Sentido heroico de la lucha por la libertad
Sigue la lucha fratricida. Los militares sublevados se aferran a su error, y en los estertores últimos de su resistencia siguen haciendo que se derrame sangre generosa y leal. Cada minuto que demoren su rendición aumentan la severidad de la vindicta del pueblo. La nación en armas contra los traidores es una potencia sin posibles adversarios. Puede el Estado quebrantarse y aun ser vencido; pero la nación armada, no. Porque es la suma de la energía del Estado y de la energía del pueblo. Los militares felones y las minorías fascistas han renovado la fábula de! pigmeo y el cíclope. Por extensa e intensa que sea la insurrección, y lo es mayor que ninguna otra registrada en estos tiempos, cien veces más intensa y extensa es la acción, conjunta del pueblo y el Estado. ¿Cómo ha nublado la conciencia de los rebeldes la ilusión de una victoria contra ambos poderes? La nación alzada en armas para imponer sus leyes a los que pretendían ahogarlas con la tiranía fascista, es una fuente inagotable de combatividad. Sobre su derecho a autodeterminar sus actos y su sistema de gobierno resplandece la autoridad de una causa mayestática: la de la libertad. España quiere ser un pueblo libre, regido democráticamente, y lo ha demostrado en numerosas y recientes ocasiones. España no desea ocupar asiento junto a los despotismos rígidos de Europa, sino a la vera de las democracias. Ha iniciado su experiencia, y aunque un oleaje de criminalidad y de traición la obstruya, en estas horas tristes y gloriosas ha de continuarla.
España, cabeza de estirpe en la Historia, es una de las reservas de la civilización. El mundo espera mucho de nuestra raza fundadora, de nuestra raza matriz de pueblos. Pero lo espera por la vía de la libertad, que España abrió antes que ninguna nación. No se le busque otro sentido a esta pugna. Es larga y dura. Es un rastro ininterrumpido de sangre. ¿Por qué los militares no han conservado la tradición del ejército, que fue la de defender las libertades y la soberanía de su patria? Apartándose de este deber, en el ocio de los cuartos de banderas y en la vida birlonga de los Casinos y bares, derivaron sus actividades hacia la política, y en vez de derramaren ella espíritu de colaboración, en vez de llenarla con una objetividad generosa, prefirieron despreciar las ansias entrañables del pueblo.
Entre la ciudadanía creadora y libre, que sufría la influencia del combate reñido por la democracia y el fascismo, y los prejuicios de unas minorías reaccionarias, cayeron del lado de los privilegiados. Pero no sólo con su voto, sino que sacaron de los arsenales las armas que el pueblo les había confiado, y las dispararon, por la espalda, contra su patria.
Algún día, cuando la Historia examine tan ruin conducta y recuente las víctimas, le pasará a los sublevados una cuenta severa. El honor de oficio, que se nutre de juramentos de fidelidad, ha quedado mancillado. El hombre del pueblo, que alimentaba con su sacrificio la fantasmagoría defensiva de España, en este momento aferra con rabia el fusil, ya que no fue respetada la esteva.
La suerte está echada. España no quiere castas que la vejen y exploten; España, República de trabajadores, quiere una laboriosa y franca asistencia ciudadana, no ayudas recelosas, condicionadas y falaces;España quiere jornadas pacíficas, en las que administre sus magníficas posibilidades. Ni el 14 de Abril, ni Octubre, ni el 16 de Febrero, ni este 20 de Julio matritense, en que el pueblo mismo de los chisperos ha vuelto a tomar banderas y a cubrirse de honor radiante, admiten interpretaciones equívocas.
Es la marcha recta, ascendente, heroica, del espíritu de libertad; es el asalto de los ciudadanos trabajadores a las fortalezas de la reacción. Lucha a muerte, en la que no cabe otro resultado que el aplastamiento del trogloditismo español por las guerrillas iluminadas de la nueva fe.
El Socialista (23/7/36)
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