Arturo Barea, escritor y periodista republicano, jugó un papel clave en la propaganda durante la Guerra Civil Española. Descubre su labor en la censura de prensa extranjera y su legado en el exilio.
Arturo Barea: la voz de Madrid bajo los bombardeos
Mientras los obuses caían sobre la Gran Vía madrileña, un hombre trabajaba en las entrañas del edificio de Telefónica: Arturo Barea, responsable del servicio de censura de la prensa extranjera del Ministerio de Estado republicano. Su misión: filtrar las informaciones que los corresponsales internacionales enviaban al mundo desde el corazón de una capital asediada. Pero su compromiso iba más allá del control informativo: también fue “La voz desconocida de Madrid”, un locutor anónimo que transmitía esperanza desde un sótano acolchado en pleno frente de batalla.
De la Guerra del Rif a la militancia republicana
Nacido en Badajoz en 1897, Barea vivió en primera persona la Guerra del Rif como soldado en 1920, experiencia que marcaría su visión crítica del militarismo español. Con la llegada de la Segunda República, se afilió a la UGT y se involucró en la vida sindical y cultural. Cuando estalló la Guerra Civil en 1936, no dudó en alinearse con el bando republicano.
La censura como arma de guerra
En el Ministerio de Estado, Barea dirigió la censura de la prensa extranjera, un rol estratégico en una guerra donde la imagen internacional era tan decisiva como las trincheras. Desde la Telefónica de Gran Vía —objetivo constante de los bombardeos franquistas—, supervisaba los despachos de periodistas como Ernest Hemingway, Martha Gellhorn o Herbert Matthews, asegurando que la narrativa republicana no fuera distorsionada.
Paralelamente, participó en emisiones radiofónicas clandestinas bajo el seudónimo de “La voz desconocida de Madrid”, convirtiéndose en un símbolo de resistencia civil. Su labor combinaba rigor periodístico, conciencia política y un profundo humanismo.
El exilio y la memoria de la guerra
Tras la derrota republicana en 1939, Barea se exilió en Inglaterra, donde se casó con la periodista austríaca Ilse Kulcsar. Allí escribió su obra cumbre: La forja de un rebelde, trilogía autobiográfica en la que dedica su tercer volumen, La llama, íntegramente a su experiencia en la Guerra Civil.
Aunque escribió en español, sus libros se publicaron primero en inglés gracias a la traducción de Ilse. En la BBC, continuó su labor radiofónica con más de 900 emisiones bajo el nombre de “Juan de Castilla”, manteniendo viva la causa republicana en Europa.
Legado literario y político
Barea no fue un combatiente en el frente, pero su pluma y su voz fueron armas fundamentales del esfuerzo republicano. Su testimonio, crudo y honesto, ofrece una de las visiones más personales y colectivas del conflicto. Gabriel García Márquez lo incluyó entre los autores de “los diez mejores libros escritos en España después de la Guerra Civil”.
Falleció en Faringdon (Inglaterra) en 1957, sin haber regresado a España. Sus cenizas descansan en el jardín de una casa que simboliza el refugio de los derrotados: exiliados españoles, judíos perseguidos y defensores de la democracia europea.
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