Miembro de la Generación del 98, el prolífico escritor alicantino transita a lo largo de su trayectoria vital por las ideologías más dispares poniéndose, tras su exilio voluntario durante la Guerra Civil, a disposición de Franco
"Algo más que un espectador de la política; jugó un papel de mediador entre la opinión pública y los políticos que gozaban de su devoción, o bien, entre Franco y los que habían perdido la Guerra»". Así define Santiago Riopérez, biógrafo de Azorín, la visión y función política que desempeñó el escritor a lo largo de su longeva existencia, frente a las opiniones que critican su cambiante actitud frente a los regímenes imperantes.
José Martínez Ruiz, Azorín, nace en Monóvar, Alicante, el 8 de junio de 1873, en el seno de una familia acomodada. Estudia Derecho en la Universidad de Valencia, y desde muy joven empieza su labor periodística, colaborando en algunos rotativos de la región como El Pueblo, El Mercantil Valenciano y, ya en Madrid, en El País. Son estos primeros años durante los cuales se siente más identificado con los principios del liberalismo, que evolucionarán en una serpenteante trayectoria que le llevará a tocar los ideales anarquistas, socialistas y republicanos.
Poco después de producirse el alzamiento militar en Marruecos, el matrimonio Azorín abandona España y se traslada a París. No es el único intelectual en escoger el camino del exilio ante el estallido de la Guerra; nombres españoles como Menéndez Pidal, Gregorio Marañón e incluso sus compañeros de generación, Pío Baroja y Ortega también se refugiaron al abrigo de la capital francesa.
Era el principio de una época de profunda nostalgia, soledad y dolor por España en que se verá sumido Azorín durante los tres años que permanezca expatriado. Continúa su colaboración en La Prensa de Buenos Aires, -donde escribe numerosos artículos, entre los que apenas encontramos unos pocos referidos a la Guerra Civil- como único medio para proveer sus necesidades económicas. En su piso de la rué Tilsitt permanece día y noche leyendo y reflexionando, y sin apenas visitar a su amigo Baroja. Es en este ambiente de abatimiento y tristeza en el que se gesta una gran labor de escritor, entre la que destacan dos grandes obras azorinianas, Españoles en París (1939) y Pensando en España (1940). La publicación de sus libros quedó, sin embargo, interrumpida durante estos tres años, y no será hasta su regreso a España en 1939 cuando estas dos grandes obras vean la luz.
"Estoy perdido en París. Perdido en todos los conceptos, (...) Me encuentro materialmente en París, pero mi espíritu está en Madrid. ¿Qué es lo que está pasando ahora en Madrid? ¿Qué les habrá ocurrido a ios queridos familiares que en Madrid he dejado? No llegan a Madrid mis cartas ni de Madrid recibo cartas. Estoy aislado en París como también lo he estado en Madrid". Este testimonio de trasfondo autobiográfico, aunque maquillado con forma de personaje novelesco, extraído de la citada Españoles en París muestra cómo, en palabras de Fernando Sáinz de Bujada, "el amor a España, la preocupación por España, que inspiraron siempre su labor, viéronse acaecidos por el dolor del alejamiento y por las desgarraduras de la contienda (...)".
Al fin, regresará Azorín desde París a España en agosto de 1939. José María Valverde plasma en su libro Azorín las primeras impresiones del escritor al pisar suelo madrileño: "En Madrid todo está igual. España es la de siempre. Bajo el alto cielo de azul radiante los vendedores de periódicos vocean con estridencia (...). ¿Qué me queda por ver? No estaría nada intacto en Madrid si el Ejército nacional no hubiera querido. El Ejército nacional pudo arrasar Madrid y no quiso hacerlo. Su patriotismo se lo impedía (...)".
Sin embargo, en España le aguardan contratiempos. El vicesecretario jefe de los servicios de Prensa de Falange, Gabriel Arias Salgado, da órdenes para impedir que Azorín escriba en periódicos españoles "por ser un tránsfuga", acusación que Serrano Suñer desmiente, y califica de "tontería, porque el principal interés de la entrada de Azorín en España estaba en que siguiera actuando con toda su plenitud intelectual y no sólo para tener un titular más de una cartilla de racionamiento".
De este modo, Azorín se ve en el principio de la posguerra, como apunta Paya Bernabé, habiendo dejado un exilio para encontrarse con otro, ahora dentro de su misma patria. "Soy un extranjero en mi patria, y ése es mi castigo, el castigo de haber estado tanto tiempo lejos de España", llegará a afirmar entristecido en Sintiendo España.
Sin embargo, dos años más tarde, en 1941 conseguirá Azorín zafarse de este veto y comienza a escribir para el diario ABC y la revista de intelectuales Escorial. Comienza aquí una nueva época en la que se asienta en los ideales conservadores del partido del Régimen. Por este motivo, no faltaron las voces que reprochaban a Azorín haberse vendido al bando nacional, y le acusaban de haberse convertido al Régimen únicamente por conveniencia. Voces, además, provenientes de colegas literatos, también en el exilio. Pedro Salinas escribía a Jorge Guillén refiriéndose al académico en este sentido: "¿Es posible, Jorge (...) que [Azorín] no estime más la vergüenza, la independencia del hombre, y se tire todo por la ventana, al final de su vida un escritor admirable, ya por encima de toda política o partido?".
Críticas recibió muchas. Sin embargo, también existen opiniones muy diferentes por parte de estudiosos de Azorín, que justifican la actitud del escritor a lo largo de la inestable trayectoria política de España. Ramón F. Llorens, en El último Azorín (1936-67) explica que "el escritor necesitaba sobrevivir, y esta dependencia económica de la escritura y del periodismo le llevó, en determinados momentos, a una dependencia política. Sin embargo, entre los más de mil artículos que publicó durante estos años no habrá más de una docena dedicados a exaltar la figura de Franco, José Antonio o los logros del Régimen, y siempre respondieron a las consignas oficiales".
Mercedes Vilanova, en La conformidad con el destino de Azorín, lo explica como "una sucesión de adaptaciones a los cambiantes regímenes políticos de España. Que se adapte no quiere decir, ni mucho menos que los acepte, y ahí radica uno de los misterios por los que un escritor puede vivir tranquilamente en una situación, a pesar de estar en contra de ella. Una especial manera de entender la vida le llevó a redondear una y otra vez el concepto de tolerancia".
Pero, al fin y al cabo, la realidad es que Azorín se mostró afín a la política de Franco durante la posguerra española. Lo demuestran los dos artículos de homenaje a Primo de Rivera en ABC, coincidiendo con efemérides falangistas en el año 42, y los numerosos escritos en el mismo diario conservador un año más tarde, en relación al Caudillo.
Azorín continuará publicando numerosos artículos y libros, muchos memorables como El Escritor, Memorias inmemoriales o El oasis de los clásicos, hasta el final de sus días. Fallece el 2 de marzo de 1967, con 94 años en su piso de calle Zorrilla de Madrid.
Un buen escritor Azorín, un grave error eso de apoyar al inefable Franco.
ResponderEliminarInteligente que era, a quien iba a apoyar a una república asesina?
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