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viernes, 21 de febrero de 2014

José Díaz Ramos (1896-1942)

Secretario general del PCE y colaborador de la Komintern en España durante el conflicto, en diciembre de 1938 se exilia voluntariamente a la URSS para tratar una enfermedad que lleva arrastrando desde su juventud

"Los comunistas han llamado a la lucha y a la insurrección a las masas, se han puesto a la cabeza y han luchado contra las fuerzas represivas de la reacción y del fascismo con las armas en la mano. El Partido Comunista está pues identificado con el movimiento insurreccional y asume su plena responsabilidad política". Así de firme se muestra el secretario general del PCE, José Díaz Ramos, tras el movimiento revolucionario de Asturias en 1934, en un acto en el que asume, en su nombre y en el de su partido -que dirigirá hasta su muerte en 1942- la responsabilidad en el intento de insurrección.

José Díaz Ramos nace en Sevilla en 1896. Desde muy pequeño, cuando apenas cuenta con 11 años, comienza a trabajar de panadero, como su padre. Precisamente ése, su primer trabajo, le lleva a ingresar en el sindicato del sector conocido como La Aurora, órgano próximo al ideario anarquista y del que acabará siendo su presidente en 1917. Influido por la CNT, pasa a formar parte de un grupo que lleva a cabo varias acciones terroristas, por lo que su fama crece y comienza a ser conocido entre los círculos subversivos de la capital andaluza.

Sin embargo, su vida cambia en 1925 cuando se traslada por primera vez a Madrid con la excusa de vender roscos sevillanos, pero con la misión de instigar un atentado contra el Rey Alfonso XIII. Es detenido, torturado y encerrado en la cárcel Modelo de la capital. Precisamente, es este periodo en prisión el que marca su evolución hacia el comunismo a través de Socorro Rojo Internacional (SRI), ya que nada más volver a Sevilla -en agosto de 1926- contacta con miembros del PCE y, un año después, acaba ingresando en el Partido Comunista. Durante su encerramiento en la cárcel de la capital, contrae una úlcera gástrica que marcará el resto de su vida hasta su muerte.

En Sevilla no hay mucha tradición comunista, pero en estas fechas comienzan a crecer los afiliados y los simpatizantes en las filas del PCE, al mismo tiempo que José Díaz se hace cargo de la secretaría del partido en la capital hispalense. Como señala María Victoria Fernández en una biografía sobre el dirigente comunista. José Díaz y otros camaradas harían que Sevilla -llamada popularmente la ciudad libertaria- pasara a la Historia como la ciudad roja. Su éxito fue recompensado con la dirección del partido en Andalucía, y con una formación especial en la Escuela Lenin de Moscú.

Llega a la Unión Soviética en 1930 y pasa nueve meses aprendiendo el legado de Marx y Engels. "El instituto no tenia otra finalidad que prepararme para ser agente y servidor del Kremlin", confesaría más tarde al jefe militar comunista Valentín González, el Campesino. En junio de 1931, recién proclamada la Segunda República, vuelve a Sevilla para retomar las riendas de la intensa actividad revolucionaria que lideraba el PCE, una de las más importantes en la agitada España del momento. Justo un año después, ingresa de nuevo en la cárcel. Esta vez, en la Pópulo de Sevilla, acusado de participar en las revueltas del primero de mayo.

En agosto de 1932, pocos días después del fallido golpe del general José Sanjurjo, se celebra el 4º Congreso del Partido Comunista en el que es elegido secretario general en sustitución de José Bullejos, al parecer por presiones de la Komintern. Pese al nombramiento, José Díaz sigue en la cárcel por lo que varios miembros de su familia, con la ayuda del partido, realizan una colecta entre los obreros de la ciudad y pagan la fianza de 5.000 pesetas impuesta por el juez. En aquel momento, pasa a ser el líder de un partido minoritario de sólo 12.000 afiliados, pero al que la Guerra Civil terminará por convertir en uno de los partidos de izquierdas más relevantes. El Campesino llega a escribir sobre él: "Era modesto, honesto, amante de la familia, incapaz de corrupción, pero de capacidades intelectuales y políticas bastante limitadas (...). Se le eligió secretario general de preferencia a otros militantes más preparados que él y más maleables, por su procedencia anarcosindicalista. Se queria conquistar o liquidar a la poderosa CNT y se creyó que el cenetista José Díaz serviría preferentemente para ello". La dirigente comunista del partido en aquel momento, Dolores Ibárruri, la Pasionaria, apuntaría años más tarde: "Yo recuerdo, no sin emoción, el estilo de trabajo del camarada Pepe, siempre cordial, sin pedanterías ni escolasticismos. Nos enseñaba a ser modestos a ser sencillos, sinceros con nosotros mismos y con los demás".

