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miércoles, 17 de mayo de 2023

Asturias (alzamiento y caída en poder de los nacionalistas)

El alzamiento militar de julio de 1936 tuvo en Asturias características muy singulares. Mientras que en Oviedo, capital de la provincia, el coronel Antonio Aranda —haciéndose pasar por leal a la República— gana la ciudad, tras una dura y tenaz resistencia, para la causa rebelde y los cuarteles de Gijón prefieran sucumbir bajo el fuego incluso de sus propíos correligionarios, el resto de la provincia opta por enfrentarse a los militares sublevados y se afana por aplastar la rebelión. 
 
Repartido el poder entre los distintos partidos políticos integrantes o de alguna manera ligados al Frente Popular, con preponderancia más que evidente de los socialistas —Ramón González Peña, Amador Fernández Montes y, sobre todo, Belarmino Tomás Álvarez—, se constituye un consejo que, tanto desde el punto de vista administrativo como desde el militar, guarda muy poca o ninguna relación con el poder central, actuando con independencia absoluta del resto de la zona sometida a la República, lo que, llegado el momento, no servirá más que para facilitar el avasallador avance de las tropas nacionalistas. «El cantonalismo adquiere en el Norte —escribe Guillermo Cabanellas en La guerra de los mil días (Ed. Heliasta, S. R. L., Buenos Aires, 1975)— su expresión mejor lograda. La representación gubernamental la ejerce el Consejo Interprovincial de Asturias y León, que unificaba los distintos comités, en pugna, de organizaciones políticas y sindicales en ambas provincias. Dicho Consejo era presidido por Belarmino Tomás, que desempeñaba también la Consejería de Guerra. Actuaba con facultades delegadas del Poder central, en virtud del decreto de 23 de diciembre de 1936, dado por la presidencia del Consejo de Ministros. Tal organismo asumía en el territorio de Asturias y León todos los poderes, ante el aislamiento territorial con respecto a la zona central de la República. Ocupado por los nacionales Santander, no podían los republicanos aspirar a mantener posiciones viables en el Cantábrico. La línea del frente, que arrancaba de la costa, pasaba por Pravia, rodeaba a Oviedo, se ensanchaba hacia Cangas de Tineo, para doblar sobre La Robla y Riaño, seguir por Potes y desembocar otra vez en el Cantábrico, antes de llegar a Llanes. Era desde luego insuficiente para contener al Ejército enemigo, que contaba con la ventaja de las victorias obtenidas en Guipúzcoa, Vizcaya y Santander. El terreno áspero, fuerte, con alturas impresionantes, favorecía a los defensores; pero, en cambio, perjudicaba a éstos su aislamiento y la imposibilidad de lograr socorros. En aquella escasa lonja de terreno se habían concentrado, tras sucesivos repliegues, millares de hombres, mujeres y niños, que venían retrocediendo desde Bilbao, engrosados por nuevas columnas de civiles después de la pérdida de Santander. Asturias parecía condenada irremediablemente a caer en las manos de los nacionales en poco tiempo. Por la República, el coronel Prada asume a última hora la defensa de la región, en reemplazo del general Gámir Ulibarri. Del puerto de Santander, de donde pudo salir, tras burlar el bloqueo de las naves franquistas, pasó al de Gijón el destructor Ciscar. El 19 de octubre de 1937, Prieto, ministro de Defensa, ordena que salga el Ciscar del puerto de Gijón, para evitar que quede allí atrapado. La orden fue saboteada por los comunistas y quedó incumplida. El Ciscar sería bombardeado por los nacionales en el puerto del Musel. De esa forma desaparecía la única posibilidad para evacuar a cierto número de combatientes en la zona norte. Quedaba entonces cambiada la consigna de ¡No pasarán! por la de un ¡Sálvese quien pueda!, grito de angustia y desesperación al mismo tiempo, que adquiría su máximo dramatismo en aquellas circunstancias cuando los republicanos se encontraban entre el fuego de un enemigo muy superior en número y medios y el mar a la espalda, y sin barcos para escapar. Bombardeos aéreos, sin defensas antiaéreas, arrasaban con impunidad y facilitaban el avance del Ejército nacionalista. El 20 de octubre, la Guardia Civil y los Carabineros se alzan en armas en Gijón y proceden a desarmar y a detener a los milicianos que encontraban. En la noche del 20 al 21, Gijón se había convertido en tierra de nadie. Así, el 21, entraba en Gijón la 4.ª Brigada Navarra sin encontrar resistencia alguna, pasadas ya las seis de la tarde. Radio Gijón comienza a transmitir, sin interrupción, los partes de guerra nacionales. Los que huían trataron de utilizar todos los medios a su alcance, tan escasos como precarios. El efímero gobierno asturiano consigue trasladarse a Francia, desde donde se reintegraría sin tardanza a Cataluña. Algunos dirigentes lo hacen por vía marítima. Se acude a toda clase de embarcaciones; algunas de ellas se hundían por el excesivo peso y número de los que así buscaban desesperado refugio. Francisco Galán actúa en Asturias al mando del VII Cuerpo de Ejército. A último momento, y a punta de pistola, consigue una embarcación de pesca y sale de Gijón; cruza por Francia y se reincorpora al frente republicano. Tanto él, como muchos otros, estaban en ese momento convencidos de que la lucha se había desnivelado a favor de los insurrectos. La resistencia no cesaría en Asturias con la caída de Gijón. Dos docenas de miles de hombres se proponían resistir, ya que no se les daba otra opción. Ante la implacable represión masiva de los franquistas, fueron muchos los republicanos que se refugiaron en las montañas y permanecieron allí durante algunos meses, hostigando a los nacionalistas o procurando eludir la cacería contra ellos organizada. La represión era tan dura, que la resistencia de los escasos combatientes que sobrevivían, al estilo guerrillero, iba tomándose más enérgica. Se trataba de todas maneras de morir. Y eran muchos los que habían decidido hacerlo luchando, para ponerle el más alto precio a su vida. El Frente del Norte desaparecía de esta forma a quince meses de estallada la guerra.» 
 
