Descubre la efímera pero audaz "República de Asturias": un gobierno autónomo que emitió moneda, creó ministerios y desafió a Madrid en 1937. Conoce su papel en la Guerra Civil Española, sus líderes, decisiones y el impacto de su secesión en el frente norte.
La República de Asturias: un Estado efímero en plena Guerra Civil
En los últimos meses del frente norte de la Guerra Civil Española, mientras las tropas franquistas cerraban el cerco sobre Asturias, un grupo de partidos y sindicatos de izquierda tomó una decisión sin precedentes: declarar la independencia de la región. Nacía así, el 24 de agosto de 1937, el Consejo Soberano de Asturias y León, un gobierno autónomo que durante 57 días actuó como un Estado independiente dentro de la propia República.
Esta experiencia política, calificada por el hispanista Hugh Thomas como la “República de Asturias”, no solo irritó al gobierno republicano de Juan Negrín, sino que también desató la cólera del presidente Manuel Azaña. ¿Qué llevó a los asturianos a tomar una medida tan extrema?
Orígenes del Consejo Soberano de Asturias y León
Tras la caída del País Vasco en junio de 1937 y con Santander a punto de sucumbir, Asturias quedó aislada del resto de la zona republicana. Las comunicaciones con el gobierno central —entonces en Valencia— eran prácticamente inexistentes, y los suministros militares y civiles escaseaban. En este contexto de colapso inminente, el Consejo Interprovincial de Asturias y León, integrado por el PSOE, el PCE, Izquierda Republicana, UGT, CNT y FAI, decidió asumir todo el poder civil y militar en la región creando un gobierno autónomo que durante 57 días actuó como un Estado independiente dentro de la propia República.
Presidido por el socialista Belarmino Tomás, veterano de la Revolución de Asturias de 1934, el Consejo se transformó en el Consejo Soberano, con capital en Gijón, y creó estructuras de gobierno propias: comisiones equivalentes a ministerios, un sistema judicial y hasta una política exterior incipiente.
- Toque de queda a las 22:00
- Cierre de bares, cafés y restaurantes
- Prohibición de aparatos de radio y armas
- Restricción de desplazamientos sin autorización
“De aquí no sale ni Dios”, declaró Tomás, reflejando la desesperación del momento.
El Consejo Soberano incluso amenazó a la Sociedad de Naciones con fusilar presos políticos si continuaban los bombardeos. Esta iniciativa diplomática —y monetaria— fue vista en Madrid como una insubordinación grave. Azaña la calificó de “disparatada conducta”, y el gobierno republicano despreció al nuevo órgano con el apodo de “Gobiernín”.
Los “Belarminos”: moneda, soberanía y caos en la efímera República de Asturias
Ante la imposibilidad de recibir apoyo financiero desde Madrid, el 24 de octubre de 1936 autorizó la emisión de talones al portador contra la cuenta del Banco de España en Gijón, respaldados por fondos incautados a la banca privada.
Estos billetes, de 5, 10, 25, 50 y 100 pesetas, solo circularon los de 100 pesetas, entre el 7 y el 21 de octubre de 1937, días antes de la caída de Gijón. Los billetes incluían una franja diagonal de color para facilitar su identificación en una sociedad con altos índices de analfabetismo. Inicialmente llamados bonos, estaban destinados a ser canjeados tras la guerra. Pero cuando el Ministerio de Hacienda prohibió nuevas emisiones en enero de 1937, Asturias reselló sus billetes para mantenerlos en circulación.
Caída, exilio y legado
Asturias cayó el 20 de octubre de 1937. Tres días antes, el coronel Adolfo Prada reconoció en la última reunión del Consejo: “No es posible resistir más”. Belarmino Tomás y su gobierno huyeron en barcos de pesca hacia Francia. Tras la guerra, se exilió en México, donde vivió en el anonimato vendiendo alpargatas.
En la posguerra, los “belarminos” no solo perdieron valor: su posesión se convirtió en un riesgo político. Muchas familias los destruyeron; otras los guardaron en secreto, esperando ingenuamente una restauración republicana.
Un caso ilustrativo es el de un director del Banco Herrero en Mieres, quien en 1938 intentó justificar ante las autoridades franquistas que, aunque le habían enviado 2.000 pesetas en “belarminos”, él “no había trabajado ni obedecido a nadie”. Su carta refleja las contradicciones, miedos y lealtades cruzadas de una época en la que el dinero era también un símbolo de ideología.
Conclusión: una utopía en medio del colapso
Aunque efímera, la experiencia del Consejo Soberano de Asturias y León
representa un episodio singular en la Guerra Civil Española. Fue una respuesta extrema al aislamiento militar y político, pero también una muestra de la fragmentación interna
del bando republicano. Su existencia pone en evidencia las tensiones
entre autonomía regional y unidad estatal, así como los límites del
poder central en momentos de colapso.
Los “belarminos” no fueron solo billetes de emergencia: fueron la huella material de una soberanía desesperada, un recordatorio de que, en la Guerra Civil Española, incluso la moneda se convirtió en territorio de batalla.
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