A esta descripción se sumaría también Santiago Álvarez, comisario político comunista durante la Guerra Civil: "Era un hombre sencillo que consultaba a la gente antes de darle alguna misión y que no imponía a la fuerza su criterio, aunque era firme en sus convicciones".

Tras la vuelta al poder del radical Alejandro Lerroux en las elecciones de diciembre de 1933, el principal objetivo de José Díaz pasa por pactar con la gran mayoría de la izquierda española y hacer una oposición fuerte. En la Revolución de Asturias de octubre de 1934, aunque no participa personalmente, sí asume su responsabilidad política, solidarizándose públicamente con los reprimidos, y dejando patente la unión que existe entre CNT, UGT, PSOE y PCE.

En julio de 1935 viaja de nuevo a Moscú, acompañado de la Pasionaria,  para asistir al VII Congreso de la Komintern. Allí, el secretario general de la Komintern, Georgi Dimitrov, expone la nueva táctica a seguir, la creación de una política de alianzas compuesta por todos los sindicatos y partidos de izquierdas.

A partir de este momento, todos los discursos del líder del PCE están marcados por la premisa de crear un frente común en España. Y se consigue el 15 de enero de 1936, cuando PSOE, Izquierdo Republicana, Unión Republicana, PCE, ERC, POUM y Partido Sindicalista -junto a la unión simbólica de las juventudes de UGT y CNT- formar el Frente Popular.

En plena campaña electoral, el 11 de febrero de 1936, José Díaz afirma en Madrid: "Téngase en cuenta que el Gobierno obrero y campesino no es todavía la dictadura del proletariado ni el socialismo, a cuya plena consecución hay que llegar. Pero, aunque el Gobierno obrero y campesino, la dictadura democrática de los obreros y campesinos, y la dictadura del proletariado sean cosas distintas, entre una y otra no hay ninguna muralla china. No se puede precisar el tiempo, (...) pero sí puedo asegurar que la transformación (...) no será larga".

Llama la atención que el 15 de febrero de 1936, un día antes de las elecciones José Díaz terminara un discurso citando a Saint-Just, dirigente jacobino francés y mano derecha de Robespierre: "Vuestro interés manda no dividiros, cualesquiera que sean las diferencias de opinión. Nuestros tiranos no admiten esas diferencias entre nosotros. O venceremos todos o desapareceremos todos".

El resultado electoral del 16 de febrero de 1936 da la victoria a la coalición frentepopulista recién creada, concediendo 17 diputados al PCE, y José Díaz, que se presenta por Madrid, ocupa un escaño en el Parlamento. Su principal labor continúa siendo la unidad de la izquierda y el mantenimiento del Frente Popular, ya que la heterogeneidad de éste es uno de los puntos débiles más atacados por parte de los grupos de la oposición.

Asimismo, introduce en el hemiciclo un estilo oratorio sencillo y popular al que no estaba acostumbrada la vieja guardia del partido. Varios historiadores recuerdan la intervención que mantiene el 15 de abril de 1936 como la más polémica. Y es que en ella José Díaz monta un gran revuelo al llamar cobarde al dirigente de la CEDA José María Gil Robles. Entonces, los diputados cedistas le exigen moderación en el lenguaje, a lo que Díaz responde: "Esas podrán ser la tradición y las costumbres de una Cámara de cuellos tiesos (Risas). Pero ésta es una Cámara de cuellos flojos y puños fuertes, y tiene que decir al pueblo la verdad tal como la siente (...). No puedo asegurar cómo va a morir el señor Gil Robles; pero sí le digo que si se cumple la justicia del pueblo, morirá con los zapatos puestos". A lo que el líder de la CEDA contesta: "Yo podré morir con las botas puestas, pero lo que no soy es un asesino como vosotros".

El estallido de la Guerra Civil le sorprende en Madrid, desde dónde ayuda a organizar la respuesta de los afiliados comunistas en la calle. Distinta suerte corre su familia en Sevilla, especialmente perseguida por orden de Queipo de Llano. Dos de sus hermanas y una de sus sobrinas son detenidas por las fuerzas nacionales. Según diversas versiones, Queipo de Llano ofrece a sus hermanas que decidan cuál de las dos prefiere ser ejecutada. Carmen Díaz Ramos se ofrece -al tener hijos más mayores- y termina siendo fusilada.

