Filósofa, poeta y ensayista, colabora con el bando republicano durante la Guerra Civil desde el ámbito de la intelectualidad, lo que marcarla una vida transcurrida en el exilio y una obra basada en la reflexión poética
El 25 de enero de 1939, un día antes de la caída de Barcelona en poder de las fuerzas franquistas, María Zambrano parte para el exilio junto a su familia. En la puerta del domicilio familiar les espera el mismo coche que semanas antes abría el cortejo fúnebre de su padre, el pedagogo liberal Blas José Zambrano.
Poco antes de llegar a La Junquera, ciudad fronteriza de Gerona, se cruza con Antonio Machado, que marchaba también hacia Francia casi sostenido por su madre. El destino de ambos será bien distinto. Machado apenas sobrevive al exilio y muere en febrero de 1939 en Colliure (Francia). María Zambrano se reúne con su marido, Alfonso Rodríguez Aldave, e inicia un periplo de 45 años que la llevará a La Habana, México, Roma o Ginebra. El destierro termina con la vuelta a Madrid en 1984, ciudad en la que vive hasta su muerte, el 6 de febrero de 1991. Según la escritora Chantal Maillard, "deja atrás todo lo suyo, incluida una caja con los apuntes de las clases de Ortega (Ortega y Gasset) y de Zubiri que había preparado para llevarse. Fue, escribió, un acto de renuncia que le permitió recuperar, desde el fondo de la memoria, de manera necesaria, el contenido que tanto le había marcado".
Pensadora, ensayista y poeta, María Zambrano nace en Vélez-Málaga el 22 de abril de 1904. Cuatro años después se traslada a Madrid con sus padres, ambos maestros. Posteriormente, se asientan en Segovia, donde estudia bachillerato y descubre al místico San Juan de la Cruz. Guiada por esta inquietud, entre 1921 y 1927 estudia Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid con profesores como José Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, Manuel García Morente o Julián Besteiro. También conoce a León Felipe y a Federico García Lorca a través de su primo, Miguel Pizarro, el hombre con quien mantiene una relación tachada por su familia de "incestuosa", como reconoció la propia María según la biografía de la investigadora mexicana Mariana Bernárdez.
Ya por estos años comienza su actividad política y periodística. Se integra la Federación Universitaria Española, y en la Liga de Educación Social. Escribe para El Liberal y La Libertad de Madrid, El Norte de Castilla , o Revista de Occidente. Desde esta última publicación asume papel de intertocutora entre Ortega, fundador y director, y las nuevas generaciones da escritores.
Entre 1928 y 1929 su delicada salud le obliga a guardar reposo y es en esta época cuando descubre la reflexión poética y comienza a escribir ensayos que culminan con la obra Hacia un saber del alma. Recuperada, retoma sus clases y publica su primer libro Horizontes del liberalismo, que defiende una profunda renovación cultural, social y política, asumiendo la socialización económica. Se adhiere a la causa republicana, una decisión que se salda con un leve enfrenamiento con su maestro Ortega y Gasset.
En 1931 se integra en la Cátedra de Metafísica de la Universidad Central y comienza su tesis doctoral sobre Spinoza que nunca llegaría a concluir.
Señala Isabel Salguero en su obra Escritos de María Zambrano recuperados que en 1932 participa en el Frente Español, un grupo inspirado por Ortega para combatir la "desnacionalización" provocada por la lucha de clases y los intereses partidistas y frenar la histórica crisis del Estado. Para autores como Ian Gibson, este grupo fue un germen de Falange Española, la cual se apropió de sus iniciales, sus estatutos e ideas como la condena al materialismo marxista o el carácter militante de la vida. Ella misma lo califica de "error político".
En 1933 aparece su mejor obra, Nostalgia de la tierra, una reflexión sobre la pintura contemporánea y la critica cultural. Participa también en los círculos intelectuales de varias revistas: la juvenil Hoja Literaria, la cristiana Cruz y Raya de su amigo José Bergamin y Cuatro Vientos, en la que toma contacto con Lorca, Dámaso Alonso y Juan Ramón Jiménez.
A partir de 1935, dicta conferencias que revelan la existencia de una voz filosófica propia. Su casa madrileña se convierte en punto de encuentro para su grupo de amigos: Rafael Dieste, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Bergamin, Ramón Gaya, Camilo José Cela, Luis Cernuda, Maruja Mallo o Miguel Hernández. Con algunos de ellos emprendería el proyecto Hora de España en 1937.
El 14 de septiembre de 1936 contrae matrimonio con Alfonso Rodríguez Aldave, y tras hacer un periplo por Latinoamérica, recalan en Chile donde éste desempañaría el cargo de secretario de la embajada de la República.
En junio de 1937, tras la caída de Bilbao, regresan a España para apoyar a la República. Mientras su marido se incorpora al Ejército, Zambrano colabora en multitud de actos de apoyo en el Consejo de Propaganda y en el Consejo Nacional de la Infancia Evacuada. También escribe para Mono Azul, la hoja publicada por la Alianza de Escritores Antifascistas.
A raíz del exilio, su familia corre desigual suerte. Su madre y su hermana Araceli se quedan en Francia. El compañero de Araceli es extraditado a España y fusilado, y ella será encarcelada y torturada por los nazis. María y su esposo siguen viaje a México donde, mediante la Casa de España, el matrimonio recupera el contacto con parte de la intelectualidad exiliada. Durante algún tiempo, Maria da clases en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y publica Pensamiento y poesía en la vida española.
Posteriormente, el matrimonio se muda a La Habana. Allí entabla una importante amistad con el poeta José Lezama Lima y da dases en la Universidad. En 1943 se traslada a Puerto Rico como profesora de la Universidad de Rio Piedras. Durante este tiempo, profundiza en el personalismo y en la critica al existencialismo. En agosto de 1946 se reencuentra en París con su hermana Araceli donde permanecen hasta que rompe con su esposo dos años después. Las hermanas regresan a México y Cuba y en 1953 la escritora recala en Roma donde conocería a Gil de Biedma. Después de unos años de trabajo incansable y libros como Claros del bosque, en 1981 es distinguida con el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. En 1984, Zambrano regresa a España definitivamente. Se le dedica el libro María Zambrano o la Metafísica, en el que participan Aranguren, Valente, Guy, Doblas Bravo o Gimferrer y es nombrada doctora Honoris Causa por la Universidad de Málaga. En 1988, como colofón a su carrera se le concede el Premio Cervantes. En sus últimos años no dejó de recibir invitados y premios en su piso madrileño. Ni dejó de escribir -o dictar- sus artículos. Tampoco dejó de pensar.
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