Para Ramón Salas —Historia del Ejército Popular de la República (Editora Nacional, Madrid, 1973)—, experto en cuestiones militares, el hundimiento del frente de Asturias «es el fin de la zona norte y la decisión de la guerra. El Gobierno ha perdido ciento cincuenta mil hombres, más de cien mil fusiles, cuatrocientos cañones, doscientos aviones, miles de armas automáticas, y una potente industria extractiva y fabril: la pérdida de cuatro Cuerpos de Ejército, dieciséis Divisiones, cuarenta y cinco Brigadas, representa la aniquilación del veinticinco por ciento de sus efectivos totales. Todo ello pasa a poder de sus contrarios, que movilizan la mayor parte de sus prisioneros, ponen en funcionamiento toda la industria, y pueden así disponer de una masa de maniobra que les garantice en adelante la superioridad de medios. Esta aportación de sus contrarios es la que rompe definitiva y decisivamente el equilibrio anterior».

lunes, 15 de mayo de 2023

Astoy Mendi (buque mercanete)

El Astoy Mendi fue un buque mercante originalmente destinado al transporte de mineral, que fue posteriormente utilizado durante la Guerra Civil como prisión por el bando republicano, atracado en el puerto de Almería por las autoridades republicanas. Tal fue el número de detenidos por el bando republicano que tuvieron que habilitarse otros lugares como prisión, así fue el Convento de Las Adoratrices, el Colegio La Salle, la fábrica de azúcar conocida como "El Ingenio" y, el también buque mercante "Capitán Segarra".
 
En las bodegas del Astoy Mendi,  diseñadas inicialmentepara el transporte de carbón y otros minerales, fueron llenadas de presos, principalmente del ámbito eclesiástico, aunque también hubo otros simpatizantes derechistas. Los detenidos quedaron a merced del Comité de Presos, presidido por el dirigente de la FAI Juan del Águila Aguilera.
 
Muchos de sus prisioneros fueron sacados y posteriormente fusilados en diferentes lugares de la provincia de Almería. En la madrugada del 15 de agosto de 1936,  fueron sacados del barco Astoy Mendi, atracado en el puerto de Almería, 27 detenidos y conducidos a la cala de la Garrofa, donde fueron lastrados y arrastrados por barcas hasta perecer ahogados y hacerlos desaparecer en el fondo del mar, pero al final las mareas arrojaron algunos cuerpos a las playas del Zapillo. En las sacas sucesivas fueron eliminados un total de 687 almerienses sin condena previa. De ello fue responsable el llamado Comité Central Antifascista, que se convirtió en el verdadero centro de poder, y constituido inicialmente por socialistas y comunistas, aunque luego se integraron miembros de las organizaciones libertarias almerienses.

