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viernes, 7 de marzo de 2014

Miguel Buiza (1898-1963)

Nombrado jefe de la flota de la República casi al inicio de la Guerra Civil, su trayectoria quedará marcada por los desastres protagonizados por la Marina y por su deserción al ser partidario de poner fin al enfrentamiento

La mañana del 5 de marzo de 1939, el almirante Buiza se encuentra a bordo del buque Cervantes, en la bahía de Cartagena, junto al grueso de la flota republicana. El cuartel de Artillería Naval y el arsenal de la ciudad estaban desde hacía horas en manos del general Barrionuevo que acaba de hacerse con el mando en la ciudad en nombre de Franco, después de dos días de gran confusión y altercados con Negrín y el Gobierno. Buiza indica a Barrionuevo y al traidor teniente coronel Espá que procede a dar la orden de salida a los barcos republicanos, pidiendo que no se abra fuego contra ellos. A las 12:08 h., la flota compuesta por los cruceros Cervantes, Libertad y Méndez Núñez y los destructores Lepanto, Gravina, Vaídés, Antequera, Jorge Juan, Miranda, Escaño y Ulloa abandona a Negrín y a la República rumbo a Argel.

A las 00:17 horas del día 6 capta la noticia de que el comunista Francisco Galán y la Brigada Mixta 206 han recuperado el puerto para el Gobierno. Poco después el mando del Antequera le anuncia el éxito del golpe casadista y la formación de la Junta de Defensa anticomunista, sugiriéndole una "cálida asistencia" a dicha junta. El almirante ya no varia el rumbo.

Hacía semanas que Buiza avisaba a Negrín del creciente desánimo en la flota; pero está abierto el debate sobre si huyó siguiendo un plan marcado por Casado para desarmar definitivamente a la República o desertó bajo su propia responsabilidad, tras pactar su decisión con otros mandos de la Armada.

La vida de este oficial de la Escuadra republicana está marcada por la tragedia personal y militar.

Nacido en una distinguida familia sevillana en 1898, ingresa en la Marina en 1915. En 1932 es nombrado capitán de corbeta. El 20 de julio de 1936 se hace cargo del crucero Libertad, y se pone a la cabeza de la agrupación naval que desembarcó en Palma de Mallorca en agosto de 1936. Acto seguido es nombrado jefe de la flota republicana. Cuando Indalecio Prieto se hace cargo de la cartera de Marina y Aire en septiembre del 36, Buiza es confirmado en su puesto, que mantiene durante 13 meses.

Algunos autores han destacado el carácter irresoluto del almirante, aunque los sucesivos fracasos de la Marina no pueden ser achacables únicamente a su labor; sino a numerosos fallos en la cadena de mandos. Sí cabe cierta corresponsabilidad en decisiones cruciales como el abandono del Cantábrico en los dos primeros meses de la Guerra; la orden de abandonar el Estrecho; la inacción mostrada durante la defensa naval de Málaga, y el desastre del cabo Cherchel, incidente que motivó el relevo de Buiza en octubre de 1937; pero la ineficacia continuó con su sucesor, González Ubieta.

Apartado de la primera linea, deambula por diferentes cargos, desde la defensa móvil marítima a la inspección de bases secundarias. Más tarde ocupa los puestos de jefe del Estado Mayor de la Marina, jefe de la Junta de Recompensas y jefe de la Sección de Personal. 

Pasa los últimos meses de la Guerra sumido en una profunda depresión provocada por el suicidio de su esposa durante la caída de Barcelona. En febrero de 1939, tras haber pasado por una profunda depresión debido al suicidio de su esposa, es de nuevo llamado a tomar el mando de la flota.

El 11 de febrero, en Valencia, Buiza se reúne con Negrín al que, según Zugazagoitia, comunica que toda resistencia era inútil. "La desmoralización es alta", le dijo. Negrín le preguntó si se trataba de una opinión personal del marino, a lo que Buiza le respondió: "De la Escuadra en pleno". Quince días después, Buiza fue uno de los mandos y dirigentes que se reunieron en el aeródromo de Los Llanos el 27 de febrero, junto a Negrín, Miaja, Matallana, Camacho y Casado, entre otros. De la Cierva relata la reunión: "Buiza avisa de que la flota está decidida a abandonar las aguas jurisdiccionales si rápidamente no se hace la paz. A lo que Negrín le contesta que debe fusilar a los derrotistas que así reaccionan. Buiza contesta que son ellos los que tienen razón, ya que la Guerra estaba irremisiblemente perdida y procede negociar la paz con máxima urgencia".

En Cartagena, el 4 de marzo, como explica Tusell, "la confusión se tornó indescriptible". Hubo un momento en que las baterías de la base naval junto a la costa eran franquistas, la flota, republicana y el mando de la base de tierra lo había tomado Galán, un comunista. Para acabar de complicar la situación, Franco decide un desembarco en la base naval y envía inmediatamente tropas, desde Castellón, en buques que carecen de protección, con la confianza de que las baterías de costa eran amigas. "Uno de estos buques, el Castillo de Olite, fue hundido ante la costa y, de esta manera, una sublevación que se había liquidado con escaso derramamiento de sangre acabó trayendo los centenares de muertos más absurdos de toda la Guerra. No se puede exculpar de ello a Franco", apunta Tusell.

En la mañana del 6 de marzo, la flota republicana esperaba entrar en Argel, pero Buiza recibe órdenes de las autoridades francesas de seguir hasta el puerto de Bizerta, en Túnez. Al día siguiente llega a este puerto el submarino C-4, mandado por Eugenio Calderón. El día 26, Salvador Moreno, futuro ministro de la Marina franquista en agosto de ese año, sale en el Ciscar para recuperar los buques los cuales le fueron entregados el día 30, coincidiendo con la salida de Casado y su grupo de Denia (Alicante) en el Galatea.

Entre 1939 y 1941, según Salas Larrazábal, 192 mandos de la Armada fueron juzgados, diez de ellos ejecutados.

Buiza no regresa con sus compañeros, siendo internado en el campo de concentración de Meknassy. En mayo de 1939 pide el ingreso en la Legión Extranjera Francesa, y excepcionalmente se le concede de entrada el grado de capitán. Al comenzar la Guerra Mundial era comandante y en 1940 combate contra los alemanes. Sin embargo al poco tiempo dimite y se establece en Orán como tenedor de libros. Tras el desembarco aliado en el Norte de África, en noviembre de 1942, se vuelve a alistar en el Corps France, y manda una compañía en la campaña de Túnez, recibiendo la cruz de guerra con palmas en junio de 1943. Poco después cayó gravemente enfermo y causó baja en el Ejército.

Tras la victoria aliada, en 1947 se ofrece a las organizaciones israelies de resistencia para transportar a los judíos supervivientes a Palestina. Con pasaporte falso de judío apátrida y bajo el nombre de Moisés Blum, comanda el mercante Paducah. Es capturado por los ingleses e internado en un campo de concentración en Haifa. Liberado en febrero de 1948, vuelve a Orán para trabajar de nuevo como contable. Fallece de cáncer de pulmón en un sanatorio de Hyéres cerca de Marsella, el 23 de junio de 1963.

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