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jueves, 29 de noviembre de 2018

Madrid toma denodadamente la ofensiva

La táctica de los insurrectos, proyectada con calma y medida en todas sus consecuencias, ha padecido una derrota terrible. En el plan de los traidores era esencial sostener la amenaza interior en Madrid, cercándolo en el exterior con aquellas columnas que pudieran formarse en los núcleos de sublevación activa. Como se sabe, ese plan de ataque a la capital quedó desconcertado al tomarse la ofensiva contra el enemigo interior, desmontando la resistencia que ofrecía el cuartel de la Montaña, lo que despejó la situación, permitiendo a los efectivos leales atender a sofocar aquellos alzamientos producidos en las inmediaciones de Madrid.

Roto el cerco, la capital podía pensar en ir en ayuda de aquellas capitales que lo necesitasen. Y ello sin descuidar su propia seguridad.

Se dudaba de que osaran aproximarse las famosas columnas; pero supuesto que los rebeldes se han animado, inspirados por la desesperación, a enviar tropas para Madrid, las estribaciones de la Sierra han sido su sepultura. El llamado pulmón de Madrid es, al propio tiempo, su trinchera inexpugnable. La poliercética que hayan podido cursar los generales facciosos no les servirá para rendir la imponente muralla de la Sierra, convertida en un inmenso caballo de Troya, que oculta en sus quiebras y rugosidades a un ejército numerosísimo, pero aún más valioso qtte por su número, por su resolución heroica. No hay cuidado, sin embargo, de que los generales insurrectos consigan nada con operaciones de ese tipo. Bastante tienen con resistir, cada vez más débilmente, a la ofensiva que contra ellos desencadenan las fuerzas leales y las milicias populares que asedian sus posiciones. Su principal cuidado reside, por el momento, en asegurar su situación personal. Queipo de Llano mete prisa a Franco para que se le provea de un hidroplano. Necesita asegurarse.

Franco, que no condesciende a desplazarse de Africa, donde tiene la evasión garantizada, se mofa de la cobarde previsión de su compañero, pero aprecia por ella toda la derrota que se cierne inminente sobre sus planes, elaborados de acuerdo con el general Goded, prisionero de la Generalidad. En estas condiciones, ¿quién de los sublevados puede avanzar sobre Madrid?

Es Madrid, contrariamente, la que piensa en avanzar sobre los sublevados. Despejada su situación en términos absolutos, puede usar de una parte de sus numerosísimos efectivos armados para lanzarlos sobre los insurgentes. Esta será su sorpresa. Una sorpresa tanto más grande cuanto que entre el repertorio de embustes de la Radio Sevilla figura la noticia de que Madrid está en manos de los revoltosos. Las columnas madrileñas llevarán, además de su fuego combativo, la certidumbre de que Madrid no sufre la menor inquietud en cuanto a su seguridad, y a su victoria.

Si pensamos en que entre los generales sublevados no hay un solo Zumalacarregui, tendremos noción exacta del rapidísimo desastre que los aguarda. No será completo si en él no perecen los generales que planearon la criminal intentona. Y ya que no perezcan, si no quedan como prisioneros de guerra. La victoria de España sería insuficiente si alcanzasen a escapar los que han desencadenado esta tormenta de fuego, sangre y luto.

El Socialista (23/7/36)

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