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lunes, 7 de enero de 2013

Llano de la Encomienda (1877-1963)

Su actitud al frente de la plaza de Barcelona en julio del 36, firme en la defensa de la República, le permite alcanzar la Jefatura del Ejército del Norte, a cuyo mando se encuentra con incontables dificultades hasta su caída

Su decisión de permanecer hasta el final en Gijón, última plaza cantábrica en poder de la República, obliga a Francisco Llano de la Encomienda, jefe del Ejército del Norte, a huir en el último momento por mar a Francia. Volverá poco después a Barcelona, donde es sometido a juicio por su actuación en las últimas horas en la ciudad asturiana.

Nacido en Ceuta en 1877, Francisco Llano de la Encomienda ingresa en la Academia Militar de Toledo con sólo 14 años; de ella saldrá tres años después como alférez de Infantería. Su carrera no resulta muy espectacular y sigue la pauta habitual en la época: combinar destinos en la Península y en Marruecos para lograr el ascenso por méritos de guerra. En África manda a un grupo de regulares de Alhucemas y la Mehala Jalifana de Tebersit; gracias a esta labor alcanza la medalla militar del Valor y la Laureada de San Fernando.

Cuando se proclama la República, no hay dudas de la lealtad de Llano de la Encomienda al nuevo régimen. Pronto es ascendido a capitán, y más adelante a general de brigada. El Gobierno del Frente Popular le pone al frente de la Capitanía General de la 4ª Región, localizada en Barcelona, un puesto de vital trascendencia para la defensa de la ciudad y del resto de Cataluña. Su postura pro-gubernamental es sobradamente conocida, por lo que la conspiración militar se hace a sus espaldas y está clara la actitud que mantendrá ante la inminente sublevación.

Cuando el comisario general de Orden Público de Barcelona, Frederic Escofet Alsina, se presenta ante él el 17 de julio de 1936 precaviéndole sobre la rebelión y recomendándole la adopción de las medidas necesarias, Llano se muestra dubitativo. Al día siguiente, se repite el encuentro y Escofet le solicita la detención de 70 oficiales "peligrosos", pero Llano se niega, argumentando que no quiere que tales sanciones sean la excusa que aduzcan posteriormente los rebeldes para iniciar su levantamiento. En un tercer encuentro entre ambos, el comisario le presenta pruebas fehacientes de la expansión del golpe en varios puntos de la Península y le solicita un posicionamiento inequívoco ante el conflicto; pero una vez más, el capitán se muestra incrédulo ante esta posibilidad y muy confiado en la fidelidad de sus tropas. Para tranquilizar los ánimos de Escofet, Llano le asegura que si algún grupo se sublevase, él se encargaría de volver a traerlo al orden. Esa misma noche el general advierte a sus oficiales de que en el caso de tener que elegir "entre el fascismo y el comunismo" se queda con lo segundo, algo que escucha el General Fernández Burriel, que encabezará el alzamiento de la División.

El día 19, Llano de la Encomienda se muestra sorprendido ante las dimensiones que ha tomado el asunto y confiesa a Escofet su incapacidad para aplastar semejante revuelta entre sus filas. Ese mismo día es reducido a punta de pistola en su despacho por el capitán Belda mientras grita vivas a la República.

Fernández Burriel dirige la sublevación de la Ciudad Condal a la espera de la llegada del general Goded desde Palma de Mallorca. Goded se encuentra a Llano retenido en el puesto de mando de los sublevados. Éste le recrimina la falta de consideración con la que había sido tratado, y tiene con él muy duras palabras.

Para entonces, los Mossos d'Escuadra, la Guardia Civil y las fuerzas populares habían logrado prácticamente aplastar la rebelión. Llano de la Encomienda es entonces liberado, y participa como testigo de cargo en el consejo de guerra a Goded y Fernández Burriel, al que también acude el general de la Guardia Civil Aranguren. Los generales son sentenciados a muerte acusados de rebelión y fusilados en la fortaleza de Montjuic.

