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martes, 9 de octubre de 2012

Menéndez Pidal (1869-1968)

Uno de los más importantes historiadores españoles, al comienzo de la Guerra se adhiere al Manifiesto de Escritores Antifascistas y el día 23 de noviembre de 1936 es evacuado de Madrid junto con otros intelectuales 

En noviembre de 1936, el maestro de historiadores, Ramón Menéndez Pidal, se ve obligado a abando­nar Madrid y emprender, quizás, la más desagradable marcha de cuantas realiza durante sus constantes viajes. 

El año anterior había comenzado la publicación de Historia de España, obra concebida como empresa colectiva, en la que a lo largo de los años colabora­rían historiadores como Claudio Sánchez Albornoz, Carlos Seco Serrano, Manuel Tuñón de Lara, John J. Elliot y Antonio García Bellido, entre otros. 

En los meses previos a su exilio y en los primeros compases de la Guerra Civil, Menéndez Pidal no se convierte en un militante activo: su posición, según varios autores, es la de dolorido espec­tador. Don Ramón no alcanza a com­prender y menos a aprobar las razones que habían llevado a una lucha fratrici­da, en la que se moría España. 

A pesar de ello, el 30 de julio, cuando todavía se encuentra en Madrid, firma, junto a otros intelectuales, el Manifiesto de la Alianza de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura, en el que declaran su “identificación plena y activa con el pueblo, que ahora lucha gloriosamente al lado del Gobierno del Frente Popular”. 

Unos meses después de empezada la contienda, sale de Madrid con el grupo de inte­lectuales que, por orden del Go­bierno, son evacuados a últi­mos de noviembre de 1936, cuando ya se hace muy fuer­te la presión del Ejército nacional sobre la capital. 

Tras dejar Madrid, Menéndez Pidal mar­cha a Francia, y más tarde a Cuba y Estados Unidos hasta su vuelta a España en julio de 1939; durante ese tiempo, sigue desa­rrollando su actividad en medios universi­tarios e imparte clases en las universida­des de Toulouse, La Habana y Nueva York. 

Nacido en La Coruña el 14 de marzo de 1869, la profesión de su padre, Juan Menéndez Cordero, magistrado, le lleva a residir en varias ciudades españolas. 

Hombre menudo, de mirada penetran­te y una salud de hierro que le acompa­ñaría hasta los últimos días en sus inter­minables jornadas de trabajo, todavía con más de 90 años participa activa­mente en charlas y foros. Menéndez Pidal estudia Bachillerato en los institu­tos de Albacete, Burgos, Oviedo y Madrid y es en esta última ciudad donde lleva a cabo su formación universitaria, alcanzando el grado de doctor en Filosofía y Letras. 

Ese mismo año emprende la redac­ción de su estudio sobre el Poema del Cid, premiado por la Real Academia Española en 1895. Posteriormente pu­blica otras obras fundamentales de su carrera como son La leyenda de los Infantes de Lara; el estudio sobre las Crónicas generales de España, y el manual de Gramática histórica española

En 1899 obtiene por oposición la cátedra de Filología Románica de la Universidad de Madrid, que con­servaría hasta su jubilación. Unos meses después contrae matrimonio con María Goyri, la primera mujer que cursa estu­dios oficiales en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid. Su viaje de bodas lo aprovechan para recorrer Castilla y obtener material para su estudio sobre el Poema del Cid

Son estos trabajos los que en 1901 le abren las puertas de la Real Academia Española de la Lengua. Su discurso de ingreso -leído al año siguiente- versa sobre el Condenado por Desconfiado de Tirso de Molina. 

En 1904, por encargo del Gobierno, emprende don Ramón un viaje a América para mediar en el conflicto de fronteras entre Ecuador y Perú. Gracias a su intervención y tras varias reuniones con diferentes ministros, ambos países se comprometen a retirar sus tropas del Amazonas. 

Ya de vuelta, en 1907, Menéndez Pidal entra a formar parte de la Junta pa­ra la Ampliación de Estudios e Investi­gaciones Científicas, entonces presidi­da por el premio Nobel Santiago Ra­món y Cajal. Entre los organismos que funda la Junta se halla el Centro de Estudios Históricos, cuyo trabajo goza de un importante reconocimiento. Una de las secciones más activas de dicha institución es la de Filología Románica, capitaneada por Menéndez Pidal y con profesores tan destacados como Américo Castro, Navarro Tomás y Federico de Onís, entre otros. Este elenco de profesores forma la base de la Revista de Filología Española, publicación que por la gran calidad de sus textos goza de un importante prestigio en toda Europa y América. 

