Considerado por algunos autores como el fundador de las Brigadas Internacionales, es jefe del aparato propagandístico de la Komintern y creador de una red socialista difusora de las ideas soviéticas en Europa
"El 22 de octubre de 1940, no lejos de una diminuta aldea llamada Montagne, próxima a Grenoble (Francia), dos cazadores con sus perros se tropezaron con un siniestro bulto escondido en un bosquecillo. Al pie de un viejo roble, se encontraba el cadáver descompuesto de un hombre sentado. Hacía mucho tiempo que había fallecido y parecía haber muerto ahorcado". Así comienza el libro El fin de la inocencia, del escritor norteamericano Stephen Koch, y el cuerpo hallado no es otro que el del periodista alemán Willi Münzenberg que, aunque no era muy conocido por la opinión pública, fue la persona que manejó los hilos de la propaganda de la Komintern en Europa occidental y Estados Unidos.
Miembro del Partido Comunista, "promovió la fundación de una serie de instituciones para luchar contra los fascismos alemán e italiano, instituciones de corte aparentemente liberal pero, en el fondo, dominadas por los comunistas", según afirma Manuel Rubio Cabeza. "Durante el conflicto español", añade el autor, "consigue el apoyo de diversos países para la creación y puesta en marcha de las Brigadas Internacionales", en su empeño por defender la causa republicana.
Münzenberg nace en 1889 en Erfurt (Alemania). Hijo del encargado de una humilde taberna, vive su infancia rodeado de pobreza. Desde muy joven entra a formar a parte del círculo de influencia del Partido Social Demócrata alemán y, meses antes de que comience la Primera Guerra Mundial, conoce a Trotsky. Precisamente, es el revolucionario ruso el que le pone en contacto con Lenin, tras darse cuenta del talento que posee el alemán para el servicio secreto. De hecho, Münzenberg ya había creado una red clandestina de influencia socialista que se extendía por Europa.
Tras el triunfo de los bolcheviques -octubre de 1917-, se le encarga la tarea de convencer al mundo occidental de que la URSS es el paraíso de las libertades, la igualdad y el progresismo, enmascarando todo lo que de falso contenía esta afirmación y divulgando la sensación de que criticar la política soviética era la prueba evidente de que quien lo hacía era un retrógrado intolerante, reaccionario e iletrado.
Para ello se vale de la institución creada por Lenin en 1919: la Internacional Comunista o Komintern. La parte no oculta de la labor del organismo consiste en la propagación de las ideas comunistas y la revolución socialista por el mundo. Sin embargo, guarda una dimensión oculta. En realidad, se trata de un equipo de revolucionarios profesionales encargados de fortalecer la hegemonía del leninismo en Europa. Para este propósito, se valen de su propia red de propaganda y servicio secreto. Münzenberg, como cabeza de la maquinaria propagandística de la Komintern, se da cuenta de que para conseguir que sus ideas lleguen a las masas necesita que éstas sean guiadas por cabecillas intelectuales, creadores de opinión de clase media, que no estén confundidos por la "burguesía opresora", es decir, artistas, periodistas, novelistas, actores...
El planteamiento resulta sencillo. Se trata de hacer creer a la opinión pública que todo lo que acontece de malo en el mundo occidental es contrario a la idea de sociedad soviética. Por ejemplo, si un británico pensaba que la moral victoriana era retrógrada y timorata, se le hacía creer que en la URSS existía el amor libre y la emancipación sexual, aun cuando esto fuese totalmente falso. Entre los intelectuales que Münzenberg consigue reclutar se encuentran Ernest Hemingway, Anthony Blunt, John Dos Passos, Louis Aragón o André Malraux, lo que hace que sus opiniones tengan gran influencia en la opinión pública izquierdista, incluso en la socialdemócrata.
Ya con Stalin en el poder, Münzenberg comienza a ser incómodo para las altas esferas soviéticas. Demasiado tiempo con el control de las redes de espionaje comunista en Occidente le hace ser peligroso. Para salir de esta situación, y con la Guerra Civil española de trasfondo, Münzenberg idea una manera de ayudar a la causa republicana sin necesidad de que la URSS se implique explícitamente en el conflicto. Y es que el propio Stalin no quiere que se involucre directamente al Gobierno soviético con el envío de armamento y voluntarios a España, ya que las potencias democráticas han decidido no intervenir en la contienda, y la propia URSS ha suscrito el Acuerdo de No Intervención.
Münzenberg comprende que la mejor forma de conseguir este flujo de armamento y hombres es la red que él mismo ha creado en Europa occidental, por lo que deben contar con él para conseguirlo. Con esa base, parece sencillo conseguir un buen número de voluntarios entre los activistas que tienen relación directa con la Komintern, además de los simpatizantes que creen en la versión presentada por la propaganda, dirigida con astucia por el servicio secreto soviético. Estos últimos son la gran mayoría, que no están al mando pero que son los que más juego ponen en la contienda.
Hasta ese momento, mayo de 1937, todo ha estado en su sitio, de hecho tiene como colaborador de Largo Caballero en el Gobierno de la República a un cercano agente de la Komintern, Julio Álvarez del Vayo, contacto y guía en la única visita de Münzenberg a España en 1933.
En cambio, desde el momento en que las Brigadas Internacionales ya son un hecho (octubre de 1936), y ya no necesitan de los servicios de Münzenberg para que siga el envío de voluntarios a España, la situación cambia radicalmente. Mientras en la zona republicana la influencia comunista amplía sus cotas de poder, en Europa, Stalin trata más de acercarse a Alemania e Italia que de extender su sistema político. En España, mientras, miles de personas están perdiendo la vida para detener la ola fascista. Es en ese instante, cuando Münzenberg ya no controla nada. Es el momento de huir.
La Komintern se encuentra debilitada, ya no le es útil a Stalin, y todos sus principales integrantes están siendo eliminados por la NKVD, precursora de lo que años más tarde será la KGB. Münzenberg sabe que él puede ser el siguiente. Se encuentra en París; había sido expulsado del Partido Comunista alemán en mayo de 1937, y la toma de Francia por los nazis -junio de 1940- es inminente. Perseguido por éstos por ser comunista, y por Stalin, Münzenberg es capturado y recluido en un campo de internamiento. Días después, la capitulación de Francia es un hecho y se abren las puertas del campamento, quedando los prisioneros en libertad.
Según testigos, Münzenberg se alejó junto con dos hombres con los que había hecho amistad en el campo. Ya no se supo más de él, hasta que su cuerpo fue encontrado meses después sin vida. Se especula con que fue un suicidio. Es posible, pero también pudo ser asesinado por cualquiera de los servicios secretos que le perseguían.
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