Avance sobre Madrid.—Combates en la Sierra de Madrid.
—Campaña de Guipúzcoa.—Invasión de Aragón.
—Socorro a Oviedo.—Operaciones en Andalucía.
Todas las noticias recibidas de los diferentes frentes en que se combate confirman y afianzan el definitivo triunfo de a República contra los facciosos.
El cerco establecido en torno a Huesca y Zaragoza se cierra cada vez más sobre estas plazas, haciendo su situación sumamente angustiosa.
La rendición de Córdoba, bombardeada continuamente por la artillería de las fuerzas leales y por nuestra aviación, se considera inminente. Todos los esfuerzos realizados por los facciosos para romper las líneas leales han resultado infructuosos, y sus ataques han sido rechazados después de sufrir un duro castigo, abandonando material y armamento de toda clase.
En Asturias, la columna del teniente coronel Seonae (será Ceano), que acudía en socorro del coronel Aranda, encerrado en Oviedo, ha sido completamente destrozada, resultando gravísimamente herido el jefe faccioso. Los restos de la columna son perseguidos por los mineros. Con el fracaso de este último y desesperado intento de socorrer a los rebeldes de Oviedo se espera la rendición de esta plaza, cuya situación es insostenible frente a los ataques de las fuerzas leales.
Continúa el avance de la columna que manda el capitán Benítez, que ha batido al enemigo en Alentisque y Solledra, y se dirige sobre Almazán.
El bombardeo que efectuó en la tarde de ayer nuestra aviación, ayudando a la columna del teniente coronel Mangada, ha sido decisivo. Se confirma la aplastante victoria obtenida sobre los facciosos, que tuvieron un número de bajas aproximado a doscientas, entre muertos y heridos, abandonando cerca de cincuenta camiones y automóviles y gran cantidad de armas.
La situación en los puertos de Guadarrama y Somosierra es francamente favorable a nuestras fuerzas.
En el resto de los frentes, las columnas leales marchan hacia sus objetivos con arreglo a los planes previstos.
La desmoralización en el campo enemigo aumenta de día en día. Según confidencias de los que forman parte de las plazas sitiadas por nuestras tropas, cunde el desaliento y el disgusto entre los sublevados. Estos, para atemorizar los pueblos por donde pasan, disfrazan a sus partidarios con uniformes del Tercio.
De fuente fidedigna se sabe que escasea el dinero en el campo rebelde, hasta el punto de que consideran como un gran alivio el donativo de dos millones de pesetas hecho por Gil Robles.
La actividad incansable de la Aviación republicana causa grandes destrozos en las filas enemigas, disparando y poniendo en franca huida sus camiones, bombardeando sus cuarteles y polvorines y cooperando eficazmente en la labor de las tropas leales.
La elevada moral de las fuerzas que luchan al lado del Gobierno, el empuje de las milicias y la eficacísima obra de nuestros aviadores en reconocimientos y bombardeos, hacen prever para muy corto plazo el definitivo aplastamiento de los rebeldes.
Por la noche
Esta mañana salió de Huesca, camino de Sástago, una columna para tomarla a las tropas leales que ayer se habían apoderado de ella. Cuando hacían frente a nuestras posiciones, una columna leal, avanzando por el flanco enemigo, la atacó, envolviéndola rápidamente. El desconcierto que el ataque produjo fue tremendo. Los facciosos, no sabiendo por dónde huir, arrojaron los fusiles y se entregaron, levantando los brazos. Mil quinientos de ellos cayeron prisioneros, abandonando además en nuestro poder cinco cañones, treinta ametralladoras, numerosos coches y camiones y gran cantidad de municiones. La victoria de los leales ha sembrado el pánico entre los que defienden aún Huesca, habiendo huido parte del vecindario hacia Zaragoza, y otros se han pasado a nuestras filas, refiriendo escenas del régimen de terror impuesto por los fascistas, así como que se les había engañado desde el primer día, amenazando con fusilar a quienes dieran noticias sobre el verdadero estado de España o recogieran periódicos de los que arroja la aviación leal. Por su parte, los prisioneros se han ofrecido a formar en las filas leales para poder decir, al ir hacia Zaragoza, por todos los pueblos, que habían sido víctimas de una villana maniobra por parte de los jefes sublevados.
Desde Barcelona, un testigo presencial de los sucesos, ha referido detalladamente el encuentro victorioso de las columnas procedentes de Barcelona con otra que salió de Zaragoza con el propósito de reconquistar Sástago, donde se halla emplazada una importante central eléctrica. La reconquista de Sástago estaba encomendada a dos columnas, a la referida y a otra que en combinación con ella salió de Zaragoza. La columna barcelonesa, a cuyo mando figuraba el comandante Pérez Farrás, rodeó a la columna más numerosa; pero apenas hubo necesidad de entablar combate. De los 2,300 hombres que constituían la columna salida de Zaragoza, 1.600 se entregaron sin oponer la menor resistencia. En poder de las fuerzas leales, no sólo quedó el armamento individual de esos 1.600 soldados, sino además 20 ametralladoras y cinco cañones. Los soldados que se dejaron hacer prisioneros refirieron que el estado moral de los que quedan dentro de Zaragoza está tan decaído que ellos se ofrecen incluso a entrar desarmados en vanguardia de las fuerzas que pretenden entrar en Zaragoza, en la seguridad de que yendo apoyadas con la retaguardia bastará su contacto con las tropas que siguen en Zaragoza para que ésta se rinda. Por lo que respecta a la otra columna, se entabló combate entre Pina de Ebro y Sástago, terminando con la victoria de nuestra parte. Las fuerzas leales se apoderaron de 30 caballos, 20 mulos, tres cocinas de campaña, 300 fusiles, un carro-bota, 25 cajas de municiones y el automóvil en que iba el jefe de las fuerzas rebeldes. Las bajas de las fuerzas rebeldes fueron un comandante, un capitán, un alférez y 45 soldados, todos los cuales resultaron muertos, muchos más heridos y 70 prisioneros.
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