Durante la contienda, José Díaz se dedica a sus labores políticas en el partido, sin ostentar cargo alguno, civil o militar, en la zona republicana. Sus discursos y artículos más relevantes, que se encuentran en su obra Tres años de lucha, se dirigen sobre todo a la creación de un Ejército regular, a la unión juvenil y de partidos, a la lucha por la independencia de España y a la defensa de la República. En los tres años que dura el conflicto, su partido da cobertura política a la mayoría de agentes y militares soviéticos que llegarán a ocupar cargos importantes en el Ejército republicano.

En octubre de 1936, José Díaz recibe el primer telegrama de Stalin de apoyo a la "causa del pueblo español". Ha sido acusado por muchos de ser uno de los principales responsables, junto a Juan Negrín y Julio Álvarez del Vayo, del traslado del oro del Banco de España a la Unión Soviética durante los primeros meses de la Guerra. Sin embargo, si hubo una voz discordante dentro del PCE contra la mediación de los consejeros rusos en los asuntos españoles esa fue la de José Díaz. Gracias al libro del también comunista Jesús Hernández, Yo fui un ministro de Stalin, se conocen hechos como la reunión mantenida en marzo de 1937 por la cúpula comunista en España, a la que asisten tanto militantes extranjeros como españoles, en la que José Díaz se atreve a expulsar del acto al líder comunista francés André Marty por intentar imponer su criterio. 

Durante esta época, el PCE crece de forma considerable. Un informe de José Díaz de marzo de 1937 asegura que el número de militantes ha ascendido a casi 300.000.

Mientras, su enfermedad se agudiza por lo que temporalmente está apartado de la actividad política, guardando reposo en su casa de Valencia al cuidado de su esposa Teresa Márquez. En su ausencia, es Dolores Ibárruri la que pasa a tomar algunas decisiones importantes del Partido sin consultar al secretario general, ya que cuenta con el apoyo del Comité Central. Curiosamente, es durante este periodo cuando aparecen las disidencias, no ya sólo en el seno del Frente Popular. José Díaz no puede asistir a las reuniones del buró político en las que se decide actuar contra el POUM desde el Gobierno declarándolo ilegal, y contra la CNT en Aragón. Esto alarma enormemente a Díaz, que desde su lecho recrimina la actuación de los dirigentes comunistas: "Las detenciones del POUM no son un asunto policíaco, sino político", cuenta Jesús Hernández que replicó a la Pasionaria cuando ésta le comunica la detención de Andreu Nin. Es entonces, a partir del pleno del 13 de noviembre de| 1937, cuando José Díaz toma de nuevo las riendas del partido.

El 30 de marzo de 1938 se publica en los periódicos comunistas Mundo Obrero y Frente Rojo una carta del líder del PCE que define su actitud política durante el conflicto. En ella afirma que "la única solución para nuestra Guerra es que España no sea fascista ni comunista". Al dia siguiente, el diario CNT de Madrid publica en portada esas declaraciones con el antetítulo: Si lo dice 'Pepe' Díaz...

El 23 de mayo de 1938, José Díaz sufre una nueva recaída y se traslada a Sitges (Barcelona), cerca de la casa de Lister y Enrique Castro. Sin embargo, su estado empeora y en diciembre de 1938 decide abandonar España y trasladarse a Moscú para ser operado.

No se recupera de nuevo hasta 1940, cuando se reincorpora al trabajo en el Comité Ejecutivo de la Komintern. Ese mismo año publica su obra Las enseñanzas de Stalin, guía luminoso para los comunistas españoles.

Pero su dolencia es crónica, y en julio de 1941 es nuevamente intervenido y trasladado a la ciudad de Sochi, primero, y después a Tiflis, capital de Georgia, con orden de completo reposo. Junto a su familia se hospeda en el Hotel Tbilisi. En febrero de 1942 ya no es capaz ni de levantarse de la cama.

El 21 de marzo de ese año cae desde el balcón de su habitación, situado en un cuarto piso, y muere en el acto. Las autoridades soviéticas mantienen la versión del suicidio, aunque otros como Valentín González, el Campesino, tienen "la firme convicción moral" de que lo asesinaron porque era "un gran estorbo", ya que estaba profundamente decepcionado con el estalinismo. "Sabía sufrir y sentía la voluntad de vivir para volver algún día a España (...). No puedo adelantar, claro está, ninguna prueba; pero afirmo mi convicción de que José Díaz fue empujado desde su balcón", afirma el militar en su libro Comunista en España y antiestalinista en la URSS.

José Díaz es enterrado en Georgia, donde a mediados de 1960 se le erige un monumento; sin embargo, desde el primero de mayo de 2005 sus restos descansan en la ciudad que le vio nacer: Sevilla.

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