La actitud mantenida ante el levantamiento reafirma la confianza que el Gobierno central ha depositado en Llano de la Encomienda. No ocurre lo mismo con los oficiales de las milicias, que recelan de sus verdaderas capacidades. Para evitar tensiones, el Gobierno le releva de su cargo y le concede la jefatura del Ejército del Norte con el propósito de unificar las fuerzas vascas, cántabras y asturianas. La descoordinación de las tropas hace muy difícil la tarea. Por si fuera poco, el presidente vasco, José Antonio Aguirre, se autoproclama general en jefe del Ejército de Euskadi.

Llano de la Encomienda se establece en Santander, pero carece de autoridad y libertad de movimientos para coordinar la defensa de la zona cantábrica. El historiador Hugh Thomas cuenta que "una vez el general Llano quiso pasar de Asturias a Santander, le registraron el coche y le confiscaron un queso".

El Gobierno le encarga la creación y la organización de la Academia Militar del Norte, pero, a pesar de los refuerzos realizados, nunca llegará a ser una realidad.

Cuando las fuerzas del general Mola inician su ofensiva en 1937, las tropas vascas rechazan la autoridad del Estado Mayor Central, y con ello el mando de Llano de la Encomienda. En el Informe del presidente Aguirre al Gobierno de la República, el lehendakari describe al general en términos poco edificantes: "La falta de tacto ha presidido en todo momento la actuación del general Llano de la Encomienda, influido por hombres que a toda costa perseguían el éxito de su proselitismo acudiendo a cualquier procedimiento y sin mirar los males que pudieran producirse". De su actuación dice: "Puede decirse que no intervino apenas ni en la confección de las operaciones ni en su desarrollo, siendo solamente testigo presencial de las mismas". Parece ser que el propio Largo Caballero había desacreditado a Llano ante el presidente vasco, lo que debilita aún más su posición. Aguirre verterá acusaciones similares contra el general Gámir Ulibarri, sustituto de Llano desde principios de junio de 1937, poco antes de la caída de Bilbao.

Llano se ocupará a partir de entonces, de forma más teórica que efectiva, de las fuerzas de Asturias y Santander, pero los sublevados van ganando terreno durante el verano hasta la caída de Gijón en octubre. La resistencia se hace ya imposible y Llano se ve obligado a escapar a Francia.

Tras pasar la frontera y alcanzar Barcelona se le atribuye la mayor parte de la responsabilidad del fracaso del Ejército del Norte. Es por ello juzgado y absuelto. A partir de entonces pierde la confianza gubernamental de la que había gozado durante toda la Guerra y pasa a desempeñar cargos administrativos, como el de inspector general de Infantería.

Con la ocupación de Cataluña, Llano vuelve a Madrid y presencia el final de la Guerra. Consigue abandonar España y se exilia a Ciudad de México en 1940, de donde ya no regresara. Allí desarrolla una participación política muy activa, de la que decide apartarse tras ser agredido por otro exiliado en 1948. Muere en la capital mexicana en 1963.

7 comentarios:

  1. Fiel a la República y traidor a la Patria.

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    1. Tu si que eres un traidor idiota ignorante de la historia. Cualquier combatiente lucha por su propio concepto de Patria.

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    2. no es necesario insultar a nadie, y mas si eres anónimo

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  2. Si se hubiera unido al Alzamiento la guerra civil hubiera durado tres meses y se hubieran evitado muchas muertes.

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  3. Totalmente cierto, pero hay otras posibles respuestas. En resum una monumental chapuza por parte de casi todos, que arruinó la vida a dos generaciones de españolitos de a pie.

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  4. Totalmente cierto, pero hay otras posibles respuestas. En resum una monumental chapuza por parte de casi todos, que arruinó la vida a dos generaciones de españolitos de a pie.

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  5. Que es eso de ¿alzamiento? sublevacion de perjuros es su denominacion.

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