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martes, 16 de diciembre de 2025

Bibioteca Nacional de España: evacuación y patrimonio en la Guerra Civil

Descubre el crucial papel de la Biblioteca Nacional de España durante la Guerra Civil (1936–1939): evacuación de fondos a Valencia, protección del patrimonio cultural, y su director Tomás Navarro Tomás. Con datos oficiales, fuentes archivísticas y detalles sobre la Junta de Incautación. Una mirada rigurosa al esfuerzo por salvar libros, manuscritos y archivos en tiempos de conflicto. Imprescindible para estudiosos de la historia contemporánea española.

La BNE en la Guerra Civil Española: entre la evacuación y la salvaguarda del patrimonio

Durante la Guerra Civil Española (1936–1939), la Biblioteca Nacional de España (BNE) no fue solo un depósito de libros, sino un actor clave en la preservación del patrimonio cultural del país. En medio del caos bélico, sus responsables emprendieron una labor silenciosa pero decisiva: proteger los tesoros bibliográficos de la destrucción, el saqueo y la dispersión. Este episodio, documentado en fuentes oficiales y académicas, revela cómo las instituciones culturales se convirtieron en frentes simbólicos de resistencia intelectual.

Director en tiempos de guerra: Tomás Navarro Tomás

El papel de Tomás Navarro Tomás, director de la Biblioteca Nacional durante toda la Guerra Civil, trascendió con creces el mero cargo administrativo. Su figura es central para entender no solo la supervivencia física de los fondos bibliográficos, sino también la articulación de una política cultural republicana frente a la amenaza del conflicto armado.

Navarro Tomás, lingüista, musicólogo y miembro numerario de la Real Academia Española, fue nombrado director poco antes del estallido del conflicto, en 1935, y mantuvo su puesto hasta 1939. A diferencia de otros intelectuales que huyeron o fueron destituidos, Navarro eligió quedarse al frente de la institución, asumiendo un rol activo en la defensa del patrimonio nacional bajo el amparo del gobierno de la Segunda República.

Su liderazgo se caracterizó por una combinación de rigor técnico, compromiso institucional y acción rápida ante la emergencia. Desde el primer momento, cerró al público el edificio de Recoletos, priorizando la seguridad sobre el servicio habitual. Esta decisión permitió dedicar todos los recursos humanos y materiales a labores de protección, embalaje y traslado.

Evacuación de fondos: de Madrid a Valencia y Ginebra

Uno de los capítulos más dramáticos en la historia de la BNE fue la evacuación de sus fondos más valiosos para evitar su destrucción en los bombardeos de Madrid. Bajo la dirección de Navarro Tomás, se organizó un operativo minucioso para seleccionar, embalar y trasladar los ejemplares de mayor valor histórico, artístico y simbólico.

Los volúmenes más preciados —entre ellos incunables, manuscritos únicos y obras ilustradas— fueron enviados primero a Valencia, entonces sede del gobierno republicano. El destino final fue el convento de las Torres de Serranos, considerado un lugar seguro. Posteriormente, ante el avance del frente, parte de estos fondos fueron trasladados al extranjero, específicamente a Ginebra (Suiza), donde permanecieron bajo custodia internacional hasta el final de la contienda.

Este desplazamiento masivo refleja el temor real a la pérdida irreversible del patrimonio nacional y la voluntad de garantizar su conservación más allá de las fronteras del conflicto. La decisión de enviar los libros a Suiza fue tomada por el Consejo de Ministros del gobierno republicano, con el apoyo técnico de Navarro Tomás, quien supervisó personalmente aspectos logísticos y documentales del traslado.

Protección del patrimonio religioso: la Junta de Incautación

Además de sus propias colecciones, la BNE asumió un rol extraordinario durante la guerra: el de depósito provisional de fondos procedentes de centros religiosos. A través de la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, se trasladaron a la Biblioteca aproximadamente 500 000 volúmenes procedentes de iglesias, conventos, palacios y casas particulares amenazadas por la violencia.

Esta acción, lejos de ser un acto de apropiación, fue una medida de salvamento. Muchos de estos materiales provenían de bibliotecas privadas de gran valor, y aunque algunos no pudieron ser devueltos tras la contienda, su resguardo en la BNE evitó su desaparición total.

Daños físicos y supervivencia institucional

Además de sus propias colecciones, la BNE asumió un rol extraordinario durante la guerra: el de depósito provisional de fondos procedentes de centros religiosos. Tras los incendios de iglesias y conventos en julio de 1936, el gobierno republicano creó la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, cuya misión era rescatar bienes culturales amenazados.

Bajo la coordinación de esta Junta, y con Navarro Tomás como figura técnica clave, se trasladaron a la Biblioteca aproximadamente 500 000 volúmenes procedentes de bibliotecas eclesiásticas, palacios y casas particulares. Esta acción, lejos de ser un acto de apropiación, fue una medida de salvamento urgente. Muchos de estos materiales provenían de bibliotecas privadas de gran valor, como las de catedrales, monasterios y nobles afectados por la violencia revolucionaria.

La BNE actuó como un centro de acopio temporal, catalogando y resguardando estas colecciones. Sin embargo, tras la victoria franquista, buena parte de estos fondos no fueron devueltos a sus propietarios originales, incorporándose definitivamente al patrimonio nacional. Esta circunstancia ha generado controversia histórica, pero desde la perspectiva de 1936–1939, la intervención evitó la destrucción total de miles de obras. 

Daños físicos y supervivencia institucional

Pese a los esfuerzos, el edificio de la BNE en el paseo de Recoletos sufrió varios bombardeos durante el conflicto. Sin embargo, gracias a las precauciones tomadas —como el reforzamiento de salas, la eliminación de combustibles y la distribución estratégica de fondos—, los materiales que permanecieron en su interior no sufrieron daños significativos. Esta circunstancia, contrastada en informes oficiales y memorias institucionales, subraya el éxito relativo de las políticas de protección implementadas.

La supervivencia de la colección fue un logro fundamental, que permitió a la Biblioteca reanudar sus funciones tras la guerra y continuar siendo el pilar del sistema bibliotecario español.

Legado y exilio de Navarro Tomás

Tras la derrota republicana, Tomás Navarro Tomás fue cesado en su cargo. Aunque inicialmente se le ofreció continuar en funciones, decidió exiliarse voluntariamente en Estados Unidos en 1939, donde desarrolló una destacada carrera académica en la Universidad de Maryland. Su salida marcó el fin de una etapa y el inicio de una purga en las instituciones culturales bajo el nuevo régimen.

No obstante, su gestión durante la guerra ha sido reconocida posteriormente como un ejemplo de profesionalidad y compromiso ético con el patrimonio común. Sus memorias y escritos posteriores, como el artículo Archivos y bibliotecas de la República Española durante la guerra (2005), constituyen fuentes primarias fundamentales para comprender este periodo.

 

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