Al acabar la contienda, algunas fuentes citan que el buque puso rumbo al puerto de Málaga, continuando con la misma función, para poco después volver a Almería

lunes, 8 de mayo de 2023

Astigarrabia Andonegui, Juan Manuel (1901-1989)

Juan Astigarrabía, Asti, nacido en San Sebastían en 1901, estudió náutica durante tres años y ejerció como marinero. En su juventud se afilió al Partido Comunista de España (PCE), participando en la creación de células comunistas por toda España, lo que le condujo a ser uno de los líderes del movimiento sindical Guipuzcoa. 
 
Con la llegada de la II República en 1931, se convirtió en el Secretario del Sindicato de Pescadores de Pasajes organizando la desastrosa marcha sobre San Sebastián. Fue el organizador de conferencias sindicales en representación de la Federación.
 
En 1932 accedió a la dirección central del PCE, tras la caída de Bullejos, pero las discrepancias internas se lo impidieron, resultando elegido José Díaz por la Internacional Comunista (Komintern). 
 
En 1934, fue elegido secretario general de la Federación Vasco-Navarra del PCE. Al año siguiente, fue uno de los delegados español, junto con Leandro Carro y Santiago Carrillo, en el VII Congreso de la Internacional Comunista en Moscú. Ese año fue elegido primer secretario general del recién creado Partido Comunista de Euskadi que modera la línea independentista se muestra partidario de la libre unión de los pueblos del estado y cesa en su rechazo radical al Estatuto.

Un año después, iniciada ya la Guerra Civil, desempeñó la cartera de Obras Públicas en el Gobierno autónomo vasco que presidió José Antonio Aguirre, siendo el único comunista en el Gobierno vasco de unidad nacioanl, más tarde, cuando las tropas nacionalistas estaban próximas a Bilbao, fue nombrado miembro de la Junta de Defensa de dicha ciudad. La derrota militar trajo como consecuencia la depuración de parte de las dirección española de PC de los cuadros vascos que se habían mostrado parte de la línea más indeppendentista.
 
En 1937 Astigarrabia fue expulsado del citado partido, acusado de hacer una política seguidora del nacionalismo vasco, junto a Jesús Larrañaga comisario de Guerra de Guipuzcoa y miembro del Comité Central,  en detrimento de los ideales y fines perseguidos por los comunistas. «Nos ha salido con la ideíta —escribe sobre él Mijail Koltsov— de que el Partido Comunista de Euzkadi no es una parte del Partido Comunista de España, sino que mantiene con él meras relaciones fraternales.» 
 
Aunque para él, sobre la cuestion nacional vasca y el derecho de autodeterminación se sentía dentro del pensamiento de Pi y Margal: "para mí había un tope, el tope era (yo tenía algo de pimargaliano también) la Federación. Y yo eso lo defendía antes que el Partido Comunista de España aceptara la Federación como norma de estructura del nuevo Estado. Como transición podíamos aceptar la autonomía, ésta era ya una posición más clara"
 
Poco tiempo después abandonó España y se exilió a Panamá (21 años). Tras el triunfo de la Revolución cubana en 1959 se va a vivir a Cuba con su familia (20 años). En 1974, una vez  reorganizado el Partido Comunista de Euskadi ocupa un puesto en la ejecutiva central dirigida por Ramón Ormazábal. Las antiguas discrepancias internas volvieron a surgir entre ellos y Asti acompañó al sector mayoritario del partido que, dirigido por Roberto Lertxundi, confluyó en Euskadiko Ezkerra.

Su militancia en Euskadiko Ezkerra fue la dedicación de los últimos años de su vida, falleciendo en San Sebastián en 1989.


domingo, 7 de mayo de 2023

Asquerino, Mariano (1889-1957)

Mariano Urdiaín Asquerino, más conocido como Mariano Asquerino, nación en Reus en 1889, hijo de militar, comenzó su trayectoria artística en la década de 1900, debutando como profesional en el Teatro Español de Madrid con la obra La madre tierra, de Enrique Amado. Estrenó, posteriormente, algunas obras de Jacinto Benavente.

Obtuvo grandes éxitos, sobre todo entre los años 1920 y 1940; considerado como el mejor intérprete de las obras de Benavente como La escuela de las princesas (1930), La princesa Bebé (1940) y Campo de armiño (1940).

Al estallar la Guerra Civil se encontraba trabajando en Buenos Aires donde, en unión de Irene López Heredia, Aurora Redondo, Valeriano León, Lola Membrives y Carmen Amaya, prestó apoyo a la causa nacionalista, actuando desinteresadamente en una serie de actos benéficos.