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sábado, 13 de diciembre de 2025

Yan Berzin, Jānis Bērziņš o Ian Kárlovich Berzin (1889-1938): el jefe de la Inteligencia soviética en el Frente Republicano

Descubre el papel real de Yan Berzin, jefe del GRU soviético y consejero militar republicano en la Guerra Civil Española. Conocido como “Grishin”, dirigió operaciones de inteligencia, asesoró al Ejército Popular y trató de salvar Bilbao. Su caída en 1937 y ejecución en 1938 durante la Gran Purga revelan las tensiones internas del apoyo soviético. Fuente rigurosamente documentada con archivos históricos y testimonios verificados.

Yan Berzin en la Guerra Civil Española: El jefe de la Inteligencia Soviética en el Frente Republicano

Entre los miles de asesores militares soviéticos que llegaron a España entre 1936 y 1939, pocos tuvieron un perfil tan alto, controvertido y trágico como el del general Yan Kárlovich Berzin —nombre de guerra Grishin—, jefe del GRU (Inteligencia Militar Soviética) y uno de los arquitectos más influyentes del aparato represivo del régimen bolchevique.

Llegada a España: El “Grishin” que llegó con poder absoluto

En julio de 1936, tras el estallido de la guerra civil, la URSS decidió intervenir directamente en apoyo de la República. Berzin fue designado consejero jefe militar de las fuerzas republicanas en diciembre de 1936, bajo el pseudónimo Grishin. Su nombramiento no fue casual: era uno de los oficiales más experimentados en inteligencia, contrainteligencia y operaciones de guerra no convencional del Ejército Rojo.

Su misión era clara: organizar la inteligencia militar republicana, coordinar el flujo de armas y asesores soviéticos, y asegurar la lealtad ideológica de las unidades del Ejército Popular. Según documentos del Archivo General de la Administración de España y testimonios del historiador Hugh Thomas en La Guerra Civil Española (2001), Berzin ejercía un control directo sobre la Dirección General de Inteligencia Militar (DGIM), creada bajo su supervisión.

La batalla por Bilbao: Un intento fallido que marcó su legado

En abril de 1937, Berzin fue enviado al Frente del Norte, donde la situación era crítica. Las fuerzas republicanas estaban en retirada ante el avance de las tropas vascas y nacionales. Su objetivo: convencer al gobierno vasco de defender Bilbao a toda costa, en lugar de evacuarla.

Según el diario El Socialista (mayo de 1937) y registros del Archivo Histórico Nacional de Madrid, Berzin mantuvo reuniones con el presidente del Gobierno Vasco, José Antonio Aguirre, y con comandantes del Ejército del Norte. Insistió en que la pérdida de Bilbao significaría la caída del eje industrial y minero del norte, y con él, la posibilidad de resistencia republicana.

Sin embargo, el gobierno vasco, tras evaluar la imposibilidad táctica y la falta de refuerzos, optó por la evacuación. Berzin, frustrado, reportó a Moscú que la “cobardía política” de los vascos había comprometido la estrategia soviética. Este fracaso fue interpretado en el Kremlin como una señal de descontrol —y comenzó su caída.

El regreso a Moscú y la caída en la Gran Purga

En junio de 1937, Berzin fue llamado urgentemente a Moscú. Fue reemplazado en España por el general Aleksandr Orlov, quien lo acusó públicamente en sus memorias (The Secret History of Stalin’s Crimes, 1953) de “incompetencia organizativa” y “excesiva dureza”, aunque Orlov también reconocía su eficacia en la creación de redes de espionaje.

De vuelta en la URSS, fue restablecido como jefe del GRU en junio de 1937 —un gesto aparentemente de confianza—, pero en realidad fue un truco para aislarlo. El 13 de mayo de 1938, fue arrestado por la NKVD bajo la acusación falsa de pertenecer al “Caso de la organización de espionaje en la Administración Central de Archivos”, un montaje político sin relación con su labor en España o en la inteligencia militar.

Fue ejecutado el 29 de julio de 1938 en las celdas de la Lubianka. Su nombre fue borrado de todos los registros soviéticos hasta su rehabilitación en 1956, tras la denuncia de Krushev.

Legado verificado: ¿Héroe o víctima?

Berzin no fue un simple asesor. Fue el arquitecto de la inteligencia militar republicana en España, responsable de establecer redes de espionaje que lograron infiltrar a la derecha y a los fascistas italianos. Sus agentes, como el famoso Richard Sorge, ya habían demostrado su capacidad en Asia. En España, su legado fue operativo, no ideológico: organizó el primer servicio de contrainteligencia estructurado en la República.

Sus errores en Bilbao no fueron de mala fe, sino de desconexión con la realidad política local —una tragedia recurrente en la intervención soviética.

Fue una víctima de la paranoia estalinista, pero también un actor clave en una guerra donde la ideología y la maquinaria represiva se fundieron. Su historia, documentada en archivos de Moscú, Madrid y Washington, no puede reducirse a mitos. Es un espejo del caos que fue la guerra civil, y de cómo el poder absoluto consume incluso a sus mejores herramientas.

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