En la madrugada del 18 de julio de 1936, mientras el golpe militar contra la Segunda República española se extendía desde el Marruecos español hacia la península, una decisión individual cambió el curso de los acontecimientos navales. Benjamín Balboa, cabo telegrafista de la Armada, se negó a transmitir órdenes de los sublevados y alertó al gobierno republicano. Su acción permitió que la mayor parte de la flota permaneciera leal al régimen democrático, convirtiéndolo en una figura clave —aunque poco conocida— de los primeros días de la Guerra Civil Española.
Orígenes y carrera militar
Benjamín Balboa López nació el 19 de marzo de 1901 en Boimorto (La Coruña). Ingresó en la Armada Española en 1916 y ascendió progresivamente: en 1921 era cabo telegrafista y en 1929, segundo contramaestre. Además de su carrera naval, pertenecía a la masonería y, según algunas fuentes, tenía vínculos con el PSOE, lo que refleja su alineamiento con los ideales republicanos y progresistas de la época.
La noche que cambió la guerra: la alerta del 18 de julio
En julio de 1936, Balboa estaba destinado en la Estación de Radio del Ministerio de Marina, en Ciudad Lineal (Madrid). Durante su guardia, interceptó mensajes cifrados enviados desde el Marruecos español por los militares sublevados, dirigidos a guarniciones peninsulares para coordinar el alzamiento.
En lugar de cumplir con las órdenes de transmisión —su oficial superior estaba implicado en la conspiración—, Balboa se negó a retransmitirlos. Inmediatamente informó al teniente de navío Pedro Prado Mendizábal, ayudante del ministro de Marina José Giral, y procedió a contactar con los buques y bases navales para ponerlos en alerta.
Consecuencias estratégicas
Gracias a su intervención, el gobierno republicano logró mantener el control de la mayor parte de la Armada, incluyendo cruceros como el Miguel de Cervantes y el Libertad, así como numerosos destructores y submarinos. Esta ventaja naval fue crucial en los primeros meses del conflicto, permitiendo el traslado de tropas desde el norte de África y dificultando el avance de las fuerzas franquistas.
Balboa incluso detuvo a su superior, implicado en la sublevación, demostrando un coraje excepcional en un momento de máxima incertidumbre.
Trayectoria durante la guerra y el exilio
Durante la contienda, Balboa alcanzó brevemente el cargo de Subsecretario de Marina, según consta en fuentes académicas como las de Michael Alpert y Francisco J. Romero Salvadó. Sin embargo, tras la derrota republicana en 1939, tuvo que exiliarse.
Se estableció en México, como tantos otros republicanos, donde vivió hasta su fallecimiento el 27 de junio de 1976. Allí contrajo matrimonio con Katja Landau (cuyo verdadero nombre era Julia Lipschutz Klein), viuda del socialista austríaco Kurt Landau.
Su hermano José Balboa, también militar de la Armada, no corrió la misma suerte: fue fusilado al final de la guerra por el régimen franquista.
Un legado silenciado, pero decisivo
Aunque su nombre no aparece en los relatos populares de la Guerra Civil con la misma frecuencia que otros protagonistas, la acción de Benjamín Balboa tuvo un impacto estratégico inmediato y duradero. En un momento en que la lealtad de las fuerzas armadas era incierta, su decisión individual preservó la cohesión naval de la República.
Hoy, su figura representa el valor de los funcionarios y militares que, guiados por principios democráticos, optaron por la legalidad frente al golpismo. En una época de revisionismos históricos, recuperar su historia es un acto de justicia con la memoria de quienes defendieron la República desde las sombras.
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