Hoy se cumple el sexto aniversaria del derrocamiento de la carcomida monarquía borbónica. Triunfantes los partidos de izquierda en las elecciones celebradas dos días antes, el 14 de abril se instauró en España, la segunda República.
La democracia, ante el derrumbe— más ficticio que real de los pilares del régimen monárquico, se enorgulleció de lo que ella vino en llamar la «revolución » del 31. Halagada por la falta de resistencia de aquellos sostenes de la monarquía, creyóse fuerte y vencedora ante la reacción que cabizbaja— lo que por muchos se interpretó como una resignación ante la virilidad popular, distando mucho de serlo — dejó, momentáneamente, expedito el paso a la República.
Y el pueblo, excesivamente confiado, creyóse también victorioso al ver que sin violencia alguna, con sólo casi manifestarse en todo el país, se había efectuado el cambio de régimen. Grandes sectores de la clase trabajadora, ebrios de entusiasmo, de buena fe creyeron tener ya al alcance de su mano la emancipación de nuestra clase.
Aquella borrachera no dejaba entrever al proletariado el triste desengaño que le aguardaba.
Sólo una minoría no fue deslumbrada por aquel ilusionismo político: los anarquistas.
Recién salidos de los siete años de dictadura militar, casi desorganizada la C.N.T., el anarquismo no pudo tener aquel contacto con las masas obreras que le permitiese influenciar directamente en ellas para que sé decidieran a convertir el 14 de abril en el comienzo de la verdadera revolución. No obstante, cumplió con su deber al advertir al pueblo español que no seguía el sendero más recto para alcanzar la emancipación que tanto anhelaba.
El anarquismo se esforzaba para dar a. comprender al proletariado que debía aprovechar aquella coyuntura para transformar lo que había comenzado en un simple cambio de decorado, en verdadera revolución. Más la «victoria» fácil y los ardides de la política consiguieron que no se nos hiciera caso por las multitudes.
Por esta posición,, de digna consecuencia con nuestras ideas, se nos tildó de extremistas y hasta de provocadores para malograr la conquista del 14 de abril.
Pero el despertar de la clase laboriosa no se hizo esperar mucho. Con desaliento se comprobó después que las causas del malestar que se experimentaba durante el régimen borbónico, continuaban aún latentes en el establecido el 14 de abril; y por consiguiente debían surtir idénticos efectos, como así fue. Los privilegios insultantes de las clases reaccionarias se encontraban resguardados por la fuerza del nuevo régimen. Detentando el poder económico quienes lo poseían antes, la nueva forma política, sólo fue nueva en el nombre, pues hubo de recurrir a las mismas medidas coercitivas para velar por la desigualdad social.
El tiempo había venido a darnos la razón. Basado el régimen republicano sobre la propiedad privada — de la que les flamantes políticos del 14 de Abril, como buenos defensores del capitalismo, se declaraban sus cultores — , lo mismo que antes de la proclamación de la República, nos encontrábamos divididos en explotadores y explotados.
Pero, ¡ha!, al comprobarse por parte de quienes la habían sufrido, la candidez en que se cayó el año 31, la reacción había tomado ya posiciones. Le había favorecido grandemente la persecución de que el Estado republicano hacía víctima a las organizaciones más inconformistas del proletariado y la desaparición de aquel temor que ante la actitud levantista— excesivamente correcta — del 14 de Abril, había experimentado al verificarse el traspaso de papeles de la monarquía a la República.
La reacción plutocrático militarista iba extendiendo sus tentáculos, has'a que pasando por las fluctuaciones políticas se llegó al 18 de Julio de 1936.
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Más que recordar hoy la fiebre archidemocrática y las charangas que precedieron al régimen democrático, conviene que el pueblo ibérico lance una mirada retrospectiva -naturalmente, sin detenerse en la marcha emprendida el 19 de Julio- y estudie detenidamente los acontecimientos que se han sucedido durante seis años. La lección puede ser provechosísima.
En atención al momento actual no queremos citar ciertas cosas, más no las olvidemos. Esta experiencia ha de ser para el proletariado hispano una buena consejera, a la que tal ve recurrir, pues no faltarán los políticos habilidosos que, como en Abril del 31, intentarán valerse del esfuerzo popular para después desviarnos del verdadero camino de la revolución.
Y si no queremos ser de nuevo burlados, debimos obrar con toda energía y sin ninguna clase de contemplaciones con todo lo que huela a capitalismo. Quien quiera parar la marcha de la revolución debe ser arrolado por muy alto que esté.
La Voz de Menorca : diario republicano: Año XXXII Número 9672 - 1937 abril 14
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