta asiduidad sus novelas. Su militancia en el PSOE se ve recompensada en 1921 con una concejalía en el Ayuntamiento de Madrid, cargo que abandonará muy pronto debido al rechazo de su partido a la integración dentro de la Tercera Internacional. En 1931 vuelve a su cargo de concejal en Madrid y es elegido diputado de las Cortes, de donde posteriormente pasa a la Subsecretaría del Ministerio de Trabajo. En 1932 es nombrado embajador de la República en Berlín.
Debido a su posición ideológica, según Fuentes, "existe una corriente generalizada en apuntar a Araquistáin como principal inspirador de la radicalización del PSOE en vísperas de la Guerra Civil". Si bien durante su estancia en Argentina, en su juventud, se declaraba simpatizante del anarquismo, los años pasados en Inglaterra le acercan más a posiciones socialistas reformistas y liberales, con un fuerte sentido de la justicia social. Su gran momento en el mundo de la política llega con su vuelta de Alemania en mayo de 1933, cuando la extrema derecha de Hitler inicia su ascenso hacia el poder. Alertando al socialismo español sobre el auge fascista, Araquistáin advierte de que la única manera de adelantarse a ellos es a través de una convergencia con los comunistas y una insurrección popular que lleve hasta la revolución social. En 1934, y como prueba de su fe en el discurso, funda la Revista de Hechos e Ideas, más conocida como Leviatán.
En 1936, es elegido nuevamente diputado a las Cortes, labor que desempeña conjuntamente con sus ocupaciones periodísticas. El estallido de la Guerra sólo le afectará en los primeros compases, puesto que en septiembre de ese mismo año es nombrado embajador en París. Durante sus ocho meses en el cargo, Araquistáin se encargará de comprar armamento para el Ejército popular y promover la imagen de la República española, especialmente en la organización del pabellón español en la Exposición Universal de París de 1937, en busca de aliados para su defensa.
Araquistáin presenta su dimisión del cargo en mayo del 37, nada más conocer la de Largo Caballero como presidente del Gobierno, y regresa a España, instalándose en Barcelona. Su actitud a partir de este momento con respecto a la política de resistencia y colaboración con los comunistas que ejecuta el Gobierno de Negrín cambia radicalmente, y es como mínimo, distante, cuando no crítica. Entre los pocos actos públicos que se le recuerdan durante la época, y a pesar de su pasado cercano a la ideología comunista, arremete duramente contra la intervención de la URSS en la Guerra, en una conferencia pronunciada en el Ateneo de Barcelona, con el título de La verdad sobre la intervención o no en España.
La caída de Barcelona en enero de 1938 da el pistoletazo de salida a la carrera de Araquistáin por abandonar el país. El 22 de enero deja España y el 1 de febrero llega con su familia a París, aunque permanece allí poco tiempo, pues a finales de abril se trasladan a Londres. Nunca más regresa a España.
Su vida en el exilio continúa con el giro emprendido en los años de la Guerra. A los pocos meses de su estancia británica, publica en la North American Newspaper Alliance duras críticas sobre el papel jugado por los comunistas durante el conflicto y, de nuevo, sobre la intervención soviética. La polémica en los círculos comunistas españoles no tarda en desatarse y Araquistáin es expulsado del partido.
Desde este momento, y como señala el historiador Fuentes, Araquistáin "se convierte en pionero de un socialismo europeísta y atlantista". Durante muchos de sus viajes -emprendidos no ya sólo como periodista, faceta que retoma de nuevo al ponerse al servicio de Reuters o la BBC- son frecuentes sus charlas explicando su nueva táctica, su oposición a las ideas del último Gobierno republicano, representado por Negrín, y el desarrollo de un regeneracionismo interno en el Partido Socialista, para acabar con el régimen de Franco e instaurar en España la democracia, aunque para ello sea necesario un pacto con los monárquicos (como declara en 1957 en la revista cubana Bohemia), una alianza con el capitalismo y EEUU (se manifiesta a favor de los acuerdos hispano-norteamericanos de 1953) o con quien sea necesario. No faltarán durante esta época reproches contra sí mismo (en 1947 da una conferencia en Toulouse titulada Algunos errores de la República) y polémicas con sus correligionarios. En 1952, parte de Londres con destino Ginebra, ciudad en la que permanece hasta su fallecimiento, el 6 de agosto de 1959.
Los historiadores oficialistas no reconocen los errores que describió Araquistain ni Indalecio Prieto. Poca objetividad y fanatismo.
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