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viernes, 31 de octubre de 2025

Balmes Alonso, Amado (1877-1936): la muerte que abrió la Guerra Civil Española

La misteriosa muerte del general Amado Balmes en julio de 1936 facilitó el traslado de Franco a África y el inicio del alzamiento militar.

Una muerte sospechosa al filo de la guerra

El 16 de julio de 1936, un día antes del estallido oficial de la Guerra Civil Española, el general Amado Balmes Alonso fallecía en Las Palmas de Gran Canaria a causa de un supuesto accidente con su pistola. Su muerte, aparentemente fortuita, tuvo consecuencias inmediatas y trascendentales: permitió al general Francisco Franco trasladarse desde Tenerife a Gran Canaria, donde lo esperaba el avión Dragon Rapide que lo llevaría al Protectorado de Marruecos para liderar el levantamiento militar contra la República.

Esta coincidencia temporal ha generado durante décadas polémica entre historiadores: ¿fue realmente un accidente o un asesinato orquestado para allanar el camino a Franco?

Trayectoria militar y lealtades políticas

Nacido en Zaragoza en 1877, Amado Balmes pertenecía a una familia de tradición militar y monárquica. Descendiente del filósofo Jaime Balmes, su carrera estuvo marcada por su participación en la Guerra del Rif, donde destacó al mando de unidades del Tercio y en la toma de Alhucemas. Ascendió a general de brigada en 1927 por méritos de guerra.

Tras la proclamación de la Segunda República en 1931, fue destinado a Menorca como comandante militar de Mahón. Allí, su hostilidad hacia el régimen republicano fue denunciada públicamente por la Federación Socialista Obrera Menorquina, que lo acusó de imponer “su acendrado monarquismo” entre sus subordinados.

En 1936, Balmes era gobernador militar de Las Palmas de Gran Canaria, un puesto clave en el archipiélago canario, estratégico para el control del Atlántico y el enlace con el norte de África.

Versión oficial: el accidente del 16 de julio de 1936

Según la prensa de la época —como recoge La Gaceta de Tenerife del 17 de julio—, Balmes se encontraba practicando tiro en la batería de San Fernando de La Isleta cuando su pistola se encasquilló. Al intentar desencasquillarla apoyándola contra su vientre, el arma se disparó accidentalmente, causándole una herida abdominal mortal. Falleció poco después en el Hospital Militar de Las Palmas.

Vérsión polémica: la hipótesis del asesinato

En 2011, el historiador Ángel Viñas planteó en su libro La conspiración del general Franco que la muerte de Balmes no fue accidental, sino un asesinato ordenado por Franco. Su argumento se basa en varios puntos:

  • Balmes, aunque monárquico, no estaba comprometido con la sublevación y podría haberse negado a entregar el mando en Canarias.
  • Su fallecimiento eliminó el único obstáculo institucional que impedía a Franco desplazarse libremente entre islas.
  • La autopsia presentaba incongruencias técnicas, como la trayectoria del proyectil, incompatible con un disparo autoinfligido en esas circunstancias.

Viñas reafirmó esta tesis en El primer asesinato de Franco (2018), calificando a Balmes como la primera víctima del golpe de Estado.

La defensa de la versión accidental

Frente a esta interpretación, el historiador Moisés Domínguez Núñez publicó en 2015 En busca del general Balmes y en 2022 General Amado Balmes: Caso cerrado, donde defiende que no hay pruebas concluyentes de asesinato. Basándose en documentos de la época, testimonios y el informe forense, sostiene que la muerte fue un accidente verosímil, común entre militares que manipulaban armas sin las debidas precauciones.

Conclusión: una pieza clave en el tablero del golpe

Más allá del debate entre accidente o crimen, lo innegable es que la muerte de Amado Balmes tuvo un impacto decisivo en los primeros días del conflicto. Al quedar vacante el mando militar en Gran Canaria, Franco pudo moverse sin obstáculos, embarcar en el Dragon Rapide y asumir el liderazgo del ejército sublevado en el Protectorado.

En ese sentido, Balmes se convirtió —voluntaria o involuntariamente— en una pieza esencial del mecanismo golpista. Su figura, hoy casi olvidada, encarna la complejidad de los leales al régimen que, por su posición o sus convicciones, terminaron siendo eliminados o neutralizados antes de que la guerra siquiera comenzara.

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