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sábado, 1 de marzo de 2014

Manuel Aznar (1893-1975)

Periodista navarro procedente del entorno nacionalista vasco, al comenzar la contienda recala en el bando franquista con el que colabora desde distintos cargos en el ámbito informativo y en el cuerpo diplomático

En enero de 1939 las páginas del Diario Vasco recogen, cerca ya del final de la contienda, una entrevista al general Franco. La firma Manuel Aznar Zubigaray, un periodista de dilatada trayectoria al que le fue concedido el Premio Nacional de Prensa Francisco Franco ese mismo mes. No sorprende en los medios la noticia del galardón a la labor del periodista que, de orígenes nacionalistas, se acercó a diversas posiciones políticas a lo largo de una trayectoria como periodista y diplomático que abarcó casi 60 años.

Nacido en la localidad navarra de Echalar el 18 de noviembre de 1893 pronto ingresa en el seminario de Vera de Bidasoa y tras su primer curso de Humanidades, se inscribe en el de Pamplona. Allí permanece hasta 1909, fecha en la que es elegido organista del seminario de Madrid. Sin embargo, su carrera eclesiástica se trunca por falta de vocación sacerdotal.

Impulsado al periodismo por "una fuerza muy misteriosa", regresa a Pamplona y comienza a colaborar en 1912 con el periódico La Tradición Navarra.

Al año siguiente, se traslada a Bilbao, donde trabaja como redactor del joven diario nacionalista Euzkadi y de la revista Hermes. En ocasiones con el seudónimo Imanol, cuando escribía de política, cultura, sociedad y deportes, y Gudalgai (recluta en euskera), cuando lo hacía sobre la Gran Guerra. Esta etapa destila una notable carga nacionalista y religiosa.

En 1915 contrae matrimonio con Mercedes Acedo con la que tiene cinco hijos; el primogénito, Manuel, sería el padre del ex presidente de Gobierno José Mª Aznar.

A partir de julio de 1916, fija la mirada en empresas nacionales, sin dejar Euzkadi pues acababa de ser nombrado director técnico del periódico. Ese año se afilia al Partido Nacionalista Vasco, encabezando su tendencia más radical.

En 1918, gracias a sus crónicas de guerra, es nombrado director del periódico El Sol de Madrid, proyecto que ayuda a concebir junto al empresario vasco Urgoiti y el intelectual Ortega y Gasset. La vocación de estilo y profesionalidad llevó a las páginas de El Sol nombres como los de Baroja y Unamuno, entre otros. Este diario conoció pronto enfrentamientos con el conservador ABC que acusaba a El Sol de querer hacerse con un monopolio informativo. La respuesta de Aznar fue lanzar el periódico vespertino La Voz, que suponía un complemento económico, mientras ayudaba a su hermano mayor a mantener la lucha informativa. Suavizaba la pugna y con una plantilla ya muy completa y proíesionalizada, Aznar decide dejar El Sol en 1921. Al año siguiente, abandona España con su familia para dirigir sucesivamente los periódicos El País y el Diario de la Marina en Cuba, donde permanece hasta la proclamación de la Segunda República Española.

Diez años después de su partída, el periodista vuelve a la Península para ostentar de nuevo la dirección de El Sol favorable entonces al Gobierno. No fue esta una época de esplendor económico y era complicado mantener la tirada, de modo que el plan de Aznar consistió en aproximarse a Azaña. Quería reconciliarse con Ortega y sumar a Miguel Maura, que se encontraba inmerso en la fundación de un partido republicano y conservador, organización a la que luego se afilió Aznar. Las cosas se complicaron. Con el cambio en la propiedad del periódico a favor del circulo cercano a Azaña, Aznar se queda en la cuerda floja. A partir de octubre de 1932, Azaña ya pudo servirse indirectamente del grupo El Sol, La Voz y Luz, haciéndose patente la salida de periodistas ese mes. Aznar dimite y comienza a colaborar en Luz y en la agencia Febus.

En enero de 1933 fallece su esposa coincidiendo con el delicado momento profesional del periodista, que se refugia en nuevas actividades profesionales.

En 1934, Aznar encuentra trabajo en la Compañía General de Tranvías como jefe de relaciones laborales desde donde afianza sus ideales republicanos y negocia con el comité anarquista de la compañía. Durante ese año escribe también para el Diario de Madrid -del grupo republicano conservador- y, en 1935, en el Heraldo de Aragón, en el que tiene una sección de política nacional titulada Madrid al día.

Para entonces, no se conforma ya con contar la agitada realidad política y decide tomar parte en ella presentándose como candidato del centro por Albacete en las elecciones de 1936.

Desengañado, tras el alzamiento aprovecha su cargo en la Compañía de Tranvías para organizar una reunión en París que acaba en su paso al lado nacional. Recala en Zaragoza, donde el amparo de Falange evita su fusilamiento, gracias a la intervención del general Mola, tras ser arrestado por Valdés Cabanillas, gobernador general del Estado. A pesar de estos antecedentes y su pasado nacionalista, su trabajo como propagandista y cronista militar le abre las puertas en el bando nacional.

Durante la contienda, continúa escribiendo en el Heraldo de Aragón y poco después ostenta la dirección del diario La Vanguardia que pasa a llamarse La Vanguardia Española. Ya al final del conflicto dirigiría el Diario Vasco.

Auspiciado por el Ministerio de Gobernación y de la mano de Manuel Halcón, funda la revista Semana en 1939, de la que es director y copropietario hasta que sus obligaciones diplomáticas le reclaman. En la primavera del año siguiente ve la luz su Historia militar de la Guerra de España (1936-1939), quizá su obra más importante, y, tiempo después colabora con Historia de la Cruzada (1943-1944), de fuerte tinte nacional-católico.

Durante estos primeros años 40 ve nacer la agencia EFE, de la que fue consejero, pasando posteriormente a ser director y presidente. Con motivo de la Segunda Guerra Mundial, comienza a colaborar con el diario falangista Arriba.

En marzo de 1945 es nombrado ministro plenipotenciario en Washington, cargo que abandona en 1948 para incorporarse como embajador en Santo Domingo, donde permanece hasta 1951, pasando entonces a ser el titular de la embajada de Buenos Aires, cargo del que es destituido en 1955. Ese año gana la Presidencia de la Asociación de la Prensa de Madrid.

La década de los 50 estuvo marcada por su vuelta al periodismo activo en la sección Internacional de Blanco y Negro y como director de la agenda EFE desde 1958 y hasta 1963. Son también los años de su vuelta a la dirección de La Vanguardia Española. Su culminación diplomática llega con su cargo de embajador en Marruecos. En 1964 es nombrado representante ante la Organización de Naciones Unidas, cargo que abandona en 1967, aquejado por problemas de salud. Hasta su muerte en Madrid en 1975 escribe una columna semanal en La Vanguardia Española y vuelve a presidir EFE. 

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