Tras contribuir a la caída del Gobierno del que él mismo formaba parte, el dirigente comunista, uno de los más importantes durante la Guerra, continúa ocupando la cartera de Instrucción Pública en el Gabinete de Negrín
Cuando en marzo de 1937 pronuncia un duro discurso contra la política de Largo Caballero durante el pleno general del PCE en Valencia, el ministro comunista Jesús Hernández Tomás contribuye conscientemente a poner en jaque al Gobierno del que él mismo forma parte. Tras este nuevo desencuentro, Largo solicitará una vez más la dimisión de su ministro de Instrucción Pública; y una vez más, ante la negativa del PCE, Largo tendrá que ceder. Aquel Gobierno caerá en el mes de mayo, pero Hernández seguirá ocupando, en el llamado Gobierno de la Victoria formado por Juan Negrín, la misma cartera que venía desempeñando desde septiembre de 1936.
Hernández sólo abandona el cargo cuando la desmoralización que atenaza a la zona republicana obliga al mismo Negrín, en abril de 1938, a formar un pretendido Gobierno de coalición nacional, en el que no figurarán ni Hernández ni Indalecio Prieto, ministro de Defensa Nacional hasta la fecha. Hasta ese momento, en el que pasa a ostentar el cargo de comisario de Guerra de la zona Centro-Sur, Jesús Hernández ha sido uno de los personajes más importantes e influyentes durante la Guerra Civil gracias a su fluida relación con Moscú.
Nacido en 1907, la vida de este murciano está ligada desde muy joven a la lucha obrera. Continuos incidentes, huelgas, detenciones y procesos jalonan una existencia que tiene su primer hito a los nueve años. Ingresa entonces en los grupos infantiles socialistas de Bilbao. A los 14 años ya es secretario del Sindicato de Construcción de Carruajes, y antes de cumplir los 15 forma parte del grupo de los fundadores del Partido Comunista de Vizcaya.
Al año siguiente, ya totalmente empapado de la ideología comunista, cada vez más popular en la España de la época, participa en diversas manifestaciones que acaban en incidentes y tiroteos con las fuerzas del orden. El más importante tiene lugar durante una huelga de tranvías, entre los que estaban a favor y en contra del paro, con un saldo de varios obreros muertos. El siguiente paso lo da de la mano de Óscar Pérez Solís, secretario general del PCE, para el que trabaja de escolta.
Los conspiradores son descubiertos cuando se disponían a cometer el crimen. El juez condena a seis compañeros de Hernández a penas de prisión mientras que a él, por ser menor de edad, sólo le caen tres meses de reclusión en un reformatorio.
Las detenciones no acaban ahí. Al año siguiente vuelve a ser internado por orden gubernativa. En 1927 es elegido miembro del Comité Central de las Juventudes Comunistas, pero de nuevo es declarado en rebeldía por conspiración contra el régimen. En 1928 es apresado por delitos contra el Orden Público.
Se beneficia de la amnistía declarada antes de la proclamación de la Segunda República y es puesto en libertad. En 1930 llega a convertirse en miembro del Comité Central del Partido Comunista, su gran aspiración, pero pronto se ve obligado a exiliarse por un acontecimiento que aún hoy resulta confuso. Las rivalidades políticas endémicas entre socialistas y comunistas estallaron en el Restaurante Bilbaíno, con lamentables incidentes en los que murieron dos líderes socialistas y fueron heridos otros tres.
La justicia busca a Jesús Hernández como uno de los cabecillas organizadores de la reunión que acaba en el doble asesinato. Esta vez, gracias al PCE, consigue salir clandestinamente de España y viaja a Moscú.
Su relación con el Partido Comunista soviético le llevó a matricularse en la Escuela Leninista, de la que sale en 1932 para volver a España como miembro del Buró Político del PCE y como director del diario Mundo Obrero.
En las elecciones de febrero de 1936 sale elegido diputado del Frente Popular por Córdoba. Su influencia política crece por momentos gracias al enorme poder que tiene como director del órgano de prensa del PCE. En septiembre de ese mismo año, ya en plena Guerra Civil, es nombrado ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes en el Gobierno presidido por Largo Caballero.
Formar parte de aquel Gabinete no será obstáculo para que Jesús Hernández se enfrente, en nombre de su partido, al líder socialista. En aquel encendido discurso pronunciado en el pleno del Comité Central del PCE en Valencia, pide la destitución inmediata de Largo Caballero, a quién acusa de traidor a la República.
Al conocer las palabras de Hernández, el todavía presidente trata de apartarlo de su cargo, pero el PCE presiona al Ejecutivo, y en última instancia propicia la caída de Largo Caballero y de los ministros anarcosindicalistas. En los dos gobiernos formados por Negrín, Hernández seguirá ocupando la misma cartera hasta el 5 de abril de 1938. Su salida entonces del Ejecutivo republicano tiene que ver con la creación de un nuevo Gobierno de unidad presidido por el propio Negrín para combatir la falta de moral de las tropas en la zona gubernamental. Jesús Hernández y su antiguo enemigo, Indalecio Prieto, caen en desgracia y abandonan el Gabinete.
Los últimos meses de guerra los pasa Hernández como comisario de guerra en la zona Centro. Al finalizar la contienda, consigue alcanzar las costas de Orán y escapar por el Mediterráneo hacia Moscú vía Argel. Cuando llega a la capital soviética pasa a formar parte de la Komintern y es enviado a México para dirigir las actividades de los comunistas españoles exiliados en el país centroamericano. Pero cuando el Partido Comunista soviético elige a Dolores Ibárruri como Secretaria General del PCE, Hernández se siente defraudado y comienza a cuestionar la disciplina del Partido.
En 1953 funda en Belgrado el Partido Comunista Español Independiente como respuesta a sus diferencias con la Pasionaria y la dirección del PCE. Escribe dos de los libros más famosos de la posguerra: Negro y rojo, donde critica a socialistas y anarquistas como culpables de la derrota republicana; y Yo fui ministro de Stalin, en el que culpa a los asesores soviéticos y a sus colegas del Comité Central de la ruptura entre comunistas y socialistas. Hernández muere en el exilio mexicano, apartado de la actividad política, en 1971.
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