Esta labor investigadora es reconoci­da primero por el Ateneo de Madrid, que lo designa presidente en 1919, y por la Real Academia de Historia, de la cual también pasa a ser el máximo diri­gente en 1925, cargo que desempeña ininterrumpidamente hasta 1936. 

En los años siguientes ven la luz varias de sus obras más importantes: en 1926, los Orígenes del español, en 1928 Antología del Romancero y, en 1929 La España del Cid. Este mismo año publica su conocida Carta al Dictador General Primo de Rivera, en la que defiende el fuero de la Universidad. 

Tras la Guerra Civil, cuando vuelve a Madrid, Menéndez Pidal reanuda su actividad en la Real Academia de la Historia, cuyos miembros le vuelven a elegir presidente en 1947, cargo que desempeña hasta su muerte, en noviem­bre de 1968. 

Esta es una de las etapas más impor­tantes de su carrera. Reliquias de la poesía épica española, Romancero his­pánico y Los godos y el origen de la epo­peya, son algunas de las publicaciones que ven la luz tras la vuelta de don Ramón a España. 

Esta importante labor investi­gadora se ve acompañada por un sinfín de viajes. Así, en 1953, pre­side el Congreso Internacional de Lingüística románica de Barce­lona; en 1958, participa en Colonia en un coloquio sobre Carlos V y en este viaje, el presidente alemán le impone una de las condecoraciones más altas de su país. Posteriormente inaugura la Sala Menéndez Pidal en la Biblioteca de Oporto y asiste a la reunión fundacional de la Asociación Internacional de Hispanistas, en la que es nombrado pre­sidente de honor. 

Durante toda su vida, Menéndez Pidal va acumulando reconocimientos. En 1951 la Universidad de Madrid le rinde un gran homenaje, y de similar tamaño es el que le tributa el Consejo Superior de Investigaciones Científicas que, en honor a sus 80 años, publica siete tomos de los Estudios dedicados a Menéndez Pidal

Hombre de incansable actividad, todavía en 1964, ya con 95 años, sigue participando en las reuniones y trabajos de la Real Academia. El 15 de noviem­bre de 1968, a punto de cumplir la cen­tena, fallece.

5 comentarios:

  1. "… cuando ya se hace muy fuer­te la presión del Ejército nacional sobre la capital". ¿Ejército nacional? Querrá decir Ejército sublevado o rebelde. En noviembre de 1936, el Ejército nacional republicano estaba defendiendo la capital de la República. Los sublevados se apropiaron del término "nacional" para legitimar el golpe de Estado del 17-18 de julio y la guerra contra el Gobierno de la República española. Es inaceptable utilizar dicho término, procedente de la propaganda franquista, para referirse al bando sublevado.

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  2. La mayoría de esos intelectuales firmaron el manifiesto para no ser asesinados o encarcelados. Muchos de ellos cuando estuvieron fuera de la España roja, renegaron del susodicho manifiesto y confesaron que lo habían firmado obligados.

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  3. Menéndez Pidal nunca dijo que lo hiciera obligado, además protestó por la actitud del gobierno de Franco hacia los académicos exiliados y solo aceptó la presidencia de la RAE a condición de que los sillones de estos académicos no fueran ocupados por otros nuevos hasta la muerte de los mismos

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    1. En un documento sobre Menéndez Pidal: "Su nombre apareció en el Manifiesto de apoyo a la República. Sobre ello escribiría posteriormente en sus notas privadas: 《Mentira.Yo no firmé ninguno. Me firmaron sin consultarme, como era práctica entonces. Me firmaron porque no había libertad de prensa para protestar. ¿Qué luto debo guardar a la fenecida República? Yo no disfruté prebenda alguna de monarquías, dictaduras ni repúblicas...》". Más adelante en el mismo documento: "Se fue avivando su fe en que la guerra terminase pronto con el triunfo de Franco, como solía animarle el más entusiasta Marañón en sus conversaciones y cartas". Más adelante en el mismo documento hacía la siguiente calificación en una carta a Américo Castro en Marzo de 1.939: "¡Monstruoso Frente Popular!".

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